De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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Glosario abierto para un nuevo milenio

 

 

 

He editado el wiki del Vivero de Iniciativas Ciudadanas. Se trata de un glosario colaborativo que recoge «los nuevos términos que definen los procesos de innovación social y sus transferencias al espacio público». De ‘bottom up design’ a ‘ciudad transmedia’, pasando por ‘comunidad’, ‘conectividad’, ‘espacio público’ o ‘heterotopia’. En mi caso, he añadido ‘adhocracia’. Mis lecturas e investigaciones sobre este término tomaron forma en mi artículo Adhócratas al poder. Ahora incorporo la definición del concepto. Comienza así: «sitema no jerárquico, horizontal, participativo y flexible donde todos los miembros tienen capacidad de tomar decisiones que afecten al conjunto».

El glosario abierto es un proyecto colaborativo entre Vic. Vivero de Iniciativas CiudadanasAMASTÉDiego Soroa de CuanticsLab, con la participación de @platoniq,@jfreire@radarqnetbetahouse@ehtel_baraona, @dpr_barcelona@elvirilay@culturpunk,@rubenmartinez@pacogonzalez@alafuente, Juan Carlos Pacheco, @andreswalliser,@jararocha ,@____thenomad,  @elsatch, @bernardosampa@srosillo@hackity,@placebodelbo 

Reproduzco aquí algunos de los términos que aparecen en el glosario.

Adhocracia, AdhocracySistema no jerárquico, horizontal, participativo y flexible donde todos los miembros tienen capacidad de tomar decisiones que afecten al conjunto. Es una palabra híbrida entre ad-hoc (aquí y ahora) y el sufijo cracia (poder) y suele entenderse como algo antagónico a burocracia. El término se usa en la teoría de gestión de organizaciones. La adhocracia, usada para describir la forma de gobierno de la novela de ciencia ficción Tocando fondo: en el reino mágico (Cory Doctorow), está inspirando nuevas formas de gestión ciudadana y política. Las organizaciones adhocráticas coordinan tareas a través de la adaptación mutua de sus integrantes, la rotatividad de los mismos, de la resiliencia y la colaboración. La multidisciplinariedad e interdisciplinariedad son la esencia de los equipos adhocráticos.

Ciudad Transmedia: La ciudad es un todo generado como un espa­cio-red. Los cambios en las metodologías de intervención cultural ciudadana promueven un espíritu transversal, flexible y abierto derivado de la evolución en la sociedad y la cultura con­temporánea en entornos urbanos transdiscipli­nares. @culturpunk

Emancipación social, social emancipation: Acción que permite a un grupo de personas acceder a un estado deautonomía por cese de la sujeción a alguna autoridad o potestad.

Empoderamiento urbano, urban empowerment: Proceso por el cual las personas aumentan su capacidad en la toma de decisión es de los planteamientos urbanos y el diseño de las ciudades para impulsar cambios positivos de los lugares que habitan.

FLOS(S): siglas para Free Libre Open Source (Software). Movimiento coincidente con aquel de la cultura libre, que incorpora el planteamiento prodecimental arrancado en las comunidades de desarrolladorxs de software libre y practicado en comunidades culturales de cualquier otro tipo que compartan la filosofía de aquellas: compartir el código de funcionamiento del artefacto, así como los resultados de su producción cultural. @jararocha

Masa Crítica, critical mass: Se refiere a cualquier grupo de personas capaz de lograr un cambio social. Las masas críticas carecen de entidades organizadoras, son independientes frente a intereses políticos o económicos.

Prosocialidad: concepto que describe comportamientos que sin motivación de recompensa material, busca favorecer metas sociales objetivamente positivas, partiendo desde el individuo hasta la sociedad en conjunto. La prosocialidad refuerza el fortalecimiento de una identidad creativa y la iniciativa de los individuos que conviven en un mismo lugar.

