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La clave para recibir ayuda en situaciones de emergencia

Según la ciencia, para recibir ayuda también hay que saber hacerlo bien, en este caso, gritar bien. Existen dos cuestiones de comportamiento importantes a tener en cuenta, la primera se relaciona con la comunicación no verbal:

Y es la de ser lo más precisos posible sobre nuestra necesidad de ayuda.

Licencia CCO

 

Los investigadores han demostrado que centrar la petición de auxilio en una sola persona, a través de un contacto visual directo, eligiendo pocas palabras, aumenta el compromiso y la responsabilidad social de ese testigo.

Si la petición es general, al aire, gritando sin solicitar el socorro de alguien en concreto, se produce un ‘efecto espectador‘ de ignorancia pluralista.

Es decir, cuantos más espectadores hay en una situación que requiere ofrecer ayuda, hay una menor probabilidad de cooperar, porque se diluye la responsabilidad y pensamos que ‘ya lo hará otro’, o que ‘si nadie actúa por algo será’, ‘quizás yo quede mal, me ponga en peligro o cometa un error’.

Para corregir estos efectos, hay que elegir a un testigo y pedirle ayuda directa.

La segunda clave se relaciona con el lenguaje, con escoger bien las palabras. Esto ocurre sobre todo en el caso en el que se produce una disputa entre un hombre y una mujer.

En esa situación, se genera incertidumbre en los testigos, ya que no saben discernir si el ataque y la urgencia es inminente o solo se trata de una discusión de pareja.

Los estudios han revelado que los espectadores se mostraban bastante menos dispuestos a ayudar a una mujer que gritaba algo así como: ¡No sé por qué me casé contigo!, porque pensaban que se trataba de un asunto privado y su intervención podría resultar inoportuna o incluso ridícula.

Sin embargo, si la víctima gritaba: ‘¡No te conozco!‘, se incrementaba la ayuda notablemente. ¿Por qué?

Con esas tres palabras (no te conozco) se eliminaba el grado de incertidumbre de los observadores y no desconfiaban de la emergencia, de este modo, sí sabían que el intento de agresión o acoso era grave y la petición de auxilio era urgente.

 

*Referencias:

José Luis Martín Ovejero

Robert B. Cialdini – Influencia: La psicología de la persuasión.

 

En comunicación, ¿la mujer tiene más ventaja que el hombre? La ciencia responde

Se ha investigado mucho sobre quién tiene más ventaja en la comunicación humana… ¿Será el hombre o la mujer? Aunque lo cierto es que Darwin ya nos dio la respuesta hace más de 150 años…

Fotografia CCO

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En la sociedad existen muchos estereotipos al respecto, tales como que las mujeres tenemos más sensibilidad, que los hombres son más racionales, que las mujeres somos enrevesadas, los hombres más sencillos, o que las mujeres mentimos más que los hombres (ya refutamos este mito).

La realidad es que la comunicación y la conducta humana es el resultado de la suma de factores culturales y sociales, pero también biológicos, y hay diferencias de género según los estudios.

Existen ciertas evidencias que demuestran que mientras ellos son más eficientes en tareas relacionadas con la resolución de problemas visoespaciales y de razonamiento numérico, ellas son mejores en pruebas de velocidad perceptiva y fluidez verbal, lo que supone cierta ventaja en lo que a habilidades comunicativas se refiere.

La resonancia magnética ha evidenciado que cuando la mujer se comunica cara a cara, se activan entre catorce y dieciséis zonas clave en ambos hemisferios cerebrales, que se usan para decodificar palabrascambios en el tono de voz y señales del lenguaje corporal. En cambio, el hombre presenta activación entre cuatro y siete de estas zonas.

Tal y como apuntan algunos estudios, las mujeres tienen un 11% más de neuronas que los hombres en los centros especializados en el lenguaje y la escucha.

«El principal centro de la formación de emociones y recuerdos, el hipocampo, es también más grande en ellas, del mismo modo que los circuitos para el lenguaje y para percibir emociones».

