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La pandemia agrava los casos de ‘Hikikomori’

El síndrome de Hikikomori se refiere al fenómeno social, más típico del continente asiático, en el que las personas (sobre todo adolescentes) deciden por voluntad propia recluirse y apartarse de la sociedad, consiguiendo grados extremos de confinamiento y aislamiento.

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Ahora, este concepto se extiende por Europa y EE.UU. Tras la pandemia se hace un hueco también en nuestro país, donde se le conoce popularmente como «Síndrome de la Puerta Cerrada«.

Se establecía como perfil hikikomori a un varón, adicto a los videojuegos, manga y anime, sin oficio ni beneficio; pero los psicólogos advierten de que la realidad es cada vez más compleja y este síndrome afecta a una parte más amplia de la población, incluyendo mujeres, mayores de edad, e incluso ancianos.

Entre las causas, que más se relacionan con este diagnóstico, podemos encontrar severos cuadros de depresión y ansiedad, alto estrés, baja autoestima, casos de bullying, fobias sociales… Todo ello se agrava con la pérdida de habilidades sociales, supliendo estas carencias con televisión, video-juegos y/o redes sociales, conformándose con esa ventana ‘segura’ al exterior.

El aislamiento se convierte en la clave para evitar el dolor, el fracaso, la presión social, la asunción de responsabilidades y decisiones, la exposición social, en definitiva. Rompen con el exterior creando su propio mundo y sustituyéndolo, a menudo, por uno virtual, irreal pero mucho más ‘fácil’ para ellos.

El confinamiento forzado por la covid 19, y la reducción del contacto social en la que derivó, asentó las bases para muchos jóvenes y no tan jóvenes que ya padecían esta tendencia, la pandemia les hizo ‘probar’ y sentirse a gusto en este contexto, refugiados en esta forma de vida, meses después no pueden salir, no quieren, y la psicoterapia es la única solución.

 

 

*Fuente: Hikikomoris forzados por la pandemia: el Síndrome de la Puerta Cerrada – The conversation

 

El éxito del fenómeno influencer explicado por la psicología

Es indudable que las influencers triunfan ya entre diferentes generaciones y sus opiniones, recomendaciones y estilo, marcan tendencias, publicidad y ventas. ¿Pero qué tienen que engancha tanto? ¿Por qué consiguen influir en millones de seguidores?

Tanto la psicología como la comunicación no verbal tienen mucho que decir al respecto.

Tradicionalmente los líderes de opinión solían pertenecer a las clases altas de la sociedad, por su estilo de vida aspiracional y porque obviamente tenían un mayor acceso a la formación y educación más especializada, por tanto, su preparación, relaciones y conocimientos les dotaban de mayor credibilidad.

Hoy esta tendencia ha cambiado, en buena parte gracias al desarrollo de las tecnologías y la conexión que han logrado las redes sociales. El boca a boca es la nueva modalidad del marketing más eficaz.

Los estudios demuestran que ahora percibimos la publicidad convencional como una amenaza, sin embargo, si un influencer se dedica a establecer vínculos y cultivar relaciones de apego con su comunidad, esa persona nos empieza a resulta familiar, ya tomamos su ‘sugerencia’ como si fuera la de un amigo, alguien conocido, de nuestra total confianza.

Y no solo es fundamental lo que nos cuentan, también importa el cómo lo hacen.

Con un lenguaje muy cercano y coloquial, los influencers conectan contigo a través de un directo, de un vídeo, cara a cara, porque nos tienen que mostrar sus emociones, observamos rostros de placer al oler una determinada crema, o felicidad y diversión en un viaje o en tal hotel… Y además lo combinan sutilmente con días malos, también nos enseñan su tristeza, su ansiedad, su agobio o indignación con los haters, esto nos hace ponernos en su lugar, querer ayudarles, nos conectan aún más a ellos.

Casi podemos sentirlo, nos contagian emociones a través de su conducta no verbal y esa es la mejor forma de influir y convencer, pura empatía positiva. Nuestro cerebro se engancha a esa visión y querrá repetir cada día, sin perderse nada.

Porque no podemos olvidar el fenómeno del ‘deseo de pertenencia‘ para cerrar el círculo. El influencer se apoya en las aspiraciones de pertenencia de su audiencia a ese universo ‘mejor’, bello, atractivo, lujoso,  cuando recomiendan una peluquería, un perfume o un determinado restaurante. Su comunidad experimenta la necesidad de imitar en algún sentido ese estilo de vida para sentirse más cerca de ese mundo glam que proyecta.

