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No, el ‘efecto pinocho’ para detectar mentiras no existe

Hace años la Universidad de Granada ya publicó un artículo sobre el ‘efecto pinocho’, basado en la técnica de la termografía, según la cual, cuando una persona miente, la temperatura de la punta de su nariz desciende, y la de su frente aumenta, según el estudio, cuanto mayor sea la diferencia en este cambio de temperatura entre ambas regiones de la cara, más probable es que esa persona nos esté engañando. La razón de esta asociación, según ellos, es que:

«Cuando alguien miente, se produce una respuesta emocional en su cuerpo, la ansiedad, que se manifiesta en la temperatura de la nariz. Pero también se produce una respuesta cognitiva, porque para mentir tenemos que pensar, planificar nuestras excusas, analizar el contexto…, y esto nos provoca una carga cognitiva o una fuerte demanda de control atencional que se traduce en un aumento en la temperatura de la frente”.“Para mentir hay que pensar, y por eso aumenta la temperatura de la frente, pero también nos ponemos nerviosos, algo que provoca un descenso de la temperatura de la nariz”.

Fue toda una revolución, todos los medios se hiceron eco, y me alegro que trascienda todo lo que tiene que ver con la investigación en el ámbito de la mentira, pero finalmente se transmiten datos erroneos, información inexacta y poco rigurosa, que solo hacen más que fomentar los mitos formados alrededor de la tecnología de la detección del engaño. Vemos titulares como por ejemplo: «Diseñan el detector de mentiras mas fiable hasta la fecha, basado en la termografía». Ojalá fuera cierto pero esto aún no es posible.

Los autores dicen que el éxito de esta técnica de la termografía facial es del 80%, muy superior al del polígrafo que es del 70% y por ello es la mejor tecnología que hay ahora en el mercado. Empezamos mal con tal afirmación. Suscribo totalmente las palabras que mi compañero Aurelio Cortés, experto en comunicación no verbal, ha publicado en sus redes sociales y la referencia del estudio que realizó hace años sobre el tema:

Ni el polígrafo tiene una fiabilidad del 70% según se afirma (la realidad es que su fiabilidad es próxima al azar, o sea 50%), ni la de la Termografía facial es del 80%. 
Ni el aumento de la conductancia de la piel, junto aumento del ritmo cardíaco (que mide el polígrafo), ni la variación de la temperatura de diferentes partes del rostro (que mide la Termografía facial) son indicadores de aumento de la carga cognitiva, lo cual no tiene porque necesariamente ser indicadores de que el sujeto que los experiencia, esté mintiendo, ya que existen otros varios condicionantes, como el contexto de ocurrencia del hecho, la propia personalidad del individuo, la preocupación, el nerviosismo, la tensión por la situación vivida, el querer responder adecuadamente, etc. 


La ilusión de que cuando mentimos «nos crece la nariz» es solo una bonita metáfora del cuento de Pinocho.
A la detección de la Mentira se llega por caminos científicos, mucho más estructurados y complejos, que nunca nos darán la certeza absoluta de si el sujeto está mintiendo o no.
Por tanto, seguimos en la vida real sin poder ver «como crece la nariz de Pinocho cuando se está mintiendo».
Os recomiendo leer el artículo de investigación, que realicé hace un par de años, sobre la Termografía Facial y su aplicación a la detección de la Mentira, se encuentra en la web Mentirapedia

 

6 palabras que los mentirosos suelen usar

También las palabras que elegimos comunican, perfilan la personalidad, dan cuenta de nuestro estado de ánimo y hasta pueden desvelar nuestras intenciones más ocultas con nuestro interlocutor, como por ejemplo la mentira. Esto tiene sentido, no nos vamos a comunicar igual cuando acudimos a nuestra memoria para contar algo que ha ocurrido en realidad que cuando recurrimos a la imaginación para inventar una historia.

Una experta en comunicación no verbal y detección de la mentira Janine Driver realiza una compilación en su libro ‘You Can’t Lie to Me’ (No puedes mentirme) de las palabras críticas que más se utilizan en una conversación donde reina el engaño.

1. “Nunca”

La experta señala que es preocupante cuando alguien dice “Nunca” en lugar de “No”. Por ejemplo, si le preguntas ¿Tú hiciste esto? y responde “Yo NUNCA haría eso” en lugar de decir simplemente “No” o “No lo hice”, es indicio de una potencial mentira. Realmente atañe al uso de generalizadores en el discurso, por tanto en las personas que no están siendo del todo sinceras podemos identificar un mayor uso de palabras que implican generalidad: “Todo”, “ninguno”, “nunca”, “cada uno”, “siempre”, etc.

2. “Eso”

La persona con intención de engañar suele agregar “eso” o “esa” a cualquier sustantivo. Según la autora, “éste es un truco común de los manipuladores”, asegura Driver. Se utiliza para el distanciamiento del hecho: También intentarán quitar importancia a la falta cometida. Evitan, así, usar palabras duras o emotivas, tales como, “robo” o“asesinato” y sustituyen los hechos por adjetivos y expresiones suaves como “suceso”, “lo que pasó” o “eso”.

