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Las películas que más me han llamado la atención tras su paso por Cannes 2016

Cannes 2016 poster

( ©Cannes )

La edición número 69 del Festival de Cannes ya tiene Palma de Oro. El codiciado galardón, seguramente el más prestigioso entre el cine de autor, ha ido a parar, de nuevo, a manos del británico Ken Loach y su película I, Daniel Blake.

En cuanto al palmarés, ha sido un año marcado por la total disparidad de opiniones entre las elecciones del jurado oficial, que este año presidía George Miller, y las favoritas de los críticos. I, Daniel Blake gustó, pero sin entusiasmos, situándose en la parte media baja de la media de las puntuaciones.

O el exaequo a la mejor dirección para Cristian Mungiu por Bacalaureat y Olivier Assayas por Personal Shopper, esta segunda, una de las más silbadas en su proyección ante la prensa. Y el Gran Premio del Jurado para Juste la fin du monde, de Xavier Dolan, precisamente fue una de las peor valoradas en general.

Si desean, pueden comparar los premios de la sección oficial en la noticia con la tabla de puntuaciones de los críticos de Cannes.

Fuera de competición, han desfilado por allí los veteranos Spielberg con su película familiar Mi amigo el gigante, que aquí llega el 8 de julio, o Woody Allen con Café Society, protagonizada por Kristen Stewart y Jesse Eisenberg. Imprescindibles ambos. Dicen los cronistas enviados allí que ha sido una edición intensa, cargada de excelentes películas y sorpresas, buenas y malas. Sin embargo, de entre las numerosas películas presentadas no me resisto a destacar una docena de las que espero su estreno con más ganas.

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¿Malos tiempos para los vampiros?

Dracula Christopher Lee

A golpe de vista parece que los vampiros, esos seres de la imaginería popular tan terroríficos y pérfidos como seductores, dotados de colmillos para extraer la sangre con la que alimentarse de la yugular de sus víctimas (hecho anatómico que los diferencia de banqueros, políticos o usureros), están pasando por una mala racha en el cine. Si desde hace años hasta los auténticos reyes de la fiesta, la que ofrece el género de terror y fantástico, ¡son los zombis!. Lo que de verdad asusta, y gusta, son los no-muertos de cuerpos y rostros putrefactos que se alimentan de vísceras, en lugar de los más elegantes (por algo proceden de la aristocracia) y chics vampiros que incluso piden «permiso» antes de entrar en un hogar.

La recientemente estrenada entre nosotros Drácula, la leyenda jamás contada nos narra, haciendo honor a su título, la génesis del mito que es la del temible Vlad el Empalador en el siglo XV , príncipe del territorio de Valaquia, lo que hoy correspondería al sur de Rumania. Se cuenta que se deshacía de enemigos (preferentemente los invasores húngaros y turcos otomanos), y otros traidores y criminales recurriendo a su tortura preferida, la del empalamiento sin anestesia, es decir, penetrando a la víctima con un palo de más de 3 metros, fuera por el ano, un costado o la boca; y luego levantarlo hasta que la persona muriese lenta y dolorosamente. Después vendría la novela del irlandés Bram Stoker.

Pero la película, que tiene a Luke Evans como protagonista, efectivamente la cuenta como «jamás nadie la haría» o lo habría hecho hasta ahora, un mero entretenimiento con alguna buena secuencia, prefiriendo dejar de lado la vertiente más realista de la historia para abrazar lo que más mola en el cine de hoy en día, la acción más cercana a la de los personajes de superhéroe. Los más puristas, y los que no tanto, se han llevado las manos a la cabeza.

Crepusculo - Eclipse

La saga ‘Crepúsculo’

Para más inri está la popularización que ha tenido la saga, primero literaria luego cinematográfica, de Crepúsculo convirtiendo a vampiros y hombres lobo en los vértices de una relación amorosa triangular con una chica humana como objeto de sus deseos. Una fácil historia de amor, por momentos de los más edulcorada, dirigida a millones de adolescentes, y erigiendo a Edward Cullen (Robert Pattinson) en el atractivo e irresistible nuevo icono de «príncipe azul» para un montón de jovencitas. Todo el potencial erótico-sexual y turbador del vampiro hecho añicos en 4 películas.

El cine mainstream no está haciendo nada bueno en beneficio de la imagen de nuestros queridos vampiros. Donde antes había transgresión, horror y fascinación, ahora es un mero objeto de consumo light y banal, sin sustancia. De la ingenuidad de esos espectadores pioneros de a inicios de los años 30 que se horrorizaron con el teatral Conde Drácula interpretado por Bela Lugosi en el filme de Tod Browning, hemos pasado a la ingenuidad de millones de jóvenes que pensarán que Cullen o el Vlad de Drácula, la leyenda jamás contada es el nuevo hombre de sus sueños o un aguerrido superhéroe.

