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Experiencias únicas (‘El sacrificio de un ciervo sagrado’, 2017)

En pantalla

El sacrificio de un ciervo sagrado

( ©Diamond Films )

El cine del griego Yorgos Lanthimos es de los que divide, al público (minoritario) y a la crítica. Los hay que encuentran su ritmo demasiado lento e irregular, sus historias y personajes demasiado herméticos y crípticos. Ni en los cinéfilos más sesudos acaba de encontrar el consenso que sí cuentan otros autores. Por mi parte, y entregándome a la simplicidad numérica, de sus seis largometrajes (los dos primeros no estrenados entre nosotros) tres me parecen absolutas obras maestras: Canino (Kynodontas/Dogtooth, 2009), Langosta (The Lobster, 2015) o El sacrificio de un ciervo sagrado (The Killing of a Sacred Deer, 2017), recién llegada a nuestras pantallas. Hieráticas y crispantes, horrores cotidianos bañados en humor negrísimo y absurdo, diálogos pronunciados casi de manera robótica. Son propuestas desconcertantes cargadas de simbolismos y abiertas a múltiples sugerencias e interpretaciones Debo admitirlo. Me he convertido en un incondicional de Lanthimos.

Su nueva obra es, en la superficie, el relato de un cirujano cardíaco (Colin Farrell) que vive en una bonita casa junto a su modélica esposa (Nicole Kidman) y sus dos hijos, chico y chica, cuya vida y familia se verá amenazada a causa de la amistad que le une con un adolescente de dieciséis años (Barry Keoghan). El joven siente cierta admiración por él, pero también le considera culpable de un hecho vinculado con su padre, por ello le lanzará una maldición que se irá cumpliendo escrupulosamente y que no podrá romperse a menos que el cirujano ejecute un acto extremo de sacrificio, el que alude el título original. Una referencia a Ifigenia, personaje de la mitología griega que fue reclamado como sacrificio a su padre, Agamenón, por haber matado un ciervo sagrado de la diosa Artemisa. El estilo, la puesta en escena, las maneras y conexiones temáticas y metafóricas ha suscitado comparaciones con el cine de Passolini (en Teorema, la presencia de un adolescente también pondrá patas arriba a toda una familia), de Kubrick (por la composición simétrica y fría de sus imágenes), de Michael Haneke (por su atmósfera malsana y perturbadora, retratando el mal) o de Buñuel (especialmente con El ángel exterminador, con unos personajes atrapados en una situación absurda).

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