Fue el estreno lanzado con más copias el pasado fin de semana en los cines españoles, 340 (cinco más que Aliados, con Brad Pitt y Marion Cotillard), y uno de los rodajes más promocionados de los últimos meses. Pero el público, como ocurre con las urnas en época de elecciones, dio su veredicto y de manera tajante, el de «no interesa».La reina de España, de Fernando Trueba, solo consiguió recaudar unos paupérrimos 387.000 euros.
Se ha hablado del «boicot» a su director por el polémico discurso que realizó en septiembre del pasado año al recoger el Premio Nacional de Cinematografía en San Sebastián y en el que, entre otras lindezas, aseguró que «Nunca me he sentido español, ni cinco minutos de mi vida». Quizá una chanza del vitriólico director para derribar muros y fronteras, más allá de cualquier fanatismo nacionalista, proceda de donde proceda. Trueba se considera ciudadano del mundo. Sus palabras, entonces, llegaron acompañadas de algunos ejemplos (irónicos o no) que tampoco gustaron demasiado:
A mí, la palabra que más me gusta del diccionario es “nada” y luego “desertor”. Nunca he tenido un sentimiento nacional. Siempre he pensado que en caso de guerra, yo iría siempre con el enemigo. Qué pena que España ganara la Guerra de Independencia. Me hubiera gustado que ganara Francia. Nunca me he sentido español, ni cinco minutos. Siempre he estado a favor de las selecciones de los otros países, el único año que fui con la selección española fue cuando ganó el Mundial.
Hace unos pocos días, la conocida web The Guardian, con sede en Londres, dedicaba uno de sus artículos a Antonio Banderas. Concretamente, y ante el estreno en el Reino Unido de Knight of Cups, lo nuevo del director Terrence Malick, elaboraba una lista eligiendo los «cinco mejores momentos» de entre todas las películas del actor malagueño.
Por si era necesario, y pese a la poca repercusión que está teniendo en nuestros cines su más reciente película, Altamira, una demostración más de que la estrella de Antonio Banderas ha brillado, y sigue brillando, más allá de nuestras fronteras. Las obras en las que interviene son motivo de noticia. Y es más, entre los comentarios que suscitó la publicación online había más de 50. Los internautas recordaban, además de los cinco que destacaba The Guardian, otras de las interpretaciones más reconocidas del actor.
Y, ¿cuáles eran los momentos, aunque más bien se refería a películas, que destacaba el autor, el londinense Benjamin Lee? Pues, dos de las pertenecientes a su etapa «almodovoriana», también la que significó su debut en Hollywood, la otra un remake y la quinta toda una superproducción. Concretamente son La ley del deseo (1987) y La piel que habito (2011); Los reyes del mambo (1991) (su presentación en sociedad en el mundillo de Hollywood fue apadrinado nada menos que por Madonna); Desperado (1995), remake de El mariachi, ambas dirigidas por Robert Rodriguez; y La máscara del zorro (1998), junto con Anthony Hopkins y una Catherine Zeta-Jones que encandiló al público.
La Fiesta del Cine, así la llaman desde hace ya diez años. Entradas a 2,90 euros, desde este mismo lunes, día 9 de mayo, hasta el miércoles 11. Un chollo con el que recuperar el placer de ver películas en pantalla grande y para el que solo hay que registrarse en la web oficial.
Cada uno deberá buscar y rebuscar entre las propuestas que más le llamen la atención, o le hayan recomendado. Por mi parte les lanzo una lista de sugerencias, hasta un total de 12, entre lo más florido del cine de autor, blockbusters y cine español actualmente en cartelera (alguna quizá no por demasiado tiempo). Títulos que destacan, aunque solo sea para…
El actor Paco León con Kiki, el amor se hace, su tercer largometraje como director, ha logrado dos acontecimientos: que se haya convertido en una de las producciones españolas recientes de más éxito en cines, con más de medio millón de espectadores que han pasado ya por taquilla; y narrar una historia con la mirada puesta, nuevamente, en el sexo, pero de una forma fresca, divertida y diferente.
Desde los lejanos tiempos del destape y la permisividad, el cine español ha sido abundante y generoso a la hora de mostrarnos desnudos, preferentemente femeninos, en la gran pantalla. Sobre todo a partir de mediados de los 70 donde no había Internet ni aún videoclubs, solo revistas eróticas como Lib, Penthouse o Playboy; y aquellos (la gran mayoría) que desearan ver algo más de carne, y en movimiento, en digamos formato de espectáculo de masas audiovisual, el cine era el único medio. Por decirlo de una manera más contundente: en aquella época mostrar un pecho femenino en pantalla era sinónimo de éxito asegurado.
En este post, quizás lamentablemente para unos, no recordaremos las típicas comedias con Alfredo Landa y suecas, las de Lo verde empieza en los Pirineos o las de Ozores con Andrés Pajares y Fernando Esteso que hicieron delicias mil de muchos espectadores, sino una muestra de la películas eróticas españolas que, por su calidad más que aceptable, han traspasado las barreras del tiempo y se han convertido, por unos motivos u otros, en clásicos del género. La lista, por riguroso orden alfabético.