Red entre iguales, peer to peer (P2P). Relación entre personas provenientes de la red de computadoras en la que todos o algunos aspectos funcionan sin clientes ni servidores fijos, sino una serie de nodos que se comportan como iguales entre sí. Las redes P2P permiten el intercambio directo de información, en cualquier formato, entre los ordenadores interconectados.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

El pasado 2.0 de la América prehispánica

 

La sharing economy (economía de lo compartido) cotiza al alza. El crowd sourcing (externalizar un proceso hacia una multitud que trabaja en red) está en la boca de los gurús. El crowd funding (financiación colectiva) llega pisando fuerte a ámbitos como la cultura. La sociedad P2P (peer-to-peer) de la que hablan los gurús Yochai Benkler o Michel Bauwens más horizontal, participativa y al margen de las retribuciones meramente económicas, ilumina el túnel del tremebundo capitalismo. El commons – el bien común, los bienes colectivos- está en boga. El co-working ya no es tendencia: es realidad. Sin embargo, algunos apenas creen en estas nuevas prácticas / realidades si llegan de la boca de un gurú del Silicon Valley. Y sólo si vienen de la mano de un término en inglés.

Paradoja: algunas palabras del castellano, como procomún (commons), existen desde el primer diccionario de Antonio Nebrija (1494) y la primera referencia escrita data de 1477.  Sorpresa: si estudiamos las prácticas de la América precolombina encontramos que los indígenas ya practicaban el crowd funding, el crowd sourcing o las dinámicas participativas de la era 2.0. La llegada de los pueblos africanos, de una fuerte raíz colectiva, también convirtió a América (principalmente la latina) en un espectacular territorio del procomún (commons territory para quien lo prefiera). La América pre capitalista era chic, cool y 2.0, ¿vale? Y lo sigue siendo. Los indígenas se anticiparon varios siglos a la tan hablada sharing economy. La mega crisis mundial está empujando al capitalismo a una irreversible mutación. Y el poscapitalismo es sorprendentemente parecido a aquel precapitalismo de la América indígena.

Aviso para incrédulos: he preparado un ligero repaso a algunos términos y prácticas colaborativas de los pueblos indígenas de América Latina. Que cada uno lo remezcle como quiera. Que cada uno complete la lista como quiera, porque sin dudas es apenas una aproximación.

Tequio.  El tequio es una forma de trabajo en beneficio del colectivo muy arraigada en la cultura zapoteca. Los integrantes de una comunidad aportan materiales o su fuerza de trabajo para realizar una obra comunitaria. Puede ser una escuela, un pozo, un camino. El individuo no puede ser nunca el beneficiario exclusivo del tequio. Tiene un toque de crowd sourcing, algo de crowd funding y mucho de commons. El tequio todavía funciona en algunos Estados mexicanos. En el Estado de Oaxaca el tequio está protegido por una ley estatal. Existen otros términos para prácticas similares como gozona o el trabajo a ‘mano vuelta’.

Potlatch. Las tribus indigenas del Pacífico de Estados Unidos y Canadá practicaban un ritual de intercambio que, en esencia, es igual al intercambios de archivos peer-to-peer (P2P) de la era digital. El potlatch, usado por los pueblos los HaidaTlingitTsimshianSalishNuu-chah-nulth, y Kwakiutl, es P2P en estado puro. El potlatch no era trueque. Los pueblos distribuían alimentos (sobre todo carne de foca y salmón) y riqueza a otras tribus que no habían tenido un buen año. Un detalle importante: algunos colonizadores europeos se enriquecieron notablemente gracias al potlatch. Igual que los cantantes super estrella que, según estudios, se benefician del intercambio de archivos entre usuarios que algunos se empeñan en llamar piratería.

Guelaquetza. La tradición de guelaguetza del Estado mexicano de Oaxaca sería una mezcla del tequio y de potlach. El vocablo  significa «intercambio recíproco de regalos y servicios». Su práctica se teje alrededor de las relaciones recíprocas que unen a la gente. Es la base de una red de cooperación entre familias y hasta entre pueblos y municipios. La guelaguetza derivo también en una celebración sincrética que tiene lugar en la ciudad de Oaxaca.

Minga. La minga es un término quechua que define un mecanismo ancestral de trabajo colectivo muy común en el norte de Perú y Ecuador. El objetivo común está por encima de cualquier beneficio individual. La colaboración por encima de la competición. Commons economy 100%+crowd sourcing, vaya. No es casualidad que Cultura Senda, que trabaja con la cultura de red, realizase recientemente un seminario en Quito llamado Open Minga. La minga, según el texto de Cultura Senda, «implica el desafío de superar egoísmos, protagonismos, desconfianzas, prejuicios y envidias; males que regularmente acechan al trabajo colectivo y a la movilización social». Además «implica aprender a escuchar y obedecer proponiendo».