Pero como decíamos al principio de este post, Charles Darwin en 1871 fue el primer autor que puso de manifiesto diferencias ventajosas de la mujer sobre el hombre. Según sus estudios, las hembras de todas las especies observadas (inclusive la nuestra) tienen capacidades cognitivas superiores a la de los machos y una autonomía asombrosa en la elección de sus parejas para el apareamiento.

Por supuesto, las conclusiones de Darwin no fueron bien recibidas en la época y recibió un sinfín de críticas por describir ciertas habilidades femeninas superiores.

Hoy día encontramos muchos datos que apoyan aquellas controvertidas teorías de Darwin, por ejemplo que las mujeres se comunican mejor que los hombres y, de hecho, hablan menos, según un estudio de la Universidad de Manchester realizado en el año 2010.

«Los hombres articulan más palabras que las mujeres en un día, pero tienen un dominio más débil de la lengua en situaciones sociales, lo que les hace utilizar las mismas palabras varias veces y parecer poco convincentes», explicaron los investigadores británicos.

Según destaca Lescano, las sucesivas investigaciones permiten explicar al menos dos “ventajas” en comunicación de la mujer sobre el hombre: su capacidad discursiva argumental y su habilidad semiótica.

«En una discusión, las mujeres generalmente suelen focalizarse en aspectos argumentales que no son los centrales del tema en cuestión. La estructura discursiva se desplaza hacia temas tangenciales y hasta inconexos con el tema central, pero con una coherencia irrefutable. Esto sucede sutilmente y es complicado regresar al punto inicial».

La habilidad semiótica (manejo de signos y símbolos) se refiere a la capacidad de comprender las “señales” del entorno sin necesidad de explicaciones verbales. Un cajón a medio cerrar, un ticket de una compra olvidado o un dato cualquiera registrado en un papel, será suficiente para hilvanar hechos y sacar conclusiones con un margen de error reducido.

Si quieres saber qué te pasa y cómo estás atiende a tu cuerpo.

Hoy cuento con una excepcional firma invitada, María Concepción Gordo Alonso es experta en comunicación y profesora de la Universidad de Nebrija (entre otras muchas cosas), pero sobre todo escribe y transmite con una sensibilidad muy especial su conocimiento sobre las relaciones, con los demás y con nosotros mismos, en un mundo que cada vez pisa más el acelerador, invadido por el ruido y por el análisis racional de todo lo que nos rodea.

Es un gusto leerla y tomar conciencia de nuestra esencia ancestral, como dice ella: Del alma y la piel, la intuición, el instinto, la emoción.

Fotografía CCO

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En la era de la mente es más necesario que nunca escuchar a nuestro cuerpo. Somos hombres sabios, o en términos de evolución humana “homo sapiens” y ese papel nos lo hemos tomado quizá al pie de la letra.

Pensamos y pensamos constantemente convencidos como dice Jean Le Ron de que: “La razón acabará por tener razón”; pero claro, tenemos y más bien somos emociones, esas que la razón ignora porque simplemente no las entiende, como venía a expresar Blaise Pascal.

Y esas emociones, eso que percibimos en su mayoría de forma inconsciente, aquello que muchas veces menospreciamos porque no llega a través de nuestro poderoso neocórtex y por tanto no es lógico, es lo que en realidad nos da la pauta más completa de qué nos sucede y de qué les pasa a los demás.

Como dice Paul Watzlawich, en el primer axioma de la Teoría de la Comunicación humana, comunicamos siempre, pero también lo hacemos desde siempre, nos comunicamos con palabras desde hace tan sólo 80.000 años, y eso en perspectiva evolutiva es muy muy poco.

Antes de tener desarrollada el área cerebral de Broca, donde está el lenguaje, no sólo nos reproducíamos, también nos organizábamos como grupo y además nos cuidábamos y protegíamos como especie.