El pasado fin de semana volví a ver ¿Quién puede matar a un niño? No era para menos, este martes, 26 de abril, se cumplen 40 años de su estreno. Debo reconocer que cuando la visioné por primera vez, hace ya tiempo, no me gustó especialmente. Entonces seguramente no supe valorarla, o no estaba con la suficiente predisposición para apreciarla, porque cuatro décadas no solo me ha subyugado sino que me ha parecido que sigue manteniendo intactas sus cualidades.
Está ese aire setentero, y sus posibles defectos, para este relato en el que predominan las escenas con la pareja protagonista paseándose entre calles y estancias desiertas de una pequeña localidad costera, en las que no hay nadie; o sí, solo niños, y en la que los adultos parecen haber desaparecido repentinamente. Largas escenas plagadas de silencios, truncadas por ruidos puntuales, una llamada de teléfono, persianas que se cierran, extrañas risitas infantiles. Lejos del ritmo narrativo que uno esperaría hoy en día y, sin embargo, tanto la historia como la planificación de Narciso «Chicho» Rodríguez Serradorcontinúa siendo estupenda.
Hace 40 años la idea de unos niños asesinos resultaba tan aterradora como desconcertante; la infancia está más relacionada con la inocencia que con los actos atroces pese a que los niños, en su ingenuidad, no dejan de ser crueles. La temática tenía sus antecedentes, aunque escasos: El otro (1972), A las nueve cada noche (1967), Suspense (1961), El pueblo de los malditos (1960) o La mala semilla (1956); pero «Chicho», basándose en la novela El juego de los niños, escrita por el gijonés Juan José Plans, le dio otra vuelta de tuerca plasmando una de las obras más emblemáticas del «fantaterror» español.
Un matrimonio británico, Evelyn (Prunella Ransome) y Tom (el actor australiano Lewis Fiander), ella embrazada de casi 7 meses y esperando su tercer hijo, viajan a un isla llamada Almanzora, cercana a Benavís, una población igualmente ficticia de la provincia de Tarragona (cerca de L’Ametlla de Mar), esperando pasar unas vacaciones al sol y, sobre todo, lejos del mundanal ruido. Calma y remanso. Sin embargo, en ese islote acaba de ocurrir un trágico suceso que pondrá patas arriba su escala de valores, el orden de las cosas y sus propias vidas.
Julieta, protagonizada por Adriana Ugarte y Emma Suárez, se estrena este viernes, 8 de abril, y será el largometraje número 20 de la filmografía de Pedro Almodóvar. Han pasado 36 años desde su debut enPepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, una puesta de largo que dejaba clara su visión de cómo hacer cine y de autor. Lo que evolucionaría serían sus primeros pasos desde el cine underground y la inspiración punk a una puesta en escena estilizada y sofisticada.
Almodóvar, siempre polémico, nunca dejando indiferente, reflejando su España contemporánea de manera colorista, grotesca, escandalosa y surrealista; más aldeana que cosmopolita, a caballo entre el humor más casposo y el melodrama más desatado. Poseído por una cinefilia y cinefagia voraz. Esperando romper tabúes.
Un cine absolutamente necesario que evidentemente no podía contentar a todos los sectores de público. No faltan los que le acusan de hacer siempre películas de «putas y maricones», y es que el director calzadeño decidió darle voz y protagonismo a los personajes que creía estaban más necesitados, a los que el cine siempre dejaba en un lugar que no molestaran, en la indeferencia, la ignominia o la bufonada, a la sombra de los focos. Sin embargo, su telón de fondo siempre es el mismo:los laberintos inescrutables del corazón humano.
Y con Almodóvar, de una forma u otra, también se espera que le acompañe siempre la controversia. Estas cuatro décadas han dado para mucho. Repasemos algunas de las mayores polémicas suscitadas con sus películas (que no con el caso de «los papeles de Panamá«), un arte en el que se graduó precozmente, ya desde su debut en ese lejano 1980 y que le llevarían desde las correrías de la movida madrileña a obtener un par de Oscar.
La entretenida adaptación a la gran pantalla del gamberro Deadpoolha dado un paso más allá. Recordemos que la trilogía de Spiderman dirigida por Sam Raimi , por ejemplo, (re)descubrió que el enorme potencial en taquilla no estaba reñido con la calidad; la trilogia de Batman de Christopher Nolan convirtió al superhéroe en alguien más oscuro, con una narrativa más cercana al cine policíaco que a la fantasía; o Los vengadores demostró que, al fin, el reunir a varios superhéroes podía ser todo un festín.
Deadpool tal vez no invente nada, o que sea menos transgresora de lo que desearía ser, pero ha añadido nuevos elementos: más sangre y gore, más palabrotas y más sexo. Y la jugada le ha salido perfecta. En España ha logrado 1,1 millones de euros solo en el primer día de su estreno, el viernes 19 de febrero (mejora los datos obtenidos este año por El renacido). En Estados Unidos ha roto las previsiones más optimistas, y en menos de dos semanas va a superar los 250 millones de dólares (por hacer comparaciones, en pocos días va a recaudar allí más de lo que ingresaron títulos taquilleros como El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos, Capitán América: El soldado de invierno o La Lego película a lo largo de toda su trayectoria comercial en cines).