Ayni.  El ayni es un término con un significado muy próximo a la minga que define un sistema de trabajo de reciprocidad familiar entre los miembros del ayllu (una comunidad que trabaja con propiedad colectiva). Lo más común es intercambiar trabajos en labores agrícolas, pastoreo, cocina o en la construcción de casas. Esta tradición continúa viva no solo en muchas comunidades campesinas sino también en la población mestiza de Ecuador, Bolivia, Perú y Chile. Cualquier banco de tiempo de intercambio de servicios del movimiento 15M español, por ejemplo, sería en esencia ayni.

Mutirão. Es un término de origen tupí que se usa en Brasil para definir una movilización colectiva basada en una ayuda mutua no remunerada. La definición de mutirão de Wikimedia es bastante redonda: «Es una expresion usada originalmente para el trabajo en el campo en la construcción civil de casas populares en la que todos son beneficiarios y se prestan ayuda con un sistema rotativo y sin jerarquía». Se usa mucho para acciones colectivas no remuneradas como limpieza de parques, calles, escuelas… Para esta práctica de acción comunal existen muchos sinónimos: muxirão, muxirã, muxirom, muquirão, putirão, putirom, putirum, pixurum, ponxirão, punxirão o puxirum.

Córima.  El pueblo mexicano rarámuri, que vive en las montañas de Chihuahua, usan el término ‘córima’ para definir un acto de solidaridad con alguien que lo está pasando mal. No ofrecer córima a alguien que necesita ayuda se considera un incumplimiento a una obligación y una ofensa a la vez. La definición también desfila por «la práctica del bien común». No tiene mucho que ver con caridad, pues los rarámuri están lejos de la moral católica. La maxima autoridad de las decisiones de este pueblo es la comunidad en asamblea, tal como lo es en el movimiento 15M, en Occupy Wall Street y en el mexicano #YoSoy32.

Maloka. La maloca (o maloka en portugués) es una casa comunitaria utilizada por las tribus indígenas de la region amazónica de Colombia y Brasil. En ellas conviven diferentes familias. Comparten lugar de trabajo, como lo hacen los espacios de co-working. La propiedad es colectiva, como en las okupaciones (squatter communities) de Europa. El commons rige el día a día. Por las noche la maloca es un centro de conocimiento. Se cuentan historias, mitos, leyendas. Las tiendas de campaña de la plaza Tahir de El Cairo, de la Puerta del Sol de Madrid o de Zuccotti Park en Nueva York durante Occupy Wall Street podrían ser la versión tecno-malokas digitales de estas casas colectivas de la Amazonia.

Este artículo fue publicado previamente en Yorokobu.es.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

 

La era de los procesos

Imagen: Open Source Way bajo licencia CC.

Alguien debería remezclar aquella frase de John Lennon (¿o era de Eric Clapton?): “La vida es aquello que pasa mientras haces otra cosa”. Puede ser un remix simple, mero maquillaje: la vida es eso que te pasa mientras no logras un objetivo. O mejor: la vida es aquello que te pasa mientras deambulas por un proceso imprevisible. Hagamos una prueba. Mira a la pantalla de tu ordenador. Entiéndela como algo más que un conjunto de plasma y aluminio. Piénsala, por ejemplo, como una suma de borradores, prototipos no usados, distribución, conversaciones, estudios de mercado, reuniones, recomendaciones, mejoras y futuros reciclajes.

Demos un paso más. Marchando una frase lapidaria: los objetos no existen. No te esfuerces en intentarlo: los contornos de las cosas se diluyen. Los objetos son algo más. Una experiencia colectiva en un espacio atemporal y distribuido, por ejemplo. Y solo existen gracias a un proceso compartido.

Ahora, algunos argumentos. En el año 2006, el reverenciado Tim O’ Reilly, dejó claro que la era del 1.0 se caracterizó por los “productos”. La era del 2.0 que inauguraba en aquel texto megacitado estuvo protagonizada por los servicios. Algo de cajón, vaya: no entiendas un site como un producto sino como un servicio web. Y en esta incipiente mutación de Internet 3.0 –esa mezcla de web semántica, territorio interactivo y geolocalización– aterrizamos de lleno en la era de los procesos.

