Archivo de diciembre, 2021

Psicología positiva: la clave para terminar bien este año 2021

Llega el final de un año y como siempre nuestro cerebro nos envía el deber de hacer balance, reflexiones, pensar en el cierre de una etapa e imaginar lo que queremos y lo que no queremos para este nuevo año.

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Bien, es un proceso natural de auto-evaluación que, bien gestionado, puede ser un buen hábito. El problema está cuando al 2022 le pedimos deseos y no propósitos. ¿Le pides cambios al 2022? Deberías cambiar tú, no el año!

Mal enfocado, nos surge la imperiosa necesidad de que «termine ya este maldito año por favor», y es verdad que este 2021 ha sido complicado para todos, una pandemia mundial ha puesto patas arriba muchos de nuestros sueños, prioridades, proyectos, relaciones…

Pero siento decir que no hay una puerta que por arte de magia te transporte de un año a otro abandonando lo malo, olvidándolo y apareciendo de repente en un lugar mejor, en un nuevo año sin complicaciones.

Quedan las cicatrices pero también el aprendizaje y ambas cosas deben dirigirnos al buen cambio, una transformación con forma de objetivo, con intenciones realistas, con aspiraciones que dependan únicamente de nosotros y no del cosmos o el azar.

El día 31 de diciembre no puede convertirse en una tarta de cumpleaños repleta de velas, en el que basta con cerrar los ojos, soplar y desear mentalmente algo con todas nuestras fuerzas. Ojalá la vida funcionara así, año tras año.

Os propongo terminar el año analizando lo que ya no necesitamos y planeando cómo podemos cambiarlo, proyectar metas concretas que nos lleven hacia nuestro estado más deseado, asumiendo que también nos podemos equivocar de nuevo, asumiendo errores y frustraciones.

Pero también os sugiero que terminemos el año agradecidos por todo lo bueno, por todo lo que conseguimos y reconociendo a los nuestros aquello que nos regalaron este año que acaba, dando gracias por su tiempo, por su amor incondicional, por aquella vez que nos hicieron reír cuando más lo necesitábamos, por el apoyo, o simplemente por estar y seguir a nuestro lado un año más queriéndonos bien.

Os deseo a tod@s una feliz vida nueva.

El motivo por el que nos resulta extraña la felicitación de Navidad de los Reyes

Este año la felicitación navideña oficial emitida por Casa Real ha vuelto a incluir a sus cuatro miembros, el Rey Felipe posa junto a Letizia y sus dos hijas, aparentemente proyectando una imagen idílica de felicidad y buenos deseos para estas fiestas.


Fotografía oficial con la que los reyes de España y sus hijas felicitan la Navidad de 2021.
CASA REAL

Entonces, ¿por qué nos resulta extraña?

La fotografía no pasó desapercibida y se viralizó en redes sociales con comentarios como: «Me dan miedo», «No sé por qué pero qué horror», «Las caras de falsedad se ven a leguas».

Analizando la imagen podemos poner nombre a aquello que nos produce una sensación contrariada. Hay varios motivos realmente:

Como primer detalle, las posturas no son acertadas, las niñas ocupan el primer plano sentadas y sus padres aparecen tras ellas de pie sosteniéndolas, pero da la sensación de que ambos progenitores están abalanzándose sobre ellas porque, sobre todo, el Rey Felipe está muy inclinado hacia delante.

Al final, en lugar de proyectar que se mantienen en un segundo plano sin protagonismo, transmiten más dominancia, un marcaje corporal de territorio y este hecho se potencia además con las «sonrisas» de los Reyes.

Los cuatro sonríen con un gesto social, no es una alegría sentida en el momento, todos lo hacemos, sonreímos para la foto, y en las niñas queda muy bien, ambas aparecen con un rostro dulce y agradable.

Sin embargo, en el Rey quedó una expresión facial extraña, porque baja las cejas, frunce un poco el ceño, enseña los dientes pero no eleva las comisuras de la boca, por tanto, evoca más un gesto de enfado y agresividad, que una expresión supuestamente alegre.