Pero, ¿debería permitirse que los niños vieran Deadpool?
«La fuerza es muy intensa en mi familia. Padre la tiene. Yo la tengo. Mi hermana la tiene. Y tú también», con estas palabras de Luke Skywalker extraídas de El retorno del Jedi, se presentaba, voz en off, el segundo tráiler de Star Wars: El despertar de la fuerza el pasado mes de abril. El avance terminaba con los míticos Han Solo y Chewbacca en el interior del Halcón Milenario y una frase del mercenario galáctico: «Chewie, hemos vuelto». No hay duda que este resurgir de la saga impulsado por los estudios Disney y dirigido por J.J. Abrams era la película más esperada de este año que termina. Su primer fin de semana se ha saldado con récords mundiales de recaudación.
Pero, antes, otros tres títulos acapararon enorme atención mediática e interés por parte de los posibles espectadores. Cincuenta sombras de Grey se estrenó en febrero, coincidiendo con San Valentín; la saga Fast & Furious, en su séptima entrega, daba su último y emocionante adiós al fallecido Paul Walker, uno de sus principales protagonistas, a todo gas y también al ritmo melancólico de la cancion See You Again. Era en abril, y en junio le tocaba el turno a los dinosaurios de la isla Nublar en Jurassic World. Las tres arrasaron en las taquillas. En los cines españoles, en la señalada fecha del 20-N llegaría otro largometraje destinado a originar largas colas, Ocho apellidos catalanes.
De momento, los números la dejan en un cuarto lugar. En el reparto de candidaturas en los premios Goya 2016, los que se corresponden a las mejores producciones españolas de este 2015 y que se entregarán el 6 de febrero del año que viene, dejan a Truman, de Cesc Gay, con tan solo 6 nominaciones. No es mucho. Se queda a la mitad de las 12 que ha recibidoLa novia, y también algo lejos de las 9 de Nadie quiere la noche o las 8 de El desconocido y Un día perfecto. Exactamente, Truman empata con 6 junto con A cambio de nada.
Pero, sin duda, la película de Cesc Gay ha sido quizá la que mejores críticas y mejor boca a oreja entre el público ha obtenido a lo largo de este año entre las películas nacionales. Recordando otras ediciones, el caso más singular lo protagonizó en 2008 (en la gala donde se premiaban las producciones de 2007) La soledad, de Jaime Rosales, que obtuvo los 3 premios Goya a los que optaba: mejor película, director y actor revelación. Y se impuso frente a nada menos que las 14 nominaciones de Las 13 rosas y sobre todo el taquillazo que fue El orfanato, de Juan Antonio Bayona.
Los chistes sobre los clichés de carácteres y formas de ser regionales o nacionales son infalibles para provocar la risa, o al menos esbozar alguna maliciosa sonrisa. También suponen pequeñas venganzas, dardos envenenados contra rivales históricos. En la insuperable Un pez llamado Wanda (A Fish Called Wanda), yanquis y británicos se las tenían constantemente, y ambos supieron reírse con ella cuando se estrenó en 1989 pasando a los anales de la historia como una de las mejores comedias cinematográficas.
El humor local dificílmente logra traspasar fronteras, expandirse a territorios donde esas bromas y puyas no puedan ser reconocidos, identificables. Sin embargo, con los más de 50 millones de euros recaudados y 8,6 millones de espectadores que pasaron por taquilla para ver aquí Ocho apellidos vascos, el mayor fenómeno de taquilla del cine español de todos los tiempos, y una cifra inimaginable, ni por asomo, cuando sus responsables la concibieron, hacen que poco o nada importe que pueda ser o no escasamente exportable.
Las peculiaridades, etiquetas y diferencias del “otro” (rara vez se reconoce la paja en el ojo propio), de las características más chocantes de otras culturas y formas de vida tuvo en España su mayor exponente hace casi 50 años con la comediaLa ciudad no es para mí, dirigida por Pedro Lazaga y estrenada en 1966. Paco Martínez Soria arrasó (más de 4,2 millones de espectadores en cines, y batiendo récords de audiencia en sus pases televisivos) interpretando a su pueblerino aragonés Agustín Valverde y, del mismo modo que tienen también fama los maños, no sólo dando la nota por su franqueza sino en esos contrastes entre la honradez y naturalidad, también acomodado a lo antiguo, a las tradiciones de «toda la vida» y al pasado, frente a las maneras de los urbanitas de la capital de Madrid, más a lo suyo, complicándose innecesariamente la existencia, con menos tiempo para todo pese a sus libertades y avances sociales o tecnológicos. En esta pequeña batalla, lógicamente, quien se ganaba las complicidades y simpatías era el bueno de Paco Martínez Soria/Agustín Valverde.
