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Por qué he firmado la carta a la OMS sobre el zika y los Juegos Olímpicos

He viajado a Brasil solo una vez, hace ya muchos años, en el siglo pasado. Por entonces, en la terminal de llegadas del aeropuerto de Río había un curioso sistema que ignoro si seguirá existiendo. Tras el control de pasaportes y la recogida de maletas, uno debía ponerse en cola para apretar un botón que encendía un indicador luminoso. Si salía luz verde, uno pasaba sin problemas. Pero si te tocaba luz roja, los amables agentes de aduanas te sacaban de la fila y te destripaban hasta el último dobladillo del equipaje con apasionado ensañamiento. No tengo la menor idea de si el sistema era simplemente aleatorio o si había alguien moviendo los hilos al otro lado de una cámara y eligiendo rojo o verde en función del aspecto del viajero, esa eterna discriminación silenciosa e impune.

Modelo del virus del Zika. Imagen de Manuel Almagro Rivas / Wikipedia.

Modelo del virus del Zika. Imagen de Manuel Almagro Rivas / Wikipedia.

Curiosamente (tratándose de Brasil), algo parecido ocurre con el virus del Zika. De todos aquellos que lo contraen, algunos reciben luz verde y pasan la infección sin siquiera enterarse. En cambio a otros les toca una terrible luz roja con funestas secuelas para toda la vida. Y dos son los problemas. Primero, que aún no sabemos si hay algún patrón oculto que dirige la luz que recibe cada uno (es probable, pero es una incógnita). Y segundo, que los expertos aún ni siquiera están seguros de si han llegado a comprender todo el alcance y las consecuencias de lo que significa una luz roja.

Es la primera vez en toda la historia de la ciencia que ocurre algo parecido. En otro tiempo, las enfermedades simplemente se revelaban cuando se padecían. En épocas más recientes se lograba identificar los agentes infecciosos, y tanto médicos como científicos sabían a qué cuadro diagnóstico atenerse y cuáles eran los riesgos para el paciente. Por ejemplo, el ébola es devastador, pero no engaña; siempre es muy claro en sus intenciones. Sus signos y síntomas son comunes y son evidentes, más allá de la efectividad de los tratamientos y de que en la vida o la muerte del paciente siempre haya un cierto margen reservado a la resistencia individual.

Algo parecido ha sucedido últimamente con el brote de enterovirus en Cataluña: algunos niños solo han sufrido síntomas leves, mientras que para otros el virus ha sido letal o enormemente dañino. Es posible que, si antes no han surgido situaciones semejantes de evolución tan diferenciada, ha sido más bien porque las infecciones no se detectaban en los casos benignos o porque en muchas ocasiones las visitas a Urgencias continúan resolviéndose sin diagnóstico concreto («ha dicho el médico que es un virus») y sin consecuencias graves.

La confusión provocada por las primeras informaciones sobre el zika fue además amplificada por esos agentes tóxicos que nunca faltan en estos casos, conspiranoicos y otros elementos que aprovecharon la ocasión para atribuir la microcefalia a las causas de sus propias obsesiones. Ahora ya sabemos que el zika puede causar microcefalia, puede causar síndrome de Guillain-Barré y puede causar potencialmente otras anomalías neurológicas. Pero aún no sabemos por qué a veces puede y otras no. Y si un contagio grave es algo temible, la incertidumbre de una lotería es casi peor, sobre todo porque hay muchos vectores ocultos.

El problema con los Juegos Olímpicos de Río es que las opiniones al respecto pueden estar sesgadas. En otras ocasiones he defendido aquí la necesidad de un margen de crédito para la Organización Mundial de la Salud (OMS), dado que solo puede jugar con modelos y probabilidades que llevan implícita la posibilidad de equivocarse. Los economistas también juegan en este terreno, y nadie pide su defenestración cuando fallan una y otra vez en sus previsiones. Pero es cierto que a la OMS se le acaban los comodines. Y cuando defiende la celebración de un evento en el que tiene intereses, como es el caso de los Juegos, se acabó el margen y se acabó el crédito.

