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Un largo abrazo también es infidelidad según la ciencia

En el amor todos tenemos nuestros límites para considerar o no que nuestra pareja nos ha traicionado. Sin embargo, de forma objetiva, nunca ha estado claro dónde comienza una infidelidad y cómo se describirían esos comportamientos.

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Un estudio de la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich arroja resultados sorprendentes al eterno dilema de ‘infidelidad sí o no‘.

Con una muestra de más de 9.000 personas, se evaluaron 26.633 viñetas sobre conductas presuntamente infieles que incluían cuatro dimensiones: comportamientos explícitos, implicación emocional, la duración de esa actitud ‘infiel’ y el contacto erótico online.

«Si bien las relaciones sexuales se juzgan infieles independientemente del contexto, los comportamientos menos explícitos, como los besos o los abrazos, también se consideran infidelidad«, concluyen los autores del experimento.

En relación a estas conductas menos explícitas, fue el contexto el que contribuyó a proyectar una idea férrea sobre la infidelidad. Así, incluso en los casos sin contacto físico pero combinados con mensajes eróticos y compromiso emocional fueron evaluados como infidelidad.

Además, los juicios de las mujeres fueron más estrictos que los de los hombres, también lo fueron las evaluaciones de los más jóvenes en comparación con los de los más mayores, así, las personas de mayor edad serían más permisivas al cuestionar las infidelidades de una pareja romántica.

No es ninguna sorpresa que casi el 100% de los encuestados definiera como infidelidad la práctica de relaciones sexuales fuera de la pareja, al igual que los besos.

Sin embargo, un dato llamó poderosamente la atención: el 80% de la muestra consideró infidelidad un abrazo largo si estaba combinado con una implicación emocional, un comportamiento erótico online o una relación de larga duración.

¿Qué hay tras el apasionado saludo entre Macron y Sánchez?

Emmanuel Macron y Pedro Sánchez se han encontrado en la reunión de la UE celebrada en Versalles y las redes se han inundado de memes tras el saludo algo inusual entre ambos, literalmente se dan las manos, efusivos abrazos y besos en las mejillas.

Es cierto que ambos líderes políticos pueden ser considerados de base como personas de ‘alto contacto’, es decir, buscan establecer una buena conexión y vínculos con los demás a través de sus manos. Ya lo habíamos visto antes entre ambos también, aunque sin tanta trascendencia y lo veíamos frecuentemente entre Sánchez y Pablo Iglesias, por ejemplo.

Como en aquella ocasión, de estas imágenes se desprende que la relación entre ambos supera lo meramente profesional. Normalmente el contacto en el contexto laboral se centra en las zonas neutrales del cuerpo (hombro y codo), cuando se sobre pasa esta barrera entramos en terreno peligroso si no hay un nivel de confianza suficiente entre los dos partes, ya que puede provocar bastante rechazo.

En este caso, Macron y Sánchez están en sintonía, muy cómodos, con amplias sonrisas, miradas cómplices y hasta caricias en la espalda tras la típica palmada.

Por tanto, es normal que esta conducta ritual de saludo llame la atención, este tipo de saludos está reducido a familiares, amigos muy cercanos y a nuestra pareja.

Entiendo que ambos se marcan el objetivo de transmitir con la mayor de las intensidades su alegría por el reencuentro, pero ojo, que en no pocos líderes políticos este ‘marcaje’ manual también se exhibe como símbolo de dominancia.

Si reflexionamos, esos comportamientos están cargaditos de testosterona y son únicos entre hombres, es muy muy extraño encontrar a mujeres que se saluden dándose palmadas en la espalda (y además parece que cuánto más fuerte sean, mejor)

Al final, siguen siendo gestos de poder, de fuerza, de dominancia sobre el otro… Un marcaje del territorio y la superioridad. Recordemos también el caso de Monedero con Soraya Sáenz de Santamaría, la salvedad es que entre Macron y Sánchez la ‘lucha afable’ es correspondida.

Fotografía EFE

Qué puede decirte un beso

Tal y como dice un antiguo escrito védico de hace 3500 años escrito en sánscrito: «Besar es el acto de inhalarse el uno al otro el alma«.

El Beso de Gustav Klimt

El Beso de Gustav Klimt

Un beso comunica, forma parte de un lenguaje no verbal poderoso y ancestral. No solo es un gesto sexual, un beso nos transmite sabores, olores y texturas que generan sensaciones muy intensas en nuestro interior. Incluso podemos perfilar a través de este contacto ciertos rasgos de la personalidad, como la sensibilidad, la impulsividad, percibir si una persona es más agresiva, pasional, delicada, segura, expresiva…

Un beso tiene tanto poder que puede marcar una potencial relación de pareja, inconscientemente o no, puede provocarnos un rechazo inmenso hacia a alguien que en principio sí que nos gustaba, o todo lo contrario, pueden hacernos caer en una espiral de atracción y deseo irrefrenable por el otro. En este útlimo caso, tu cuerpo se altera, se acelera el ritmo cardiaco y se liberan hormonas como la oxitocina, asociada al amor y al apego entre las personas.

Es complicado comprobar si el acto de besarse es del todo universal, los primeros estudios antropológicos concluían que el 90% de las culturas utilizaban el beso, el beso en general, de padres a hijos o entre amigos. Si solo nos referimos al beso como acto íntimo, con connotaciones sexuales, el porcentaje se reduce a un 46% según un estudio de 2015 del antropólogo William Jankowiak, quién asegura que «en algunas sociedades ni siquiera lo desean y algunas tribus lo consideran repugnante, como es el caso de los Menihaku de Brasil».

El reino animal también es un buen indicador para verificar la universalidad de cualquier comportamiento humano, en este sentido, los besos tal y como los conocemos nosotros son poco frecuentes entre animales, sí que demuestran que necesitan del contacto, por ejemplo, los elefantes entrelazando sus trompas. Sin embargo, los simios, bonobos y chimpacés, sí que se dan besos realmente pasionales entre ellos, muy similares a los humanos.

Probablemente, el sentido está en que los animales no necesitan acercarse tanto para obtener información, junto al hecho de que no han desarrollado un lenguaje afectivo tan complejo como los grandes simios. El sentido del olfato de la mayoría de los primates es pobre comparado al que poseen otros mamíferos, lo que nos obliga a acercarnos más. Al final, es una conducta más que nuestro cerebro nos impulsa a realizar con el objetivo de comunicarnos, de conectar, de sentir, de adivinar al otro… puro lenguaje no verbal.

*Referencia:
La inteligencia emocional de los animales – Pablo Herreros Ubalde