 

 

Ya no siento ‘mariposas en el estómago’… ¿No estoy enamorado/a?

Ay las ‘mariposas en el estómago‘… Esa sensación tan increíble de nerviosismo, impaciencia, incertidumbre, ganas… todo un revoltijo literal de sensaciones internas, pero también físicas.

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Sentimos ese pellizco en nuestras entrañas realmente, porque el amor no depende de nuestro corazón, como casi todo en el ser humano, el amor está en nuestro cerebro y también en nuestro estómago, nuestro cerebro secundario (perdón por el daño al romanticismo).

En la fase más inicial de una relación íntima se segrega una sustancia llamada adrenalina, responsable de que nuestro corazón lata más intensamente cuando él/ella está cerca (o recibimos un mensaje/llamada), pero también de que aumente el peristaltismo (movimientos de contracción del tubo digestivo), esas son nuestras ‘mariposas’.

Nervios, estrés y ansiedad, el trío que define el proceso de enamoramiento; y es completamente normal e incluso positivo (eustrés) porque se trata de una ‘alarma’ de nuestro organismo que nos estimula ante la intensa curiosidad, el deseo de gustar, cierto miedo, dudas, las ansias por estar con el otro, por querer que todo salga bien…

Y claro que esas mariposas desaparecen, menos mal ¡Imaginaos si no lo hicieran! Hablaríamos entonces de un amor caótico y destructivo. Cuando pasamos del enamoramiento al amor maduro hablamos de un estado completamente diferente. Cuando pasa el tiempo y nuestra relación se asienta no debemos sentir mariposas porque no debemos sentir estrés.

El amor ya nos tiene que proporcionar paz, tranquilidad, estabilidad emocional, calma, confianza, seguridad… Es decir, todas las sensaciones opuestas a las que experimentábamos al principio con esa persona entonces desconocida.

El enamoramiento no puede ser eterno, el amor sí.

Prueba estas 5 formas de practicar atención plena con tus hijos

Esta palabreja de mindfulness no es otra cosa que la referencia moderna de las técnicas de relajación, concentración y meditación de toda la vida. Se traduce como atención plena y puede convertirse en una magnífica herramienta para trabajar con nuestros hijos la conciencia del momento presente, emociones y sentimientos, relajación física, aliviar el estrés, la ansiedad, el mal humor o la frustración.

Fotografía Pixabay License. Gratis para usos comerciales

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En definitiva, se trata de bajar pulsaciones y empezar o terminar el día de una manera positiva. Pero no se trata de traer un maestro externo de mindfulness como si se tratara del profesor de inglés o de piano a domicilio, el modelado es clave, el verdadero beneficio comienza con practicarlo en familia, empezando por los padres.

Aquí algunas ideas para poner en práctica la meditación con tus hijos:

  1. Respiración consciente: Esta es una de las prácticas de atención plena más habitual, se trata de elegir una sensación relacionada con esta acción, como la entrada de aire en las fosas nasales o la subida y bajada del pecho, y poner la atención ahí. Podéis probarlo durante 30 segundos o cinco minutos. Cuando el niño se distraiga, simplemente vuelva a dirigir su atención a la sensación de respirar. Con los más pequeños se recomienda practicarlo con su peluche o juguete de apego favorito, se coloca en su pecho o barriga para que sienta el movimiento de la respiración al mover el juguete hacia arriba y hacia abajo con su respiración. Es un ritual maravilloso para la hora de dormir.
  2. El paseo de la gratitud: Cuando salimos a jugar por las tardes al parque, y están a tope de energía y entusiasmo, no podemos pretender llegar a casa, que se pongan el pijama, cenen y se duerman. Hay que ir ‘preparando’ el momento del sueño de forma paulatina tras una tarde de excitación. Un buen truco es que de vuelta a casa hagamos un ejercicio de relajación positiva: con la mirada en el suelo vamos dando pasos lentos y cada diez pisadas paramos unos segundos, cerramos los ojos y decimos algo por lo que estemos agradecidos (por comer macarrones hoy, porque me hayas recogido de la escuela, porque papá cada noche me lea un cuento…)
  3. La sacudida: Efectivo para liberar tensiones y estados nerviosos. Alternamos un minuto de movimiento por tres minutos de quietud. Entonces, primero sacudimos el cuerpo al ritmo de un «pppprrrrrrrr» bien sonoro, movemos brazos y piernas, paramos, después reflexionamos sobre alguna sensación concreta de ese momento (siente tus pies bien anclados y posados sobre el suelo, respira profundo y escucha el sonido, nos damos las manos y fijamos nuestra atención en el tacto del otro…). Repetimos el proceso un par de veces.
  4. La atención hacia fuera: A veces estamos tan alterados que se nos hace muy difícil relajarnos con introspección y silencio, una tarea que puede irritarnos aún más, ya que lo que necesitamos no es centrarnos en lo feo que estamos sintiendo, sino que precisamos distraernos de ello y no pensar. Una buena manera es ‘jugar’ a algo parecido al ‘veo-veo’, o a que encuentre 3 objetos de color rojo en casa, es decir, concentrarse en el entorno y así reducir su sistema nervioso.
  5. Meditación guiada: Existe una amplia gama de grabaciones gratuitas que os guiarán paso a paso a través de la atención plena, diseñadas además para propósitos específicos depende de la necesidad que tengáis en es momento: calmarse, concentrarse, liberar tensiones, cambiar de humor, reconocer emociones, distraerse, mejorar sus hábitos de comida, etc.

