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La comunicación no verbal del discurso del Rey (que no hijo)

Como cada año, esperamos el discurso de Nochebuena de Felipe VI, pero en este año 2020 la expectación era mayor tras las presuntas irregularidades del emérito.

El Rey Felipe VI en su discurso de Nochebuena / EFE

El Rey Felipe VI en su discurso de Nochebuena / EFE

Sin embargo, su intervención no se ha orientado como ‘hijo de’, sino como Rey de España, obviando el parentesco y dotando de protagonismo absoluto a la pandemia y a la crisis económica, temas en los que se ha expresado facialmente con una profunda y constante emoción de tristeza, vista por el decaimiento de la mirada y las comisuras labiales y por la triangulación de las cejas.

En esta ocasión no había una decoración festiva colorida, ni fotos familiares, solo la Constitución Española y una fotografía del funeral de Estado en memoria de las víctimas del coronavirus; así, se proyecta la sobriedad y el duelo que merece el contexto actual.

Sin ser explícito, sí que ha habido una breve referencia verbal a la complicada situación de su padre: «Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares», afirmaba Felipe VI en su discurso.

Utiliza de forma astuta la estrategia de comunicación basada en que la mejor explicación es la que no se da, sus palabras iban a ser analizadas con lupa y objeto de segura controversia, algo que se puede evitar sin nombrar de forma directa al tema polémico, se le puede achacar no ‘mojarse’ pero el debate no pasará de ahí.

Y a vosotros, ¿qué os ha parecido?

 

La tercera ola de la pandemia: salud mental y riesgo educativo

La pandemia ha traído consigo muchas dificultades que no son percibidas a primera vista y que darán la cara en un breve lapso de tiempo. Las intervenciones psicológicas, logopédicas y educativas especializadas son cada vez más demandadas como consecuencia de las secuelas de esta crisis sanitaria.

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Hoy cuento con la experiencia del equipo multidisciplinar del ‘Centro de Psicología Creativa Málaga‘, fundada por la psicóloga Juana María Robles Hurtado, en el que advierten de los resultados que se avecinan como causa de la tercera ola de esta pandemia.

Aunque la necesidad de atención psicológica ha sido siempre una realidad, cada vez es mayor el número de pacientes que la reciben para
poder afrontar la inestabilidad que ha generado esta pandemia. A diario, se aprecia una creciente problemática en el ámbito social, lo que induce al llamado «efecto dominó», es decir, aquellas dificultades sociales que conllevan a otras que multiplican las consecuencias adversas en el tiempo.

Los trastornos de ansiedad y bajo estado anímico son los más frecuentes dentro de la población clínica tras ver peligrar la salud, economía y vida social. Si nos centramos en el desarrollo social, debido a la disminución de contactos sociales y, por ende, de oportunidades de aprendizaje, se originan mayores dificultades para adquirir las habilidades sociales necesarias tan ligadas al desarrollo afectivo.

Este hecho se agudiza más en aquellos/as niños/as y jóvenes con necesidades educativas especiales. A nivel conductual, nos encontramos que en niños más inquietos, como son los que presentan hiperactividad, se observa una mayor activación conductual originada por falta de actividad física, deportiva o al aire libre.

Todo ello provoca un notable retroceso en las intervenciones conductuales de los psicólogos y familiares en consulta. Si a lo comentado anteriormente, unimos un mayor consumo de recursos digitales, por las horas que pasan en casa, y la falta de tiempo de padres que intentan conciliar su vida familiar y laboral, todo ello resulta en niños y adolescentes con gran dependencia digital y apatía social.

Cuando nos referimos a alumnos con dificultades de comunicación e interacción social, como son los alumnos diagnosticados de trastorno del espectro autista, el distanciamiento social ha revertido su aprendizaje, ya que sus habilidades comunicativas y sociales se han visto muy limitadas, provocando un efecto “boomerang” en la mayoría, por lo que ahora presentan mayor miedo al contacto social y menor interés hacia las personas de su entono.

Cierto es, que la palabra “coronavirus” ha encontrado su lugar hasta en el léxico de los más pequeños, siendo protagonista en las consultas de logopedia, incluso sin ser articulada con precisión.

Como bien sabemos, el estado de alarma ha provocado que las terapias pasen a un segundo plano por un tiempo, y nos ha llevado a empoderar mucho más a las familias, puesto que ellos son el principal motor de la comunicación y del desarrollo del lenguaje en los niños. En muchos de los casos, llevar a cabo los objetivos planteados por los terapeutas, no ha sido precisamente “pan comido”. La pérdida de rutinas, la monotonía del entorno y el teletrabajo, no han sido variables que hayan incentivado la motivación.

