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Los secretos del éxito de Donald Trump ¿Qué esconde su comunicación no verbal?

Foto EFE

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Es indudable que Donald Trump mueve masas, unos le adoran, otros le odian, pero a nadie deja indiferente. Si cerramos los ojos y nos imaginamos al personaje en cuestión seguro que lo recordamos con alguna emoción en su rostro, ya sea la ira, el asco, el desprecio o su sonrisa embaucadora, a veces desdeñosa. Su fuerza reside en la expresión emocional continua, y esto es ventajoso en comunicación; el ser humano está programado para recordar aquello que le emociona, el cerebro entiende que si existe un fuerte impacto emocional debe grabar a fuego esa información a largo plazo ya que será importante, incluso, para nuestra supervivencia.

El mensaje de Trump cala hondo, apelando a los instintos más primarios, tal y como dice mi colega de profesión, J.L Martín Ovejero: «Los grandes líderes no hablan con cifras y estadísticas; conmueven y hacen sentir. Es el idioma de la persuasión.»

Trump sorprende, es diferente (y lo contrario) a lo tradicional, rompe con todo protocolo y lógica política, y la emoción de sorpresa en el interlocutor causa expectación, atención, y dota a Trump de autenticidad, sus ideas grotescas y forma de expresarlas le hacen especial, único, extravagante y, para bien o para mal, resulta muy original.

Su intencionalidad por ganar el voto no es notable, no se aprecia a simple vista su ansiedad por ganar, por quedar bien, por gustar a todos, por hacer amigos, todo ello proyecta altruismo. Parece que no le importan los apoyos y buenas relaciones, no necesita ganar, sugiere que solo se sube a su atril o se pone ante una cámara para expresar sus ideas de la forma más improcedente posible, no hay cuidado, no le interesan las buenas formas, esto también le dota de cierta credibilidad e interés por gobernar de forma desinteresada.

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La seguridad en sí mismo del candidato republicano es imponente. No da lugar a la evasiva, a las medias tintas, es abrumadora su gestualidad al defender una idea o decisión controvertida en un mundo dónde la política es solemne, ceremonial y en el que las formas se miden al milímetro, llega Trump con sus fuertes ademanes y movimientos, su cabeza siempre erguida y su inclinación de torso es continua y prominente, sus gestos de poder y desafío son muy significativos, le convierten en el ‘macho alfa’ de cualquier debate, su fuerza corporal es devastadora, se expande, se hace grande, se ‘come’ al oponente. Sus expresión es tan agresiva y dominante que hace que su contrincante parezca un inepto a la hora de gestionar conflictos, se presenta a sí mismo como la única opción razonable para elegir a un gobernante.

Pero sin duda, el gran secreto de Donald Trump reside en generar constantemente en su audiencia la emoción de miedo. Alude a inminentes atentados terroristas, inmigrantes violadores que trafican con droga, que roban el trabajo y el dinero estadounidense, se centra en publicitar un panorama desolador, amenazante y él será la única opción para mantener a salvo al pueblo, el protector. Es una estrategia muy hábil (independientemente de lo reprobable de esta conducta a nivel ético), el miedo es una emoción muy poderosa, capaz de bloquear nuestro pensamiento crítico y racional, y el miedo desemboca en ira dirigida hacia los sectores ‘culpables’ de esa inseguridad inducida.

Otro recurso utilizado con astucia es el humor, ya comentamos la relevancia del humor en el discurso político, y este es un buen ejemplo de ello. Su soberbia es incesante, tiene una tendencia incansable a mostrar sus cualidades, las encuestas más ventajosas sobre su imagen y liderazgo, sus logros, etc; en según que foros este discurso causa rechazo y le abuchean, él en estas ocasiones siempre recurre al humor, también cuando vierten acusaciones en su contra o cuando se siente perdedor en algún momento de la discusión, suelta un chiste, el público se ríe, retoma el control perdido y de nuevo reconduce el mitin, liderando otra vez la situación.

En definitiva, sabe muy bien lo que se hace, domina las principales premisas sobre influencia y persuasión (rozando la manipulación) como nadie, y lo cierto es que ha marcado un antes y un después en la comunicación política, veremos si le ha surtido tanto efecto o solo queda en lo anecdótico de su particular estrategia.