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Pasen y vean (en 3D) Ceres, un pequeño mundo misterioso

Lo de buscar formas reconocibles en Marte ya parece haberse convertido casi en un deporte para algunos. Qué sería un verano sin las típicas proclamas de que las fotos de nuestro planeta vecino muestran claramente una mujer fantasmal, una pirámide alienígena o un cangrejo. Al menos estas serpientes veraniegas tal vez ayuden a relajar la tensión de una estación que este año ha venido inusual y especialmente sobrecogedora.

Pero lo cierto es que tampoco hay que dejarse llevar por el síndrome de las caras de Bélmez para encontrar excitantes misterios más allá de nuestro planeta. Dos ejemplos los tenemos en un par de rocas que últimamente han sido objeto de investigación y han captado la atención de los medios.

El primero es Plutón, visitado por primera vez este año por un artefacto de construcción humana, la sonda New Horizons. Los científicos de la misión están perplejos por un aberrante fenómeno que parece estar ocurriendo ante sus propios ojos, precisamente en el momento en que nuestra tecnología nos ha permitido llegar al que fue el último planeta del Sistema Solar.

Aprovechando la visita de New Horizons a Plutón, los científicos de la NASA lanzaron hacia el explaneta sendas señales de radio desde dos antenas terrestres de la llamada Deep Space Network (DSN), una instalación de la NASA distribuida en tres emplazamientos en Australia, California y Madrid (Robledo de Chavela). El objetivo de esta operación era que el instrumento REX de New Horizons recogiera las señales lanzadas por la DSN después de atravesar la atmósfera de Plutón, lo que permitiría medir la presión atmosférica en el explaneta.

Los resultados han dejado boquiabiertos a los investigadores: la presión atmosférica actual de Plutón es de solo 7 microbares, la mitad de lo que se había detectado previamente, y solo la centésima parte de la terrestre. Los científicos piensan ahora que la atmósfera de Plutón se está colapsando, congelándose en su superficie ante nuestros propios ojos, y que su presión continuará disminuyendo.

Manchas brillantes en el cráter de Occator en Ceres, fotografiadas por la sonda 'Dawn'. Imagen de NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA.

Manchas brillantes en el cráter de Occator en Ceres, fotografiadas por la sonda ‘Dawn’. Imagen de NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA.

El segundo de los mundos que está revelando asombrosas sorpresas es Ceres, el mayor de los astroides del cinturón entre Marte y Júpiter, que desde el pasado marzo está bajo el escrutinio de la sonda Dawn. Este planeta enano, de casi mil kilómetros de diámetro y el único del Sistema Solar dentro de la órbita de Neptuno, intriga a los científicos desde que Dawn fotografió en uno de sus cráteres unas manchas brillantes que los expertos aún no han podido explicar.

Esta semana la NASA ha publicado las últimas imágenes de las manchas en el cráter Occator, tomadas por Dawn a solo unos 1.600 kilómetros de distancia. Los investigadores han descartado que se trate de hielo, pero aún no han podido determinar a qué se deben esos salpicones de blancura en la cara grisácea de Ceres. Incluso han dispuesto una página web en la que los visitantes pueden votar por su explicación favorita.

La Montaña Solitaria de Ceres, fotografiada por la sonda 'Dawn'. Imagen de NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA.

La Montaña Solitaria de Ceres, fotografiada por la sonda ‘Dawn’. Imagen de NASA/JPL-Caltech/UCLA/MPS/DLR/IDA.

Pero las manchas blancas no son los únicos rasgos misteriosos en Ceres. Los científicos andan también intrigados por la presencia de una montaña de unos 6 kilómetros de altura que se eleva sobre un entorno totalmente plano; en palabras del científico de Dawn Paul Schenk, «en mitad de la nada». El origen geológico de esta llamada Montaña Solitaria aún es una incógnita.

La NASA ha preparado el siguiente vídeo que ofrece un panorama turístico del extraño y pequeño mundo de Ceres. La última parte se puede ver en 3D con unas gafas de rojo/azul.