En niños con trastornos fonético-fonológicos, el profesional requiere de una visibilidad de la boca, para poder enseñar el correcto posicionamiento de los órganos fonoarticulatorios y la colocación de la lengua, por lo que la barrera de la mascarilla impide avanzar al alumno en un correcto aprendizaje y buen patrón del habla.

Las emociones generadas por la situación pasada, sumadas a las preocupaciones  por la futura situación económica, supone en muchas de las familias un gran
conflicto en esta tercera ola de la pandemia. Algunos de ellos saben que no podrán contar con los recursos necesarios para acudir a especialistas, tal y como les gustaría o con la frecuencia con la que se les recomienda.

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El sorprendente lapsus de Pedro Sánchez

Hace poco detectamos el lapsus de María Jesús Montero al anunciar la bajada del IVA de las mascarillas, ahora es Pedro Sánchez quien ha cometido un tropiezo verbal bastante impactante, que no pasó desapercibido en redes sociales y que trascendió por lo llamativo del desliz.

Pedro Sánchez. / EFE

Pedro Sánchez. / EFE

Y es que justo en el momento que intentaba eludir una pregunta sobre el pacto de su Gobierno con EH Bildu, sustituye el «Congreso de los diputados» por el «Congresos de los dictadores».

Los lapsus linguae suelen producirse como un error inconsciente al hablar en el que aflora el pensamiento real de la persona. A veces no tienen mayor relevancia, pero en algunas ocasiones, las palabras resultantes son susceptibles de tener en cuenta por la relevancia y oportunidad de su significado.

En el libro Psicopatología de la vida cotidiana, se explican estas equivocaciones como la revelación involuntaria de una palabra inhibida -por lo general, de alto contenido erótico o de gran impacto emocional- que desfigura el lenguaje políticamente correcto que la persona quiere utilizar.

Ahí lo dejamos 🙂

Cómo afecta el uso de la mascarilla al desarrollo emocional de los niños

Hay niños que han nacido ya entre rostros con mascarilla, los efectos a largo plazo de todo esto se evaluarán en el futuro pero podemos realizar ciertas predicciones en base a lo que ya conocemos sobre el funcionamiento de la expresión emocional en el rostro.

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Fotografía libre de derechos. Pixabay

En el laberinto de conexiones que suceden dentro de nuestro cerebro, existen unas neuronas conocidas como “células de la empatía”. Se trata de las neuronas espejo, a éstas les debemos llorar o sentir miedo cuando vemos una película, bostezar si vemos a otra persona hacerlo o contagiarnos de la risa de los demás.

Las neuronas espejo son las responsables de la empatía y de la regulación emocional en la relación con los demás; son especialmente importantes cuando somos pequeños, porque es entonces cuando desarrollamos (a partir de los 6 meses o al año de edad) la referencia social, es decir, nuestra capacidad de utilizar y reconocer expresiones emocionales, e intenciones en los demás. La raíz de la empatía.

La mascarilla provoca un bloqueo emocional y en las aulas puede generar una desconexión significativa en la relación entre profesor y alumno, una cuestión que puede interferir de forma negativa en la atención, la memoria o el aprendizaje, áreas donde la comunicación con emoción es imprescindible para integrar cualquier conocimiento en el alumno.

Los profesores intentan suplir esta carencia con una tonalidad de voz más pausada y emocional aunque también más alta y ya se refieren los primeros problemas de afonía en el profesorado. Se necesita un periodo de adaptación para que tanto alumnos como profesores se acostumbren al uso de la mascarilla.

De base, el que un maestro lleve mascarilla tendrá ciertos efectos en el aprendizaje del alumno, el impacto es seguro, pero afectará en mayor o menor medida dependiendo de la edad del niño y necesidades y estilos de aprendizaje.

En los niños más pequeños que aún requieren de un modelado vocal (para aprender a pronunciar los sonidos del lenguaje) o que necesitan más tiempo de expresión facial para entender conceptos, o que tienen necesidades especiales, como en el autismo, las complicaciones aumentan.

¿Qué podemos hacer para reducir el impacto de la mascarilla?

En cuanto a los profesores, pueden apoyarse en más recursos complementarios, como dibujos, esquemas, pizarras digitales, y fomentar aún más el movimiento gestual en el cuerpo para expresar los contenidos.

También fomentar un lenguaje verbal más emocional, ya que no podemos expresar tanto con el rostro, podemos transmitir en nuestro mensaje las emociones que sentimos al ver el resultado de cierta tarea o actividad para no perder el vínculo afectivo, preguntarles a los niños cómo están, cómo se sienten, que entiendan que estáis ahí, como siempre, a pesar de que la mascarilla nos haga parecer más distantes.