Como dice María Martinón Torres, directora del Centro Español de Investigación para la evolución humana, estamos en este momento de la historia porque, desde hace más de 3 millones de años, hemos sabido acoger las diferencias, entendernos y atender y asistir a los que lo necesitaban, y todo ello sin decir una sola palabra.

Obviamos nuestra intuición, eso que no sabemos por qué lo sabemos, pero lo sabemos, y olvidamos, que como decía Darwin, somos instinto y emoción, y por tanto, estamos preparados para percibir una gran parte de información de forma inconsciente, y solemos olvidar a menudo, esa sabiduría ancestral del alma y de la piel.

Apenas prestamos atención a nuestro lenguaje no verbal, a todo aquello que nuestro cuerpo revela, mientras nosotros estamos enfrascados en entender y producir palabras.

Albert Mehrabian estableció, allá por los años 60, una regla que viene a afirmar que un alto porcentaje (dependiendo del contexto) de lo que percibimos es no verbal, bien sea información gestual derivada de la expresión corporal o facial o bien paraverbal o paralingüística, es decir, cómo decimos lo que decimos.

Esto tiene un calado importante, porque no atender a nuestra comunicación no verbal y a la de nuestros interlocutores hace que nos perdamos una gran cantidad de la información que nos transmiten. Sin duda, como apunta Natalia Gironella, nuestro lenguaje no verbal no siempre es más importante pero sí más completo, más rico, más amplio y mucho más impactante.

Giovana Monterrubianesi de la Universidad de Granada, nos recuerda además que nuestro cuerpo revela el 90% de nuestra afectividad y por tanto es el fiel indicador de nuestro estado emocional. O, dicho de otro modo, si quieres saber qué te pasa y cómo estás atiende a tu cuerpo.

La clave está en observar y observarnos, leer entre líneas, atender a lo que no sabemos, podemos o queremos o quieren decirnos, en escuchar bien, no tanto lo que decimos, sino lo que callamos.

Y como refrenda el gran Antonio Damásio, uno de los más importantes neurocientíficos del siglo XX y Premio Princesa de Asturias de investigación científica y técnica 2005, ser conscientes de que nunca tuvimos que elegir entre razón y emoción porque tenemos, pero, sobre todo, somos ambos.

 

“Hagas lo que hagas, busca el latido” – Elvira Sastre.

#Comunicación #ComunicaciónNoVerbal #Emociones #GestiónEmocional #EvoluciónHumana

 

Referencias:

Mehrabian, A. (1971). Nonverbal communication. In Nebraska symposium on motivation. University of Nebraska Press.

Martinón-Torres, M. (2021). Un niño recostado delicadamente, el primer enterramiento humano de África.

Watzlawick, P., Bavelas, J. B., & Jackson, D. D. (2011). Teoría de la comunicación humana: interacciones, patologías y paradojas. Herder Editorial.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7535677

 

 

La conducta no verbal más universal: el baby talk

Salvando las obviedades como reír, llorar o bostezar, que sí es cierto que se trata de actos comunicativos que hacemos todo el mundo, se produce un fenómeno universal, no verbal, bastante curioso. Se conoce como baby talk.

Fotografía con licencia CCO

Fotografía con licencia CCO

El baby talk se define como la adaptación verbal y no verbal del lenguaje que utilizamos los adultos (y niños mayores de 6 años) para dirigirnos a los bebés y niños menores de 6 años.

¿Y cómo lo hacemos? Exagerando las expresiones no verbales con la cara y los gestos, usando diminutivos en las palabras, frases cortas y sencillas, entonación más expresiva con un tono más agudo, ritmo lento y más definido en el habla.

Pues bien, todo ello se practica en todo el mundo, sin excepción, independientemente del idioma, la cultura o el género, si bien es cierto que las madres lo utilizan con más frecuencia y ha sido la muestra más estudiada en diferentes investigaciones.

Se trata de un comportamiento innato en el se humano para asegurar, según los estudios, el correcto desarrollo y aprendizaje del niño, así se mejora su atención y se afianzan los conocimientos y la adquisición del habla.

