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Nuevos estudios devuelven el «epicentro» de la COVID-19 al mercado de Wuhan

El mercado de Huanan, en la ciudad china de Wuhan, se ha hinchado y deshinchado en las apuestas sobre el origen del brote inicial del coronavirus SARS-CoV-2 a lo largo de los dos años de pandemia. En un primer momento, antes de que el virus se extendiera por el mundo, se propuso aquel lugar como el posible foco original de los primeros contagios, al detectarse varios casos ligados al mercado.

Pero pronto esta hipótesis perdió fuelle: en enero de 2020, un mes y medio antes del confinamiento en España, ya se cuestionaba que Huanan fuese el foco, ya que la tercera parte de los casos iniciales —incluyendo el primero conocido— no tenían ninguna relación con el mercado. Se dijo además que allí no se vendían mamíferos vivos, lo que dificultaba la posibilidad de que el virus hubiese saltado de un animal a un humano allí. Por entonces se favorecía la idea de que el mercado había actuado como una fuente de supercontagio, pero que el virus había entrado allí por medio de alguna persona ya contagiada antes en otro lugar. En noviembre de 2020 conté aquí que los investigadores daban la hipótesis de Huanan como definitivamente descartada.

Pero de definitivo, nada: todo comenzó a cambiar en junio de 2021, cuando los datos revelados por un estudio demostraron que en Huanan y otros mercados de Wuhan sí se vendían miles de mamíferos vivos sin ningún control higiénico ni sanitario, incluyendo especies como los visones y los perros mapache, que se infectan fácilmente con el virus. Además, se encontró contaminación vírica en multitud de muestras ambientales del mercado (aunque no en los animales). Y por otra parte, tampoco parecía haber ninguna conclusión clara sobre los indicios que hablaban de la posible presencia del virus en otros lugares del mundo en la época anterior al brote original. Todo esto no aportaba ninguna prueba de peso a la hipótesis del mercado, pero sí eliminaba impedimentos que antes habían llevado a descartarla.

Ahora, el mercado de Wuhan vuelve a estar en todo lo alto, tras la aparición en las últimas semanas de tres nuevos preprints —estudios aún no publicados, por lo tanto no revisados— que aportan fuertes indicios a favor de Huanan, hasta el punto de que uno de ellos afirma en su título que «fue el epicentro de la aparición del SARS-CoV-2».

Animales a la venta en el mercado de Huanan en Wuhan en 2019 (izquierda) y 2014 (derecha). El de la derecha es un perro mapache, especie sospechosa de la zoonosis del SARS-CoV-2. Imágenes de Worobey et al, 2022.

Animales a la venta en el mercado de Huanan en Wuhan en 2019 (izquierda) y 2014 (derecha). El de la derecha es un perro mapache, especie sospechosa de la zoonosis del SARS-CoV-2. Imágenes de Worobey et al, 2022.

En este estudio los investigadores, dirigidos por el virólogo evolutivo Michael Worobey (Universidad de Arizona) y el inmunólogo y microbiólogo Kristian Andersen (Scripps Research), han hecho un análisis espacial estadístico que relaciona 156 casos tempranos diagnosticados de COVID-19 con ubicaciones centradas en torno al mercado, aun cuando no haya vínculos directos con él, lo cual sugiere que la transmisión comunitaria comenzó a extenderse progresivamente en torno a este. Quizá estas ubicaciones cercanas, pero ajenas al mercado, fueran las que en un primer momento confundieron a los investigadores.

Además, los autores muestran que los dos linajes originales del virus, llamados A y B, están ambos asociados a Huanan y en concreto a las zonas donde se vendían animales vivos —incluyendo perros mapache— y donde se hallaron muestras ambientales que contenían el virus. Hasta cinco muestras positivas corresponden a un mismo puesto del mercado, tomadas de jaulas, carros y utensilios. «En conjunto, estos análisis proporcionan clara evidencia de la aparición del SARS-CoV-2 a través del comercio de animales vivos e identifican el mercado de Huanan como el inequívoco epicentro de la pandemia de COVID-19», escriben.

Este estudio se complementa con otro también codirigido por Worobey y Andersen junto con los bioinformáticos evolutivos Jonathan Pekar y Joel Wertheim, ambos de la Universidad de California en San Diego. Aquí los investigadores han analizado los genomas de los dos linajes originales del virus, y por métodos de simulación y mapeo evolutivo muestran que no surgieron el uno del otro en humanos, sino que ambos son producto de dos saltos independientes del virus desde animales a humanos, el primero de ellos (del linaje B) entre finales de noviembre y comienzos de diciembre de 2019, y el A unas semanas después. Junto con el otro estudio, en el que presentan la asociación espacial de ambos linajes al mercado, los investigadores creen desechada la teoría del escape accidental de un laboratorio, ya que sería muy improbable que dos virus distintos se hubieran escapado de un laboratorio con pocas semanas de diferencia para, casualmente, ir a converger ambos en Huanan.

