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Halloween, un viaje de ida y vuelta Europa-EEUU

Sin ánimo de pasar por el antropólogo que no soy, sino como mirón de la realidad, veo dos perfiles básicos de odiadores de Halloween: quienes aborrecen todo lo que lleve la marca de las barras y estrellas, y un sector del cristianismo empeñado, por razones que no me corresponde analizar, en erradicar una inocente diversión laica que tiene como protagonistas a los niños (quienes, por cierto, no suelen celebrarlo como una fiesta pagana). Y que pretenden reemplazar por una contraversión llamada Holywin que, no puedo evitarlo, me trae a la mente aquellos alambicados deportes pergeñados por el Estado Mundial de Un mundo feliz para mantener a la población ideológicamente encarrilada.

Imagen de Wikipedia.

Imagen de Wikipedia.

Y si se fijan, no abro un tercer taxón para los puristas de las tradiciones propias; en mi sola experiencia (ya lo he dicho, simple mirón), esto suele ser una excusa bajo la cual se esconde uno de los otros dos motivos. Hay pretendidos puristas que nunca se pierden el festival del año nuevo chino, y otros que han adoptado el Holywin con los brazos abiertos.

Tanto a unos como a otros les recomendaría una lectura nada sofisticada: la entrada sobre Halloween en la versión española de la Wikipedia. No voy a descubrir nada nuevo; ahí encontrarán, para su probable sorpresa, que la fiesta de Halloween y la mayor parte de sus tradiciones y simbología no se han inventado en la patria del Capitán América, sino que viajaron hasta allí desde la cristiana Europa ancestral para luego regresar a casa. Eso sí, convertidas en un exitoso producto comercial, que para eso no hay nadie como ellos.

Por servirles la carne magra de lo que cuenta la Wikipedia, Halloween (venga, que es muy fácil: ja-lo-güin) es una contracción de All Hallows Eve, o «víspera de Todos los Santos»; aunque otro posible origen del término sería Hellequin, nombre que daban los galos a la leyenda de las cabalgatas de muertos y espíritus que en diferentes lugares de España se conocen como Santa Compaña (Galicia), Estantiga (Castilla) o Güestia (Asturias). Misma cosa, distintos nombres.

Graffiti de la Santa Compaña en Pontevedra. Imagen de Wikipedia.

Graffiti de la Santa Compaña en Pontevedra. Imagen de Wikipedia.

En la tradición de inspiración cristiana de la víspera de Todos los Santos, llamada Noche de Difuntos, aparecen casi todos los elementos del armazón de la moderna fiesta de Halloween. Comencemos por el rollo muertos, zombis y esqueletos:

…cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos, y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos.

No, no es un párrafo del guión de una de Tim Burton, sino un fragmento de El Monte de las Ánimas, el cuento de Gustavo Adolfo Bécquer sobre la leyenda de la Noche de Difuntos en Soria; cuento que, al menos antes, solía ser lectura obligatoria en los colegios, incluyendo los católicos.

¿Calabazas? Corto y pego textualmente de la Wikipedia: «dentro de Castilla, en la actual comunidad de Madrid, se tienen registros de numerosos municipios como Ambite, Canencia, El Vellón, Estremera, Manzanares el Real, Loeches, Fuentidueña de Tajo en los que se decoraban las casas con calabazas, a las que le hacían agujeros en su interior para simular una cara con ojos, nariz y boca y se introducía una vela o luz dentro de la calabaza, con el objetivo de invocar espíritus protectores y asustar a la gente generando una atmósfera de terror».

¿Niños pidiendo chuches de puerta en puerta? Por entonces aún no se habían inventado los Peta Zetas, los Sugus ni las gominolas, pero cito de la misma fuente: «En Asturias, en el siglo XVIII, los niños llevaban lámparas y pedían comida a las puertas de las casas durante esa noche».

Dicho todo esto, hago una salvedad, y es que por desgracia la Wikipedia tiene sus peligros. Me refiero a la calidad de las fuentes. Como suelo explicar aquí, la ventaja del sistema de las revistas científicas (también para las ciencias sociales y las humanidades) es que todo lo publicado ha sido validado por otros especialistas en la misma materia, certificando que el contenido de un estudio es legítimo y no una veleidad de los autores. La Wikipedia a menudo cita fuentes académicas, pero otras veces refiere a páginas web o blogs que a su vez no enlazan a fuentes originales contrastables.

En el caso de las tradiciones asturianas, por ejemplo, hay garantías en la referencia a una entrevista con un etnógrafo especializado en la mitología local. En cambio, lo relativo a Castilla se basa en un blog que ofrece abundante información elaborada, pero sin citar una sola fuente verificable.