Hola, Plutón; adiós, Plutón

Uno sabe que se va haciendo viejo cuando llega una fecha anticipada desde hace años que por entonces se veía muy lejana. El 19 de enero de 2006, cuando un cohete Atlas V dorado y brillante despegó desde Cabo Cañaveral para lanzar la sonda más veloz jamás enviada al espacio, los nueve años de espera hasta Plutón parecían toda una vida. Y lo eran para quien, como un servidor, tenía por entonces un hijo casi recién nacido que ya va para los dos dígitos de edad.

Imagen de Plutón obtenida por New Horizons el 13 de julio de 2015. Imagen de NASA/APL/SwRI.

Imagen de Plutón obtenida por New Horizons el 13 de julio de 2015. Imagen de NASA/APL/SwRI.

Y así llegó el día, 14 de julio de 2015, en que alcanzamos Plutón. Para la ciencia espacial la fecha de ayer, exactamente 50 años después de que la sonda Mariner 4 sobrevolara y fotografiara Marte por primera vez, quedará subrayada como uno de los mayores hitos en la historia de la exploración del espacio. Quienes no llegamos a vivir –al menos conscientemente– la llegada del Apolo 11 a la Luna, y solo difusamente recordamos los acercamientos de la Voyager 2 a Urano (1986) y Neptuno (1989), difícilmente podremos paladear otro momento parecido en lo que nos queda de vida.

En marzo de este año la sonda Dawn nos descubrió el planeta enano Ceres, el mayor objeto del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Y dentro del mismo calibre aún queda por delante Eris, el mayor de los objetos transneptunianos que rivaliza en tamaño con Plutón y que durante algo más de un año, entre 2005 y 2006, fue el décimo planeta del Sistema Solar hasta que la Unión Astronómica Internacional degradó al décimo y, de paso, al noveno.

Pero aunque ha habido y habrá otros hitos científicos de similar magnitud, el logro de llegar a Plutón se extiende más allá de la ciencia. Al fin y al cabo, Urano y Neptuno son gigantes gaseosos donde nunca podría aterrizar una nave, ni siquiera en las historietas que imaginábamos de pequeños; es complicado inventar una aventura en un lugar donde el suelo es de gas y no se puede pisar. En cuanto a Ceres y Eris, llegaron más tarde y no han crecido con nosotros.

Pero para algunos, al menos los de ciertas generaciones, Plutón era más que un planeta; era el símbolo de lo más lejano, oscuro y misterioso, el último lugar al que se podía viajar. Si jugábamos a volar al espacio más remoto, era a Plutón adonde íbamos. No había nada más lejos. Era la última frontera en una época en que ya no las hay. Una especie de inframundo de cuento, ciencia ficción de serie B y ópera espacial que ahora se ha bautizado adecuadamente con nombres como Cthulhu y Balrog. Y aunque la Unión Astronómica Internacional nos lo destronara como planeta, en cierto modo nunca ha dejado de serlo. Apostaría a que mis hijos no han oído hablar de Ceres o Eris, pero Plutón es como de la familia, aunque la lista que les enseñan a citar de carrerilla se cierre después de decir «Neptuno», y a veces tengan que rectificar: «…y Neptuno».

Plutón entra estos días con fuerza en los medios como hace unos meses lo hizo el dúo Rosetta y su cometa; en esta ocasión, y dado que New Horizons es una sonda de la NASA, en España los comentarios se han servido sin el cierto chovinismo tecnológico europeísta que acompañaba a las informaciones sobre el aparato de la ESA. Plutón está hoy de moda, aunque no haya logrado colarse en las tendencias de Twitter junto al muy trascendental #FelizMartes; mañana será hielo pasado, y en las noticias solo quedará lo mismo de siempre. Por su parte, New Horizons tardará unos 16 meses en transmitir todos sus datos desde su lejanía a 4,5 horas luz de la Tierra, a una velocidad de unos 3.000 bits por segundo.

