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Creadores de bulos: ¿Por qué se inventan información falsa?

Las redes sociales o aplicaciones como Whatsapp son un buen medio para conectarnos, divertirnos e incluso a veces informarnos, pero se han convertido en un magnífico caldo de cultivo para todos aquellos incendiarios que quieren sembrar el caos en momentos de alta susceptibilidad, como el contexto coronavirus en el que nos encontramos ahora.

Fotografía Pixabay Free License

Fotografía Pixabay Free License

Pirómanos de las redes sociales.

La creación de noticias falsas y perfiles de dudosa procedencia son desde hace tiempo habituales, pero durante la crisis del Covid19 y el confinamiento se han multiplicado notablemente. Pero, ¿quién es capaz de improvisar estos bulos?

El perfil psicológico de estas personas es exactamente igual al de un pirómano. Simplemente disfruta haciendo el mal.

Se sienten bien probando el alcance de algún contenido que ellos generan y comprobar las reacciones de los demás, que se viralice, que la difusión se encargue de convertir en real una invención suya, con el único objetivo de hacer daño, crear confusión y miedo.

Se nutren de ese pánico en situaciones caóticas y se aprovechan de éste para tener más éxito en la propagación de sus bulos, por supuesto, casi siempre desde el anonimato que propician las redes o un audio de whatsapp mismamente.

Este perfil también puede participar de un sistema de recompensa social.

Hay personas que, sin embargo, lo que buscan es que sus publicaciones tengan multitud de ‘likes, que se comparta un mensaje suyo y que su contenido llegue a mucha gente, buscando de alguna manera una ‘fama en redes’ (benditos influencers).

Según el nivel de maldad y alarma que originen, para ellos también puede ser un simple juego, una forma de entretenimiento, de divertimento personal para pasar el tiempo y matar su aburrimiento, aunque a veces no sean conscientes de la capacidad destructiva de sus bulos.

Es complicado asignar una motivación única a este tipo de perfiles porque varía en función del mensaje y tipo de contenido que hayan publicado. Habría que analizar caso por caso para estudiar en profundidad el porqué de estos impulsos, y esto resulta casi imposible por lo inaccesible de esta muestra, escondida en el anonimato.

El problema se ha vuelto tan grave que la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha visto obligada a recopilar los mitos que van desmontando en su página web.

La población general tiene la tendencia en creer a todo aquello que ve ‘publicado’.

El periodismo tradicional, el noticiario básico, antes de toda esta revolución de las redes sociales era creíble y fidedigno. Jamás se nos hubiera ocurrido que una noticia publicada por los medios, por un periodista cualquiera, era falsa hace 15 años.

Ahora todo está mezclado e incluso algunos medios de comunicación recogen como noticia a los bulos que se propagan por redes sociales.

Por tanto, nosotros los lectores, ya no sabemos ni que creer, pero a su vez necesitamos información en momentos de desconcierto social, sobre todo si atañen a nuestra salud o a nuestra seguridad. El propio Gobierno nos lanza mensajes contradictorios, las fuentes oficiales lanzan también informaciones encontradas, que van cambiando, que anulan a las anteriores…

Pues claro, nos agarramos a ‘un clavo ardiendo’ para intentar darle sentido a todo esto, para intentar protegernos y actuar correctamente, para estar al tanto del desarrollo de la situación, para cuidar de nuestras familias.

Por eso difundimos, por eso creemos en cualquier cosa que nos llegue y que parezca medianamente coherente.

No debemos sentirnos ‘tontos’ por caer en la difusión de bulos. Los tontos son otros. Nosotros únicamente nos sentimos desprotegidos. Y con razón.

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*Fuente de consulta: Huffpost UK

 

¿Por qué nos da por limpiar en casa durante el confinamiento?

Las reacciones colaterales a esto de la cuarentena durante la amenaza del coronavirus son variopintas. Además de las curiosidades que ya analizamos sobre el acopio de papel higiénico, nuestras casas están totalmente relucientes, como los chorros del oro.

¿Por qué actuamos de esta manera?

Nuestros hábitos y conductas se han visto alterados de forma repentina, esto no es fácil de gestionar. En algunos hogares se ha quedado solo una persona, en otros una pareja, pero hay viviendas que se han transformado en el refugio obligado de familias numerosas, en ocasiones, en espacios reducidos.

Y aunque la casa o el piso sean grandes… ¡qué pequeña nos parece de repente!

Para que la convivencia sea buena los espacios tienen que estar ventilados, limpios y ordenados. Nuestro cerebro necesita una armonía visual para equilibrar el caos interno de emociones y sentimientos estresantes. Por esto, organizamos nuestro hogar constantemente, mucho más de lo habitual.

La incertidumbre, la confusión ante la información contradictoria, la preocupación por la salud, por el trabajo, por la economía, generan un estado alto de ansiedad e indefensión.

Ante esta situación, de nuevo nuestro cerebro se pone en marcha, y quiere ocupar la mente, te genera la necesidad de seguir llevando una rutina, sea cual sea.

Precisamos sentirnos útiles, aprovechar el tiempo, así que no nos queda otra que reparar aquello que siempre está pendiente en casa, cocinar con dedicación y sin prisa esa receta que nunca teníamos tiempo para preparar, cambios de armario, reorganizar cajones y limpiar, limpiar mucho.