Los estudios con niños aún son escasos pero ya se han demostrado algunos beneficios notables si se practica con regularidad: mejora en la atención, concentración y memoria, por tanto aumenta el rendimiento académico, consiguiendo una mayor capacidad de abstracción, lógica y cálculo; mejor afrontamiento de los conflictos y situaciones estresantes, aumento de la empatía, habilidades sociales y emocionales, escucha activa y autoconocimiento, por último, ayuda a mantener el equilibrio mental y físico, mejorando la regulación cardiovascular y neurológica.

Merece la pena intentarlo, ¿verdad? 🙂

*Fuentes:

CNN-Health

Canal Mapfre Salud

*También estaré el próximo lunes 20 de septiembre en la Feria del Libro de Madrid:

 

 

¿Sabías que las lágrimas son analgésicas?

Hace unos años escribí un post acerca de las ‘curiosidades de las lágrimas‘, hoy ampliamos con una nueva y sorprendente funcionalidad del llanto emocional.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

Fotografía de uso libre: Pixabay License

Por supuesto, la emoción de tristeza y el consecuente sollozo tienen una función social adaptativa muy importante, es la manera que tiene nuestro cerebro de pedir ayuda, de conectar con los demás y reforzar vínculos de apego, de comunicar que no nos sentimos bien y necesitamos un apoyo extra.

Pero además, seguimos corroborando que nuestro cuerpo es sabio al conocer la función analgésica y paliativa del dolor asociada a la producción de lágrimas.

Así lo demostró William H. Frey, bioquímico en el Centro Médico St. Paul-Ramsey de Minnesota: el llanto sirve para eliminar del organismo sustancias tóxicas y liberar tensión emocional. Es un antídoto contra el estrés y la ansiedad, e incluso previene la depresión.

Es cuestión de química:

Las lágrimas emocionales que derramamos ante una situación dramática propia o ajena arrastran consigo una buena dosis de cloruro de potasio y manganeso (se relacionan con la fatiga, la irritabilidad y la depresión), endorfinas, prolactina, adenocorticotropina (ligadas al estrés y la ansiedad) y leucina-encefalina (un potente analgésico natural).

Por eso llorar sienta bien, habitualmente nos relaja, soltamos tensión, nos cura el alma.

 

*Fuentes de consulta:

  • William H. Frey, Muriel Langseth. Crying: The Mystery of Tears. Minneapolis: Winston Press
  • Psicología y mente: Para qué nos sirve llorar.

Coronavirus: Por qué los sanitarios no son héroes

Tercera ola y España es ya uno de los países del mundo con más profesionales sanitarios contagiados por coronavirus, pero poco se habla del alto coste en su salud mental. Los resultados preliminares ya ponen de manifiesto que alrededor del 50% de los trabajadores de la salud presentan estrés postraumático, casi el 80% manifiesta sintomatología compatible con trastornos de ansiedad.

Ilustración de Mauricio Muñoz San Román para el libro "Se hizo el silencio".

Ilustración de Mauricio Muñoz San Román para el libro «Se hizo el silencio».