Además, los bebés responden mejor al habla infantil que a la charla normal de un adulto y se sienten realmente especiales. Así lo demostró un estudio bastante importante, publicado en el año 2020.

Definitivamente, los bebés tienen una clara preferencia por este lenguaje adaptado, estos datos resultaron tan significativos porque se evaluaron con una amplia muestra, en 67 laboratorios diferentes pertenecientes a América del Norte, Europa, Australia y Asia (actualmente se están replicando en África y América del Sur).

Pero… ¿Y tu pareja?, ¿también te habla a ti como a un bebé? Igualmente hay estudios sobre el fenómeno del baby talk entre parejas adultas, pero esto da para otro post… No te lo pierdas!! 🙂

¿Por qué sacamos la lengua cuando estamos concentrados? #MichaelJordan

Siempre repetimos en este blog que es muy importante, casi obligatorio, interpretar los gestos según un contexto determinado. Las emociones básicas en el rostro (sorpresa, ira, tristeza, alegría, miedo, asco) tienen una codificación facial específica y su significado es único y universal, aunque también pueden matizarse según la situación que acompañen, contenido verbal, gestos con las manos, etc.

Michael Jordan / Fotografía Flickr

Michael Jordan / Fotografía Flickr

Pero los gestos nunca son únicos, deben leerse según cómo ocurran. El gesto de sacar la lengua puede definirse de formas muy variopintas, puede ser un tic, puede significar que estamos nerviosos, incómodos y humedecemos los labios, también puede comunicar una actitud burlesca y pícara, cierta seducción en ocasiones, y además puede indicar concentración extrema.

Probablemente, algunos de vosotros solo lo practiquéis muy de vez en cuando, cuando te maquillas, por ejemplo, o cuando reparas algo en casa, también puedes observarlo en tu hijo cuando hace los deberes. Sin embargo, para otros es una absoluta costumbre, casi no pueden ejecutar tarea alguna sin ese acto de sacar la punta de la lengua hacia fuera, según los expertos, su cerebro quiere comunicar al exterior que está totalmente inmerso en una tarea, nos dice: «No me molestes en este momento».

Este gesto totalmente inconsciente fue estudiado originalmente por el prestigioso etólogo inglés Desmond Morris, que lo calificó como un gesto hereditario y universal que informa a los demás de que alguien está abstraído, absorto en un quehacer muy específico que requiere de cierta atención y esfuerzo, como en los hoteles, colgamos un cartel de «Please do not disturb«.

Más recientemente mi colega Alan Crawley realiza una revisión del gesto y la aplica con el ejemplo de Michael Jordan. ¿Quién no ha visto a M.J. machacar el aro con la lengua fuera? Se convirtió en una de sus señas de identidad cuando jugaba en la NBA.

Un estudio de la Universidad de Westminster encontró una relación muy estrecha entre las tareas de motricidad y las áreas cerebrales del lenguaje. En resumen, los niños que participaron de este estudio hacían tareas de motricidad fina (abrir un candado), motricidad gruesa (juegos de manos) o actividades no motoras (recordar una historia).

En todas las tareas los niños sacaron la lengua, pero especialmente durante las motrices. Entonces, sacar la lengua parece ser un comportamiento muy característico de la concentración y la destreza. A pesar de que es una acción más común en infantes y la mayoría de nosotros la reprime, algunos adultos la realizan.

⛹ Lo que me parece más interesante es que el mismo Jordan reconoce que ha adquirido este gesto por herencia. Su padre dijo que su abuelo hacía este gesto cuando trabajaba y que por imitación sus descendientes la copiaron. Más curioso aún, Jordan ha reconocido que este gesto le ayuda a concentrarse, ¿será útil?

¡Contadme impresiones!

El lenguaje crea realidad

A veces no somos conscientes de que nuestras palabras son un arma, que tienen el poder de destruir y destruirnos o de sanar, potenciar y construir. Ya hemos hablado anteriormente de que el lenguaje corporal no solo informa a los demás sino que además influye en nosotros mismos, nos transforma.