Andersen opina que sus estudios aportan una prueba «extremadamente fuerte» del origen del virus en el mercado, dice a Nature. Por su parte, Worobey fue uno de los firmantes de una carta a Science en mayo del 21 en la que él y otros científicos insistían en la necesidad de más investigaciones antes de descartar el accidente de laboratorio. «Debemos tomar ambas hipótesis en serio hasta que tengamos suficientes datos», decía la carta entonces. Con sus nuevos estudios, Worobey dice ahora: «Cuando miras todas las pruebas, está claro que empezó en el mercado». Los autores proponen como hipótesis, no demostrada, que el virus entró en Huanan a través de perros mapache infectados en granjas, y que en el mercado contagiaron a los vendedores o a los clientes.

Un perro mapache. Imagen de Bernd Schwabe in Hannover / Wikipedia.

El tercer estudio viene de la propia China, liderado por George Gao Fu, director del Centro para el Control de Enfermedades (CDC) de aquel país. Los investigadores han secuenciado las muestras ambientales de material genético obtenidas del mercado y han confirmado también que representan los dos linajes originales del virus. Este se halló además en las aguas residuales que se vierten por las rejillas del suelo del mercado, a donde van a parar los desechos de los animales. Algunos de estos datos ya se habían filtrado hace mucho tiempo con motivo de un informe del CDC chino, pero aún no habían aparecido en ningún estudio.

Pero aunque otros expertos han reaccionado a estos estudios coincidiendo en el apoyo que prestan a la hipótesis del contagio natural en contra del accidente de laboratorio, aún falta una pieza fundamental: encontrar el virus en los animales. O, al menos, una asociación clara entre el ADN de una especie concreta de animal y las muestras ambientales positivas. El SARS-CoV-2 no se ha hallado hasta ahora en ninguna de las muestras tomadas de los animales del mercado.

Un problema crónico para progresar más en estas investigaciones es la falta de colaboración de las autoridades chinas, a pesar del interés de muchos científicos chinos por tratar de esclarecer el origen del virus. Y el estudio de Gao y sus colaboradores es una muestra más de ello. En primer lugar, los investigadores no han publicado las secuencias genómicas, lo que ha irritado a científicos de otros países. En segundo lugar, tampoco detallan posibles asociaciones de las muestras ambientales positivas con ADN de animales concretos, a pesar de que obviamente esto debía hacerse; se limitan a decir que han encontrado una correlación significativa con abundante ADN de Homo sapiens, lo cual ya casi da risa.

Y, por último, se empeñan en que el mercado solo actuó como «amplificador», no como origen, insistiendo en los posibles indicios de la presencia del virus en otros países antes que en China. Para justificarlo citan aquel famoso preprint de junio de 2020, muy aireado entonces por los medios, que decía haber detectado el virus en las aguas residuales de Barcelona el día 12 de marzo de 2019, ocho meses antes del primer caso en Wuhan. Lo que Gao y sus colaboradores no cuentan es que ese estudio de la Universidad de Barcelona se publicó por fin en marzo del 21 (citan el preprint, no el estudio publicado), pero… sin el absurdo resultado del 12 de marzo de 2019, que desapareció por completo en la versión final. Lo que sugiere que quizá los investigadores de Barcelona no tenían manera de refutar la hipótesis más probable y simple: una contaminación de la muestra.

Con motivo del informe que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó en marzo de 2021 como resultado de la investigación sobre el origen del virus, la OMS pidió examinar las granjas de las que procedían los animales; por cierto, varias de ellas ubicadas en el sur de China, en la región donde se halló el virus de murciélago RaTG13 que es bastante parecido al SARS-CoV-2. El banco de sangre de Wuhan tiene además muestras de donantes de la época en la que surgió el virus, que también podrían aportar alguna pista. En su día el gobierno chino aceptó hacer estas investigaciones. Pero, que se sepa, no se ha hecho nada de ello, según informa Nature.

El problema es que, como en las investigaciones policiales, cuanto más tiempo pase, más difícil va a ser obtener esas posibles pruebas. Mientras, China ha seguido jugando al mismo juego de los medios ultraconservadores en EEUU: estos últimos acusaban a China de haber fabricado el virus, y a cambio China acusaba de lo mismo a EEUU, aferrándose a la hipótesis nunca demostrada de que el virus llegó a su país en un cargamento de alimentos congelados.

Pero a pesar del innegable cerrojazo del gobierno chino, hay quienes reparten culpas: según cuenta a Nature Ray Yip, epidemiólogo de origen taiwanés que durante años dirigió la sucursal del CDC de EEUU en China, y a quien por lo tanto se le supone conocimiento sobre esto, la retórica acusadora hacia China del expresidente Donald Trump y de sus medios afines en los primeros tiempos de la pandemia ha sido bastante responsable de esta resistencia del gobierno chino a investigar y dejar investigar. Como suele ocurrir, la política apaga la luz que la ciencia trata de encender.