El ser humano tiene la tendencia a no creer en lo que no ve. Ellos sí lo ven, a diario, con la visión más cruel y desagradable posible de este virus, lo conocen con sus cinco sentidos y experimentan el sufrimiento, la soledad, la desesperación, el miedo, la muerte. Y nuestros sanitarios van sumando cicatrices, invisibles pero imborrables.

Debemos tomar conciencia de que la cantidad de personas que sufre una conmoción a nivel emocional después de tales vivencias suele ser bastante mayor y más duradera que las personas con secuelas físicas.

La angustia moral, la preocupación y el miedo excesivos que padecen ocurren por las difíciles decisiones que deben tomar y por sentirse ‘en guardia’ todo el tiempo, sin desconexión y con pensamientos recurrentes que limitan su vida diaria fuera del entorno hospitalario.

En mi libro, «Se hizo el silencio: las 22 claves para entender la pandemia«, doy algunas pautas para el auto-cuidado psicológico destinado a todo el mundo, pero con un capítulo exclusivo dedicado al personal sanitario, y es importante, pero no por ello debe abandonarse la atención de la prevención y el tratamiento psicoterapeútico por parte de las Instituciones y Organismos Oficiales.

Los sanitarios no son héroes, ni ángeles, son como tú y como yo, no les hacemos ningún bien con ese calificativo que, aunque bien intencionado, solo aumenta la presión y la autoexigencia que ya sienten, parece que tienen que asumir la precariedad de sus condiciones y sacrificarse hasta tal punto de morir luchando contra el virus.

Adornar su imagen con un halo sobrenatural puede provocar más culpabilidad e incluso bloquea o anula su capacidad para expresar o reconocer cómo se sienten realmente, que en la mayoría de ocasiones pasa por encontrarse muy alejados de la victoria, el orgullo o el triunfo de un ‘héroe’.

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Coronavirus: el miedo a confiar de nuevo en los demás

La pistantrofobia consiste en una desconfianza extrema y generalizada hacia otras personas. Este miedo irracional se asocia con experiencias pasadas o recientes en las que hemos aprendido, de forma directa o indirecta, que confiar en los demás es peligroso para nosotros.

Sí, tal y como podemos imaginar, la pandemia por coronavirus también ha contribuido a incentivar este tipo de fobias. Cuando nos vemos ‘obligados’ a evitar la intimidad, nos distanciamos de los demás física o emocionalmente, y de esta manera, también nos alejamos de nuestras propias necesidades o emociones, ‘enfriando’ todas las relaciones afectivas posibles, pensando incluso que es muy cansado socializar.

De esta manera entramos en un bucle de pesimismo defensivo y, con la negatividad por delante, no nos plantemos que nuestras relaciones sociales nos sirven de un apoyo fundamental, ahora más que nunca. Es cierto que con este panorama tenemos que relacionarnos de otra manera, todos tenemos la nostalgia de tiempos pasados más sencillos y, a veces, se hace muy cuesta arriba no abandonar nuestro mundo social y meternos en nuestra burbuja, pero en ningún caso es una buena opción.

En general, algunos de los siguientes indicios pueden hacernos sospechar que tendemos hacia la pistantrofobia:

  • Miedo a que se produzcan relaciones estrechas o intensas, previendo que resultará en traición o decepción.
  • Mantener relaciones superficiales para evitar involucrarse emocionalmente.
  • Evitar situaciones en las que el nivel de relación pueda ser alto o llegar al compromiso.
  • Estilos de relación desde la evitación, manteniéndose cerrados o distantes.
  • Poner cuidado en que los otros no conozcan del todo su personalidad, como de protegerse.

La búsqueda de apoyo social y el sentimiento de pertenencia son necesidades básicas en todo ser humano y es por ello que, en ocasiones, estas situaciones de aislamiento y distanciamiento pueden generar serios problemas en la vida diaria (agotamiento mental, ansiedad y rumiaciones persistentes).

Tomar conciencia de la importancia de las relaciones sociales para el bienestar e incluso la supervivencia de todos nosotros será fundamental para superar este miedo irracional, te puede interesar: «Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia«.