Porque además de que tenemos tiempo para ello y nos reconforta visualmente, también descargamos la inquietud por la adecuada higiene y desinfección de la casa que en este momento es tan importante y nos recomiendan. Nos da seguridad y sosiego ante esta situación agónica.

Y no nos olvidemos que, a su vez, cuando limpiamos nos activamos, movemos al cuerpo, generamos actividad motora que también nos demanda el cerebro en un intento por igualar la acción de estos días con la que hemos acostumbrado a nuestro cuerpo en la rutina habitual.

Mi querida compañera Melisa Tuya me planteaba este tema recordando un antiguo artículo suyo, éste habla sobre las mamás que durante el embarazo desarrollan un  instinto de nido, como las gallinas. Preparan la llegada del bebé hasta el último detalle y sienten el impulso de dejarlo todo limpio y ordenado. Realmente es lo mismo, puro instinto animal que no lleva a salvaguardar el bienestar de la familia, sea del tipo que sea.

 

La cerveza ‘Corona’ afectada por el Coronavirus: Las asociaciones mentales

La pandemia global que nos ha causado el virus del Covid19 tiene víctimas inesperadas en los mercados.

Por increíble que parezca, una de las cervezas más populares del mundo, marca ‘Corona’ (‘Coronita’ en España), no ha podido evitar la asociación colectiva entre el nombre de la marca y del virus.

El impacto es severo, el fabricante de la cerveza Corona, Constellation Brands Inc., se ha desplomado un 9% en los últimos días en la bolsa de Nueva York.

5W Public Relations, reveló que el 38% de los estadounidenses no compraría Corona “bajo ninguna circunstancia” por la epidemia. Otro 14% respondió que ahora les daría vergüenza pedir esa marca de cerveza en público.

Google Trends reportó que el 57% de las personas que buscaron información sobre un posible vínculo entre el coronavirus y la cerveza Corona usaron el término “virus de la cerveza”, mientras que el 43% restante utilizó “virus de la cerveza Corona”.

Entre otros de los hallazgos de la encuesta, el 4% de los consumidores habituales de Corona dijeron que dejarían de comprar el producto hasta que pase la epidemia y el 16% se mostró confundido sobre la relación entre el coronavirus y la cerveza de origen mexicano.

Fruto de la casualidad y de la mala suerte, el parecido fonético ha sido el causante: Corona beer suena como ‘coronavir’. La asociación mental ha sido inevitable.

Está asociación se produce con toda imagen de marca para, normalmente obtener beneficios, y se obtienen a partir de la expresión verbal y no verbal que ejerce la marca, sea implícita o planeada o, como en este ejemplo de la cerveza, casual.

Las asociaciones mentales de la marca se nutren con el uso de sus productos y se desarrollan a través de las percepciones racionales y emocionales asociadas, en este caso, nefastas…

Las malas jugadas de nuestro cerebro pueden llegar a estos términos, absurdos pero a la vez inconscientes e inevitables.

 

No es un mito, la falta de luz y sol nos causa una profunda tristeza

El aislamiento en casa y la falta de luz está provocando en muchas personas cambios en los ritmos naturales del organismo. Es natural, ocurre lo mismo en otras especies animales; la falta de sol y luz provoca una disminución general de las funciones metabólicas y muchos individuos se retirarían gustosos a hibernar.

Existe un término para este estado: trastorno afectivo estacional (TAE) o «depresión de invierno». Y es que cuanto más largo sea el período de luz, mayor el sentimiento de bienestar general. Tenemos más energía, nos sentimos más activos, más creativos y felices.

Una glándula en el cerebro que produce melatonina se encarga de controlar qué tan soñolientos nos sentimos. En la oscuridad nos hace sentir con sueño y cuando hay la luz matutina nos ayuda a despertar. Si se mantiene el aislamiento y la falta de luz y sol, la glándula actúa en consecuencia.

Y es que el sol es el mejor antidepresivo natural. Los largos inviernos propios de los países nórdicos, por ejemplo, causan mayores estados de melancolía e incluso de depresión. Con prácticamente la totalidad de días sometidos a una absoluta oscuridad, la tasa de suicidios es la más alta de todo el mundo.

Los síntomas de la falta de vitamina D incluyen dolores musculares, óseos, deterioro cognitivo en adultos mayores, asma severo en niños pequeños e infecciones debilitantes (respiratorias y estomacales).

Incluso un estudio científico publicado en la revista Nature ha demostrado que los ratones expuestos a cantidades de luz menores y más irregulares sufren depresión y experimentan problemas de aprendizaje.

Otros estudios realizados en China concluyen que una exposición moderada a los rayos solares mejora los comportamientos neurológicos diarios, como el estado de ánimo, el aprendizaje y la memoria.

Estamos recluidos en casa para evitar el contagio del dichoso coronavirus, no podemos evitar esta carencia pero hay formas de contrarrestar está tendencia al sendentarismo, sueño e inactividad que nuestro cerebro nos provoca de manera irremediable.

Programate el día, mantén tu ritmo habitual de horas de sueño, haz ejercicio en casa, baila, canta, escucha música, haced muchas videollamadas y seguid la recomendación de mi compañero César Javier Palacios: La ventana indiscreta nos da alas.