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Experimentos sobre vida alienígena «exótica»: este es el resultado

Una idea muy extendida, cuando se trata de debatir la posibilidad de vida en otros mundos, es que los alienígenas no tendrían por qué parecerse a ninguno de los seres que conocemos aquí en la Tierra, sino que podrían ser tan diferentes que incluso nos costara reconocerlos como algo vivo.

Esta es una hipótesis de por sí irrefutable; no hay manera de demostrar que no pueda ser así. Y aunque en apariencia esto pudiera hacerla más atractiva, en realidad es más bien lo contrario: en ciencia, las hipótesis que no pueden someterse a refutación no tienen interés. De hecho, desde cierto punto de vista ni siquiera pueden considerarse hipótesis científicas.

Imagen de Max Pixel.

Imagen de Max Pixel.

Pero (¡atención, viene una quíntuple negación!) el hecho de que no sea posible probar que no pueda construirse vida radicalmente diferente a la terrestre no significa que no puedan aportarse razones científicas de que esto no es en absoluto probable. Anteriormente he dedicado aquí tres articulitos a contar por qué, con la biología en la mano, los seres vivos no materiales, no basados en el carbono o no dependientes del agua dan buen material para la ciencia ficción, pero siempre conservando el apellido: ficción.

Un ejemplo. Los físicos suelen coincidir en que Interstellar es una película científicamente muy seria y concienzuda, como no podía ser de otra manera, dado que el físico Kip Thorne ha estado involucrado en la producción y el guion. Pero ¿qué ocurre cuando uno le pregunta a un físico teórico si los agujeros de gusano existen? Naturalmente, dicen a veces; dado que son soluciones a las ecuaciones de campo de la relatividad general de Einstein, existen. Pero no, si existen en la realidad, insiste uno. ¿Realidad?, preguntan ellos.

Bromas aparte: lo cierto es que, aunque la mayor parte de la biología sea demasiado compleja como para describirla a través de ecuaciones (quién sabe si la Inteligencia Artificial llegará a ser capaz de hacer algo parecido), en este caso podría decirse que la vida alienígena exótica es incluso más improbable que los agujeros de gusano, dado que ni siquiera en la teoría pura se ha justificado un sistema coherente y científicamente sólido de vida no basada en el carbono o en el agua.

Claro que, suele argumentarse, dado que no nos es posible poner el pie en esos mundos lejanos tan radicalmente distintos a la Tierra, no podemos asegurar que no haya vida en ellos.

Solo que esto no es exactamente así. Imaginemos que pudiéramos ponernos manos a la obra para simular condiciones extremadamente distintas de las terrestres: combinaciones de ingredientes raros, temperaturas gélidas o ardientes, atmósferas con gases venenosos para nosotros, sustratos de todas clases, gravedades aplastantes o livianas, radiaciones estelares achicharrantes o casi inexistentes, sustitutos del agua… Casi todo tipo de variaciones extremas que se nos puedan ocurrir a eso que los científicos, con sus mentes pobremente reduccionistas, llaman «condiciones habitables». Lo metemos todo ello en la Thermomix y esperamos unos cuantos miles de millones de años a ver si sale algo vivo.

Pues bien, ese experimento ya se ha hecho: ante ustedes, les presento el Sistema Solar. ¿El resultado? Que no hay vida compleja en otro lugar más que en la Tierra. Y aunque no podamos asegurar que no haya vida simple en algún otro mundo de nuestro vecindario, si esto existiera, personalmente apostaría solo a dos caballos: Origen Común y Evolución Paralela.

Tomemos como ejemplo Júpiter y Saturno, dos planetas casi tan diferente a la Tierra como pueda llegar a imaginarse. Si fuera posible que en semejantes condiciones raras surgiera la vida, ¿por qué no en Júpiter y Saturno? De hecho, Carl Sagan imaginó un ecosistema joviano formado por varias especies de criaturas flotantes y voladoras que viven y se comen unas a otras. Pero dejando de lado las especulaciones, podemos estar bastante seguros de que en Júpiter no existe una civilización inteligente. Ni muy probablemente nada vivo.

Naturalmente, el hecho de que –que sepamos– no haya vida en Júpiter o en Saturno tampoco descarta por completo que en lugares como Júpiter o Saturno pueda aparecer algo vivo. Merece la pena buscar. Es casi obligado buscar, ya que esta búsqueda siempre aportará resultados valiosos: si no se encuentra nada, un clavo más en el ataúd de la idea sobre la vida “como no la conocemos”. Y si se encuentra algo, el descubrimiento más importante de la historia de la ciencia.

Y a este respecto, hay buenas noticias. Por fin parece que, tras décadas de abandono, la biología está dejando de ser el patito feo de las misiones de exploración espacial. Y en concreto, una misión ya confirmada para los próximos años podría responder a la pregunta de si existe algo vivo en uno de los lugares del Sistema Solar más propicios para la presencia de alguna forma de vida posiblemente exótica. Mañana lo contaremos.