Parece curioso que el asunto sobre la conveniencia o no de celebrar los Juegos de Río según lo previsto haya trascendido más aquí a raíz del artículo publicado por Pau Gasol en El País. Está claro que esto es España, y aquí no tiene nada de raro que un deportista consiga más eco que cien científicos. Pero en este caso es de agradecer: Gasol no solo parece un tipo con cabeza, sino que esa cabeza la dedicó en tiempos a estudiar parte de la carrera de medicina. Para variar, esta vez tenemos la opinión de una figura con tirón público que sabe de lo que habla.

Pero es que, además, toda opinión merece más crédito cuando es contraria al sesgo esperado. De un deportista se esperaría que se aferrara a la opción de celebrar los Juegos, incluso en un caso como Gasol, que (según creo) ya lo ha conseguido casi todo en su carrera. El hecho de que un deportista olímpico con formación médica cuestione la conveniencia de acudir a los Juegos debería zanjar cualquier duda.

Personalmente el deporte no me interesa, así que la celebración de los Juegos, su aplazamiento, su reubicación o su cancelación son opciones que en circunstancias normales me resultan indiferentes. Por supuesto que respeto el trabajo de quienes se esfuerzan durante años con vistas a ese momento crucial de éxito o fracaso. Pero sin discursos de anuncio de Cola-Cao: para mí vale lo mismo que el de cualquier otro humano que batalla cada día en total anonimato y sin reconocimientos, medallas ni himnos. Tampoco respaldo la crítica principal a los Juegos, el lucrativo negocio del deporte. Que yo sepa, es legal; unos tipos venden, y otros compran voluntariamente.

Con esto quiero decir que mi postura no es ni a favor ni en contra de los Juegos, sino a favor del sentido común y en contra de una celebración multitudinaria en la zona cero de una enfermedad infecciosa imprevisible y semidesconocida, que miles de personas podrían llevarse para sembrarla en sus países, algunos de ellos campos muy fértiles para la reproducción de los mosquitos responsables de diseminarla. Y esto sin contar con la vía sexual de transmisión, que no discrimina entre países. Por supuesto que siempre hablamos de modelos y probabilidades que pueden fallar. Pero ¿y si no? ¿Servirá de algo saber a quién hay que culpar?

Por todo esto he roto mi norma habitual de no firmar nada de lo que yo mismo no sea autor (exceptuando quizá el contrato de la hipoteca, que personalmente habría redactado en otros términos). Soy uno de los firmantes (a título exclusivamente personal) de la carta abierta titulada «Rio Olympics Later», dirigida a Margaret Chan, directora general de la OMS, para que recomiende el aplazamiento o la reubicación de los Juegos Olímpicos. Esta es una ocasión propicia ideal para aplicar el famoso principio de precaución, y que por una vez no tengamos que arrepentirnos de un error histórico.

Sí, el vínculo zika-microcefalia está demostrado

Imagino que los grandes teóricos del periodismo ya habrán escrito toneladas de folios sobre la cuestión, aunque tal vez no estos mismos términos que me permito libremente pervertir de su significado original: el problema de la limitación del espacio-tiempo dedicado a las noticias es que relativiza la masa de información para el punto de vista del observador. O dicho menos pomposamente: cuando no se habla de algo, creemos que no existe.

La estructura del virus del Zika. Imagen de Purdue University.

La estructura del virus del Zika. Imagen de Purdue University.

En una sociedad con tal exceso de oferta informativa como la actual se supone que el destinatario final, el ciudadano, tiene la posibilidad de elegir. En la práctica, supongo que todas las cabras tendemos a tirar hacia nuestro monte particular, y eso nos induce a pensar que algunos asuntos han dejado de existir cuando no nos los arrojan a la cara en los principales titulares. Es lo que sucede con el brote de virus del Zika. Después del revuelo del pasado febrero, cuando los casos de infección comenzaron a extenderse por el mundo y se avisó del riesgo de microcefalia que ya era una terrible lacra en Brasil, la presencia del zika en los medios decayó en picado, como era de esperar.

Es natural que la mayoría de la gente se olvide de ello hasta que el virus rebrote en los medios debido a una novedad de interés general, como ha sido ahora la detección del primer caso de microcefalia asociada al zika en España. Lo que no es tan natural es que un periodista no actualice sus datos antes de hablar de ello y propague informaciones anticuadas que hoy ya son erróneas, y por tanto siembran la confusión.