No te esfuerces: nunca llegarás a la versión alfa, definitiva, de nada. El mundo está mejor en beta: en constante prueba, investigación y proceso. Para quien siga pensando que su ordenador es apenas un pedazo de aluminio, aquí van seis argumentos (en beta) sobre la era de los procesos.

1. La informática es un proceso. Desde que Richard Stallman saliese del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) por la rigidez de sus patentes, el mundo de la informática ha dado un giro radical. Stallman, hackeando los principios del copyright, creó la licencia copyleft. Y con ello brindó a programadores y usuarios de todo el mundo la libertad de copiar, distribuir, estudiar, modificar y mejorar el software.

¿Existe mejor ejemplo de proceso que un programa de software libre en constante cambio, mejora y remezcla? El código fuente de un programa es apenas una primera línea de un proceso imprevisible. El éxito del sistema operativo Linux, en constante mejora gracias a una comunidad distribuida de programadores, ha puesto en jaque los productos cerrados de Microsoft. Y el movimiento open source, que libera el código de programación aunque no compartan todos los principios éticos del movimiento del software libre, está poniendo patas arriba el mundo tecnológico.

Abre tu código. Colabora en el proceso. Lo que Stallman no sospechaba es que su ética informática, su copyleft, contaminarían a otros ámbitos como la cultura.

2. La arquitectura es un proceso. Si eres concejal de urbanismo, olvídate de inaugurar plazas con fuentes llenas de patos de mármol falso. Si eres un ciudadano, concéntrate en esta frase: no necesitamos la arquitectura, tenemos Facebook.

Es el título de un polémico artículo del arquitecto holandés Edwin Gardner. En realidad, en boca del propio autor, la frase era una provocación para destacar que “una de las funciones de la arquitectura urbana es crear espacios para el discurso social y muchos discursos sociales han sido habilitados por internet y por las redes sociales”.

El espacio virtual convive con el espacio material. Y el proceso urbanísitico bottom up –de abajo arriba– se ha convertido en el epicentro del nuevo urbanismo. El Campo de Cebada en Madrid, un solar colectivo en Getxo, el proyecto Dreaming Hammar de Noruega (cocinado colaborativamente por Ecosistema Urbano) o una plaza de gestión comunal en Errentería son pruebas líquidas (no cuadra decir sólidas, perdón) de la pujante arquitectura-proceso. El hecho de que algunos arquitectos estén subiendo sus planos a la web con licencia abierta Creative Commons también refuerza el proceso-remix frente a la obra física.

3.La cultura es un proceso. Intenta olvidar la cultura estática y el público pasivo. La cultura como sinónimo de productos físicos (papel, plástico) fue apenas una pesadilla del pasado, vaya. La nueva gestión horizontal de la cultura dinamita todo. Un evento –digamos un concierto o un recital poético– deja de ser algo exclusivamente presencial. Se multiplica gracias a herramientas de streaming y a la vida paralela en redes sociales.

Lo presencial tiene un constante feedback desde diferentes esferas. Y la retransmisión en diferido perpetúa el evento o creación. Aunque quizá sea el cine el ámbito que mejor resuma el paradigma de la cultura como un proceso.

La película española El cosmonauta, que lleva años en un proceso de cofinanciación y cocreación, es cine-proceso en estado puro. Durante tres años han contado con la ayuda de 3.757 productores y 502 inversores (microfinanciadores). Han recaudado casi 500.000 euros colectivamente. Y han incentivado un intenso debate en red durante el rodaje.

El documental de Stéphane Grueso 15M.cc, sobre el movimiento 15M, confirma la senda procesual de la cultura. El cineasta cuelga en un blog, además de en YouTube, las entrevistas íntegras que realiza. Es posible que algunas de las personas que van acompañando el proceso de las entrevistas nunca asistan al producto final. El documental-producto no es tan importante. El proceso compartido sí lo es. Por si fuera poco, las imágenes en bruto estarán disponibles online. Cualquier persona podrá editar su propio documental. Y el proceso tiende a infinito.