Mientras, New Horizons concluirá sus quince minutos de gloria y continuará su camino hacia algún otro objeto transneptuniano aún por definir, para afrontar nuevos retos científicos de enorme importancia pero sin ningún calado sentimental. Pocos volverán a acordarse de ella, excepto quienes siempre mantendremos fresco el día en que nuestra casa se hizo más grande y recibimos un dibujo de un corazón desde el fondo del espacio.

Plutón, el mundo de Mordor, Cthulhu, Spock y Skywalker

¿Alguna vez ha fantaseado con poner nombre a un lugar? Ahora es su oportunidad. Los actuales terrícolas, para desolación de algunos de nosotros, hemos nacido en una época en la que ya no es posible llegar simplemente caminando a lugares jamás hollados por pie humano. Los únicos rincones vírgenes en este planeta pertenecen, si acaso, a los buceadores y a los espeleólogos, o a los buceadores espeleólogos, una actividad que requiere superar la combinación de dos miedos atávicos del ser humano: el pánico a los espacios estrechos y el terror a no tener aire alrededor con el que llenarnos los pulmones.

Al menos, las máquinas hoy pueden llegar a lugares que nos están vedados a los humanos y ofrecernos una experiencia de exploración de salón que no es ni mucho menos lo mismo, pero… Sin pero. No es ni mucho menos lo mismo, y punto; tendremos que conformarnos con ello. Como consuelo, y en comparación con los descubrimientos de exoplanetas que siempre nos dejan la sensación de oler el plato sin llegar a probarlo, este año una de esas máquinas va a descubrirnos de verdad un nuevo mundo. O mejor dicho, dos. En julio, la sonda New Horizons de la NASA se acercará al planeta explaneta Plutón y su mayor satélite, Caronte. Y entonces pasaremos de esto…

Representación de Plutón y Caronte según imágenes del telescopio espacial Hubble. Imágenes de ourpluto.org.

Representación de Plutón y Caronte según imágenes del telescopio espacial Hubble. Imágenes de ourpluto.org.

…a algo parecido a esto:

Representaciones artísticas de Plutón y Caronte. Imágenes de ourpluto.org.

Representaciones artísticas de Plutón y Caronte. Imágenes de ourpluto.org.

Además de ofrecer pistas sobre las características físicas de aquel planeta explaneta, las imágenes a baja resolución de telescopios como el Hubble ya han permitido anticipar que Plutón no es una sosa bola de billar gaseosa al estilo de Urano y Neptuno, sino un mundo rocoso y helado de contrastes y claroscuros con accidentes geográficos marcados, a los que habrá que poner nombres.

Para esta tarea, los científicos han decidido contar con la ayuda del público. Los responsables de la misión New Horizons, en colaboración con el Instituto SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) y la Unión Astronómica Internacional, han abierto el concurso Our Pluto (Nuestro Plutón), también disponible en castellano y en catalán, para bautizar los rasgos físicos que aparecerán en los mapas del planeta explaneta. En palabras del científico de New Horizons e investigador del SETI Mark Showalter: «Plutón pertenece a todos, así que queremos que todos se impliquen en hacer el mapa de este mundo distante».

Hasta el próximo 7 de abril, los usuarios que lo deseen podrán proponer nombres y elegir sus favoritos. Respecto a la primera opción, la de nominar, los responsables del concurso han restringido los posibles nombres a tres grandes grupos. El primero reúne las categorías de nombres reales históricos, ya sean de exploradores de todas las épocas, misiones y naves espaciales, o científicos e ingenieros que hayan contribuido al conocimiento del espacio. El segundo grupo rinde homenaje a los viajes nacidos de la imaginación humana: viajeros y exploradores de ficción, sus lugares de origen y destino, los vehículos que les llevaron, y los autores y artistas a los que debemos esas historias. Por último, el tercer grupo está dedicado al inframundo y el infierno, sus lugares en las diferentes culturas, sus exploradores y sus habitantes de ficción.

