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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

Archivo de noviembre, 2013

Muere ‘el gurú’ de los guionistas

Algo imprescindible en la estantería de cualquier joven que aspire a escribir un buen guión: alguno de los libros de Syd Field, el prestigioso profesor de escritura de guiones cinematográficos que, en teoría, resolverá a través de sus páginas nuestra falta total de talento.

Syd Field

Nacido en 1935 y fallecido ayer domingo, Field se hizo famoso gracias a Screenplay, publicado en 1979 y recomendado por decenas de profesores de escritura cinematográfica. El libro, la verdad, se limitaba a apostar desvergonzadamente por el mainstream y pretendía reinventar cosas que ya comentaba 500 años antes Shakespeare («déjate de experimentos y escribe algo con planteamiento, nudo y desenlace, chaval»), pero funcionó.

De haber seguido sus consejos, gente como Tarantino o Paul Thomas Anderson no habría hecho nunca carrera, pero la fórmula le fue rentable y, durante las siguientes tres décadas, Field explotó el filón con obras como El manual del guionista o Cómo mejorar un guión. Ojo: sus clases en directo debían ser buenas, porque exalumnos como Judd Apatow o Frank Darabont se han apresurado a transmitir su pésame y recordar la enorme influencia que les supuso, pero francamente no creo que sus libros le hayan supuesto demasiada ayuda a nadie (salvo a las editoriales que los vendían y a sus herederos, que van a recibir una buena herencia)

Ahora, como siempre, vendrá alguien insultándome por mi total falta de respeto hacia un muerto. Vaya por delante: respeto mucho a los muertos. No en vano, me caen mucho mejor que la mayor parte de los vivos que me rodean. Y, desde luego, admiro muchísimo a Field: alguien que no escribió el guión de una sola película pero que vendió millones de libros sobre cómo hacerlo se merece toda mi admiración. Descanse en paz.

Mi noche con Charlize Theron

Fue por el estreno de Blancanieves y la leyenda del cazador, la obra maestra que me sirvió para entrevistar a Charlize Theron.

Fue uno de esos momentos que todo periodista cinematográfico espera que alguna vez llegue. Un momento que sólo pasa en las películas de indeseables como Hugh Grant o Sandra Bullock: tú eres el/la periodista, te toca entrevistar a una belleza del cine y, por una conjunción de astros inexplicable (los milagros ocurren, piensa en lo de Rajoy), la estrella se encapricha de ti.

Charlize Theron

No sé muy bien que la pregunté, pero sí que no balbuceé demasiado. No era fácil: rubísima, altísima y bellísima, Theron iba con un vestido rojo escotado y yo me había pasado durmiendo la mitad de la proyección, por lo que apenas sabía de qué hablar. Improvisé y, recordando de qué iba la película, le pregunté si le gustaban más las manzanas reineta o las golden: Theron se dio cuenta de que era el primer periodista heterosexual que la entrevistaba en Madrid y, milagro, propuso a los responsables locales de prensa que me llevaran a la cena de esa noche.

¿Que si fui? Aunque me hubieran servido troceado como aperitivo habría ido, así que fui. Charlize debía estar afectada por el jetlag o por las tonterías que tuvo que hacer en El Hormiguero, porque no sólo se acordó de mí sino que hasta pidió al camarero que me sentara a su lado. El hombre así lo hizo antes de servirnos el plato típico del lugar: unos huevos estrellados con jamón.

Crecidísimo por el vino y los huevos, me lancé a explicarle a Charlize que el jamón ibérico estaba hecho realmente de ardilla, y que cada loncha era un trozo de animal al que habían despellejado con vida.

Como buena sudafricana Theron se declaró muy aficionada a los chistes sobre despellejamientos, y celebró con efusividad la broma.

Después de eso vinieron más bromas, más vinos y, como suele pasar, las confesiones. Yo confesé que no había visto Monster, pero que sin ninguna duda su Oscar me parecía súper merecido.

Ella me habló de Jackson, el pequeño bebé negro al que hacía poco había adoptado. Me dijo que le había cambiado la vida, que el niño era huérfano porque un doberman de la policía había matado a sus padres y que, cada vez que lloraba por la noche, ella cruzaba corriendo su mansión para cogerle en brazos y meterle con ella en la cama.

Yo lamenté que a mis padres nunca les hubiera mordido ni un caniche para que ella pudiera hacer lo mismo conmigo.

Sería por eso, o por cualquier otra cosa, que el asunto quedó ahí. La acompañé al taxi e incluso al Hotel Villamagna, donde se alojaba. Nos despedimos en la puerta de su habitación y quedamos en volver a vernos cuando estrenaran la secuela. Aproveché, de paso, para mandarle muchos besos para Nelson Mandela.