4.Los objetos son procesos. No te empeñes: tu pantalla es mucho más que un objeto. Los edificios, como decíamos, no son exclusivamente algo físico. Y tu coche podríamos dejar de considerarlo como un conjunto de piezas y diseño. El caso del Fiar Mio, el modelo que la multinacional italiana codiseñó con los usuarios, confirma la supremacía del proceso sobre el objeto. Y el proyecto Local Motors, en el que se diseñan coches con un crowdsourcing distribuido y abierto, riza el rizo del coche work in progress.

5.El marketing es un proceso. Ya no existen marcas, apenas plataformas sociales. Ya no funciona la publicidad disruptiva (yo te vendo la moto, tú asistes en tu sofá). Ya no sirve hablar de uno mismo en un anuncio cerrado. Si tu estrategia para vender consiste en contratar a un famoso para que, por ejemplo, como chocolate en un anuncio, tal vez deberías pensar en cambiar de profesión.

Si abusas del storytelling (un cineasta conocido hace un clip comercial), tu marca puede estar en peligro. Si has conseguido que la comunidad de consumidores hable de tu marca y cuente historias alrededor de ella, sobrevivirás. Y seguramente te guste la definición (en beta) de commons marketing de Olmo Gálvez: “una estrategia de marketing distribuida en la que las personas, grupos e instituciones conectadas por una idea, la transforman, la distribuyen y la hacen propia en red, partiendo de un ADN previamente generado, en beneficio de la sociedad en general”.

Y seguro que te encanta la campaña ‘Name your plane’ de cocreación que Boeing lanzó para cocinar su modelo Dreamliner. Bienvenidos al avión-proceso: medio millón de personas de 166 países contando historias alrededor de su fabricación.

6. La democracia es un proceso. La democracia 1.0 consistía en un objeto: un parlamento físico ocupado por personas fijas que se regía por normas casi inalterables. La democracia objeto, estática durante cuatro años (o más, dependiendo del país), rompe el verticalismo en un día de participación (elecciones). Pero el código fuente es propietario: nadie lo puede modificar.

La democracia 2.0 es un servicio de un grupo de profesionales o de un país a un conjunto de ciudadanos. Está basada en el diálogo y en la participación. Las consultas son constantes. Hum. Cierto: la democracia, con excasísimas excepciones, sigue siendo un objeto 1.0. Un objeto monolítico, vertical, de contornos fijos y software propietario. Sin embargo, ciertos mecanismos de innovación social puestos en marcha por el movimiento 15M o por Occupy Wall Street, adelantan una democracia 3.0 en red, distribuida y en real time. Durante la explosión del 15M se destacó hasta la saciedad la importancia del proceso, de la convivencia, de buscar soluciones colectivamente en las diferentes asambleas.

Algunos prototipos de participación política como el Twittómetro (que permitía votar vía Twitter las decisiones de la asamblea de la Puerta del Sol) o el proyecto Demo 4.0(que permitiría la votación ciudadana de cada ley a costa de restar sillas de diputados) iluminan el futuro cercano de la democracia-proceso. La deliberación, la cocreación de soluciones, el outsourcing legislativo, acabarán cogiendo el testigo de la democracia objeto. El proceso ya ha comenzado.

Este texto fue publicado en el número de verano de la revista Yorokobu.

Adhócratas al poder

 

Este texto mío aparece en el número de junio de la revista Yorokobu. Las ilustraciones son de Velckro (muy recomendable sus trabajos).

Cory Doctorow, un aclamado escritor de ciencia ficción y activista digital, imaginó un mundo sin burócratas en su primera novela, Tocando Fondo: en el reino mágico, en 2003. En el futuro utópico del libro, los fans gobiernan Disney World y la reputación social es la divisa más valiosa. El mayor interés de los políticos es desarrollar proyectos participativos de cultura popular. Los burócratas, simple y llanamente, no existen. El mundo, gobernando por un equipo flexible, rotativo y multidisciplinar, se aleja de los pasados distópicos y de las democracias imperfectas del siglo XX. Doctorow bautizó su sistema ideal de gobierno como adhocracia.

