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¿Conoces el efecto ‘nocebo’?

Has leído bien, efecto nocebo. Es más común conocer el significado del popular ‘efecto placebo‘, que se describe como aquel resultado positivo y beneficioso producido por un elemento que por sí mismo no tiene acción alguna de curación para la enfermedad que se trata.

Fotografía gratuita: Flickr

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Es decir, por el solo hecho de recibir un tratamiento se provoca la creencia de que se va a mejorar, y esta idea por sí misma ya produce una recuperación real en la salud de la persona.

Ahora bien, también existe el efecto nocebo, en el que al contrario que con el efecto placebo, se sufre un empeoramiento, perjuicio, o un efecto secundario debido a la aplicación de un tratamiento o un placebo, siendo éste inexplicable por el efecto biológico de la toma de esa sustancia.

La aparición del efecto nocebo puede verse condicionada por el ámbito psicológico de la persona, por su personalidad (se concluye que el pesimismo, el neuroticismo y las actitudes que subrayan la competitividad tienen mayor probabilidad de sufrir el efecto nocebo), por las experiencias/aprendizaje previos y por sus expectativas, éstas son fundamentales:

Si estoy convencido de que tomando tal sustancia me va a doler la cabeza, no tiene por qué ocurrir directamente, pero evidentemente sí que influye. De esta manera, lo que el sujeto prevé experimentar puede imponerse en la realidad como un resultado tangible sobre sus órganos y tejidos.

Este efecto fue denominado en los años 40 como ‘muerte por vudú’ por investigadores de la Universidad de Harvard, donde observaron que las personas que creían firmemente, debido a su cultura, en el poder de brujos o sacerdotes vudú, de pronto enfermaban y morían después de haber sido objeto de un maleficio o una maldición.

Este fue el trabajo preliminar para el estudio de las respuestas fisiológicas de las emociones, pero también el punto inicial para el análisis del efecto nocebo, que en 1960 ya comenzó a estudiarse científicamente y a denominarse como en la actualidad.

El olor a café: un recurso poderoso

O lo amas o lo odias, pero el café es una de las bebidas más consumidas en el mundo, así que parece que tiene más seguidores que detractores. Y es que no es solo una simple bebida. El café es para muchos un medio de inspiración, una necesidad para empezar el día, el símbolo de una importante conversación, de un reencuentro, de recuerdos, el testigo de muchos comienzos o de algunos finales.

Fotografía Pixabay License

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Nuestro cerebro adora el café.

Debido a la estimulación de la dopamina, el consumo de cafeína aumenta nuestra capacidad cognitiva, mejora nuestro estado de ánimo, optimiza la atención, concentración y memoria, y tras su ingesta, nos sentimos más eficientes, vigorosos y motivados por el trabajo. Al contrario, reduce nuestra percepción de somnolencia, fatiga, cansancio y afectos negativos.

Existen centenares de estudios que avalan los ya conocidos efectos beneficiosos del café en nuestro organismo (siempre con un consumo moderado). Pero uno de ellos, publicado recientemente, va aún más allá, ya que no se centra en la ingesta, sino solamente en el poder de su olor.

El aroma a café ya es capaz de mejorar nuestras capacidades cognitivas, es decir, optimiza la atención, la capacidad de análisis, de resolución de problemas y el desempeño laboral y académico en general. Parece producto de la magia, sin embargo, la autora del trabajo, la doctora la Adriana Madzharov, destaca una cuestión tan llamativa como curiosa: se trata de un simple efecto placebo.

Basta con que una sala o una habitación desprenda olor a café, para que el 90% de las personas experimenten bienestar. «Como ya sabíamos, al cerebro le apasiona el café. La cafeína lo estimula, le genera placer y activación. Por tanto, el simple aroma también puede activar todos esos procesos debido a ese recorrido neuronal que se produce entre la corteza cerebral y el sistema límbico: nos sentimos motivados al recordar sus beneficios.»

«A menudo descuidamos el gran efecto que tiene en nosotros el sentido del olfato. Estamos ante un recurso cerebral prácticamente infrautilizado, cuando en realidad, es un vínculo directo hacia nuestras emociones y memoria, un canal excepcional capaz de conferirnos inspiración, calma o activación, de mejorar nuestra atención e introspección, de hacernos más creativos, receptivos al entorno…»

Este hecho es algo que sabe bien la industria del marketing y se está empezando a aplicar al mundo del trabajo y las organizaciones. Ya hay estudios que sugieren que, en ocasiones, basta una fragancia a vainilla, canela, café o chocolate, para mejorar el bienestar y la productividad de los trabajadores. Estamos ante un tema lleno de posibilidades.

 

 

 

*Fuentes de consulta:

El impacto del aroma a café en las expectativas y el rendimiento

Al cerebro le gusta el café

El olor a café estimula el cerebro y mejora los procesos cognitivos

 

 

La expresión facial del médico condiciona la eficacia del tratamiento

No sé a vosotros, pero a mí la influencia que ejerce la comunicación no verbal en nuestro día a día no deja de sorprenderme.

Un reciente estudio publicado en la revista ‘Nature Human Behaviour’ confirma que, en el contexto sanitario, si un médico está convencido de que un tratamiento va a ser exitoso, y, por tanto, así se refleja en su rostro y en sus gestos, disminuye la experiencia subjetiva de dolor del paciente e incrementa tanto la efectividad terapéutica (a través de un inmediato efecto placebo) como la buena percepción de la profesionalidad del experto en salud (juzgado como más cálido, empático, fiable y seguro).

Si bien, décadas de investigación han demostrado que las expectativas de los pacientes pueden afectar drásticamente a los resultados del tratamiento, se desconocía hasta ahora la influencia que pudiera tener las expectativas de los profesionales de la medicina.

En palabras de los autores: «Este resultado explica por qué diferentes médicos pueden producir distintos efectos usando el mismo diagnóstico, fármaco, recomendaciones, o incluso placebo de modo que los tratamientos efectivos podrían volverse ineficaces o que el placebo funcione. Y efectivamente, estos efectos diferenciales no se transmiten verbalmente sino a través de señales faciales sutiles, utilizando un modelo placebo-dolor.»

Este hallazgo va a ser fundamental a la hora de valorar la formación y capacitación de los profesionales de la salud, puesto que además de los conocimientos técnicos, es primordial un entrenamiento en la toma de conciencia de la influencia que ejercen las emociones en la interacción médico-paciente.