Fuera por la emoción del momento o, más probablemente, por la electricidad estática acumulada en la moqueta del Villamagna, lo último que recuerdo fue el enorme calambrazo que me sacudió la entrepierna nada más llamar al ascensor. Sí, al mismo ascensor que me mandaba a la recepción del hotel o mejor dicho, a la cruda realidad.

Hitler y ‘los dibujitos’

En lo más profundo de la guarida es donde la bestia esconde sus más preciados e inesperados tesoros. Tras los cadáveres, la putrefacción y la avaricia, hasta un ser tan delirante y monstruoso como Hitler compartía pasiones con el niño más angelical: le gustaba el cine, las películas repletas de efectos especiales y, sobre todo, las de animación.

Donald lee 'Mein Kampf', de HitlerLa leyenda cuenta que, cada noche, Hitler se sentaba en una sala privada con Eva Braun para ver una película. ¿Cuál? Por supuesto, le gustaba cualquiera que criticara a sus grandes enemigos (como la película nazi El judío) o de temática militar. También, es sabido, le temblaba el bigote de emoción con el cine de Leni Riefenstahl, que además de dueña de un enorme talento (demostrado en las magistrales El triunfo de la voluntad y Olimpia) también tenía sobrados atributos físicos con los que engatusar a los gerifaltes del III Reich. 

De lo que no se habla tanto, en cambio, era de lo mucho que le gustaba al Führer King Kong, estrenada el mismo año en el que él ascendió al poder y en la que, tal vez, se veía reflejado de algún modo. Tarzán, en cambio, le pareció «mala» (a Stalin sin embargo le encantaba), y se declaraba admirador del mensaje de abnegación y sacrificio de Capitanes intrépidos.

Pero, después de invadir países y aniquilar a personas, la gran pasión de Hitler eran los dibujos animados, y más en concreto los creados por Walt Disney. Mientras se dedicaban a planear la gran película de terror del s.XX, él y Goebbels se reunían para ver con cierta frecuencia un título que les fascinaba: Blancanieves y los siete enanitos. Es más: hasta parecen existir dibujos hechos con acuarela de esos mismos enanitos y firmados por un tal «A. Hitler» que bien podría haber sido el alemán. ¿Es posible, no?

Curioso: en las navidades de 1937, más en concreto en una entrada fechada el 22 de diciembre, Goebbels escribió en su diario: «Le he entregado al Fuhrer 18 películas de Mickey Mouse como regalo de Navidad y está muy excitado, es muy feliz con su tesoro».

Así fue esas navidades Hitler: feliz como un niño con sus peliculitas de Mickey. Las andanzas del adorable roedor fueron la curiosa forma que tuvo Hitler, en más de una ocasión, de escapar de su demencial existencia.

PD: Un libro, Mickey Mouse, Hitler and Nazi: How Disney’s Characters Conquered the Third Reich, explora en profundidad esta disparatada anécdota histórica. Ni lo he leído ni lo tengo ni lo encuentro, pero tiene una pinta excelente: si alguien quiere enviármelo, estaré encantado de recibirlo e incluso estoy dispuesto a intercambiarlo por el CD Las rancheras de Bertín Osborne.

Pelé, ¿’O Rei’ del cine?

Tres de las siete personas que leen este blog no saben nada de fútbol, así que empezaré explicando quién era Pelé: uno de los mejores futbolistas, quizá el mejor, de todos los tiempos. Nadie le ha visto jugar porque todos éramos muy pequeños o ni habíamos nacido, pero eso dice Alfredo Relaño y en los vídeos parece, en efecto, de otro planeta. Era como Jordan jugando al baloncesto o José Luis Moreno al frente de un programa de variedades: imbatible.

Sylvester Stallone y Pelé.

Pero, como ellos, Pelé no tenía aún su película. Protagonizó como actor Evasión o victoria, la mejor película de fútbol que jamás he visto (y la única que he visto), pero no ha tenido hasta ahora eso que llaman biopic. Y se lo merece más que nadie: era negro, pobre y brasileño, pero con 17 años se plantó en Suecia’58 y revolucionó un deporte.

La película se está rodando, ha salido una foto y la cosa, al menos para los que sí somos futboleros, tiene morbo. Da igual quién la dirija o quién haga de padre de Pelé, que por cierto será Seu Jorge: la cosa es ver qué cuenta de esta leyenda, comprobar si por fin una película sobre fútbol vale la pena y, claro, desvelar por qué Pelé ha terminado haciendo anuncios de Viagra.

Considerando que el estreno coincidirá con el Mundial de Fútbol de Brasil 2014, la cosa huele a maniobra comercial, pero no perdamos la fe. También parecía que España nunca pasaría de unos cuartos de final  y ahora fíjate: campeones de todo y con el país mejor que nunca. El fúrgol, que es lo que tiene.