En su particular y larga historia cinematográfica, están los clásicos de referencia como el Nosferatu de Murnau, los dráculas interpretados por Christopher Lee para la productora Hammer, Frank Langella en la producción de 1979 o el de Coppola en los años 90; y maestros como Dreyer, Polanski, Neil JordanJohn Carpenter (el gran director de la Hammer en la materia fue Terence Fisher ) que han dado su visión del tema.

Las vampiras

‘Las vampiras’ de Jesús Franco

Otros cineastas con muchísimo menos talento (por no decir nulo), aunque con voluntad de convulsionar y transgredir los límites de la censura, se acercaron al mito de una manera más primaria, sin escatimar nada a sus audiencias, al contrario, potenciando al máximo los componentes explícitos de sangre y sexo de sus lujuriosos anfitriones. Eran los tiempos de a finales de los años 60 e inicios de los 70 con el español Jess Franco y el francés Jean Rollin, mostrando a sus seductoras vampiras vestidas (es un decir) con finísimos camisones, transparencias o sugerentes capas. Era el vampiro o vampiresa erótico-festiva.

Sin embargo, no todo está perdido en los últimos años para Drácula. La pequeña pantalla ha dado la serie True Blood. Ya en cines, los hermanos Michael y Peter Spierig intentaron darle una actualización al mito enmarcándolo en un contexto de ciencia-ficción, en esa búsqueda (también mítica) por parte de los vampiros para hacerse con el control de la luz del día; pero su escasa resonancia comercial y crítica lo dejó en eso, en intento y sin más secuelas (que, sin duda, esperaba hacer). Hay que acudir al cine menos blockbuster para toparse con las maravillas que sigue dando el subgénero, el surcoreano Park Chan-wook elevaba bastante más el listón (aunque se le iba algo la mano con el metraje) con la muy recomendable Thirst y en la que convertía en vampiro nada menos que a un servidor de Dios.

La gran obra maestra de este siglo XXI la firmó el sueco Tomas Alfredson con Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008), conduciendo el mito hasta los confines de ese lugar cálido e idealizado como inocente que es nuestra más tierna infancia, lugar en el que además se gestan nuestros sueños y pesadillas. Hubo remake norteamericano, que aunque gustó mucho entre algunos aficionados al género, por mi parte prefiero mejor obviarlo.

Lo que hacemos en las sombras

‘Lo que hacemos en las sombras’

El inclasificable Jim Jarmusch también ha dado muestras de vitalidad y originalidad con Sólo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013), estrenada en nuestras salas este mismo año, al igual que Byzantium, el interesante regreso al tema vampírico de Neil Jordan y con protagonismo femenino. Su pareja, madre e hija en la ficción, estupendas Gemma Arterton y Saoirse Ronan, incorruptas al tiempo pese a sus más de 200 años de edad.

En el filme de Jarmusch, Tilda Swinton y Tom Hiddleston son los amantes inmortales; se tomaban un chupito de hemoglobina y caían en éxtasis. Por si fuera poco, cínicamente sus personajes se llaman «Adan» y «Eva». Jarmusch se puso muy culto, snob y pretencioso, pero hizo las delicias de buena parte del público y la crítica más exigente, ¡chapeau!, mientras reflexionaba sobre quiénes eran los auténticos monstruos horripilantes, si esas criaturillas conocidas como chupasangres o nosotros, los humanos normales que lo acabamos corrompiendo todo, sin saber apreciar ni custodiar lo suficiente nuestro legado de arte y cultura.

Mientras haya vida, aunque sea de ultratumba, hay esperanza. Aún existe otro as en la manga esperando a ver la luz… de los cines. Se trata de una genialidad divertidísima, tronchante, ingeniosa hasta decir basta. Repleta de detalles y gags desternillantes a cada minuto. Se titula Lo que hacemos en las sombras (What We Do in the Shadows), es neozelandesa, codirigida y protagonizada por Jemaine Clement y Taika Waititi y es un mockumentary, un falso documental sobre el día a día cotidiano de un grupo de amigos vampiros que comparte vivienda, y en la que también aparece por ahí una pandilla de hombres lobo. Ganó con justicia los Premios del Público en Toronto (en las sesiones de Midnight Madness), Sitges o la Semana de cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, y además cuenta con distribuidora (Festival films) para estrenarla aquí, se supone que a lo largo de 2015. Será una cita inexcusable para los fans.

( Foto cabecera: Christopher Lee caracterizado como el Conde Drácula )