También nuestro lenguaje verbal crea nuestras realidades porque construye emociones, éstas no están basadas en los datos objetivos sino que interpretamos lo que sucede a nuestro alrededor y reaccionamos a esto útlimo. La Psicología Cognitiva ya descubrió hace mucho que la percepción, la gestión y la valoración de nuestro mundo (con emociones de por medio) van a determinar la felicidad, el éxito o el fracaso, porque el acto de escoger y decidir es lo que permite no agredirnos.

Creative Commons CC0

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El lenguaje no solo nos proporciona la función de comunicarnos y contar cosas, el lenguaje hace que sucedan cosas. Tenemos que manejar nuestra forma de hablar con plena conciencia, la falta de precisión da alas a las sombras y nuestro cerebro tiene a rellenar esos ‘huecos’ para que nuestro pensamiento (ilógico) tenga sentido. Por ejemplo, con la frase: «Nadie me entiende». Es una sentencia incompleta y genérica, realmente ¿quiénes no te entienden? ¿sobre qué no entienden? ¿cómo te manifiestan que no te entienden? Estas respuestas nos hacen analizar la situación con información más realista.

Todo lo que oímos y decimos nos afecta, si utilizamos frases como la anterior o: «ya no puedo más», «soy un fracasado», «conseguirlo es imposible», nuestra neurofisiología se adapta rápidamente a estos mensajes y sentimos una bajada neuroquímica y de autocapacidad percibida. La solución está en utilizar la técnica del ‘reencuadre’, ver la realidad desde otro punto de vista más constructivo y convertir estas frases en otras más positivas como: «esto es un reto y una oportunidad», «¿cómo podría resolver esta situación?»

De este modo somos más flexibles con nosotros mismos, relativizamos y desechamos la culpa. Os invito a observar vuestro diálogo interno, ¿cómo os habláis a vosotros mismos? Ahí reside toda la información sobre quiénes creéis que sois y cómo os proyectáis. Estar atentos a esas palabras que utilizamos para describirnos puede convertirse en una toma de conciencia muy poderosa…

[Mi amiga Patricia Noble y colega de profesión, al leer el artículo, me ha enviado una apreciación que me ha encantado y comparto con vosotros: Su profesor de Psicopatología en la carrera les decía: «Cuidado con lo que te dices a ti mismo ya que tu subconsciente lo procesa todo y lo peor es que viniendo de ti mismo ni siquiera lo cuestiona». ¡Brutal!]

 

 

7 claves para saber si te mienten en un whatsapp

whatsapp-adiccionCuando hablamos cara a cara con alguien podemos apreciar ciertos matices del mensaje a través de la expresión facial, los gestos, la mirada, incluso en la voz, que nos ayudan a interpretar si lo que dice la persona es coherente o no con su lenguaje corporal. Sin embargo, al leer solamente un texto escrito a través del whatsapp, o del correo electrónico, perdemos las pistas de los canales de comunicación no verbales, pero dispondremos de otros para valorar cierta credibilidad o no en lo que nos escriben.

A esta corriente se la conoce como análisis del testimonio, y más concretamente, indicadores estratégicos de la mentira. Aunque detectar a un mentiroso a través de un escrito es más complicado, según ha explicado al Wall Street Journal Tyler Cohen, oficial de inteligencia de la Agencia de Inteligencia de la Defensa estadounidense (una especie de CIA militar), “la mayor parte de las personas prefieren ser sinceras y, por ello, cuando mienten, la verdad se acaba filtrando”.

Para saber si alguien no está siendo del todo sincero con nosotros, Cohen sugiere utilizar una versión modificada de la técnica que utilizan la policía y los jueces para buscar el engaño analizando al detalle las palabras que ha utilizado un acusado. Ojo. No perdamos la cabeza con esto, y nos creamos un ‘detectores de mentiras con patas’. Incurrir en uno de estos tips no implica directamente que nos mientan. Debemos asegurarnos antes de cuál es la forma natural y recurrente que tiene nuestro interlocutor al escribir y detectar cambios, esto siempre será clave para realizar conclusiones más precisas.