 

Referencias bibliográficas:
González, M. (2020). ¿Tienes miedo a confiar en los demás? Podrías sufrir pistantrofobia. Madrid: Revista Bienestar
Flores-López, M.; Serrano-Ibáñez, E.R.; Maestre, C.R.; López-Martínez, A.E.; Ruiz-Párraga, G. T.; Esteve, R. (2019). Pesimismo defensivo, optimismo y adaptación al dolor crónico. Psicología Conductual, 27(2), 325-340.
Ortiz, I. (2017). Pistantrofobia. El temor excesivo a confiar en las personas. PsicólogosOnline

 

 

Blue Monday 2021: y esta vez sí que puede ser el día más triste

Se dice que hoy, 18 de enero, es el día más triste del año según una ecuación matemática basada en el análisis de varias variables que se alinean en esta jornada.

El final de las Navidades, las condiciones climáticas, los propósitos de año nuevo, son algunos de los elementos que intervienen, pero esta afirmación no está libre de polémica y otros expertos aseguran que carece de validez científica y que no se trata más que de una campaña de marketing y publicidad de ciertas compañías de viajes.

De acuerdo. Pero justo este año quizás podemos ver este ‘blue monday‘ con otra perspectiva más realista. Se confirma que los datos de la pandemia son peores ya que en marzo del año pasado, el temporal de lluvia y nieve que nos ha sumido en el caos, una vacuna contra el covid prometedora que parece que no será un remedio tan rápido como se prometía, nuevas cepas del virus, la vida con mascarillacrisis económica y cansancio social.

¿Quién da más?

Estamos agotados de vivir tanto ‘acontecimiento histórico’, no hemos tenido tiempo para coger aire, y lo que es peor, nuestras expectativas y optimismo estaban completamente depositadas en el cambio con el nuevo año.

Lo que sí que es muy real son los índices tan elevados de ansiedad en la población y las patologías crecientes en el ámbito afectivo.

La herencia del coronavirus y del encierro están siendo nefastas y desde el inicio de 2020 hasta la fecha hemos alcanzado un buen nivel de agotamiento emocional, cayendo en el hartazgo, la frustración y la impotencia ante tanta incertidumbre.

El día de hoy, sea cierta la ecuación del blue monday o no, nos recuerda que la salud mental debe ser una prioridad, quizás no podemos controlar las inclemencias del tiempo, la expansión de la pandemia o la desastrosa gestión de ésta por parte de nuestros políticos, pero sí podemos manejar nuestro propio encuadre, nuestra actitud hacia todo lo que nos ocurra.

No podemos cambiar el mundo, pero sí cuidar nuestro micro-mundo, tomar precauciones y ser responsables, ayudar a los que nos rodean, disfrutar de los buenos momentos en casa, en familia, agradecer cada día que despertemos sanos, luchar por nuestro negocio. Pequeñas cosas que suman a un mundo algo más agradable… sí, a pesar de todo…

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Se hizo el silencio. Las 22 claves psicológicas para entender la pandemia

#BlueMonday Hoy es el día más triste del año ¿soluciones (no verbales)?

 

Hafefobia: el nuevo miedo de la pandemia

Una fobia es un tipo de trastorno de ansiedad. Esto significa que causa un gran sufrimiento para las personas que lo padecen cuando deben enfrentarse al estímulo fóbico, o simplemente cuando lo imaginan; habitualmente el estímulo ‘culpable’ no suele estar muy presente en la vida diaria (determinados animales, grandes alturas…), pero en otras ocasiones ocurre todo lo contrario y resulta bastante limitante para quien lo padece.

La hafefobia es uno de estos casos, ya que se describe como un terror desmesurado y persistente al contacto físico con los demás, a pesar de que este miedo ha existido antes de la pandemia, es ahora, por el miedo al contagio, cuando más se está manifestando su incidencia.

Este trastornos desencadena una serie de respuestas tanto cognitivas (pensamientos de muerte u otros asociados a consecuencias que se perciben como catastróficas), fisiológicas (taquicardias, sensación de ahogo, sudoración, sensación de tener una “bola en el estómago”, tensión muscular, entre otros) o conductuales (evitación del estímulo, huida o escape) para reducir la sensación desagradable.

Es importante aclarar que no todas las personas que actualmente mantienen distancia física y evitan el contacto con los demás, padecen o padecerán en el futuro hafefobia.

La mayoría evitamos el contacto físico pero deseamos tenerlo y volveremos a la interacción habitual cuando la situación se normalice y sea segura para todos, lo cuál no quiere decir que nos aislemos socialmente ni limite nuestra actividad diaria, simplemente ahora las interacciones deben ser de otra forma para mantener nuestra seguridad y la de los demás ante un posible contagio.

