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Sin esperanza no hay vida (‘Mad Max: Furia en la carretera’)

Mad Max: Furia en la carretera

( ©Warner Bros. )

A estas alturas ya sabrán que la nueva de Mad Max ha cosechado opiniones generalizadas, tanto entre la crítica como en los espectadores, muy entusiastas. Más de uno la ha calificado de obra maestra. Y esto son palabras mayores. Por mi parte, me sumo a este bando que se ha rendido ante sus excelencias. Arrolladora en su ritmo frenético y brutal. Indómita y feroz desde su mismo prólogo, a lo Indiana Jones y el templo maldito, pero mucho más desquiciado. Con hallazgos visuales imposibles de retener, por su abundancia y constancia. Ese rockero heavy con guitarra eléctrica lanzando llamas, que parece poseído por el espíritu de El fantasma del Paraíso, está destinado a pasar a los anales.

El australiano George Miller ha devuelto a la vida, cinematográfica, su Mad Max 3 décadas después de Más allá de la cúpula del trueno, y a pesar de sus 70 años lo ha hecho con una vitalidad e ingenio envidiable. Se podría discutir si es obra maestra, porque lo que trata y la forma ya estaba narrado, no hay innovación en estos aspectos. Lo que ofrece Furia en la carretera es más de lo mismo, multiplicado por cien. Pero, indudablemente está hecha con maestría. Una lección de cine de acción moderno.

Mad Max: Furia en la carreteraEn ese futuro post-apocalíptico de Mad Max todo es olor a gasolina, a combustible quemado, a hierros retorcidos, a neumáticos rozando unos con otros, a pólvora, arena y sangre. Gladiadores, pistoleros, piratas en tierra firme, todo tiene cabida en una acción que nos permite seguir desde el detalle más estrafalario a situarnos en la lejanía con la panorámica aérea o el plano general más adecuado. Un ritmo vertiginoso con breves pausas y efectos visuales a la antigua usanza, recurriendo lo menos posible a los trucajes digitales (la famosa escena dentro de la tormenta fue una de las que más efectos digitales tuvo). Más de 300 secuencias rodadas con especialistas, unas setenta particularmente peligrosas o complicadas, y filmando persecuciones a casi 100 kilómetros por hora. Una pasada. Todo ello potenciado por el imaginativo diseño de producción y de vehículos, y las tonalidades de colores saturados (hermosa fotografía del veterano John Seale), contrastando tan abiertamente el azulado cielo con el terrenal infierno de arena y rocas que se ha convertido el ahora desértico planeta. No cabe duda, si el cine es movimiento, Mad Max: Furia en la carretera es puro cine.

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