No soporto saber de la guerra Rusia-Ucrania… ¿Eso está mal?

Hace unos días, veía por redes sociales cómo algunos usuarios exigían a personajes conocidos que se posicionaran y subieran a sus redes algún post sobre el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, es más, les recriminaban que siguieran con sus vidas como si nada mientras saltaban las noticias del ataque ruso.

Fotografía CCO

Como si ellos no lo hicieran también. Todos nosotros miramos a nuestro alrededor y nos encontramos un día soleado, con el tráfico habitual, seguimos con nuestra rutina (trabajo, casa, compras, niños) y en estos momentos pensamos: «Bendita normalidad«.

Lo extraño del contraste. Una guerra lejana en distancia pero a la vez muy presente en nuestro día a día.

Porque abrimos nuestras redes sociales, leemos la prensa y vemos las noticias, y entonces en nuestra tranquila monotonía se mezcla el horror de una guerra que nada tiene que ver con la «normalidad»…

Sirenas que alertan de bombardeos, gente escondida en búnkeres, bebés que nacen en condiciones muy precarias, mujeres y niños que huyen, hombres que se quedan a luchar, muerte, miedo, sangre, destrucción…

Y esa incongruencia puede hacer que nuestro cerebro se contagie de esa experiencia, y que entonces empaticemos, lloremos, nos movilicemos y queramos ayudar, ser útiles.

Pero también puede hacer que nuestro cerebro se proteja, que toda esa información nos cause tal rechazo que no queramos ver, ni saber, ni sentir, que simplemente elijamos ‘seguir’.

Y ambas opciones están bien. Porque nada de lo que ocurre en este contexto caótico depende de nosotros, no somos responsables de lo que pasa, solo podemos entender y colaborar en la medida de nuestros posibles.

Las dos posturas son entendibles, no nos hacen ni más buenos ni más malos, o fríos, o insensibles. No sabemos nada de las guerras internas de cada uno.

Respetemos que haya gente que se implique y esté al tanto y que haya otros que necesiten distanciarse porque no soportan la ansiedad de estar en contacto continuo con esta guerra.

Porque no les hace bien y también es lícito que queramos salvaguardar nuestra salud mental y el auto-cuidado.

No colaboremos en crear ‘bandos’ y en responsabilizar y juzgar a las personas que no debemos.

Exijamos acciones en otras esferas, políticas, por ejemplo.

 

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