En casa, los padres pueden trabajar una educación multisensorial, por ejemplo, con juegos dirigidos mediante el sentido del tacto o con actividades de comunicación a través de los ojos, jugando a adivinar expresiones emocionales parciales y completas.

No os alarméis, los niños se adaptan de forma rápida a los cambios por su gran plasticidad cerebral, quizás pierdan capacidades completas e inmediatas para detectar y reconocer emociones pero se entrenen en una mirada más empática y en ser capaces de conectar con el otro con gestos mínimos, que se vuelvan más perceptivos y perspicaces para captar los sentimientos en los demás.

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*Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-52856765

 

La sensación de saber que vas a enamorarte de un desconocido

En el mundo de las emociones, encontramos sentimientos sin nombre, al menos en la propia lengua, sin embargo existen, las sentimos perfectamente aunque no sepamos bien cómo describirlos.

Fotografía Pxhere. CC0 Dominio publico

Fotografía Pxhere. CC0 Dominio publico

Reconozco que para mí ha sido todo un descubrimiento el término japonés: ‘Koi No Yokan‘, ya que este concepto recoge una sensación que yo misma había experimentado en muchas ocasiones, y es la de conocer a alguien con el que sabes que vas a conectar, que ese todavía desconocido va a estar en tu vida de una forma intensa.

Intuyes que esa persona extraña se va a convertir en uno de tus mejores amigos, que va a marcar tu vida, que vas a enamorarte de ella.

Koi No Yokan‘ no es exactamente un flechazo, es más bien una intuición, un vaticinio. Se define como el presentimiento al conocer a alguien de que inevitablemente, tarde o temprano, te enamorarás de él o ella.

Una fuerte premonición del amor o la amistad. Simplemente sientes que ya no hay vuelta atrás. Solo te queda esperar ser correspondido (importante).

Los japoneses se sorprenden y lamentan de que esta expresión no exista en ninguna otra lengua. Para ellos es tremendamente importante y su uso está muy presente y extendido en el lenguaje diario.

A nuestro rico idioma todavía le faltan expresiones para designar emociones que identifiquen situaciones que vivimos a menudo. Necesitamos urgentemente una palabra que describa esta sensación en castellano. ¿La habéis sentido?

 

¿Por qué lo llaman distanciamiento social cuando quieren decir distanciamiento físico?

El Covid-19 ha llegado para desmontar también las costumbres más asumidas y profundas de nuestra forma de comunicarnos y de expresar afecto. Ha fracturado nuestra cercanía social, aquella tan característica y que se define como propia de la cultura española (también de muchas otras).

Pixabay License

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¿Sois capaces de imaginar el reencuentro con un ser querido tras el confinamiento sin contacto? Sin besos, abrazos, o un simple apretón de mano, y a dos metros de distancia, sin más. ¿Cuesta, verdad?

La sed de piel es uno de los primeros ‘síntomas’ emocionales que hemos notado en cuarentena, y es normal, no concebimos un mundo sin la comunicación táctil, es un sentido vital, no solo para los seres humanos, también para el reino animal, el roce es puro instinto;y nos piden ahora que lo cortemos de raíz, que debemos delimitar el espacio entre las personas como una de las mejores herramientas para evitar la exposición al virus y desacelerar su propagación.

Y lamentablemente, así es, no nos queda otra. El error en la comunicación de esta medida es utilizar como sinónimo: «distanciamiento social» y «distanciamiento físico», cuando realmente son dos conceptos totalmente independientes. Para protegernos tenemos que garantizar una separación física, literal, pero no un alejamiento social. ¡Todo lo contrario!

La unión social es más necesaria que nunca, relacionarnos con los demás, aunque sea lógicamente sin presencia. Creo que no seríamos capaces de cumplir un confinamiento tan duro y absoluto como el que hemos experimentado si no tuviéramos la opción de la proximidad social a través de las redes o de las videollamadas.

El coste psicológico tras la pandemia va a ser enorme, pero la conexión virtual ha sido la salvaguarda y un factor de protección fundamental de la salud mental para todos nosotros, ha provocado que la adaptación a este insólito cambio sea más rápida y el impacto emocional mucho menos abrupto, ha funcionado como un paliativo del estrés, de la nostalgia, del duelo, de la depresión, de la soledad o simplemente de nuestra costumbre social.

Transformemos el lenguaje, escojamos bien las palabras que utilizamos. Cortemos la distancia física, cuidemos nuestro mundo social, ni este dichoso virus nos lo puede arrebatar.