La web incluye también un apartado específico para niños, destinado a que los pequeños puedan votar directamente a sus libros, películas o series favoritas: allí están Tintín, El Principito, Star Wars, Star Trek, Peter Pan, Alicia o Narnia, por citar solo algunos. A fecha de hoy, Star Wars va ganando en las preferencias de los niños, por delante de Star Trek. Curiosamente, ocurre lo contrario en las votaciones de los adultos, donde los Vulcano, Kirk, Spock, Uhuru y Sulu se imponen a los Alderaan, Tatooine, Skywalker, Solo, Leia y Kenobi.

Para los fans del universo de Tolkien, ya se han propuesto los nombres de Balrog, Morgoth, Nazgûl, Orco, Mordor y la Comarca, así como el del propio autor (Bilbo y Frodo ya existen en Titán, satélite de Saturno). Y también los lectores de Lovecraft esperamos ver desplegada la mitología de Cthulhu por la geografía de Plutón. Por lo que a mí respecta, ya he hecho mi pequeña contribución sugiriendo el nombre de Mountains of Madness, las Montañas de la Locura, la cordillera que en la novela del mismo nombre abre la puerta al inframundo que yace bajo la Antártida. Hagan juego; sugieran sus nombres y voten por sus preferidos. Hay todo un planeta explaneta esperándonos.

¿Volverá Plutón al club de los planetas?

Muchos podrán arguir que el estatus de Plutón como planeta o como otra cosa diferente importa un ardite. Que no va a cambiar la vida de nadie. Que no va a afectar al precio de las hipotecas, ni a la supervivencia de los afectados por ébola, ni a los índices de paro, ni a la evolución de la guerra en Irak y Siria. Y tienen razón. Pero tampoco afectan a ninguna de estas variables las pataduras de meta (como ella diría) de una ahora más que famosa presentadora de televisión y sin embargo todo el mundo parece seguirlas con fruición, mientras que yo me he enterado de este nuevo fenómeno mediático a través de unos buenos amigos y colegas periodistas que vinieron el domingo a comer a mi casa. Cierto que ella, la presentadora, también cobra de mis impuestos. Pero quisiera conocer las cifras de audiencia de su programa antes y después de todo el revuelo tuitero. Y si no me equivoco, de eso trata la televisión, para quien la quiera.

En fin, cada uno a lo suyo. A diferencia del caso del nuevo monstruo popular, la historia de Plutón al menos enseña ciencia. Ilustra sobre la historia del descubrimiento científico, sobre cómo se crean y se derriban dogmas, sobre cómo se establecen los consensos gracias a las discusiones entre los expertos, y sobre lo mucho que hemos avanzado en el conocimiento desde finales del pasado siglo XX. Por todo esto, el caso merece cierta atención, dejando de lado el hecho de que para algunos frikis de los que conocimos a Plutón como planeta la degradación de categoría supuso un ultraje a la memoria de nuestros días de mocos y zapatos Gorila, como si de repente se decidiera que Roger Moore no fue digno del papel de 007 y sus películas se doblaran de nuevo para renombrar al personaje como el agente 00235.

Para quien no sepa de qué estoy hablando, explicaré que en tiempos de mi infancia existían nueve planetas en el universo. El conocimiento de estos compañeros de la Tierra en su viaje cósmico es casi inmemorial, ya que existen registros de observaciones de los planetas interiores desde tiempos de los astrónomos babilonios en el segundo milenio antes de nuestra era. De los exteriores, Urano y Neptuno tuvieron que esperar hasta los siglos XVIII y XIX, respectivamente. Plutón llegó el último, en 1930, por lo que solo los más ancianos recordarán haber estudiado en su infancia un Sistema Solar con ocho planetas. Pero entretanto se fue descubriendo otra multitud de objetos en nuestro vecindario espacial, muchos de ellos de apariencia esférica y algunos, como Eris, rivalizando en tamaño con el más pequeño y lejano de los planetas de pleno derecho.

Impresión artística de Plutón. Imagen de JHU/APL.

Impresión artística de Plutón. Imagen de JHU/APL.

