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#WomenInStem: cinco mujeres científicas de premio

Ojalá llegara el día sin Día para las mujeres, ni en ciencia ni en nada más, porque sería señal de que las brechas se han colmatado al fin. Personalmente debo decir que en mi experiencia, que se restringe a investigación básica en el sistema público español (pero en una buena muestra de centros: UAM, CBM, Hospital de la Princesa, CIB y CNB), nunca he detectado una flagrante discriminación en razón de sexo. Tal vez la estructura del sistema contribuya a mitigar las afrentas, ya que ni las becas (hoy contratos) ni las plazas tienen sexo, y los salarios están tabulados. Al fin y al cabo, la ciencia es progreso por definición. Y desde luego, puedo decir también que no encontré el mismo panorama cuando cambié de profesión para dedicarme al periodismo; incluso en medios supuestamente progres, sí había dos velocidades.

Con esto no quiero decir que no existan casos de discriminación en la ciencia, aunque al menos tal vez estos se hagan más visibles que en otros ámbitos profesionales porque resultan más chocantes, y porque comprometen más a quienes los protagonizan y menos a quienes los denuncian. Una vez más, en mi experiencia y a mi juicio, el factor principal de distorsión no es tanto humano como sistémico: la ciencia es un trabajo sin horarios. Lo cual, a efectos de cualquier persona enamorada de su profesión, no significa que se trabaje menos, sino más. El científico, o la científica, en general puede entrar y salir de su laboratorio sin dar explicaciones a nadie; pero cuando llega el momento de las responsabilidades familiares, suelen ser ellas quienes se cargan a los hombros una mayor cuota de este trabajo, lo que implica dolorosas renuncias a carreras brillantes y prometedoras.

El problema no es el mismo que en otras profesiones, donde esta exigencia de alta dedicación se aplica arbitrariamente por simple *cultura* empresarial; en la ciencia resulta que los procesos físicos, químicos y biológicos son fenómenos naturales que siguen su propio ritmo sin entender de horarios humanos ni de convenios laborales. Todo científico se ha encontrado con la inevitabilidad de tener que trabajar en festivos, sábados por la noche o miércoles a las tres de la mañana, porque los átomos, las moléculas, los fenómenos celestes, las células, las moscas Drosophila, las plantas Arabidopsis o los ratones son tan exigentes como un bebé humano. En otras palabras: por desgracia, en el caso de la ciencia esta no es una traba que pueda disolverse por ley.

Para celebrar este día de las mujeres en la ciencia, traigo hoy aquí cinco ejemplos, cinco mujeres de las que he hablado últimamente en algunos artículos, y que propongo como casos destacados de diferentes talentos.

Premio a la imaginación: Ada Lovelace

Ada_Lovelace_-_detailLa hija de Lord Byron fue una madre tan terrible como lo fue su padre, tal vez en la pura tradición victoriana. Pero tuvo el raro talento de combinar juventud con perspectiva, incompatibles entre sí para el común de los mortales. Ada no fue la primera programadora informática, somo suele decirse, pero tuvo una amplitud de miras que le llevó a ver el futuro de las computadoras de un modo que ni el propio creador de estas primeras máquinas, Charles Babbage, llegó a entrever. Ada murió a los 36 años por un cáncer de útero. Si hubiera tenido la oportunidad de vivir más, y si Babbage hubiera podido terminar de construir sus máquinas, hoy Lord Byron sería conocido como el padre de Ada Lovelace. Más información aquí y aquí.

Premio al libre pensamiento: Lynn Margulis

Lynn_MargulisParece que la ficción nos acostumbra a que finalmente el héroe se alza triunfante después de haber caminado por la cuerda floja. Pero la realidad funciona de otro modo, y quien se atreve a pasear por el borde del abismo suele acabar despeñado. La bióloga Lynn Margulis tuvo una hipótesis, inspirada en ideas previas, pero tremendamente arriesgada: que las mitocondrias y plastos, orgánulos de las células con núcleo, habían sido antes bacterias de vida libre. Llegaron a responderla así a una solicitud de fondos: «Su investigación es basura. No se moleste en volver a solicitar». Pero nunca se rindió. Y resultó que tenía razón. Hoy la teoría de la endosimbiosis o simbiogénesis ya no es el abismo, sino la autopista. Más información aquí.

Premio a la grandeza: Susan Jocelyn Bell Burnell

Susan_Jocelyn_Bell_(Burnell),_1967La grandeza de la astrónoma británica Jocelyn Bell Burnell no consiste tanto en haber descubierto el primer púlsar con un radiotelescopio construido en parte por ella misma, cuando solo era una becaria de doctorado. Esto es talento científico; pero su verdadera grandeza reside en su reacción cuando le dieron el premio Nobel a su jefe, Antony Hewish, y no a ella. Otros habrían vituperado al comité de los premios y se habrían revestido de victimismo. Pero Bell Burnell entendió que el Nobel no se concede a los becarios: «Pienso que los premios Nobel quedarían degradados si se concedieran a estudiantes de investigación», dijo. Bell Burnell tiene la humildad solo reservada a los más grandes. Más información aquí.

Premio al ejemplo: Natalie Hershlag

Natalie_Portman_Cannes_2015_5La historia de Natalie Hershlag no parecería especialmente destacable: termina su educación secundaria, en 1999 se matricula en psicología en la Universidad de Harvard y se entrega a sus estudios con gran dedicación, llegando a firmar como coautora de un estudio científico publicado antes de licenciarse en 2003. Pero las cosas cambian radicalmente por el hecho de que Natalie Hershlag tiene una segunda vida, y un segundo nombre: Natalie Portman. Y la historia de Natalie Portman sí es extraordinaria: de niña destaca por su papel junto a Jean Reno en Léon. Aún en el instituto, protagoniza Star Wars I: La amenaza fantasma. Mientras estudia en Harvard rueda Star Wars II: El ataque de los clones. Y a pesar del estrellato y el dinero, no abandona su carrera: «Prefiero ser inteligente que estrella de cine». Más información aquí.

Premio al empuje: Danica McKellar

DanicaMcKellar-2007-10-01La niña que protagonizaba la serie Aquellos maravillosos años es, como Natalie Portman, otro ejemplo de actriz millonaria que ha mantenido el empeño de ejercitar su cerebro por encima de la fama, el glamour, el chihuahua, las mechas californianas y el Pilates. Como muestra de lo que McKellar estudiaba durante su carrera en Matemáticas en la Universidad de California en Los Ángeles, les dejo el título del estudio del que fue coautora: Percolación y multiplicidad de estados de Gibbs para modelos ferromagnéticos Ashkin-Teller en Z2. Ahí es nada. Pero si merece el premio al empuje es por lo que hace ahora: escribe libros de divulgación de matemáticas para niñas, sembrando la semilla de futuras generaciones de otras mujeres como ella. Más información aquí.

(Imágenes de Wikipedia)