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Qué hacer si despiertas con un monstruo sentado sobre el pecho

En 1982 alcanzó cierta notoriedad una película titulada El ente, a propósito del caso de una mujer que sufría los asaltos sexuales de un fantasma. Los años 60 y 70 del siglo pasado vieron florecer una edad de oro en el mundo de los fenómenos paranormales, e incluso la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) llegó a disponer de un Laboratorio de Parapsicología que funcionó desde 1968 hasta 1978. Por su parte, el cine aprovechaba el tirón de lo sobrenatural para navegar en la exitosa estela de El exorcista con taquillazos como Poltergeist, El resplandor o La profecía. Y sin duda, no había imán más potente para el público que el elemento morboso de poder abrir la pantalla con aquella frase: «Esta película está basada en hechos reales». Fue el caso de El exorcista, Terror en Amityville y, también, El ente.

Barbara Hershey en un fotograma de la película 'El ente' (1982), de Sidney J. Furie. Imagen de 20th Century Fox.

Barbara Hershey en un fotograma de la película ‘El ente’ (1982), de Sidney J. Furie. Imagen de 20th Century Fox.

El director Sidney J. Furie filmó el guión en el que Frank De Felitta adaptó su propia novela, la historia real de Doris Bither (o Carla Moran), una californiana que decía recibir constantes visitas de una presencia espectral obsesionada por abusar sexualmente de ella. Dado que la mujer recurrió a la ayuda de dos parapsicólogos de la UCLA que describieron los ataques sin poder explicar el cómo ni el porqué, el caso ha pasado a la posteridad como uno de los argumentos de bandera del esoterismo, y en internet abundan las páginas en las que se habla de la experiencia de Moran como de un fenómeno sobrenatural «verídico».

Lo que no suelen mencionar los raconttos de la historia es que quien dirigió aquella investigación, el parapsicólogo y doctor en psicofisiología Barry Taff, entonces en la UCLA, lleva años pregonando que «lo paranormal no existe». A lo largo de una vida dedicada al estudio de lo sobrenatural, con más de 4.500 casos en su haber, Taff llegó a la conclusión de que tales fenómenos son solo construcciones de la mente. Es más; el parapsicólogo opina que «lo paranormal atrae a más gente emocionalmente perturbada que ninguna otra área de interés humano». «Lo que nos queda es una siempre creciente proporción que o bien están mentalmente enfermos o están en proceso de desarrollar serios desórdenes de personalidad y que no saben qué hacer al respecto sino culpar a una presencia maligna paranormal», escribía Taff en un artículo que causó gran conmoción en los círculos del esoterismo. El texto estaba encabezado por una advertencia en la que aclaraba: «Recuerda, he estado ahí fuera durante más de cuatro décadas, documentando y haciendo investigación, y TÚ no».

Respecto a la historia retratada en El ente, Taff escribió: «Al contrario de lo que muchos piensan, el caso de Doris Bither, que después se convirtió en la novela y la película El ente, no era, en mi opinión profesional, el resultado de una violación espectral, también llamada espectrofilia, sino más bien un caso perturbador de brote poltergeist«. ¿Y a qué llama Taff un poltergeist? Lo define en el mismo artículo: «La posibilidad de que el subconsciente de una persona viva pueda generar involuntariamente tanta energía como para manifestar anomalías luminosas, apariciones y eventos psicocinéticos macroscópicos».

Otra cosa es que las teorías de Taff, basadas en algo así como campos electromagnéticos manipulados por el subconsciente humano, sean plausibles o no, testables o no, validables o no. Pero la parte que la visión del parapsicólogo sí comparte con el conocimiento científico establecido es que muchos de los fenómenos tradicionalmente considerados paranormales han sido explicados como artificios de la mente humana. Y varios de ellos se refieren a un mismo síndrome, una extraña y aterradora condición llamada parálisis del sueño. Lejos de ser una enfermedad mental, es una experiencia tan común que, según la Clasificación Internacional de Desórdenes del Sueño (ICSD), hasta un 40 o un 50% de la población lo sufre al menos una vez en su vida, y su primera descripción histórica se remonta a los textos del médico persa Akhawayni en el siglo X.

Reconstrucción de una abducción alienígena. Imagen de Travis Walton / Wikipedia.

Reconstrucción de una abducción alienígena. Imagen de Travis Walton / Wikipedia.

A principios del siglo actual, la psicóloga cognitiva Susan Clancy, en la Universidad de Harvard (EE. UU.), comenzó a estudiar casos de personas que decían haber sufrido experiencias paranormales, especialmente abducciones alienígenas. «Junto con Daniel Schacter en Harvard, estábamos interesados en los falsos recuerdos: por qué la gente normal llega a creer cosas que nunca han ocurrido», expone Clancy a Ciencias Mixtas. «Basándonos en los datos (no existen pruebas de la existencia de abducciones alienígenas), elegimos a los abducidos como un grupo interesante para el estudio». La investigación de Clancy y Schacter les condujo hacia un destino común: «Muchos informaban de experiencias similares a la parálisis del sueño».