 

Esto último creaba cierta confusión e incomodaba a los astrónomos más puntillosos con la cuestión taxonómica. Así que en 2006 la Unión Astronómica Internacional (UAI) organizó un congreso en Praga el que se puso a debate si todo seguía como hasta entonces, si había que admitir nuevos miembros en el club de los planetas, o si por el contrario había que rescindirle a Plutón el carné de socio. Todo dependía de la definición formal de planeta a la que se llegara por acuerdo entre los astrónomos. Y el 24 de agosto de ese año, la asamblea general de la UAI aprobó una resolución por la cual un planeta debe reunir tres características: orbitar en torno al Sol, tener la suficiente masa como para adoptar forma más o menos esférica, y haber limpiado su órbita de otros objetos. Plutón no cumple la tercera condición, por lo que fue inmediatamente despojado de sus galones y rebajado a la categoría de planeta enano de tipo plutoide.

La decisión fue respaldada y respetada por muchos expertos, pero para otros fue como si les arrancaran una pierna; sobre todo para los responsables de la sonda de la NASA New Horizons, que sobrevolará Plutón el 14 de julio de 2015. De repente, los científicos a cargo de la misión habían visto cómo esta pasaba de ser la antorcha que iluminaría para la ciencia humana el último de los planetas del Sistema Solar, a estudiar un simple objeto transneptuniano de segunda división. Otros que se sintieron agraviados fueron los estados de Illinois y Nuevo México (EE. UU.), donde respectivamente nació y falleció el descubridor del ya planeta enano, Clyde Tombaugh. En ambos territorios se aprobaron sendas leyes que restauran el título de planeta para Plutón cuando este atraviesa sus cielos. La controversia llevó a la American Dialect Society a elegir como palabra del año el término «plutoed«, definiendo el verbo «to pluto» como devaluar algo o a alguien. Y me pregunto por qué no habremos adoptado los castellanohablantes su equivalente «plutear», que además tiene un atractivo paralelismo fonético.

Personalmente y sin ánimo de pretender valor estadístico, la mayoría de los expertos con los que he hablado a lo largo de estos años se muestran de acuerdo con la resolución de la UAI, a pesar de que solo un 4% de sus miembros votó el acuerdo. Pero lo cierto es que las principales críticas a la decisión, dejando de lado las sentimentales –para los anglosajones, el antes planeta comparte nombre con el perro de Mickey Mouse–, han venido de la propia comunidad científica. En primer lugar, ciertos astrónomos consideran que la tercera condición deja fuera a otros planetas, incluida la Tierra, que viajan acompañados por miles de objetos en su órbita. Pero sobre todo, objetan algunos, la norma de la UAI olvida los aproximadamente 1.800 planetas extrasolares descubiertos hasta ahora: está claro que ninguno de ellos orbita en torno al Sol y no se puede demostrar que sus órbitas estén limpias.

Es de esperar que el año próximo el acercamiento de New Horizons a Plutón avive la discusión, pero la caída en desgracia del ex-planeta no deja de ser motivo de debate. El último hasta hoy se ha celebrado el 18 de este mes en la sede del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian en Cambridge, Massachusetts (EE. UU.). En el acto participaron el historiador de la ciencia Owen Gingerich, que presidió el comité de la UAI responsable de la definición de planeta, el director asociado del Centro de Planetas Menores, Gareth Williams, y el director de la Iniciativa Orígenes de la Vida de Harvard, Dimitar Sasselov. Este último aportaba la visión del experto en exoplanetas, mientras que Williams representaba la postura oficial. Gingerich admitió que un planeta es un concepto cultural cambiante y se mostró partidario de restaurar la gloria perdida de Plutón, lo mismo que Sasselov, quien definió un planeta como la porción más pequeña de materia esférica formada alrededor de estrellas o restos estelares, lo que se aplica sin reservas al antiguo planeta. El vídeo completo del debate está disponible aquí.

Por fin, al final del acto se invitó a la audiencia a votar, y esta compró la definición de Sasselov. Es decir: al menos para el público que asistió al debate, Plutón sigue siendo lo que siempre fue. «Nada va a cambiar mañana, y la Tierra puede seguir siendo un planeta», bromeó el moderador, David Aguilar. Y nada cambiaría en cualquier caso para casi nadie. Salvo el gasto en nuevos libros de texto, claro.