He sabido que ayer un famoso comunicador abrió su programa de radio informando del caso de Cataluña, para añadir a continuación que el vínculo entre microcefalia y zika de momento es solo una «relación estadística» sin demostración.

Y en efecto, así era en febrero. Pero por suerte, los científicos siguen trabajando con el mismo ahínco cuando nadie se acuerda de ellos. El esfuerzo volcado en los últimos meses en la investigación del zika ha sido inmenso. Para que se hagan una idea, la principal base de datos de estudios biomédicos registra a fecha de hoy un total de 697 trabajos sobre el zika. De ellos, más de 500 se han publicado en el último año, desde que se registraron los primeros casos en Brasil. Las conclusiones de todo este volumen de investigación son muy claras y muy conocidas para todo el que se haya molestado en ir más allá de los titulares. Y todo periodista está obligado a informarse antes de informar para no desinformar.

Que quede bien claro:

LA RELACIÓN BIOLÓGICA CAUSA-EFECTO ENTRE EL VIRUS DEL ZIKA Y LA MICROCEFALIA ESTÁ EXPERIMENTALMENTE PROBADA.

Ya no es una simple correlación estadística (de las cuales este que suscribe siempre desconfía, como sabrán los visitantes asiduos de este blog). Por supuesto, aún es mucho lo que se ignora, pero al menos ya se conoce mejor al enemigo y algunas de sus insidias.

Repaso lo más importante ocurrido en estos tres meses desde que el zika desapareció de los medios españoles. En marzo la relación entre zika y microcefalia aún era solo probable. A comienzos de aquel mes, un estudio publicado en The New England Journal Of Medicine descubrió que el 29% de las mujeres embarazadas infectadas por zika incluidas en el estudio presentaba graves anomalías fetales como daños en el sistema nervioso central, insuficiencia placentaria o muerte fetal, frente a ninguna de las no infectadas. La muestra era pequeña, pero los resultados contribuyeron a acallar ciertos bulos que por entonces circulaban por la red entre los conspiranoicos, como la posible implicación de pesticidas o vacunas.

Células madre neurales infectadas por el virus del Zika. El virus aparece en verde, y en rojo las células muertas. Imagen de Sarah C. Ogden/Johns Hopkins Medicine.

Células madre neurales infectadas por el virus del Zika. El virus aparece en verde, y en rojo las células muertas. Imagen de Sarah C. Ogden/Johns Hopkins Medicine.

Pero al mismo tiempo, comenzaban a llegar las confirmaciones experimentales. El 4 de marzo, un importantísimo estudio en Cell Stem Cell revelaba que el virus infecta selectivamente las células madre neurales que dan origen al córtex cerebral, reduciendo su crecimiento. Esta fue la primera prueba clara de la implicación directa del virus en el proceso patológico que da lugar a la microcefalia.

El 17 de marzo, un estudio identificaba las 100 ciudades del mundo con mayor riesgo de importación de casos de zika y con posibilidad de sostener poblaciones de mosquitos Aedes aegypti o Aedes albopictus (mosquito tigre) que podrían dispersar la infección. Madrid y Barcelona se encuentran entre ellas, aunque su nivel de riesgo se considera menor que el de Lisboa, París, Londres, Ámsterdam o Roma.

El 31 de marzo se desvelaba la estructura del virus, un hito fundamental en la lucha contra el patógeno. Pero el salto definitivo llegaba el 13 de abril. Un análisis publicado en The New England Journal of Medicine revisaba toda la información disponible hasta la fecha. Sus autores escribían: «Sobre la base de esta revisión, concluimos que existe una relación causal entre la infección prenatal por virus del Zika y la microcefalia y otras anomalías cerebrales graves».

El mismo día, el Centro para el Control de Enfermedades de EEUU (CDC) emitía un comunicado en el que valoraba «la rigurosa evaluación de las pruebas utilizando criterios científicos establecidos», para sellar oficialmente de forma definitiva: «el virus del Zika causa microcefalia y otros graves defectos cerebrales en los fetos».