3. “Por cierto …”

Los mentirosos utilizan frases como éstas para minimizar lo que dirán a continuación, que en realidad aludirá al hecho crítico que pretenden ocultar. Cuando esto se produzca, presta atención a lo que se dice tras el “por cierto”. Por ejemplo: “Anoche salí con mis amigos… y por cierto, me encontré a María y estuve charlando un poco con ella”.

4. “Pero”

Ya lo hemos comentado en este blog, los mentirosos suelen tratar de restar importancia a lo que dicen con esta palabra, es un efecto muy similar al anterior, hay que poner la alerta en una frase en la que aparezca este nexo, sobre todo en contenidos de alto impacto emocional, ya que realmente  es una conjunción adversativa que implica una contraposición entre dos oraciones. El que seguramente más os venga a la cabeza en este sentido sea el «Te quiero… pero…»

5. “¿Por qué haría yo eso?”

(O dar la vuelta a la tortilla). Es una de las frases favoritas de los mentirosos, pues la usan para ganar un poco de tiempo para averiguar qué decir a continuación. Entre las variaciones están “¿Qué clase de persona crees que soy?”, “¿Me estás diciendo mentiroso?”, y “Yo sabía que esto me iba a pasar a mí”. Estos son algunos ejemplos que aparecen en el libro de Driver. Además, las personas que faltan a la verdad suelen repetir las preguntas que se les formulan, esto refuerza aún más el hecho de ganar tiempo para pensar antes de ofrecer una respuesta. Como decíamos al principio es más difícil inventar que recordar, implica recursos cognitivos mayores y el tiempo de respuesta tendrá mayor latencia.

6. “Abandoné” o “dejé”

La especialista dice que hay ocasiones en que debes usar estas palabras en una frase, pero es raro cuando alguien las utiliza cuando no corresponde. Por ejemplo, los mentirosos en lugar de decir “me fui a casa a las 6″, señalan “Dejé (o abandoné) el lugar a las 6″. Según ella, esto podría dar indicios de un deseo de “dejar” el engaño atrás.

La teoría sociológica de la autora debe tomarse con sentido común. Está claro que todas estas palabras están incluidas de forma habitual en nuestros discursos. Siempre hay que contextualizar cómo se producen y coordinarlas con la observación del comportamiento no verbal. Si se producen en un interrogatorio policial, en el que la persona debe explicar qué hizo la noche del hecho por el que se le acuse, son alarmas importantes. Simplemente indicios, no puede acusarse a alguien de su culpabilidad por pronunciar un «pero», hay que cotejar este indicador con otros muchos para valorar la veracidad o no de un testimonio. Como siempre, sentido común. 🙂

Puedes completar la info de este post con los siguientes:

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  • Referencia: You Can’t Lie to Me’ (No puedes mentirme) de Janine Driver

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Con el revuelo independentista de Cataluña y a tenor de las declaraciones de unos y otros, filtraciones, ruedas de prensa, mentiras y ‘desmentiras’, promesas, intenciones, etc, la comunicación no verbal toma protagonismo y no pasa desapercibida a la hora de intentar desentrañar este juego de tronos.

Así me lo planteaba Juan Fernández, periodista de ‘elPeriódico‘ de Cataluña, que decidió hacerme una entrevista (que podéis leer pinchando aquí) para ver qué era esto de la detección de la mentira y cómo podía aplicarse a la política y a nuestra vida en general.

La pregunta del millón: –Algún truco para saber si me engañan. En mi oficio, la máxima es: por la boca muere el pez. Si quieres pillar a un embustero, hazle hablar. Los que nos dedicamos a esto, desde el policía que interroga a un detenido hasta el encargado de selección de personal.

A menudo pensamos que la detección de la mentira basta con la mera observación, esta tendencia ha cambiado por completo tras la investigación científica. Debemos ser sujetos activos ante nuestro interlocutor para obtener información sensible que nos permita comprobar la veracidad de lo que nos cuentan. Debemos hacer que el interlocutor baje la guardia, sea nuestro amigo, dejar que hable y de vez en cuando lanzar preguntas inesperadas sobre lo que nos interese.

Si se desconcierta es que esconde algo. Y hay trucos que parecen juegos, como el del dibujo. –Cuente, cuente. Usted llega tarde a casa y dice que viene de un bar. Su mujer no le cree y le pide un dibujo del bar. ¿A que no se lo espera? Su seguridad al trazar ese dibujo le delatará. Otro truco consiste en cansar al embustero. Mentir es agotador, obliga al cerebro a inhibir la verdad y construir una mentira. Si lo sobrecargas, al final cometerá errores.

La mejor mentira es la que siempre se elabora a partir de una verdad, de una realidad vivida pero cambiando un pequeño detalle. Por ejemplo, en el caso del asesinato de la niña Mariluz. Santiago del Valle fue su asesino y su mujer lo sabía todo, aunque en las declaraciones públicas que hizo esta señora siempre lo desmentía, sin embargo, todos los indicadores eran de credibilidad, ¿por qué? porque lo único que hizo fue contar todo el relato con detalles tal y como pasó, exactamente tal y como pasó pero cambiando de protagonista, en lugar de su marido nombraba a su cuñada. Por tanto, todo era real salvo por el ‘protagonista’ de la historia, como más tarde se demostró por el resto de pruebas.