En realidad, Cory Doctorow no estaba inventando nada. El concepto de adhocracia fue creado en 1964 por los pensadores Warren G. Bennis y Philip E. Slater para intentar describir un nuevo modelo de organización flexible, intuitiva e innovadora. Incluso ya había existido durante la Segunda Guerra Mundial un prototipo de organización del futuro concepto de adhocracia: los equipos ad hoc (aquí y ahora) que los ejércitos montaban y disolvían después de terminar una misión específica y transitoria. Pero fue durante el poshippismo de los años setenta cuando el concepto de adhocracia maduró gracias a pensadores como Henry Mintzberg o Alvin Toffler. Ambos desconfiaban del mundo vertical. De las soluciones cuadradas. De los expertos endogámicos. Del farragoso aparato de las organizaciones grandes. De los gobiernos. De las burocracias. Y por eso se esforzaron en crear un imaginario de adhocracia, un cuerpo teórico de organización flexible, multidisciplinar y dinámica.

El futuro imaginado por Cory Doctorow ya ha llegado. Es presente. La crisis económica mundial y la popularización de internet están dinamitando un modelo enroscado en los viejos paradigmas. Estamos aterrizando de lleno en la era de las organizaciones de poder (cracia) ad hoc (aquí y ahora). Organizaciones post it. Grupos pop up de acción. Organizaciones netamente adhocráticas. Pero con un matiz de inteligencia colectiva, colaboración, crowd sourcing  y descentralización no previstas por los teóricos setenteros.

Ejemplos no faltan. Una legión de traductores generan subtítulos de series, películas y documentales con total eficiencia. Cualquier foro ciudadano –forocoches.com,burbuja.info…– sustituye al más selecto de los clubs de expertos. El proyecto de carriles bici de una ciudad lo diseñan colaborativamente sus ciudadanos (como el caso de Madrid y MediaLab Prado). La educación se abre en proyectos transversales, como Edumeet o el Open Source Creation, que Edgar Barroso sugiere desde la Universidad de Harvard. Las soluciones urbanísticas se cocinan en conjunto entre geeks, vecinos, urbanistas, diseñadores y/o artistas (como hace el aclamado estudio Ecosistema Urbano o el belga Lateral Thinking Factory).

Paradójicamente, España, el país del ‘vuelva usted mañana’, el país en el que los niños soñaban con ser funcionarios, es una potencia adhócrata. El ámbito del urbanismo es, quizá, el más evidente. En España surgieron prestigiosos colectivos multidisciplinares que trabajan siempre en equipo y que, incluso, se niegan a hablar a título individual, como ZuloarkPaisaje Transversal o Todo por la Praxis. Este enjambre de sociólogos, economistas, arquitectos, artistas, informáticos y adhócratas inclasificable sustituyó el grito del Do it Your Self (DIY) por el DIWO (Do it with others). La competición por la colaboración. Y la espiral parece no haber más que empezado.

En el País Vasco opera una de las empresas que mejor encarna los ideales difusos de la adhocracia: Conexiones improbables. Esta empresa bilbaína incorpora siempre a un artista en sus procesos de consultoría. Conexiones Improbables trabaja, en sus propias palabras, en “proyectos de investigación colaborativa y cocreación”. Vale la pena detenerse en su declaración de intenciones: “[Conexiones Improbables] se basa en los paradigmas de la innovación abierta y en los principios de la intersección entre ámbitos, disciplinas y personas diversas. Así, pone en relación artes, pensamiento, ciencia, empresa y gobernanza en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas”.

¿Qué conexión improbable necesita una organización para dejar de ser burocrática? ¿Encajan los nuevos modelos de organización surgidos en un mundo altamente digitalizado con las definiciones clásicas de adhocracia? ¿Qué organigrama tendría una adhocracia perfecta? Henry Jenkins, en su ya clásico libro Convergencia cultural (2006), calificaba la adhocracia de la siguiente manera: “Se caracteriza por la falta de jerarquía. Cada persona se enfrenta a un problema basado en sus propios conocimientos y habilidades, y el liderato cambia según va evolucionando el proyecto. Es una cultura que convierte el conocimiento en acción”. Lo estático, en palabras de Jenkins, pasa a ser una constante “tensión dinámica”.