  1. Utiliza un lenguaje enfático: Que nuestro interlocutor dé mucha importancia a algo no significa que nos esté mintiendo, pero sí que quiere que nos creamos lo que está diciendo, y esto puede indicar que se trata de un engaño. Si repite la misma idea una y otra vez, pero de distintas formas, también podemos empezar a desconfiar.
  2. Utiliza un lenguaje distante: Al mentir, inconscientemente tratamos de alejarnos de lo que estamos diciendo. Por ello, si estamos contando algo que es falso, preferimos omitir en la medida de lo posible los pronombres personales y hablar de terceras personas o cosas. Frases del tipo “hubo una fiesta después del trabajo y duró más de lo esperado”,  “el tren se retrasó”, “la reunión no acabó a tiempo”, pueden ser motivo de sospecha. Mantente alerta si alguien que suele hablar usando la primera persona deja de utilizarla.
  3. No te contesta a lo que preguntas: Mentir es incómodo, y si una respuesta a lo que preguntas implica tener que fingir o decir una verdad desagradable, tu interlocutor puede simplemente ignorarla, o contestar de forma muy escueta para cambiar de tema de inmediato.
  4. Utiliza expresiones exculpatorias: Las personas que mejor mienten son aquellas que se sienten cómodas en la mentira, y no tienen ningún conflicto moral al engañar a alguien. Pero la mayoría de la gente se siente mal cuando engaña a otra persona y, por eso, antes de soltar una mentira utiliza expresiones exculpatorias del tipo “para ser sincero”, “no hay nada de qué preocuparse”, “odio decirte esto pero…”.
  5. No escribe como suele hacerlo: Todos tenemos estilo propio a la hora de contestar un correo o mensaje, y si estamos mintiendo tendemos a cambiarlo. Si tu interlocutor no está escribiendo de la forma que suele hacerlo puedes empezar a desconfiar. La gente que se enrolla mucho cuando miente suele ser más escueta, y la gente poco habladora escribe más de la cuenta cuando lo que dice no es verdad. Es decir, actúa justo de forma contraria a su patrón base de conducta.
  6. Utiliza expresiones ambiguas: Por ejemplo, “casi seguro”, “probablemente”, “debería” o “quizás”, pueden ser un indicativo de que la persona te está ocultando algo. Para no mojarse se sale por la tangente: ocultar la verdad es mucho más sencillo que mentir.
  7. Cambia repentinamente de tiempo verbal: Cuando estamos describiendo un evento pasado solemos utilizar verbos en pasado. Pero si estamos mintiendo, y nos estamos inventando las cosas sobre la marcha, es sencillo que, sin darnos cuenta, empecemos a hablar en presente, o que los tiempos verbales no cuadren.

¿Lo habéis notado alguna vez? 🙂

Eres lo que hablas: la personalidad se refleja en el lenguaje

8969074091_54be8d8060_bLa polémica está servida. El prestigioso psicólogo James W. Pennebaker asegura poder desenmascarar la personalidad de los escritores con un programa de análisis de textos. «Las estadísticas no mienten» añade. Las investigaciones de este autor mantienen dividido al gremio de los estudiosos de la lengua. Desde hace una veintena de años Pennebaker viene indagando en los escritos la personalidad de sus autores sin analizar la sintaxis, ni considerar los matices del significado, ni siquiera leer el texto, en cambio, sí que tiene muy en cuenta el recuento de palabras insignificantes.

