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Las claves psicológicas tras el éxito de la serie de ‘El juego del calamar’

Hablan muy bien y también muy mal del nuevo triunfo de Netflix, la polémica serie de ‘El juego del calamar no deja a nadie indiferente; existe controversia por su visionado entre menores y adolescentes, y es que su violencia y trama no están dirigidos a ese público, pero para adultos funciona, engancha y, psicológicamente hablando, está estructurada de una manera excepcional.

El juego del calamarCinemanía

El juego del calamar. Cinemanía

En primer lugar, los espectadores rápidamente quedan atrapados por sus intensos capítulos, los desafíos invitan a empatizar, a que ‘juguemos’ también, a que participemos de sus metáforas, retos, decisiones y encrucijadas a los que se enfrentan los protagonistas.

Desde el sofá de casa, reflexionamos sobre lo que haríamos nosotros, nos identificamos o no con el camino que eligen los exasperados ‘jugadores’, nos contagian su ansiedad, su pánico y sus dilemas morales.

La trama facilita esta transmisión con su perversa simplicidad, pero también lo hace la magistral interpretación de los carismáticos personajes principales, con expresiones emocionales exageradas en sus rostros, pero muy bien ejecutadas, creíbles; logran una comunicación no verbal capaz de atravesar la pantalla. Directa al cerebro. Somos entonces capaces de sentir y estremecernos con su drama.

Otro elemento diferenciador es la evocación a la nostálgica infancia, las pruebas despiertan en nosotros el recuerdo de niños disfrutando con los juegos que aparecen en la serie, todos entendemos las reglas, todos nos vemos ahí, jugando con la inocencia del pasado, ahora perdida; hoy lo vemos con la perspectiva de una competencia adulta y voraz por la supervivencia real.

Su inteligente guion se convierte en adictivo porque la secuencia que plantea nos mantiene alerta tras cada capítulo para conocer cuál será el nuevo juego y quién gana o muere en éste. Todo ello acompañado por una estética fascinante, llamativa, e incluso, contradictoria.

El juego del calamar entra por los ojos, lo previsible hubiera sido una decoración visual lúgubre, oscura, sucia. Sin embargo, nos vamos a encontrar color, una paleta cromática inquietante que consigue un universo magnético; fucsias, amarillos, verdes, rojos.

Colores vivos y estridentes que contrastan con la historia siniestra de muerte y destrucción que representa el contenido. La estética de esta serie tiene una identidad propia, única y auténtica. Desconcertante, por ello funciona.

El estereotipo del disfraz es ya un habitual en otras series, pero es apuesta segura, sigue recreando una atmósfera de misterio espeluznante que embauca. A ello se suma la representación de todos los arquetipos también típicos de las personalidades propias de la ficción: el inteligente, el bueno y el malo, el tonto, el loco, el traidor, el vulnerable… Roles para todos los gustos ya que representan al conjunto de cualquier sociedad.

Para acabar, no podemos olvidar la inevitable fascinación humana por el dinero, el elemento que cuando entra en juego es capaz de transformar la escala de valores de cualquier persona, el enorme premio pone en jaque a los avariciosos y desesperados participantes y también a nosotros… ¿Todo vale por dinero?, ¿realmente da la felicidad?, ¿qué harías tú por dinero?