Coronavirus: la nueva estrategia de comunicación política de Pedro Sánchez

Desde el principio de esta pandemia por Covid-19, Pedro Sánchez ya manifestaba alguna referencia a que esta situación se trataba de una guerra. En su última comparecencia en la tarde de ayer, directamente ya hablaba continuamente como el General que lidera un gran ejército y quiere motivar el ardor del guerrero para incentivar la lucha y el sacrificio de los combatientes.

No exagero, a continuación os dejo un vídeo con los cortes belicistas de su discurso (autor del vídeo: J.L Martín Ovejero):

No ha sido el único presidente que ha utilizado esta estrategia política. «Estamos en guerra». Seis veces durante su discurso (el 12 de marzo), Emmanuel Macron utilizó la misma expresión tratando de tomar un tono marcial.

¿Cuál es el objetivo de adoptar este tono bélico en sus discursos políticos?

Por un lado, alentar el trabajo de los sanitarios y profesiones relacionadas, personas anímicamente destruidas tras los esfuerzos poco recompensados y protegidos.

Además de asegurar el mantenimiento del confinamiento del resto de la población. Palabra que por cierto evitan utilizar a toda costa.

Por otro lado, para tratar de conseguir una unión nacional frente a solo un enemigo común, el virus.

El objetivo es que la gente deje atrás la crítica sobre la gestión de los políticos, las medidas tardías, contradictorias y la búsqueda de culpables. Es un magistral desvío de la atención hacia solo un foco.

Tal y como analiza también mi compañero José Luis Martín Ovejero en su blog de comunicación: «Es un clásico de la estrategia política, buscar un enemigo común fuera para desviar la atención de los problemas internos. En el momento actual, se trataría de que la ciudadanía mirase más al virus que al gobierno.»

En palabras del periodista Carlos Alsina: «Esto no es una guerra, es una pandemia, no tenemos ‘armas’ para combatir el virus porque no hay tratamiento que nos lo permita. La única guerra es la que libra el sistema inmunológico de cada uno. A una epidemia se sobrevive, no se la doblega.»

No habrá día de la victoria, ni desfiles por las avenidas. No es más que un mensaje anacrónico que distorsiona a lo que nos enfrentamos.

No queremos héroes en el frente, queremos que nuestros sanitarios estén protegidos.  No somos soldados, somos ciudadanos y no podemos ser gobernados como en tiempos de guerra, no tendría sentido.

Aquí os dejo dos artículos de opinión que hablan más extensamente de este recurso bélico de la comunicación que adoptan algunos de nuestros políticos:

No, no estamos en guerra. Estamos en una pandemia. Eso es más que suficiente. – Basta!

Es una epidemia, no una guerra. – Las Provincias.

«Yo no juzgo a alguien por su aspecto.» Sí, sí lo haces

«Qué más me da la ropa que lleve o su peinado, yo no me fijo en eso»… Imposible.

Lo he escuchado muchas veces y lo he leído repetidamente en los comentarios de este blog en los últimos análisis de comunicación no verbal sobre Pablo Iglesias por ejemplo, o anteriormente en otras entradas de políticos o personas públicas.

Podemos querer no hacerlo, pero es un acto involuntario de nuestro cerebro, que nos ha sido bastante útil, por cierto, para evolucionar e incluso para sobrevivir. Nuestro cerebro necesita constantemente realizar inferencias y predicciones sobre los que nos rodea, para ello toma los pocos datos de los que dispone visualmente cuando por primera vez tenemos delante a un desconocido.

Su postura, caminar, sus gestos, su expresión emocional en el rostro, nos da información válida para saber si una persona se presenta ante nosotros en estado hostil, afiliativo, convincente, seguro, tímido, agresivo y un largo etcétera, pero también su ropa, estilo, complementos, colores o su corte de pelo.

El cerebro también toma esas referencias para complementar su ‘prejuicio’ rápido hacia alguien todavía anónimo. Además, esa primera impresión formada en pocos segundos es difícil de cambiar, se graba a fuego en nuestra mente.

Sin que nos demos cuenta, con las prendas que llevamos estamos dando muchas señales sobre lo que nos gusta, lo que valoramos y la personalidad que tenemos. Investigadores de la Universidad de Princeton, por ejemplo, descubrieron incluso que se esperaba que las personas que usaban ropa «más pija» ​​fueran más competentes que las que se muestran con otro atuendo más informal o deportivo.

El juicio rápido da un nivel completamente nuevo de la importancia sobre la formación de primeras impresiones, pero este resultado va más allá de simplemente hacernos conscientes de nuestro propio impacto en una reunión o evento importante: también indica un sesgo implícito en nuestras opiniones sobre los demás.