Este investigador de la Universidad de Texas desarrolló su principal instrumento a mediados de los años noventa. Lo llamó Linguistic lnquiry and Word Count (LIWC). El programa de recuento de palabras por ordenador ocupa desde entonces cantidades ingentes de textos. El software extrae del escrito las palabras que denotan alguna señal o característica: ¿Cuán optimista es el autor? ¿Le preocupan temas del pasado o, por el contrario, dominan cuestiones del futuro? ¿Utiliza expresiones que apuntan a argumentaciones complejas? Todo ello junto al propio programa de recuento de palabras ha propiciado la elaboración de un diccionario con 4500 entradas, distribuidas a su vez en más de 70 campos léxicos. De esa manera, se registra la frecuencia con que aparecen en el texto las palabras incluidas en las distintas categorías.

«Soledad», «llorar», o «feliz», por ejemplo, se encuentran agrupadas bajo el epígrafe de «palabras emocionales«, que a su vez se subdivide en los grupos de «afectos positivos» y «negativos». En estas subcategorías se describen de manera más específica conceptos relacionados con estados emocionales concretos, como «miedo» o «duelo». Otras de las categorías que recoge el trabajo son «palabras de percepción inespecíficas» («ver», «oír», «sentir») y de «procesos cognitivos» complejos (»debería», «pensar», «porque»). A ello se suma un total de 22 categorías generales referentes a partes de la oración: pronombres, verbos auxiliares, artículos numerales o conjunciones, es decir, palabras funcionales.

Según Pennebaker, el contenido de un texto no supone la clave para desentrañar la personalidad de su autor, sino las palabras aparentemente insignificantes -como pronombres, artículos o conjunciones-, ya que su uso resulta menos consciente. (Captura ejemplar del funcionamiento del software).

Según Pennebaker, el contenido de
un texto no supone la clave para desentrañar la personalidad de su autor, sino las palabras aparentemente insignificantes -como pronombres, artículos o conjunciones-, ya que su uso resulta menos consciente. (Captura ejemplar del funcionamiento del software).

En estudios anteriores la atención se centraba en el contenido. «Ha pasado inadvertido para la psicología el hecho de que las palabras ‘pequeñas’ (‘yo’, ‘nosotros’, ‘uno’, ‘todos’ y similares) permitieran, de una manera particular, atar cabos sobre el comportamiento», argumenta Pennebaker. «El cómo», añade, «revela la personalidad». «El estilo de un texto que se expresa a través de las palabras «pequeñas», entre otros elementos, resulta poco accesible a la manipulación consciente. Así, la persona que quiere resultar agradable elige las expresiones adecuadas, pero no controla el número de artículos o pronombres que utiliza para ello», indica.

El problema viene a la hora de interpretar algunos resultados más complejos, ¿qué significa una acumulación de pronombres? Una persona que utiliza muchas negaciones («no hago eso de mala gana»), ¿es más prudente o sensata que alguien que formula las relaciones de forma directa («prefiero eso»)?Cuando en un texto aparece con frecuencia el pronombre ‘nosotros’, ¿significa eso que el paciente se halla socialmente bien integrado? ¿O que es tímido y busca ‘escolta’ en el grupo?» Pennebaker y Wolf se muestran de acuerdo: los métodos como el LIWC representan sólo una primera aproximación; la interpretación de los hallazgos se encuentra todavía en pañales.

Os animo, mis queridos lectores, a que a partir de ahora observéis los textos que os llegan por correo electrónico o whatsapp, os sorprenderá descubrir cómo tu pareja, por ejemplo, utiliza recurrentemente una alusión al precio de las cosas, o un amigo utiliza constantemente palabras de índole negativo, o algún familiar que repite exceso un «yo». Y es que, aun con todas las limitaciones del programa, todos filtramos nuestra forma de ser o de ver la vida a través de nuestra expresión, de las palabras que utilizamos.

Los estudios específicos de este autor con algunos casos reales son muy sorprendentes y reveladores, como la relación del pronombre «yo» con la muerte, el lenguaje de los terroristas, o la aplicación a debates políticos en EEUU… pero estas interesantes aplicaciones dan para otro post en el futuro… ¡no os lo perdáis! 🙂

 

 

 

*Fuente: MenteyCerebro.