En la Reina Letizia el problema está claro, el bótox. Tiene paralizado completamente el tercio superior del rostro, bloqueando cualquier acción muscular de los ojos y la frente, por lo que no transmite emoción alguna. Solo le vemos la sonrisa y este hecho tampoco es lo natural.

Nuestro cerebro detecta estas incongruencias y desconfía de esas expresiones.

Y ahora sí, Feliz Navidad a tod@s!! 🙂

 

Tú también puedes fingir la famosa sonrisa «genuina» de Duchenne

Los psicólogos y estudiosos de la comunicación no verbal nos hemos ‘criado’ dando por hecho que existía una sonrisa verdadera y otra falsa, que podrían discernirse de forma inequívoca a partir del análisis de la expresión facial de la alegría, examinando el tipo de sonrisa.

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El ‘truco’ estaba en no solo fijarnos en el gesto de la boca, está claro que sonreímos siempre que elevemos las comisuras labiales, pero para comprobar que esa expresión era genuina, espontánea, no fingida y producto de una felicidad sincera, teníamos que fijarnos en si se producían las conocidas como ‘patas de gallo’ alrededor de los ojos; si hay arrugas, hay activación muscular, y por tanto era una sonrisa verdadera, una sonrisa Duchenne.

Esta sonrisa lleva el nombre de un médico francés, muy aficionado a los electrodos, que descubrió en sus experimentos del rostro humano (mediante activación electo-estimulada) que supuestamente la activación de los músculos orbicularis del ojo, responsables de que se entrecierren elevando las mejillas, no está bajo control voluntario, a diferencia del músculo cigomático mayor que eleva los extremos de la boca, que sí que responde a voluntad.

Pero ya en el año 2009 surgieron las primeras dudas sobre esta teoría, los autores Krumhuber y Manstead pusieron las sonrisas Duchenne a prueba y descubrieron que se producían con la misma frecuencia cuando los participantes fingían estar divirtiéndose que cuando se lo pasaban bien realmente.

Años después, un equipo de investigadores dirigido por Sarah Gunnery ha proporcionado más evidencia que socava las creencias tradicionales de que las sonrisas de Duchenne son un signo 100% confiable de una verdadera emoción positiva.

96 personas (hombres y mujeres) posaron ante una cámara interpretando emociones positivas genuinas (tras conocer una buena calificación en un examen) y emociones positivas falsas (sonreír en respuesta a un regalo que no gustó).

Dos codificadores experimentados calificaron el 28% de las sonrisas como sonrisas de Duchenne, con la característica arruga alrededor de los ojos.

Cuando la muestra no experta calificó estas sonrisas, tendieron a decir que las sonrisas de Duchenne eran más genuinas, pero esto se debía en gran parte a que el arrugamiento de los ojos tendía a ir de la mano con una sonrisa más expresiva e intensa con la boca.

A continuación, a los participantes se les presentó una fotografía de una persona que mostraba una sonrisa de Duchenne y otra que mostraba una sonrisa «falsa» sin arrugas en los ojos, y su tarea era imitar a ambas. El 71% imitó con éxito la sonrisa de Duchenne y el 69% imitó con éxito la sonrisa falsa.

Estos resultados destruyeron el mito de que es imposible fingir la sonrisa «genuina» de Duchenne. También insinúan que esta es una habilidad que varía de persona a persona.

Una debilidad del estudio es su dependencia en todo momento de la emoción escenificada. Si bien la evidencia es clara de que muchas personas pueden falsificar el Duchenne en condiciones neutrales (aunque imaginando escenarios emocionales), no sabemos todavía qué tan fácil es para las personas hacer esto en condiciones en las que realmente están experimentando emociones negativas.

Los hallazgos del presente estudio refuerzan el argumento de que las personas pueden activar voluntariamente el músculo que levanta las mejillas y poner una sonrisa de Duchenne”, concluyeron Gunnery y su equipo.

«Las investigaciones futuras investigarán más a fondo las diferencias individuales y utilizarán resultados de comportamiento para medir las similitudes en las personas que producen deliberadamente la sonrisa de Duchenne».