Han… Solo a cambio de Indiana Jones

Se avecinan días de secuelas. De secuelas de secuelas. E, incluso, de secuelas de precuelas, que vendrían a ser la película original a ver si nos la cuelan y pagamos otra vez. Se avecina el retorno de esperadísimas sagas pero, de entre todas, la más esperada debe ser la de Star Wars.

Harrison FordSí, George Lucas vendió la franquicia (no quedaba ya nada más que vender) y J.J. Abrams se hará cargo del asunto. Pero Lucas no puede estarse tranquilo y según parece él es la clave de que se haga realidad uno de los grandes alicientes del Episodio VII: reunir a Harrison Ford, Mark Hamill y Carrie Fisher para encarnar a los avejentados y originales Han Solo, Luke Skywalker y Leia Organa.

Hamill y Fisher están encantados con la idea, y los colegas que les han ido dejando dinero estos años también, porque la cosa promete dar mucha pasta. Pero Ford no está muy convencido: que si el chaleco con camisa ya no se lleva, que si exige que Calista Flockhart haga de Jar Jar Binks… En fin, cosas de estrellas.

Y es aquí donde aparece Lucas: ha prometido a Ford que, de volver a subirse al Halcón Milenario (pendiente de pasar la ITV), él pone en marcha otra entrega de Indiana Jones. ¿Es necesario? ¿No teníamos suficiente? ¿Por qué a tanta gente no le gusta el ajo? Definitivamente: no, no hacía falta otro Indiana Jones. Pero a Ford, como le pasa a tantos otros (véase el caso de Nacho Vidal), le apetece volver a sacar a pasear el látigo.

En resumen: que si quieres un Han Solo entrañable y abuelete tendrás que comerte otras dos horas y media del decrépito arqueólogo. ¿Te apetece lo primero? ¿Te horripila lo segundo? ¿Alguien puede echarme una mano (incluido Harrison Ford, que para eso es carpintero) para montar esta tarde una estanteria de Ikea?

Clara Lago: «No es normal pagar nueve euros por el cine»

Algo tendrá Clara Lago para que, en los últimos meses, la hayamos visto en decenas de revistas y en diversas campañas de publicidad. ¿Algo? Sí: es guapa. Charlatana. Y, sobre todo, se lo «curra» como actriz. Porque en los últimos meses ha estrenado Tengo ganas de ti, Fin o, este viernes, ¿Quién mató a Bambi?, en la que también trabajan Quim Gutiérrez (otro de los actores del momento) y Ernesto Alterio.

Clara Lago

«¿Chica de moda?», responde algo ofendida cuando se le comenta lo mucho que la vemos últimamente. «No me gusta escuchar eso de chica de moda… ¡Suena a algo muy pasajero, a que estás ahí un tiempito y luego se olvidan de ti! Llevo muchos años trabajando en esto, y desde que pisé un plató por primera vez me convencí de que no me iban a sacar de aquí».

No hay intención «de sacarla», porque no para ni en lo profesional ni en lo personal. Acaba de volver a Madrid tras vivir un tiempo en Barcelona, donde debutó en el teatro. Estuvo unos meses en Alemania, haciendo otra película. Rodó Ocho apellidos vascos, pendiente de estreno. Y ahora ensayará, para el teatro, La venus de las pieles.

¿Y las revistas y los anuncios? «Siempre te viene bien que se te vea… Pero, sobre todo, sirve cuando tiene un sentido y tienes algo de qué hablar. No soporto a la gente que no para de salir en los medios y siempre cuenta lo mismo». En su caso, podría contar cuando apareció por primera vez en Manos a la obra o, sobre todo, qué pasó cuando se empezó a hablar de ella por El viaje de Carol. «Recuerdo esos rodajes… Era una cría, pero no quería volver a casa. Quería quedarme a vivir allí. ¡Ya amaba este trabajo!»

Y el trabajo se lo ha devuelto. ¿Su secreto? Trabajar y, sobre todo, «cuidar» su carrera. «Mis padres y mi representante siempre me han apoyado, obligado a estudiar y recordado que ésta es una carrera de fondo. Está claro que al principio hay que decir que sí a casi todo, pero luego tienes que rechazar cosas. No es una cuestión de dinero, del guión… Es que te haga ilusión. Que te apetezca currar en ese proyecto. Porque si no te desgastas, porque esto también quema mucho».

Y volviendo a Quién mató a Bambi… ¿Qué hace falta para que se convierta en un éxito? ¿Qué necesita el espectador español para que vuelva a llenar las salas? «No tengo toda la información, pero lo de la Fiesta del Cine da una pista porque fue muy bestia con esas colas… ¿Mi conclusión? Que el precio del cine no está donde tiene que estar. Ojo: es una industria que no se sostendría cobrando cada entrada a dos euros, pero tampoco es normal tener que pagar nueve por ver una película».