«Para superar un sesgo, uno no solo debe ser consciente de ello, sino tener el tiempo, los recursos de atención y la motivación para contrarrestar el sesgo», escribieron los investigadores. «Conocer un sesgo es a menudo un buen primer paso», dijo Shafir, coautor de los estudios.

«Reconocer nuestros prejuicios es una parte importante del crecimiento personal, y esta investigación y otros estudios al respecto brindan otra área importante de prejuicios sociales casi inevitables a tener en cuenta en nuestras rutinas diarias.»

Y ojo con los cambios, es la palabra clave. Un cambio de actitud, de estilo, de comunicación, de vestimenta, es la llave que abre un entendimiento más profundo de esa persona, de sus estados, fases, evolución, creencias, aprendizajes, etc.

 

 

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La expresión facial del médico condiciona la eficacia del tratamiento

No sé a vosotros, pero a mí la influencia que ejerce la comunicación no verbal en nuestro día a día no deja de sorprenderme.

Un reciente estudio publicado en la revista ‘Nature Human Behaviour’ confirma que, en el contexto sanitario, si un médico está convencido de que un tratamiento va a ser exitoso, y, por tanto, así se refleja en su rostro y en sus gestos, disminuye la experiencia subjetiva de dolor del paciente e incrementa tanto la efectividad terapéutica (a través de un inmediato efecto placebo) como la buena percepción de la profesionalidad del experto en salud (juzgado como más cálido, empático, fiable y seguro).

Si bien, décadas de investigación han demostrado que las expectativas de los pacientes pueden afectar drásticamente a los resultados del tratamiento, se desconocía hasta ahora la influencia que pudiera tener las expectativas de los profesionales de la medicina.

En palabras de los autores: «Este resultado explica por qué diferentes médicos pueden producir distintos efectos usando el mismo diagnóstico, fármaco, recomendaciones, o incluso placebo de modo que los tratamientos efectivos podrían volverse ineficaces o que el placebo funcione. Y efectivamente, estos efectos diferenciales no se transmiten verbalmente sino a través de señales faciales sutiles, utilizando un modelo placebo-dolor.»

Este hallazgo va a ser fundamental a la hora de valorar la formación y capacitación de los profesionales de la salud, puesto que además de los conocimientos técnicos, es primordial un entrenamiento en la toma de conciencia de la influencia que ejercen las emociones en la interacción médico-paciente.

 

La empatía es racista

La calidad de la comunicación entre individuos de diferentes grupos étnicos depende en buena parte de cómo se interpreten las emociones de los miembros individuales del grupo. Por esta razón, si no logramos entender cómo se siente el otro, ni ponernos en la piel de los demás, las relaciones se verán gravemente afectadas.

Según un metaanálisis que recopila los resultados de 12 estudios diferentes, las expresiones faciales de personas de grupos étnicos/raciales diferentes al propio se perciben como menos intensas y son reconocidas e interpretadas con una notable menor precisión.

Los datos hasta ahora recopilados se centraban en la interpretación errónea de una emoción en exclusiva, la vergüenza, pero los análisis actuales se centraron en la intensidad percibida de nueve manifestaciones emocionales diferentes (ira, asco, miedo, felicidad, tristeza, sorpresa, desprecio, vergüenza y orgullo).

Los autores de la investigación manifiestan que  “estas conclusiones suponen una brecha en la empatía” hacia las personas que no pertenecen a nuestra misma raza o etnia.

Estos resultados fortalecen los fundamentos de la Teoría de la Identidad Social, es decir, la tendencia innata de los individuos a categorizarse a sí mismos en grupos excluyentes («endogrupos»), construyendo una parte de su identidad sobre la base de su pertenencia en ese grupo y forzando fronteras excluyentes con otros grupos ajenos a los suyos («exogrupos»).

Las diferencias aquí entre endogrupos y exogrupo se basan en rasgos raciales, pero pueden también tener lugar con otros rasgos reales, inventados, fundamentados o arbitrarios, como se ha constatado en estudios en los que se usaron imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf) para analizar lo que pasaba en el cerebro de las personas al someterse a estas situaciones, como por ejemplo los experimentos del neurocientífico David Eagleman.

En dichos estudios, si se pinchaba la mano de alguien que perteneciera al grupo formado arbitrariamente para el estudio, el área de su cerebro relacionada con el dolor mostraba un pico de actividad más alto que si se pinchaba la mano a un miembro del otro grupo. Es decir, la persona sentía más o menos empatía en función de a quién se le producía el dolor.

 

 

*Fuente: https://islaplad.es/ciencia