En palabras del psicólogo experto en comunicación no verbal Alan Crawley: Es hora de dejar atrás algunas ideas preconcebidas, en este caso, de que podamos saber a ciencia cierta si una sonrisa es verdadera o falsa solo con ver la apariencia de una sonrisa.

La gente que se siente feliz probablemente ejecute sonrisas Duchenne, pero los que sonríen con Duchenne no están necesariamente más contentos”.

Una razón por la que esto sucede se debe a que el marcador de Duchenne parece ser un más indicador de la intensidad de la expresión que de sinceridad. Cuanto más intensa es la expresión, más probable es su aparición, y eso no tiene relación directa con su genuinidad.

 

*Referencia: Gunnery, S., Hall, J. y Ruben, M. (2012). La sonrisa deliberada de Duchenne: diferencias individuales en el control expresivo Journal of Nonverbal Behavior DOI: 10.1007 / s10919-012-0139-4

¿Estás bien o solo sonríes? La positividad tóxica

Las redes sociales son un ejemplo del auge de la positividad tóxica: Good vibes only! Nacimos para ser felices! Lo voy a superar, hay cosas peores! Todo sucede por algo. Piensa en positivo! No te preocupes, solo sonríe! No es para tanto, de todo se aprende! bla bla bla…

Fotografía CC0 Dominio publico

Fotografía CC0 Dominio publico

Caemos en la trampa de ver siempre el lado bueno de las cosas porque estas frases cliché solo silencian nuestros sentimientos reales, nos presionan para salir de una tristeza ‘natural’ ante una pérdida, un fracaso o un error, para no enfadarnos tras una injusticia, una traición o una decepción.

Necesitamos validar y gestionar nuestras emociones, sean las que sean, porque son las que nuestro organismo elige con muy buen criterio para responder a las cosas que nos pasan y superar los contratiempos propios de vivir. Necesitamos llorar, gritar, no salir, admitir que simplemente tenemos un día de mierda y no nos apetece ni mirarnos al espejo.

Por supuesto, ser optimista es muy saludable, una herramienta fantástica para potenciar nuestro bienestar, pero esta positividad debe ser genuina, no forzada para tratar de evitar todo lo malo que nos pasa. Reprimirnos es una estrategia nefasta que puede resultar contraproducente para nuestra salud mental.

El psicólogo estadounidense Martin Seligman fue el creador de una nueva corriente, llamada psicología positiva, alejando el foco de la enfermedad y fijando el tratamiento en el refuerzo positivo. Pero este concepto se ha desvirtuado, se ha llevado al extremo, generando una incapacidad para afrontar situaciones negativas,

Evitar y negar el dolor es como ver el mundo con un solo ojo. Y lo peor de todo, esas emociones que reprimimos saldrán a la luz de un modo u otro, en muchas ocasiones en forma de enfermedad física (colón irritable, cefaleas, tics, erupciones en la piel, etc) o mental (ansiedad, aislamiento social, depresión, fobias, etc).

Reconócete y acéptate, recuerda que también está bien no estar bien.

La depresión sonriente #DEPVeronicaForqué

La trampa del humor y de la eterna sonrisa. El ser humano es de las pocas especies capaz de fingir emociones, de simular felicidad cuando internamente estamos rotos.

Fotografía de JORGE PARÍS

Veronica Forqué. Fotografía de JORGE PARÍS

Ahora conocemos el caso de Verónica Forqué, hace algunos años fue el del actor Robin Williams, y muchos son los que se sorprenden de que este tipo de personalidades tan carismáticas y con un sentido del humor tan sobresaliente padezcan una enfermedad mental tan grave como una depresión.

No, nuestra cara no es el espejo de nuestra alma, no tiene por qué serlo. A veces solo es una máscara que tapa socialmente nuestro dolor, por vergüenza, por no compartir ni contagiar nuestro suplicio con los que queremos, por el maldito tabú y la estigmatización social que todavía silencia a la enfermedad mental.

Es posible sufrir una depresión severa y a la vez parecer feliz, tener una vida aparentemente idílica, y este hecho es particularmente peligroso porque la persona vive como si de verdad no le pasara nada cuando realmente esto no es así.