¿Será que la adhocracia, en el nuevo milenio, no es exactamente una organización y sí una hoja de ruta? ¿Un estado de ánimo poroso que impregna todo? ¿Una nueva receta de conocimientos remezclados? ¿Un nuevo marco de convivencia de disciplinas? Marco Lampugnani, del estudio de arquitectura italiano Snarkive, describiendo su forma de trabajo en un proyecto de la localidad italiana de Aulleta, brinda algunas pistas: “Reconocemos la imposibilidad de tener proyectos complejos; abrazamos las competencias no ortodoxas y la participación de la sociedad mas allá de la simple comunicación”.

Los proyectos dejan de ser algo cerrado, definitivo, en alfa. Todo pasa a un eterno “estado en beta” (inestable, inacabado), como suele afirmar Ethel Baraona, fundadora del estudio DPR-Barcelona. Curiosamente, Ethel es una de las comisarias asociadas de la Istanbul Design Bienal, que se celebrará en octubre, y tiene como eje la adhocracia. “Bienvenidos a la era de la adhocracia –escribe el comisario Joseph Grima–. La adhocracia atraviesa las convenciones y dinamiza estructuras para capturar oportunidades, autoorganizaciones, y desarrolla inesperadas metodologías de producción”. La adhocracia, continúa Joseph, “habita lo horizontal, el reino rizomático de las redes en el que la innovación –inventiva, subversiva, antidogmática, espontánea– puede venir de cualquier lugar”.

La adhocracia, en el nuevo milenio, prima las conexiones por encima de los objetos, personas o productos. El vínculo, los hilos, es más importante que la existencia física de los elementos aislados. La adhocracia podría ser un remake de la teoría subatómica, que considera las partículas algo inestable, mero movimiento, apenas una probabilidades de ser. Nadie sabrá nunca dónde se encuentra una partícula subatómica: apenas tendrá una aproximada probabilidad de estar en alguna parte. Por eso, las partículas apenas pueden ser entendidas incorporadas en un sistema interconectado. La relación entre las partículas es la única razón de ser de un átomo (y de un equipo adhócrata).

El belga Michel Bauwens, máximo responsable de la Foundation for P2P Alternatives, suele afirmar que movimientos como Occupy Wall Street o el 15M son los prototipos de organizaciones del futuro, modelos de una adhocracia perfecta. Bauwens elogia con entusiasmo, por ejemplo, el Street Vendor Project que Occupy Wall Street puso en marcha en las calles de Nueva York. El movimiento resolvió un problema de una forma colectiva. Los restaurantes colindantes a Zuccotti Park se estaban arruinando porque el movimiento Occupy recibía muchas donaciones de comida. A través de un Wiki, Occupy resolvió el gasto de una parte de las donaciones en dichos establecimientos.

¿Ha cambiado mucho la definición de adhocracia desde aquella primera intuición de Bennis y Slater? ¿Será que la ciencia ficción de Cory Doctorow se ha quedado anticuada en apenas una década? La adhocracia en la era digital se disfraza de la inteligencia colectiva preconizada por Pierre Levy. Camina de la mano del espíritu colectivo de la Wikipedia. Coquetea con esa nueva ilustración abierta cocinada por amateurs de la que habla el sociólogo Antonio Lafuente. Se difumina en la sociedad P2P de intercambio y colaboración vislumbrados por Yochai Benckler. Y su definición-acción muta hacia nuevos territorios oblicuos en los que el paradigma del experto Peter Walsh se funde con la horizontalidad de las redes. El colectivo Paisaje Transversal, por ejemplo, relaciona la adhocracia con un sueño de “una plataforma abierta y transdisciplinar, es decir, una infraestructura que sirva para propulsar proyectos”.

Volvamos a un detalle del utópico mundo adhócrata de Cory Doctorow. Profundicemos en su divisa oficial, el whuffie: una moneda efímera, social y, prácticamente, intangible. El whuffie es algo así como la reputación social de cada persona. Algo parecido a la puntuación en sitios eBay (subastas) o del couch surfing (comunidades de viajeros).