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud reconocía el «consenso científico» y desmentía los bulos que culpaban de la microcefalia a otras causas. Otro estudio publicado en abril vinculaba los casos de Síndrome de Guillain-Barré en la Polinesia con la infección por zika: todos los pacientes estudiados tenían anticuerpos contra el virus. Además, hay indicios preliminares de que el zika podría estar ligado a otra enfermedad neurológica llamada Encefalomielitis Diseminada Aguda.

También en abril se informó de la detección de anticuerpos contra el zika en el sistema nervioso central en 30 de 31 bebés brasileños con microcefalia. Dado que el tipo de anticuerpos encontrado (IgM) no atraviesa la placenta ni la barrera entre la sangre y el sistema nervioso central, esto significa que la infección estaba en el cerebro y era congénita. El virus también ha aparecido en placenta y líquido amniótico, aunque aún no parece claro cómo logra introducirse en la cavidad fetal. El 20 de abril se informaba de la detección del virus en monos brasileños, lo que sugiere un posible papel de estos animales como reservorios de la infección.

Un minicerebro creado en laboratorio e infectado por el virus del Zika (en verde). Imagen de Xuyu Qian/Johns Hopkins University.

Un minicerebro creado en laboratorio e infectado por el virus del Zika (en verde). Imagen de Xuyu Qian/Johns Hopkins University.

Utilizando impresión 3D, los investigadores han logrado crear minicerebros, organoides que simulan los órganos reales para estudiar la infección. Según publicaba Cell el 22 de abril, la investigación con estos organoides demuestra que el zika infecta con preferencia las células madre neurales durante el primer trimestre del embarazo. Los daños del zika a los organoides cerebrales ya se habían apuntado en otro estudio previo.

Gracias a los organoides, la investigación sobre el zika progresa mucho más deprisa. Esta semana hemos conocido uno de los perjuicios que causa el zika en las células madre neurales. Según publicaba Cell Stem Cell, las células infectadas disparan una respuesta inmunitaria innata (la primera línea de defensa) dependiente de una molécula llamada TLR3. La respuesta lleva a la autodestrucción de la célula, lo que provoca un encogimiento del tejido similar a lo que sucede en la microcefalia.

Test de diagnóstico de zika desarrollado por el MIT. Imagen de Wyss Institute at Harvard University.

Test de diagnóstico de zika desarrollado por el MIT. Imagen de Wyss Institute at Harvard University.

Otra línea de investigación progresa para llevar el diagnóstico de la enfermedad a las zonas donde sea necesario. El 28 de abril se aprobó de urgencia en EEUU el primer test de diagnóstico. El 6 de mayo se ha publicado en Cell un test rápido y barato en papel desarrollado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts que permite diagnosticar el zika en un par de horas con muestras de sangre, orina o saliva, distinguiéndolo del dengue. El sistema es innovador, mucho más específico y sofisticado que los típicos tests rápidos de malaria. La pega es que, aunque el resultado es visual, está concebido para leerse con un dispositivo electrónico, lo que puede limitar su uso en regiones remotas.

En cuanto a las posibilidades de tratamiento, aún no existen. Pero también se están aportando avances prometedores, y ya existen modelos en ratón que permiten estudiar la evolución de la infección. La cloroquina, un fármaco contra la malaria, podría ser útil en la lucha contra la enfermedad. Esta semana hemos sabido que los mosquitos infectados por Wolbachia, una bacteria típica de los insectos, son incapaces de transmitir el zika. Ya se conocía la capacidad de este microbio de impedir a los mosquitos la transmisión de otros patógenos humanos, como el dengue, el chikunguña y el parásito de la malaria. Si fuera posible reemplazar la población natural del mosquito Aedes por otra infectada con Wolbachia, sus picaduras serían inofensivas.

Dejo para el final un aspecto intrigante. Una de las mayores incógnitas aún es por qué el zika solo provoca microcefalia y otros trastornos neurológicos en los fetos de algunas mujeres embarazadas, y no en otras. Un estudio aún sin publicar, disponible en la web de prepublicaciones bioRxiv, descubre que los anticuerpos contra el dengue potencian la infección por el zika. Los dos virus son muy parecidos y se solapan en amplias regiones del mundo, por lo que no es raro encontrar pacientes que hayan sufrido ambas infecciones.

