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Mondragón, referencia mundial del #PosCapitalismo

SHIFT CHANGE – preview from Mark Dworkin on Vimeo.

En los últimos tiempos, la ciudad vasca de Arrasate/Mondragón está llamando mucho la atención del mundo. En medio de una crisis financiera casi crónica, el modelo empresarial de la Corporación Mondragón ilumina un camino radicalmente diferente. El ejemplo cooperativista de este grupo fundado en 1956 es uno de los protagonistas del documental Shift Change: Putting Democracy to Work. Este documental de Mark Dworking y Melissa Young, que consiguió financiación vía crowd funding en la plataforma Kick Starter, retrata, junto a otras cooperativas estadounidenses, el modelo de la Corporación Mondragón.

Por otro lado, la BBC británica realizó un reportaje recientemente en el que retrataba al grupo Mondragón, con sus más de 250 empresas cooperativas y sus más de 83.000 trabajadores, como un oasis en la España golpeada por la crisis. The Guardian también elaboró un reportaje, titulado Mondragón: el gigante cooperativo de España donde los tiempos son duros pero no se despide a nadie. The Guardian, eso sí, no solo elogia un modelo que ya es referencia mundial. También critica el hecho de que se haya trasladado parte de la producción a países más pobres. Los trabajadores del extranjero no son propietarios de la cooperativa. Y por eso, The Guardian lanza su crítica: «son también capitalistas con sangre fría,que viven del salario de otros».

La crítica del rotativo inglés, bastante injusta, por cierto, me ha hecho pensar sobre otras cosas. Soy un gran admirador del modelo de la Corporación Mondragón, pero no está mal abrir el debate. Por ejemplo, el durísimo copy right que rige el site de la Corporación Mondragón. ¿Tiene sentido que cooperativa gigantesca, regida por la propiedad colectiva y los procesos horizontales se apoye en el leonino copyright? En la era red, sería más acorde que usaran, por ejemplo, la Peer-to-peer licence, de la que ya he hablado en este blog, que permitiría a otras cooperativas o colectivos republicar su contenido. ¿Qué mejor publicidad que el boca a boca? La Corporación Mondragón, en un paulatino cambio de piel, podría empezar también a apoyar el hardware abierto. Podrían abrir el código de su tecnología y compartirla con el mundo en un proceso de red. Sería su mejor branding. Y para acabar de soñar la mutación P2P de Mondragón, por qué no pensar que un día abandonará su formato empresa o cooperativa para adoptar el de  una filé.

Una filé, según la Indianopedia del grupo cooperativo de Las Indias, es «una comunidad transnacional -o una red de comunidades transnacionales- que se dota de un tejido empresarial y comercial propio, basado en compañías comunitarias y ordenado bajo el principio de democracia económica, para asegurar su autonomía». Con una red de filés asociadas no sería más necesario subcontratar mano de obra en el tercer mundo para ser competitivos.

Copyfarleft, más allá del copyleft

copyfarleft

¿Son las licencias libres una alternativa viable al tan criticado copyright? ¿El denominado copyleft – permitir la copia y las obras derivadas de un trabajo- es beneficioso por los autores? Tras la publicación de mi texto Diez años de Creative Commons, en el que defendía la utilidad de dichas licencias, surgieron algunas voces críticas. Desde el Twitter oficial de la plataforma Cultura Libre atacaron de lleno a las licencias Creative Commons basándose en un caso concreto: una fotografía del quincenal Diagonal que el El País utilizó (aquí detalles). David García Aristegui, miembro de la plataforma Cultura Libre argumentaba en un texto en La Marea que la licencia usada por Diagonal (CC by-SA: Creative Commons atribución-compartir igual) «está suponiendo en la práctica el facilitar la apropiación del trabajo ajeno sin remunerar, y sin distinguir entre El País, un partido neonazi o un blogger fan de tu trabajo».

Copyleft, ¿liberación o explotación? Vayamos por partes. La licencia usada por Diagonal, la más abierta de Creative Commons, permite «copiar, distribuir y comunicar nuestros contenidos públicamente; citarlos parcialmente y remezclarlo; Hacer un uso comercial». El País, ciertamente, es libre de pagar a un fotógrafo que ya ha sido remunerado por Diagonal. Pero tiene la obligación de publicar la foto con la misma licencia. Forzar que un diario masivo con copyright use un licencia abierta me sigue pareciendo una buena idea. En casos concretos, además, un colectivo o un free lance pueden llegar a imponer agenda. Así ocurrió en Brasil, cuando el colectivo Fora do Eixo, distribuyendo fotografías con Creative Commons de un evento invisible para la prensa, el festival Baixo Centro de São Paulo, consiguió portadas en todos los grandes medios del país en una edición de domingo.

Sin embargo, si los medios masivos usasen los trabajos licenciados con copyleft para ahorrar presupuesto y así no enviar a sus fotógrafos / periodistas / free lances habituales, estaríamos ante un caso de saqueo del ‘procomún’ en beneficio propio. Si el mundo estuviera compuesto por lo que Zygmunt Bauman denomina ‘comunidades éticas’, regidas por compromisos a largo plazo, no existiría este problema. Si la peer-to-peer production de pequeños productores en red que preconiza Michel Bauwens ya gobernase el planeta, tampoco veríamos estos casos. Mientras llega el momento, una posible solución a esta situación sería usar el CopyFarLeft. Dicha licencia fue propuesta hace unos años por el programador de software libre Dmytri Kleiner en su libro The Telekommunist Manifesto. Dmytri, preocupado sobre cómo el mercado obtiene beneficios del procomún, del movimiento open source y al copyleft, dio forma a una licencia abierta con algunas restricciones de mercado. The Telekommunist Manifesto, donde Dmytri adapta el Manifiesto Comunista de Karl Marx a la era de las redes, incluye algunas de las siguientes ideas:

«Para que el copyleft tenga algún potencial revolucionario debe ser Copyfarleft. Debe insistir en que los trabajadores sean dueños de los medios de producción.

Una licencia copyfarleft debe hacer posible que los productores compartan libremente y que conserven el valor del producto de su trabajo. En otras palabras, los trabajadores deben poder hacer dinero al aplicar su propio trabajo a la propiedad mutual, pero debe ser imposible que los dueños de propiedad privada hagan dinero al utilizar trabajo asalariado.

Así, bajo una licencia copyfarleft, una imprenta cooperativa propiedad de los trabajadores debe poder reproducir, distribuir y modificar el stock común como quiera, pero una compañía editorial privada no podría tener libre acceso».

Las licencias basadas en el Copyfarleft, como la Peer Production License, harían imposible que un diario de El País obtuviese lucro de una fotografía de Diagonal por una sencilla razón: los trabajadores no poseen los medios de producción. El País no está orientado al procomún y está basado en la propiedad privada. Sin embargo, el copyfarleft sí permitiría que la fotografía de Diagonal fuese republicada por La Marea (Madrid) o La Diaria (Montevideo). Creo que el copyleft, en muchas ocasiones, puede ser más útil, incidente y relevante que el copyfarleft. Puede hackear medios masivos e imponer agenda. Sin embargo, el copyfarleft puede ser muy eficiente para parar la explotación del procomún por parte de multinacionales y empresas netamente capitalistas. También es una opción interesante para el hardware abierto: tal vez algunas pequeñas firmas tecnológicas se animen a abrir su código sabiendo que las grandes multinacionales no se aprovecharán de su conocimiento.