En primer plano
Disney siempre se ha caracterizado por ser o intentar ser políticamente correcta, por procurar no herir sensibilidades o por no mostrar demasiada sangre en pantalla. Allí estaba, por ejemplo, Rogue One: Una historia de Star Wars con un grupo protagonista de héroes multirracial y, pese a los encarnizados combates de la película, sin vislumbrar apenas el rojo de la sangre.
En la cuestión homosexual se ha atrevido por fin con incluir a personajes gais en sus películas. La decisión también ha empezado a tener su repercusión al menos en una parte de la sociedad norteamericana. Hace escasas horas, la empresa propietaria del autocine Henagar Drive-In, en un pequeño municipio de Alabama, ha anunciado que se niega a proyectar la nueva versión con personajes en carne y hueso de La bella y la bestia.
Varios medios estadounidenses, como The New York Times, se han hecho eco de la noticia y de las razones argumentadas en la página oficial del cine en su muro oficial de Facebook el jueves por la noche y basadas en «no comprometer sus valores cristianos»: