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Estas son las criaturas que vivirán para ver el fin de la Tierra

Esta semana se nos ha recordado de nuevo que 2016 ha sido el año más cálido de la historia (desde el comienzo de los registros en 1880), según han confirmado los análisis independientes de la NASA y la NOAA (la agencia estadounidense de la atmósfera y los océanos). En realidad la conclusión no es novedosa, ya que fue el 18 de enero, con el año recién estrenado, cuando la Organización Meteorológica Mundial anunció por primera vez este nuevo récord, que bate la marca de temperaturas globales por tercer año consecutivo.

El recordatorio llega con el reciente lanzamiento de la campaña Misión 2020, una iniciativa promovida por un grupo de expertos mundiales destinada a reducir las emisiones globales de efecto invernadero en los próximos tres años. El plazo no es casual, ya que un informe elaborado por investigadores de varios organismos estima que los objetivos definidos en el acuerdo de París de 2015 solo podrán alcanzarse si las emisiones se reducen en un plazo máximo de tres años. De lo contrario, «si las emisiones continúan aumentando después de 2020, o incluso si se estabilizan, los objetivos de temperaturas fijados en París serán prácticamente inalcanzables», escriben en la revista Nature los promotores de Misión 2020.

La del cambio climático no es la única de las amenazas actuales que van a hacer del mundo un lugar más complicado para los que vengan después de nosotros. Pero de todas ellas, es la única ya presente hoy que actúa a escala global, la única que puede pintar un futuro sombrío para la continuidad de la vida en este planeta tal como la conocemos.

Imagen de Pixabay.

Imagen de Pixabay.

Hace unos días, tres investigadores de México y EEUU publicaban un estudio en el que, analizando 27.600 especies de vertebrados terrestres y, con más detalle, 177 especies de mamíferos, avalan la hipótesis planteada por algunos científicos de que actualmente nos encontramos en el curso de la sexta gran extinción en masa en la historia de la Tierra; un episodio de orígenes y tempos diferentes, pero de consecuencias similares a los cinco que en épocas anteriores resultaron en la desaparición de grandes grupos enteros de animales como los dinosaurios. Esta nueva «aniquilación biológica», como la califican los autores, se produce a través de una «masiva erosión atropogénica de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas esenciales para la civilización», escriben.

Aunque hoy la práctica totalidad de la comunidad científica no duda de que los efectos del cambio climático van a ser devastadores incluso a lo largo de este siglo, y por supuesto ninguno cuestiona la alarmante pérdida progresiva de biodiversidad causada por el ser humano, sin embargo no todos están de acuerdo en la conclusión de que pueda hablarse de todo esto como la Sexta Extinción.

Pero lo sea o no, una cosa es cierta, y es que la Tierra sobrevivirá, como lo ha hecho a través de las cinco grandes extinciones de la historia. Solo que ya no será la misma; las extinciones masivas han sido grandes volantazos en el curso del planeta, como quiebras de la compañía terrestre seguidas de refundaciones bajo nueva dirección.

Y en esa futura nueva Tierra, es posible que los humanos ya no estemos aquí, una vez se rompa la estabilidad del planeta que ha permitido el desarrollo de la civilización desde la revolución agrícola. Muchos expertos apuntan a una paradoja entre el enorme poder del ser humano y la fragilidad de su dependencia de los servicios de los ecosistemas. ¿Cómo vamos a alimentarnos si la agricultura empieza a fracasar de forma masiva? Dediquen solo unos segundos a imaginarlo. Según los ecólogos, los humanos no damos el perfil del tipo de especie con las características óptimas para sobrevivir a lo que se avecina.

¿Y quién lo hará? Los microbios, seguro. Los insectos, tal vez. Quienes vivieron los 80 recordarán una magnífica película injustamente olvidada, al menos para los programadores de la televisión en abierto, que nos repiten una y otra vez los mismos bodrios. Juegos de guerra era una fábula temprana sobre una preocupación muy actual, el riesgo de la tecnología desbocada determinando el destino de la Tierra. Cuando un nuevo sistema de inteligencia artificial al mando del arsenal de misiles nucleares de EEUU decide jugar a la guerra sin ser capaz de distinguir entre la simulación y la realidad, los dos jóvenes protagonistas buscan desesperadamente al programador del sistema. Por fin lo encuentran, pero descubren con sorpresa que la única persona capaz de evitar el inminente fin del mundo no está interesada en hacerlo, y que en su lugar espera casi con ilusión el comienzo de una nueva Tierra bajo el reinado de los insectos.

Pero hay otro bichito que probablemente estará allí no solo para ver el fin del mundo tal como los humanos lo entendemos, sino incluso el verdadero final del planeta cuando el Sol lo engulla dentro de miles de millones de años, y que posiblemente será el último testimonio de lo que un día fue un mundo pletórico de vida.

Tres investigadores de la Universidad de Oxford acaban de publicar un fascinante estudio en el que han tirado de modelos informáticos para someter a la Tierra a los mayores cataclismos astrofísicos imaginables: explosiones de supernovas, brotes de rayos gamma, impactos de grandes asteroides e incluso el paso casual de estrellas errantes. Los científicos han considerado estos fenómenos como eventos de esterilización global, capaces de barrer todo rastro de vida incluso de los microbios más resistentes, haciendo hervir el agua de todos los océanos de la Tierra.

Y sin embargo, la conclusión de los investigadores es que «la esterilización global es un fenómeno improbable». Incluso en las condiciones más duras, hay un tipo de organismos que podrían sobrevivir para ver el final definitivo de este planeta: los tardígrados, llamados comúnmente osos de agua, unos minúsculos animalitos de ocho patas y medio milímetro de longitud que viven en todos los hábitats de la Tierra, y que según enumeran los autores del estudio pueden sobrevivir unos minutos a -272 grados o a 150 grados, y durante décadas a -20 grados; aguantan el vacío del espacio y presiones de hasta 1.200 atmósferas en la fosa oceánica de las Marianas; pasan 30 años sin comida ni agua; y resisten niveles de radiación cientos de veces superiores a las dosis letales para los humanos.

Un tardígrado al microscopio electrónico. Imagen de N. Carrera, Global Soil Biodiversity Atlas.

Un tardígrado al microscopio electrónico. Imagen de N. Carrera, Global Soil Biodiversity Atlas.

«Para una completa esterilización debemos establecer el evento necesario para matar a todas estas criaturas», escriben los investigadores en su estudio. Y no lo han conseguido: incluso en las condiciones más extremas que entran dentro de lo plausible, los osos de agua seguirían aquí para ver el final de los tiempos. Los autores concluyen: «una vez que la vida existe en un planeta similar a la Tierra, su completa eliminación es un fenómeno muy improbable, de otro modo que no sea la evolución de su estrella».