Traduciendo: como si el karma de agregadores de noticias, como Menéame o Barrapunto, tuviesen un valor monetario. La reputación funciona como una divisa. El vínculo entre partículas genera reputación. Y la red conectada de la adhocracia, aparte de solucionar problemas colectivos, genera un sistema sostenible donde ya no hay lugar para la soledad subatómica de las partículas.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

Nolotiro.org, te lo regalo sin condiciones


«No lo tiro, te lo regalo (sin condiciones)». Así de sencilla es la filosofía de Nolotiro.org, un sitio web en el que cualquier persona puede regalar y buscar objetos. De muebles a bicicletas, pasando por ordenadores, lámparas, campas, juguetes, cunas o teléfonos móviles. Creado por @Jipipayo y mantenido y coordinado por  Alabs, una asociación que incentiva proyectos de acción social con software libre, Nolotiro.org es un verdadero grito anti consumista y pro colectivo. «Calculamos entre 6.000 y 10.000 objetos que cada mes evitamos que vayan a la basura», asegura Daniel Vázquez, uno de los miembros de Alabs.

Nolotiro.org es un claro ejemplo de cómo la sociedad red funciona desde la lógica de lo compartido. Y una prueba palpable de que cómo un sitio web puede transformarse en una verdadera plataforma de comunidades autogestionadas. Cualquier usuario puede relacionarse con otros usuario. El intercambio es el primer paso de una interacción real. Tal vez, la semilla de una comunidad hiperlocal que puede cambiar el mundo con pequeños gestos cotidianos.  «Nolotiro es una delicia, más de 1.100.000 páginas servidas y 45.000 usuarios únicos al mes», matiza Daniel Vázquez.

Los proyectos de Alabs son un gran faro inspirador en la nueva era de la Sociedad P2P en la que los ciudadanos se relacionan sin intermediarios. Mientras el sistema financiero colapsa y la industria empieza a replantearse la obsolescencia programada (¿para qué fabricar objetos que se rompan?), la sociedad civil da un paso al frente. Otros proyectos de Alabs como Oiga.me (una plataforma activista) o Liberateca (una página comunitaria y autogestionada sobre literatura) muestran que hay vida a la salida del túnel del neoliberalismo especulativo y de los viejos paradigmas.

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Diseño abierto, innovación abierta

«El diseño gráfico intenta que las personas compren cosas que no necesitan con dinero que no tienen para impresionar a personas a las que no le importa». El diseñador austro-americano Victor Papanek escribió esta frase polémica en el libro Edugrafologia, en 1975. Y automaticamente comenzó a ser reverenciado y odiado a partes iguales. Bestia negra para unos, gurú mega cool para otros. Pero en estos últimos años tan convulsamente dulces, el mundo está reconociendo la influencia y visión de Victor Papanek. Sus libros Diseño para un mundo real: Ecología Humana y Cambio social (1971) y Muebles nómadas (1973), anticiparon conceptos como open design,  participación, innovación abierta, vínculos transversales, incubación, colisión creativa… El vídeo reciente Where good ideas come from,  producido por los catacraks de RSA Animate para ilustrar un libro de Steve Johnson, es Papanek 100% (ver el vídeo que abre esta entrada). John Thackara, uno de los eco-diseñadores más reconocidos, aplica ideas de Papanek constantemente. ¿Apropiación, remix o inspiración? Lo mismo da. La sombra de Papanek es rizomática y alargada, decíamos.  La consultora vasca Conexiones Improbables tiene una receta I+D propria que mezcla economistas, urbanistas, pensadores y artistas.

Victor Papanek, de alguna forma, intuyó algunas de las tendencias más importantes de los últimos años:  el crowd funding, la sociedad  peer-to-peer (P2P), la transparencia de los procesos, el procomún, el wikimundo, las redes sociales. Por todo esto, como homenaje particular, rescato  algunas ideas de Crack Papanek. Social Design remix aplicado a cualquier variable. No te cortes. Fagocita a Papanek, remezcla. Agita el cóctel. Y aplícalo a innovar en tu sector.

-Las escuelas enseñan a pensar analiticamente, tolerando que la creatividad ocurra solamente dentro de las rígidas fronteras institucionales.

-El diseño debe permitir que las personas participen directamente en todas las fases. Los equipos deben estar compuestos por productores multidisciplinares y usuarios.

-Deben ser creadas nuevas alianzas de diseñadores, productores y usuarios; nuevas alianzas de productores y usuarios; nuevas alianzas de usuarios de productos reciclados.

-La tecnología ofrecerá herramientas ilimitadas para que la participación deje de ser un mito.