La parálisis del sueño es una parasomnia, o trastorno del sueño, consistente en una especie de despertar en falso. Durante la Fase de Movimiento Ocular Rápido (MOR, más conocida por sus siglas en inglés, REM), la última del ciclo del sueño, el cerebro está tan ocupado elaborando sueños vívidos que se ve obligado a desconectar el movimiento voluntario del cuerpo para que no actuemos. Durante la Fase REM, nuestros músculos están paralizados. En ocasiones sucede que una persona despierta sin lograr romper este estado de parálisis. Y a ello se une el que en la transición del sueño a la vigilia, como ocurre también en el proceso contrario, nos asaltan alucinaciones que creemos reales y que con gran frecuencia son pavorosas; según recoge un reciente estudio dirigido por el psicólogo clínico de la Universidad Estatal de Washington (EEUU) Brian Sharpless y publicado en la revista Behavioral Sleep Medicine, «mientras que solo el 30% de los sueños son aterradores, el miedo es característico en la parálisis del sueño aproximadamente el 90% de las veces».

Además de los estudios científicos que detallaron sus trabajos, Clancy reunió sus investigaciones en un libro titulado Abducted: How people come to believe they were kidnapped by aliens (Abducidos: cómo las personas llegan a creer que fueron secuestradas por alienígenas) (Harvard University Press, 2007). «La parálisis del sueño es simplemente una experiencia que la gente tiene y que les pone los pelos de punta, y entonces buscan explicaciones», prosigue Clancy. «Algunos aceptan el diagnóstico médico; otros piensan que está relacionado con fantasmas, demonios o alienígenas. De los que determinan que podrían ser alienígenas, algunos buscan ayuda psicológica de expertos en el área de las abducciones. Durante la regresión/hipnosis a menudo recuperan los recuerdos de la abducción». «Así, la parálisis del sueño a menudo es un primer paso para que la gente llegue a creer que fueron abducidos por alienígenas», concluye.

Varios investigadores han detallado cómo las interpretaciones de los fenómenos experimentados durante la parálisis del sueño varían según las culturas; un egipcio no atribuye tales fenómenos a los alienígenas, sino al Genio, un mito popular en los países árabes. Por el contrario, los daneses son menos propensos a buscar explicaciones sobrenaturales, mientras que los italianos de la región de los Abruzos culpan al Pandafeche, «a menudo representado como una bruja maligna, a veces como un espíritu fantasmal o un terrible gato humanoide», según un estudio publicado este mes en el que también se detallan los métodos para ahuyentarlo, como «situar una escoba junto a la puerta o una pila de arena al lado de la cama».

'La pesadilla' (1781), de John Henry Fuseli, representación de un íncubo. Imagen de Wikipedia.

‘La pesadilla’ (1781), de John Henry Fuseli, representación de un íncubo. Imagen de Wikipedia.

Curiosamente, una de las manifestaciones más frecuentes en las alucinaciones asociadas a la parálisis del sueño es la presencia de un ser monstruoso o demoníaco que oprime el pecho e impide respirar, un fenómeno denominado Íncubo en referencia a los demonios que en la mitología se tendían sobre sus víctimas femeninas para violarlas mientras dormían. Otra forma habitual se conoce como Experiencias Corporales Inusuales, e incluye sensaciones de abandonar el cuerpo y flotar, que popularmente reciben nombres como viaje astral o se relacionan con experiencias cercanas a la muerte.

En su reciente estudio, Sharpless entresacó a 156 estudiantes que habían sufrido episodios de parálisis del sueño a partir de una muestra de más de 2.200. A través de entrevistas, ha construido una estadística que recoge los métodos empleados por los sujetos para intentar evitar la experiencia o, en caso de sufrirla, tratar de romperla. «Las mejores maneras de prevenirlo son dormir lo suficiente, acostarse y levantarse a la misma hora cada día, no dormir sobre el estómago o la espalda, evitar el alcohol y la cafeína al menos cuatro horas antes de irse a dormir, y tratar de minimizar el nivel de estrés», resume el psicólogo, que en junio publicará un libro titulado Sleep Paralysis: Historical, Psychological, and Medical Perspectives (Parálisis del sueño: Perspectivas históricas, psicológicas y médicas) (Oxford University Press, 2015). En caso de sufrir de algún trastorno previo, como estrés postraumático o ataques de pánico, Sharpless apunta que los tratamientos habituales también ayudarán a prevenir la parálisis.

Y ¿si ya la estamos sufriendo? Los datos de Sharpless indican que es inútil tratar de hablar con la alucinación: solo un estudiante lo intentó y no le sirvió de nada. El psicólogo recomienda mantener la calma y probar repetidamente a mover una parte pequeña del cuerpo, como un dedo de la mano o del pie. En una mayoría de casos este método suele funcionar, pero si no es así, no hay que inquietarse; pasará a los pocos minutos. Sobre todo, recuerda Sharpless, es importante «reconocer que las alucinaciones que estás teniendo no son reales».