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Megan Fox, pseudoarqueóloga y apologista de la ignorancia

Vivimos tiempos del triunfo de lo pseudo: pseudociencias, pseudomedicinas, pseudonoticias (fake news)… y pseudodocumentales, que son aquellos dedicados a divulgar las pseudociencias, pseudomedicinas o pseudonoticias.

Sería discutible si los llamados mockumentaries, o falsos documentales, son un subgénero digno de aplauso o de rechazo. Para defender lo primero, algunos citarían un ilustre precedente que hoy pocos se atreverían a descalificar: la falsa crónica de una invasión marciana radiada por Orson Welles en 1938. Pero no olvidemos que, a diferencia de los mockumentaries actuales, la emisión de Welles comenzaba dejando fuera de duda que aquello era puro teatro radiofónico, una versión de La guerra de los mundos de H. G. Wells.

Los realizadores de estos falsos documentales suelen evitar temáticas sensibles con el presunto propósito de no dañar a nadie. Pero cuando uno de mis hijos me asegura que el megalodón sigue existiendo porque un amiguito suyo lo ha visto en la tele, es evidente que un daño se ha hecho. Por qué consideramos mayor daño el que se inflige a las emociones y los sentimientos que el que se inflige al conocimiento y la razón sería materia de otra discusión diferente.

Pero no, no son los documentales deliberadamente falsos y paródicos los que traigo aquí hoy. En general es dudoso que aquel famoso mockumentary sobre Stanley Kubrick y la misión lunar Apolo 11 vaya a engañar a nadie que no viviera ya previamente engañado; prueba de ello es que algunos de los autores de webs conspiranoicas citaban aquella película como presunta prueba de sus alegaciones, pero resultó que el director había basado sus falsas pruebas precisamente en aquellas mismas webs conspiranoicas.

Otro caso diferente es el de los pseudodocumentales que pretenden pasar por verídicos, y de los cuales en los últimos años existe una patente inflación en las teles, sobre todo relacionados con la ya agonizante ufología en sus múltiples versiones. Si aceptamos que la televisión es sobre todo espectáculo, y yo lo acepto (pero personalmente prefiero otros espectáculos), no cabe duda de que los autores de estos espacios lo consiguen, aunque a costa de dañar una vez más la razón y el conocimiento.

El motivo de traer hoy aquí esta coyuntura es el anuncio reciente del Travel Channel en EEUU de una nueva serie de pseudodocumentales sobre arqueología e historia, en los cuales la actriz Megan Fox se dedicará a aniquilar el edificio de conocimiento que a los arqueólogos e historiadores les ha costado siglos construir.

Megan Fox. Imagen de Josh Jensen / Flickr / CC.

Megan Fox. Imagen de Josh Jensen / Flickr / CC.

Según las informaciones publicadas, la cadena de televisión describe la nueva serie, Mysteries and Myths with Megan Fox, como “un viaje personal y épico a través del globo, donde arqueólogos y expertos reexaminarán la historia, formulando preguntas difíciles y desafiando el conocimiento convencional que ha existido durante siglos”. “La serie penetrará en algunos de los mayores misterios de los tiempos, como si las mujeres amazonas realmente existieron o si la guerra de Troya fue real”, añaden.

Hasta aquí, la noticia no sería motivo para arquear una ceja más de lo que ya las tenemos arqueadas. Naturalmente, arqueólogos e historiadores han lamentado el tipo de espectáculo que Travel Channel ha elegido para drogar a sus espectadores, y no solo es lógico, sino casi obligado que se manifiesten. Pero la sirena de alarma empieza realmente a sonar cuando se descubre que Fox no solo presenta el programa, sino que además actúa como productora ejecutiva y cocreadora. Es decir, que no será simplemente una cabeza parlante, sino que de hecho ella participa de forma activa en la concepción y los contenidos de la serie.

Para todo lo cual, obviamente, a Fox la avala un nulo conocimiento especializado en la materia sobre la que va a pergeñar una serie pseudodocumental. Pero si digo que la avala, no es con un propósito irónico, sino porque es precisamente ella –y ahora es cuando la sirena de alarma comienza a desgañitarse– quien defiende que su ignorancia sobre historia y arqueología es un aval: “no he pasado mi vida entera construyéndome una carrera académica, así que no tengo que preocuparme por mi reputación o por ser refutada por mis colegas, lo que me permite resistirme al statu quo. Mucha de nuestra historia necesita ser reexaminada”, ha dicho la actriz a la web Deadline.

En resumen, y es lo que hace de este un caso reseñable desde la mayor de las estupefacciones, Fox sostiene que no hay nada como la total ignorancia sobre algo para opinar sobre ello. Según la terminología de moda últimamente en este país, tal afirmación podría convertir a Megan Fox en la cuñada de todos los cuñados, en la suma sacerdotisa del cuñadismo a ultranza. Pero ya he contado aquí que no soy muy partidario de esta expresión, dado que tiende a utilizarse simplemente para descalificar a aquellos cuyas opiniones no nos gustan. Tampoco se trata de si Fox estaría de acuerdo en ceder su próximo papel cinematográfico a otra persona en su lugar que no tenga la menor idea, experiencia o dotes de actriz. Porque en realidad, la interpretación y la ciencia funcionan de maneras radicalmente distintas; y por no saber, ella no sabe ni esto.

Claro que, y es ahora cuando a la sirena de alarma se le queman los fusibles, Fox ya se ha pronunciado anteriormente como una apologista de la ignorancia. Hace diez años dijo en una entrevista: “simplemente odiaba la escuela, y punto. No estaba interesada y no estaba sacando nada de ella. Nunca he sido una gran creyente en la educación formal y siempre he sabido lo que quería hacer, ser actriz, así que la educación que estaba recibiendo me parecía irrelevante”.

En fin, y dado que Megan Fox toma chupitos de vinagre para, dice, detoxificarse y eliminar el agua retenida durante el ciclo menstrual, yo me permito recomendarles esta lista de grandes mujeres pioneras de la ciencia para detoxificarse de Megan Fox.