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Ojo con la distracción: plantar árboles no va a arreglar el clima

El pasado julio, un estudio en la revista Science dirigido por el Instituto Federal de Tecnología de Suiza en Zurich (ETH) calculaba que la biosfera actual podría soportar un aumento de más del 25% en superficie de bosques, respetando las áreas urbanas y las dedicadas a producción de alimentos, y que este incremento de la masa forestal podría absorber un 25% del carbono presente en la atmósfera, contrarrestando una gran parte del exceso de emisiones vertidas a la atmósfera durante la era industrial. «Nuestros resultados subrayan la oportunidad de mitigar el cambio climático mediante la restauración global de árboles, pero también la necesidad de acciones urgentes», escribían Jean-François Bastin y sus colaboradores.

El estudio rebotó de un rincón a otro de la internet mediática. National Geographic titulaba: «¿Cómo borrar cien años de emisiones de carbono? Plantar árboles –montones de ellos». Pero mientras, otros científicos arrugaban el ceño. Poco después, Science recibía varias cartas firmadas por distintos grupos de investigadores que respondían al estudio del ETH, cuestionando sus resultados.

«Creemos que esta conclusión es errónea a causa de una mala interpretación de los autores tanto del potencial de almacenamiento de carbono como de la respuesta del ciclo global de carbono a las emisiones antropogénicas», escribían Pierre Friedlingstein y sus colaboradores. «La proclama de que la restauración global de árboles es nuestra solución más eficaz contra el cambio climático es simplemente incorrecta científicamente y peligrosamente engañosa». Otros grupos de investigadores se manifestaban de forma similar.

También en las redes sociales, otros expertos criticaban el estudio: en Twitter el director de investigación del Centro de Investigación Internacional del Clima en Noruega, Glen Peters, escribía: «Podría llevar cientos de años añadir suficientes bosques maduros para eliminar lo que emitiremos en 20 años al ritmo actual de 40 gigatoneladas de CO2 al año».

Imagen de pixabay.

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Los científicos que rebatían el estudio encabezado por Bastin argumentaban distintas razones. Entre las más importantes, que los autores del análisis original habían asumido incorrectamente que solo los árboles secuestran carbono y que el suelo carece de esta capacidad; pero, según apuntaban Joseph Veldman y sus colaboradores, el 86% del carbono almacenado en las sabanas tropicales y el 64% del capturado en los bosques boreales no está en los árboles, sino en el suelo.

Aún más llamativo: en ciertas zonas del planeta, dicen los expertos, plantar árboles no haría sino aumentar el CO2 vertido a la atmósfera. Este es el caso de las tundras heladas del norte donde existe una capa de suelo congelado, el permafrost. Este sustrato mantiene capturada una enorme cantidad de carbono. Cuando se descongela, los microbios presentes en el suelo comienzan a descomponer la materia orgánica, liberando metano y CO2 a la atmósfera. En estos lugares, plantar árboles calentaría el suelo y derretiría el permafrost, por lo que no haría sino agravar el problema.

Este es uno de los argumentos que llevó a dos científicos rusos, Sergey Zimov y su hijo Nikita, a crear el Parque del Pleistoceno, una reserva natural en Siberia en la que están restaurando el ecosistema de praderas de tundra que se cubrió de árboles cuando los grandes mamíferos herbívoros desaparecieron de allí. Los Zimov aspiran a añadir a su ecosistema una especie ya extinguida, el mamut. Si los actuales proyectos de crear un mamufante llegan a algún resultado, estos animales podrían contribuir a ese aclaramiento de las praderas árticas para mantener el permafrost.

Naturalmente, el proyecto de los Zimov tampoco va a arreglar el desastre climático, ni ellos aspiran a tal cosa. Es solo una muestra más de que los árboles no son la solución. Nadie duda de que la Tierra puede albergar más bosques ni de que esto puede brindar beneficios, ni de que, sobre todo, es esencial conservar los que aún tenemos. Los bosques, en especial los tropicales, cobijan una gran parte de la biodiversidad terrestre; y según el concepto de límites planetarios introducido en 2009, y que ofrece una serie de indicadores del estado de distintas amenazas medioambientales, la pérdida de biodiversidad es ya el que más ha traspasado con diferencia los límites seguros.

Pero cuando ciertas líneas aéreas han anunciado su propósito de contrarrestar sus emisiones plantando árboles; cuando recientemente grandes nombres como el emprendedor en serie Elon Musk o el CEO de Twitter, Jack Dorsey, han donado abultadas cantidades a la campaña #TeamTrees, promovida por un youtuber y que pretende plantar 20 millones de árboles desde el próximo 1 de enero; cuando la web de #TeamTrees afirma que «la restauración de bosques tiene el mayor potencial global de mitigación climática en comparación con todas las restantes soluciones naturales», basándose en un estudio de 2017

Cuando ocurre todo esto, el principal efecto es que estos nombres y compañías consiguen visibilidad y vestir su imagen de verde. Pero en esta pequeña serie de artículos que vengo publicando aquí con motivo de la COP25 celebrada en Madrid, he tratado de destacar no lo que los expertos dicen que debe hacerse para mitigar el cambio climático, algo que ya está suficientemente claro, sino las distracciones: todo aquello que desde distintas fuentes externas al ámbito científico se está vendiendo al público, en muchos casos con la colaboración de los medios, como soluciones al cambio climático, y que según los expertos no lo son. Y cuanto mayores son las distracciones, más fuertes deben ser las voces para amplificar el mensaje de los científicos.

Por eso conviene aclarar que la afirmación de #TeamTrees puede ser equívoca, ya que las «restantes soluciones naturales» con las que aquel trabajo comparaba la reforestación eran cosas como restaurar las costas, mejorar las plantaciones de arroz o atajar los incendios. Es decir, algo así como defender que el ajo tiene el mayor potencial de mitigación de la septicemia en comparación con todos los restantes tratamientos naturales, siendo estos las flores de Bach, el reiki, la manipulación de los chakras o convencerse uno mismo de que en realidad no está enfermo, sino que son sus emociones.

Reducir el plástico, reciclar, usar coches eléctricos, comer menos carne o plantar árboles son todas ellas buenas medidas, pero ninguna de ellas ni todas en conjunto van a arreglar el clima. Los expertos no ponen en cuestión que deba potenciarse la capacidad de los ecosistemas de absorber carbono mediante una mejor gestión del uso de las tierras, y de hecho el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU ha insistido recientemente en esto.

Pero como decía alguien: «Sí, por supuesto que necesitamos plantar tantos árboles como podamos. Sí, por supuesto que necesitamos conservar los árboles existentes y restaurar la naturaleza. Pero no hay absolutamente ningún camino alternativo a detener nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y dejar los combustibles fósiles en el suelo».

Y quien decía esto era… sí, ella. Greta Thunberg. Y así se entiende que esta niña moleste tanto, cuando hay tantos señores importantes y sus importantes compañías contándonos las cosas tan importantes que hacen por el clima, para que tenga que venir una niña de 16 años a dar lecciones a nadie…