Este mecanismo tiene una conocida base biológica, y funciona así: una persona infectada por un virus desarrolla anticuerpos frente a él. Si después sufre una nueva infección por una cepa diferente del mismo patógeno, puede suceder que los anticuerpos se peguen a él sin neutralizarlo. Estos virus activos son engullidos por unas células del sistema inmunitario llamadas macrófagos, que reconocen los anticuerpos y se los tragan. Así, los anticuerpos sirven de caballo de Troya para que el virus invada los macrófagos, lo que potencia la infección.

¿Podría ser este un factor relacionado con la distinta virulencia de la enfermedad del zika en diferentes pacientes? El primer caso de microcefalia asociada al zika en España es una mujer embarazada que también contrajo dengue. Imagino que la conexión detectada entre dengue y zika deberá ser explorada mucho más a fondo para valorar sus posibles implicaciones en los efectos del virus.

Gracias a India por avanzar en la vacuna del zika

¿Verdad que hay ocasiones en que a uno le entran ganas de gritarle a la radio? El otro día escuché en una emisora a una doctora, presunta experta cualificada para hablar del virus del Zika, a quien le preguntaban sobre posibles vacunas. Respondía que tardaríamos años en tenerlas. Y cuando la presentadora le hacía notar que ya tenemos vacunas contra el ébola en ensayos clínicos, la doctora replicaba que este era «un caso único en la historia», pero que lo normal es tener que esperar años para el desarrollo de una vacuna.

No es que uno tenga el menor interés en hacerse el listo que todo lo sabe (en esto nadie puede superar a mi vecino de blog Alfred); el problema del error de esta *experta* es que transmite una idea equivocada que puede dar lugar a una grave desinformación, la de pensar que la biotecnología puede sacar conejos de la chistera, aunque sea en casos raros. Y por tanto puede dar pie a pensar que, cuando no el conejo no sale, es debido a una u otra de las conspiranoias favoritas de cada cual. No: las vacunas contra el ébola actualmente en pruebas no han sido un caso único en la historia, sino que son fruto de un proceso anterior que al parecer la doctora ignoraba.

Imagen de Bharat Biotech.

Imagen de Bharat Biotech.

Debo insistir una vez más en algo que ya he contado aquí varias veces: si hoy tenemos dos vacunas candidatas contra el ébola en ensayos clínicos, y un cóctel de anticuerpos humanizados que ha funcionado con éxito en varios casos, no es porque nadie sacara conejos de la chistera a raíz de la epidemia de 2014, sino gracias a que alguien ya había hecho los deberes con antelación, cuando el ébola aún no interesaba a nadie. Tanto las vacunas como el suero ya existían antes de 2014, cuando «ébola» era una palabra absolutamente desconocida para casi todo el mundo. Y a quienes debemos dar las gracias es a Canadá y Estados Unidos.

Tras los atentados del 11-S (año 2001), el gobierno canadiense puso en marcha una iniciativa llamada CRTI, destinada a investigar la defensa contra armas nucleares, biológicas y químicas. En el marco de la CRTI, Canadá invirtió siete millones de dólares para desarrollar soluciones contra la amenaza del ébola, incluso cuando los expertos aseguraban que este virus no entrañaba riesgo como arma biológica. Y de aquel proyecto nació, en colaboración con el gobierno de EEUU, el suero ZMapp , que ya se estaba ensayando en monos en 2012 y que después salvaría la vida de la enfermera Teresa Romero. Y de aquel proyecto nació también la vacuna VSV-ZEBOV, que se patentó en 2004, y que se probó en monos en 2005.

En resumen, el de las vacunas del ébola no es un caso único en la historia. No hay magia: si sale un conejo de una chistera, es porque el conejo ya estaba antes dentro de la chistera.

Pero resulta que en esta ocasión también vamos a tener suerte, porque ahora nos hemos enterado de que alguien ya metió el conejo en la chistera cuando la palabra «zika» podía sonar para la mayoría, todo lo más, a un tipo de baile de gimnasio. Y en este caso a quien debemos dar las gracias es a una compañía biotecnológica india llamada Bharat Biotech.

Imagen de Bharat Biotech.

Imagen de Bharat Biotech.