Supone un coste emocional tan alto que, sin apenas darse cuenta, llega un día en el que se desbordan, y no pueden más y no ven otra salida a este extraño sufrimiento interno que no comprenden.

Según un artículo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión sonriente presenta síntomas antitéticos (conflictivos) a los de la depresión típica. Esto puede complicar, en un primer momento, el proceso de diagnóstico, junto con el hecho de que muchas personas ni siquiera saben que están deprimidas y no buscan ayuda.

La tasa de suicidio en los casos de ‘depresión sonriente’ es bastante mayor. El motivo es porque en una depresión clásica, visible y consciente, las personas no suelen tener ni la motivación ni la energía para actuar sobre sus propias decisiones (ya sean positivas o perjudiciales), pero alguien con depresión sonriente sí que tiene la entereza y el vigor suficiente para movilizarse a la acción.

Hoy en día las redes sociales alientan una positividad tóxica (concepto en el que profundizaremos en el próximo post) que puede fomentar el origen y mantenimiento de este tipo de depresión, forzando una alegría y un bienestar ficticio de cara a la galería, porque parece que nos sigue pareciendo que está mal estar mal.

 

 

El interés y la entrega de Yolanda Díaz con el Papa #ComunicaciónNoVerbal

El encuentro entre Yolanda Díaz y el Papa se ha convertido en una excelente masterclass para el análisis del lenguaje corporal. Con los siguientes 3 fotogramas podemos ilustrar las 3 emociones principales que se revelan.

Fotografía EFE

En primer lugar, podemos observar interés. La premisa es sencilla: nuestro cuerpo se acerca a lo que nos gusta y se aleja del estímulo que le cause desagrado o rechazo.

En esta primera fotografía vemos como Yolanda Díaz está sentada al borde de la silla, está tan inclinada hacia el Papa que ni si quiera tiene punto de apoyo, además le acompaña una expresión facial marcada por la activación del músculo orbicular del ojo (patas de gallo), una alegría genuina.

Fotografía EFE

La segunda imagen tiene un componente contemplativo y casi solemne. Podemos apreciar con claridad una expresión emocional de admiración. A pesar del plano de perfil, se transmite una mirada dulce, de profunda de fascinación por el otro.

Fotografía EFE

En este último fotograma, además de las dos emociones anteriores se suma este curioso gesto en el saludo inicial, un apretón de manos inusual, nada protocolario.

Yolanda envuelve con sus dos manos la mano que ofrece el Papa para saludarla, representa una actitud cálida y protectora, nace como signo de gratitud o felicitación, en ese caso el cuerpo y la cabeza se inclinan hacia delante, junto con una sonrisa amplia; tal y como aparece en la imagen.

Desde luego, viendo la secuencia, sobran las palabras para poder apreciar el entusiasmo de Yolanda Díaz por este primer encuentro con el Papa.

 

 

 

Yolanda Díaz: ¿las apariencias engañan?

Muchos pensarán: «Y qué más da la ropa o el peinado que lleve Yolanda Díaz, o Ayuso, o Iglesias, o Casado…». Sí, sí que nos importa, a todos y todas, y esto es inevitable.

Es cierto que las mujeres en esto de las apariencias siempre somos más cuestionadas, o tenemos un foco más permanente en este sentido, porque se añade el estilo, el maquillaje, tal escolte o una coleta mal hecha. Los hombres tienen menos variables influyentes, son más sencillos en apariencia, pero juzgamos a todos, vaya si lo hacemos…

Nuestro cerebro necesita constantemente realizar inferencias y predicciones sobre lo que nos rodea, está preparado para ello, y ejecuta esta actividad sin parar, tomando los pocos datos de los que dispone visualmente cuando por primera vez tenemos delante a un desconocido.

La vicepresidenta Yolanda Díaz (AGENCIAS)

Con la indumentaria que elegimos para la foto decidimos proyectar lo que queremos, lo que necesitamos, lo que nos gusta y valoramos, incluso la personalidad que tenemos o cómo hemos cambiado.

Existen muchos estudios que validan los efectos de la apariencia en la influencia y persuasión de los demás. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de Princeton descubrieron que una buena mayoría de personas esperaban que aquellos que usaban ropa más distinguida y elegante fueran más competentes que los que vestían más informales o deportivos.