Sin embargo, a pesar de que las personas que padecen hafefobia también desean tener contacto, el miedo que experimentan es tal que su única manera de gestionarlo es evitando por completo la interacción social incluso aunque ésta pueda ser segura. Y esta es una conducta muy peligrosa que puede desencadenar en otros trastornos más severos, como la depresión.

En este último caso es fundamental solicitar la ayuda de un profesional para gestionar de manera más adaptativa esta ‘nueva realidad’ pandémica.

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La tercera ola de la pandemia: salud mental y riesgo educativo

La pandemia ha traído consigo muchas dificultades que no son percibidas a primera vista y que darán la cara en un breve lapso de tiempo. Las intervenciones psicológicas, logopédicas y educativas especializadas son cada vez más demandadas como consecuencia de las secuelas de esta crisis sanitaria.

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Fotografía libre de derechos. Pixabay

Hoy cuento con la experiencia del equipo multidisciplinar del ‘Centro de Psicología Creativa Málaga‘, fundada por la psicóloga Juana María Robles Hurtado, en el que advierten de los resultados que se avecinan como causa de la tercera ola de esta pandemia.

Aunque la necesidad de atención psicológica ha sido siempre una realidad, cada vez es mayor el número de pacientes que la reciben para
poder afrontar la inestabilidad que ha generado esta pandemia. A diario, se aprecia una creciente problemática en el ámbito social, lo que induce al llamado «efecto dominó», es decir, aquellas dificultades sociales que conllevan a otras que multiplican las consecuencias adversas en el tiempo.

Los trastornos de ansiedad y bajo estado anímico son los más frecuentes dentro de la población clínica tras ver peligrar la salud, economía y vida social. Si nos centramos en el desarrollo social, debido a la disminución de contactos sociales y, por ende, de oportunidades de aprendizaje, se originan mayores dificultades para adquirir las habilidades sociales necesarias tan ligadas al desarrollo afectivo.

Este hecho se agudiza más en aquellos/as niños/as y jóvenes con necesidades educativas especiales. A nivel conductual, nos encontramos que en niños más inquietos, como son los que presentan hiperactividad, se observa una mayor activación conductual originada por falta de actividad física, deportiva o al aire libre.

Todo ello provoca un notable retroceso en las intervenciones conductuales de los psicólogos y familiares en consulta. Si a lo comentado anteriormente, unimos un mayor consumo de recursos digitales, por las horas que pasan en casa, y la falta de tiempo de padres que intentan conciliar su vida familiar y laboral, todo ello resulta en niños y adolescentes con gran dependencia digital y apatía social.

Cuando nos referimos a alumnos con dificultades de comunicación e interacción social, como son los alumnos diagnosticados de trastorno del espectro autista, el distanciamiento social ha revertido su aprendizaje, ya que sus habilidades comunicativas y sociales se han visto muy limitadas, provocando un efecto “boomerang” en la mayoría, por lo que ahora presentan mayor miedo al contacto social y menor interés hacia las personas de su entono.

Cierto es, que la palabra “coronavirus” ha encontrado su lugar hasta en el léxico de los más pequeños, siendo protagonista en las consultas de logopedia, incluso sin ser articulada con precisión.

Como bien sabemos, el estado de alarma ha provocado que las terapias pasen a un segundo plano por un tiempo, y nos ha llevado a empoderar mucho más a las familias, puesto que ellos son el principal motor de la comunicación y del desarrollo del lenguaje en los niños. En muchos de los casos, llevar a cabo los objetivos planteados por los terapeutas, no ha sido precisamente “pan comido”. La pérdida de rutinas, la monotonía del entorno y el teletrabajo, no han sido variables que hayan incentivado la motivación.

En niños con trastornos fonético-fonológicos, el profesional requiere de una visibilidad de la boca, para poder enseñar el correcto posicionamiento de los órganos fonoarticulatorios y la colocación de la lengua, por lo que la barrera de la mascarilla impide avanzar al alumno en un correcto aprendizaje y buen patrón del habla.

Las emociones generadas por la situación pasada, sumadas a las preocupaciones  por la futura situación económica, supone en muchas de las familias un gran
conflicto en esta tercera ola de la pandemia. Algunos de ellos saben que no podrán contar con los recursos necesarios para acudir a especialistas, tal y como les gustaría o con la frecuencia con la que se les recomienda.

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