Según fuentes de la propia compañía, Bharat comenzó a desarrollar vacunas contra el zika hace un año, aprovechando su trabajo previo en inmunizaciones contra otras enfermedades transmitidas por el mismo mosquito tales como el dengue y el chikunguña. Como fruto de este proyecto, la compañía ya dispone de dos formulaciones en proceso de patente bajo el nombre de ZIKAVAC, una vacuna recombinante (producida por ingeniería genética para imitar la fachada exterior del virus) y otra que emplea partículas víricas inactivadas. Esta última, siempre según Bharat, ya está en fase de ensayos preclínicos, lo que significa que la están probando en animales.

Naturalmente otras compañías, sobre todo las grandes multinacionales, ya han puesto a funcionar su maquinaria en la carrera hacia la vacuna del zika. Pero Bharat Biotech merece agradecimiento por haber sido la primera en emprender un proyecto arriesgado que ha resultado visionario. Que tengan suerte, por el bien de todos.

El zika en tres ideas: hay riesgo, puede llegar y hay que actuar

La primera vez que vi la película Contagio, de Steven Soderbergh, lo hice con un díptero revoloteando por el reverso de mi pabellón auricular; con la mosca tras la oreja, más aún con la primera aparición del guaperas de Jude Law en el papel de bloguero conspiranoico. Law no se ha prodigado en papeles de villano; ¿caería Soderbergh en el facilón (y económicamente rentable en taquilla) argumento a lo Le Carré en El jardinero fiel, dar carnaza a las masas favoreciendo el punto de vista conspiranoico y dejando al personaje de Law como héroe triunfante? (No obstante aclaro, for the record, que la novela de Le Carré estaba basada en un caso real de experimentación clínica ilegal en África).

Así que, cuando la película terminó, casi me faltaron manos para apludir. Soderbergh no solo había reflejado con absoluta veracidad un hipotético caso fielmente realista de pandemia vírica, con epidemiólogos que parecían epidemiólogos y virólogos que parecían virólogos, sino que además había dejado a los conspiranoicos en el lugar que les corresponde, el de trileros de toda la demagogia que se sirve a diario como fast food en internet.

Imagen del virus del Zika al microscopio electrónico de transmisión (partículas oscuras), recientemente publicada por el CDD/ Cynthia Goldsmith.

Imagen del virus del Zika al microscopio electrónico de transmisión (partículas oscuras), recientemente publicada por el CDC/ Cynthia Goldsmith.

Viene esto a cuento del increíble cuento, valga la…, que se ha prodigado en la red a partir de la proclama de un descerebrado en la sección de conspiraciones de Reddit. El tipo en cuestión dijo que el origen de la epidemia de virus del Zika y de los casos de bebés con microcefalia en Brasil coincide geográficamente con el lugar donde hace cuatro años se soltó una población de mosquitos genéticamente modificados para producir descendencia no viable. Y a partir de ahí, la teoría más estúpida jamás lanzada en internet ha tenido que comentarse, para desmentirse, incluso en medios serios (como este).

El conspiranoico en cuestión ni siquiera mencionó, obviamente, que dichos mosquitos se liberaron también en otros lugares donde no ha surgido una epidemia de zika ni de microcefalia (como las islas Caimán o Florida), ni que anteriormente se han ligado casos de microcefalia a virus emparentados con el zika como el del Nilo Occidental, ni que el estudio retrospectivo del anterior brote de zika en la Polinesia ha sacado a la luz anomalías neurológicas que en su día no se relacionaron con una infección antes considerada benigna. Ni por supuesto, y esto es lo fundamental, que la afirmación es un completo disparate biológico sin pies ni cabeza; más allá de la (presunta) coincidencia geográfica, no hay ni siquiera un argumento coherente que rebatir.

Lo anterior no implica que en este preocupante episodio del zika no haya, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, elementos perturbadores que obliguen a vigilar muy de cerca todo lo que autoridades y otros actores implicados están haciendo al respecto. En particular, resulta pasmoso que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no haya emitido una recomendación de evitar los viajes a Brasil, al menos para las mujeres embarazadas. No hay que ser conspiranoico para sospechar que aquí ha mediado un probable trabajo de lobby por parte de algún organismo para no arruinar los Juegos Olímpicos de Río.