Otros estudios publicaron que los dos rasgos que más esperamos percibir en un líder político son la confianza y la competencia. Nuestro cerebro indaga si un candidato los posee a través de su imagen, comunicación y contenido de su discurso.

Observamos y nos preguntamos: ¿puedo confiar en esta persona?, ¿podré también respetarla?

Yolanda Díaz parece tenerlo bastante claro y ha transformado su imagen original, empoderando su apariencia, solo hace falta ver su último posado para la revista ‘Yo Dona’.

En este reportaje aparece como una auténtica super heroína, posando de semi-perfil, con un plano desde abajo; brazos en jarra (en un ‘aquí estoy yo’), enfundada en cuero negro con labios bien subidos de carmín rojo.

Yolanda se agarra con fuerza al cuero negro, demostrando poder y firmeza, abandonando su imagen más informal, dejando atrás los moños despeinados, las camisetas anchas y los pañuelos multicolores.

De este modo, desea exhibir formalidad, dominio, autoridad, seguridad, valía… elementos ahora indispensables para proyectar el liderazgo que necesita.

La apariencia es una de las variables que más influyen en la persuasión, a veces los cambios son realmente interiores y se filtran al exterior. Más allá de la estrategia política que pueda haber detrás, un cambio radical de imagen puede reflejar un cambio real en la manera de pensar o comportarse de una persona.

La clave es cómo se producen estos cambios. Cuando (el cambio interior) es real, se produce de forma más progresiva y se dan otra serie de patrones coherentes, como el cambio de hábitos, costumbres, o forma de hablar.

Cuando se producen solo en una situación puntual, como en el caso de un juicio o en un determinado contexto político, para un debate o una entrevista, suelen ser provocados.

¿Qué pensáis? ¿En qué caso situáis a Yolanda Diaz? Os leo en mis redes!

Nuevo estudio sobre la detección del engaño

Un nuevo estudio muestra que las respuestas rápidas a las preguntas tienden a ser menos honestas que las respuestas más deliberadas.

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Se suponía que la mejor manera de conseguir que la gente dijera la verdad era provocando respuestas rápidas, sin ofrecer tiempo para pensar (y por tanto, a inventar o modificar de alguna forma la realidad).

Porque mentir puede ser una tarea cognitivamente compleja, ya que tenemos que inhibir la verdad, pensar una realidad alternativa y que todo ello suene bien; así, nuestro cerebro requiere tiempo para completar esta labor.

Pero parece ser que esto no siempre es así, la nueva investigación, publicada en Psychological Science, descubrió que las personas son más propensas a mentir sobre sí mismas cuando están bajo la presión del tiempo.

«Pedirle a la gente que responda rápidamente solo hace que te den la respuesta que deseas escuchar«, dijo John Protzko, autor e investigador de la Universidad de California.

Este hallazgo ha sido replicado 5 veces más y podría socavar una de las suposiciones fundamentales de la detección del engaño: la tasa de respuesta suele ser mayor en los mentirosos que en los que dicen la verdad y que las respuestas rápidas son las más fiables, al ser más automáticas e inconscientes.

Concretamente, el estudio encontró que tenemos un 30% más de probabilidades de mentir sobre nosotros mismos cuando nos apresuramos a responder, y tiene cierto sentido.

En nuestra cultura, la mentira funciona como el engrasado para un correcto funcionamiento del engranaje social, mejorar nuestra reputación presentándonos de la mejor manera posible es lo más natural, fácil y rápido de hacer.

Por el contrario, desafiar las normas sociales admitiendo nuestros errores o defectos, no solo requiere más deliberación, sino también un contexto más relajado, situaciones que no se dan en un ambiente de laboratorio.

Como observaron los investigadores, muchos estudios asumen que poner a las personas bajo la presión del tiempo te da acceso a una parte oculta de su mente, pero descubrimos que solo están mintiendo e intentado ‘quedar bien‘.

Fuente:

Time Pressure Can Squeeze the Truth – The Wall Street Journal

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