Encuadres
Las primeras reseñas que llegaron aquel año desde Cannes no eran especialmente alentadoras. En mayo de 1988 y en el festival de la Croisette tuvo lugar la primicia mundial de Willow, una película de fantasía, de espada y brujería, dirigida por Ron Howard pero en la que detrás del proyecto, o más bien muy encima de él, estaba George Lucas.
La película, decían, no acababa de funcionar. Un buen ejemplo estaba en la crítica publicada por Variety: «Willow es un batiburrillo medieval de George Lucas, una suerte de Star Wars mezclado con una plétora de otras numerosas fábulas clásicas. Y aunque Lucas haya hecho una versión bastarda de su propia historia con derivados y elementos nada originales, los niños probablemente la amarán».