Entiéndanme, no estoy calificando el blog como pura fantasía, pero hay que justificar que lo contado no se lo ha inventado uno mismo, sobre todo cuando ni siquiera se sabe quién es «uno mismo» (el blog parece ser anónimo). ¿Dónde se han publicado o documentado esas costumbres de tantos pueblos madrileños? Es el doble filo de la internet 2.0; lo bueno es que cualquiera puede publicar lo que quiera, pero lo malo es que cualquiera puede publicar lo que quiera. Con mucha frecuencia, los rumores falsos se propagan y rebotan de unas webs a otras hasta que todo el mundo los da por ciertos. Frente a este círculo vicioso, las revistas académicas crean un círculo virtuoso: estudios aprobados por expertos que citan otros estudios a su vez también aprobados por expertos.

Hecha esta salvedad y volviendo al asunto, lo que sí parece aceptado comúnmente por los eruditos es que las raíces de todo esto se remontan a más atrás, a la festividad céltica del Samhain, el fin de la cosecha y el cambio de estación, ligada al culto a los espíritus; que perdura en el paganismo, y que la Iglesia Católica trató de reconducir haciéndola coincidir con la celebración de Todos los Santos, pero que popularmente conservó sus evocaciones siniestras en la Noche de Difuntos.

Y con todo este equipaje cultural, emprendamos viaje, de Europa a América. Como es bien conocido, las tradiciones españolas se difundieron al Nuevo Continente, y en el caso que nos ocupa tomaron forma en fiestas como el Día de Muertos de México. Pero antes de que algún mexicano se me enfade, aclaremos: ellos también aportaron sus propias costumbres. Aquí sí puedo citar a un académico, el experto en historia celta Manuel Alberro, escribiendo en 2004 en Araucaria, Revista Iberoamericana de Filosofía, Política y Humanidades:

Tanto Halloween como el Día de los Difuntos y su Día de Muertos no son más que modernas versiones de las arcaicas festividades del céltico Samain y de la Festividad de los Muertos de los aztecas.

Cráneos de cerámica decorada del Día de Muertos en México. Imagen de Wikipedia.

Cráneos de cerámica decorada del Día de Muertos en México. Imagen de Wikipedia.

Es decir, que la rama céltica se enlazó con una rama cristiana, a cuyo resultado se le unió en México otra rama mesoamericana. Más al norte, la tradición llegó a EEUU desde Irlanda. A estas costumbres se les aplicaron formatos locales de acuerdo a la idiosincrasia de cada pueblo. Pero curiosamente, y para horror de los alérgicos al mestizaje (que los hay aquí, en México y en EEUU), todo acaba mezclándose: si a muchos mexicanos la versión estadounidense de la fiesta les indigna tanto o más que a muchos españoles, resulta que en algunos lugares de EEUU el Día de Muertos está comenzando a teñir también las celebraciones de Halloween.

Pero si en EEUU (y de rebote, aquí) Halloween carece de todo aquel carácter de solemnidad, de rezo y de veneración hacia los antepasados, no es más que una secularización idéntica a la que ha experimentado, por ejemplo, la Navidad, que obviamente ya no es una celebración exclusiva de los cristianos. Parecería lógico que los odiadores de Halloween por razones religiosas despreciaran con la misma contundencia todo aquello de la Navidad que no es estrictamente cristiano; y no hablo solo del árbol y el Jingle Bells: desde el turrón, que es de origen árabe, hasta la Nochevieja, una fiesta civil, y sus uvas, una costumbre de origen digamos socioagrícola. Eh, y nada de regalos a los adultos, que los Reyes Magos se fueron con las manos vacías.

Me reservo para el final la guinda del pastel. Resumiendo todo lo anterior, Halloween es una fiesta popularizada en EEUU pero llevada allí desde Irlanda, con influencia cristiana y raíz celta en la celebración del Samhain o Samaín. Pero ¿quién inventó el Samaín?

Según la mitología gallega, los descendientes del rey Breogán conquistaron Irlanda y llevaron allí las tradiciones celtas; entre ellas, el Samaín. Hoy esta fiesta se celebra como tradición recuperada en muchos lugares de Galicia. Pero resulta que también leyendas irlandesas hablan de invasiones desde la cornisa cantábrica de la Península Ibérica. Así que, si las leyendas fueran ciertas, los irlandeses habrían heredado el origen de Halloween de los celtas gallegos.

Claro que solo son leyendas. ¿O no? De hecho, ciertos estudios sugieren que tal vez realmente existan vínculos genéticos entre ambos pueblos actuales, aunque aún hay controversia al respecto (y con razón: el principal proponente de la hipótesis es Bryan Sykes, genetista de Oxford que protagonizó un gran bluf cuando publicó que el Yeti era un descendiente de un oso polar del Paleolítico, como conté aquí y aquí).

Y sin más, les dejo con unos minutos musicales para Halloween: una joya clásica de los Bauhaus, padres del post-punk gótico, y la cuasi-banda sonora oficial de la fiesta, del inclasificable Marilyn Manson, sobre (esta vez sí) vídeo de Pesadilla antes de Navidad de Tim Burton. Felices sustos.