Considera que el 21% del IVA a la cultura «es demencial, una vergüenza», y aunque no se atreve a decir que el Gobierno quiera boicotear al cine sí asegura que, desde el No a la guerra, «nos tienen marcados con una crucecita y en la lista negra». En todo caso, «pasa lo mismo, o peor, con la educación, con la sanidad… Es como una broma de mal gusto. ¿Dónde han puesto la cámara oculta?»

Para acabar, ¿Quién mató a Bambi? ¿Por qué pagar nueve euros, o dos, o los que sean, por verla? «Porque te vas a reír seguro. Porque es una comedia macarra, negra. Y porque no se hizo con ese propósito, pero tiene una parte de reflejo social que, además, la hace perfecta para estos tiempos».

Ana Botella y Robocop

Déjate de armas, Robocop, y en lugar de ese pistolón agarra una escoba y ponte a barrer Madrid. Eso podríamos decirle al protagonista de la nueva versión del éxito ochentero, cuyo cartel definitivo ha sido presentado estos días y en el que es imposible no reconocer los rascacielos del Paseo de la Castellana.

Cartel del nuevo 'Robocop'

 

Alargados, acristalados, futuristas, imponentes… Parece que Robocop va a cruzar la calle para coger el autobús en Plaza Castilla. Por supuesto, el argumento de la película dirigida por Jose Padilha (autor de Tropa de élite) no discurre en Chamartín ni el madero híbrido va a detener a nadie en Lavapiés, pero no puede ser casualidad que los edificios de ese Detroit futurista se parezcan tanto a los que ahora ocupan la antigua Ciudad Deportiva.

No hay confirmación oficial de que los autores del cartel (que se usará a nivel mundial) se hayan inspirado en los rascacielos de Madrid. La distribuidora de la película dice no saber nada del asunto, aunque reconoce haber preguntado ya a la central en EE UU por el tema. Y, eso parece seguro, Ana Botella no tiene nada que ver.

Así que Robocop no se tomará un relaxing café con leche ni tendrá que amenazar a los miembros del COI para que le concedan a la ciudad unos Juegos Olímpicos: seguirá donde tiene que estar, en un futuro y arruinado Detroit. ¿Y Madrid? Pues eso: ni siquiera podrá presumir de haber enrolado en sus filas a Robocop.

Por sus calles-estercolero, en lugar de este deslumbrante engendro-metálico-policial, apenas patrullarán las ratas y el mucho más apropiado Torrente.

PD: Otra cosa, para que vean que también hablamos de cine: la película se estrenará en España el 7 de febrero de 2014. Seguiremos informando.

 

El cine, en ‘Estado crítico’

Es como lo de los incendios en verano o el penúltimo puesto en Eurovision: en España hay cosas que no cambiarán jamás, y una es la de que el cine está en crisis. O son las películas españolas, que dice la gente que son muy malas, o que no se vende una entrada, porque está todo muy caro, pero en España parece que el cine nunca ha ido demasiado bien.

Oscar para 'Volver a empezar'Pero lo de ahora es peor. Porque el cine sobrevivió a Marisol, Tobi o Parchís, a Garci recogiendo un Oscar vestido de primera comunión y a enemigos como el videoclub o las Mama Chicho, pero nunca llegó a la situación actual. Es como lo del rinoceronte blanco: el cine lleva años extinguiéndose, pero parece que lo de ahora va en serio. La piratería, los precios, la última de AlmodóvarNo es que el cine se muera en España: es que la gente lo quiere, casi, asesinar.

Y es grave porque, no nos engañemos, somos un país muy peliculero. Ya sólo entramos en los cines en los que ponen Zara o HyM, pero nos siguen haciendo luz de gas y estamos a punto de morir con las botas puestas. Seguimos fantaseando con a quién dedicaremos nuestro Oscar. Y todos escondemos en nuestro interior a un crítico, lo que no es demasiado difícil porque suelen ser muy bajitos.

Scarlett JohanssonEs así: como la halitosis, la caspa o Marujita Díaz, el cine ha existido siempre y así seguirá sucediendo. Así que resignación y entereza, hermanos: habrá que encontrarle su lado positivo y tratar de disfrutar. Ya saben: ver películas en las que salgan Scarlett Johansson o Michael Fassbender desnudos, escuchar de vez en cuando la voz de Gracita Morales, comentar lo nuevo de nuestro director favorito aunque esté en peor forma que Casillas…

Lo que sea: metámosnos en la sala y, ya de paso, en este fregado espantoso, y acometamos el enésimo blog de cine. ¿La diferencia? Que aquí no engañamos a nadie: Casillas, Almodóvar, el cine y hasta Gracita Morales están en una profunda crisis, la misma que atravieso yo y, probablemente, tú. Así que no os preocupéis: pase lo que pase aquí dentro, ya sólo nos quedará mejorar.