A estas alturas a Margaret Chan, directora general de la OMS, le quedan ya pocos argumentos para defender su gestión. Fue criticada por exceso de reacción con la pandemia de gripe A H1N1 en 2009 (un diagnóstico que no comparto: no olvidemos que la gripe pudo infectar a 200 millones de personas y dejó unos 19.000 muertos) y por defecto de reacción en la epidemia de ébola de 2014. Pero ya llevaba detrás un legado polémico por su actuación como directora de Salud de Hong Kong, cuando se le criticaron su «ayer cené pollo» a propósito de la gripe aviar H5N1 de 1997 y su pasividad en el brote de SARS de 2003. Chan está pisando un terreno pantanoso que puede acabar con su defenestración si no sale airosa de la emergencia del zika.

Pero aunque Chan se haya convertido en el blanco propicio de este tiro al pato, no olvidemos que uno de los factores destacados por los expertos a la hora de mitigar el impacto de una epidemia como el zika es la respuesta de los sistemas de salud de los países. Y como ya he señalado en ocasiones anteriores, en España tenemos ahora como ministro de Sanidad (en funciones) a un filólogo a quien el cargo le cayó como prebenda por los servicios prestados al partido; una situación que pasa inadvertida cuando se trata de ejercer como burócrata gestor de la maquinaria de salud pública, pero que se convierte en un peligro igualmente público cuando toca gestionar una crisis sanitaria. Los brasileños al menos tienen en ese cargo a un médico.

Es evidente que por debajo del burócrata hay una gruesa capa de expertos y técnicos de alto nivel. Pero en el mundo real difícilmente se admitiría poner al frente de lo que sea a alguien sin el conocimiento profesional necesario para saber de lo que habla, y que ha aprendido lo que debe decir al público cinco minutos antes de decirlo. O dicho de otro modo: el ciudadano que paga tiene derecho a que su ministro de Sanidad sea el ventrílocuo, y no el muñeco.

Pero ¿crisis sanitaria, aquí, en España? Lo cierto es que aún es tanto lo que se desconoce sobre el zika que nadie apuesta un céntimo sobre cómo puede evolucionar esto. Pero casi todos los virólogos y epidemiólogos con los que he hablado últimamente reconocen off the record que el riesgo aquí, sin ser comparable al de las latitudes cálidas, es mayor de lo que se está transmitiendo, ya que muy probablemente el mosquito tigre es o acabará siendo un vector competente para el zika. Ya se han dado recientemente brotes de transmisión autóctona de dengue en el sur de Europa, virus muy próximo al zika y que comparte los mismos vectores; con lo que hoy se conoce del zika, no hay (todavía) ninguna razón científica para sostener que el riesgo de transmisión autóctona estacional del virus en España es mínimo, como se está diciendo.

Aún nos quedan unos meses de reacción hasta que comience la eclosión masiva de mosquitos en nuestras latitudes. Y no podemos esperar a llevarnos las manos a la cabeza cuando nazca en España el primer bebé con microcefalia, una enfermedad horriblemente atroz que deja empequeñecido el antiguo fantasma de la polio. Aunque hayan oído que todavía no se ha confirmado científicamente el vínculo con el zika, no piensen por ello que se trata de un síntoma surgido de la nada y nunca antes visto: las complicaciones en el desarrollo neurológico, incluyendo la microcefalia, son frecuentes en los casos de transmisión infecciosa de la madre al feto. La microcefalia se ha descrito sobradamente para viejos conocidos como el citomegalovirus o el VIH, e incluso para virus emparentados con el zika como el del Nilo Occidental. A efectos de salud pública hay que dar este síntoma por descontado, y que la ciencia concluya lo que tenga que concluir, pero a su propio ritmo.

En resumen, es preciso exigir a las autoridades involucradas una toma de postura drástica encaminada hacia la contención del zika. Ninguna medida es excesiva, y el papel de la OMS no es servir de garante del comercio internacional o de la industria turística, sino de la salud de los ciudadanos de los países a los que representa; una caída de los ingresos por turismo puede embocar a algunos países hacia un difícil trance económico, pero una epidemia de microcefalia sería infinitamente peor, algo que quedaría marcado como la funesta huella de un trágico error. Y si el Comité Olímpico Internacional pierde su multimillonario negocio, que digan dónde hay que firmar.