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«La neurobiología vegetal es una revolución científica»

El filósofo Paco Calvo es una de las voces de mayor relevancia mundial en torno al pujante campo de la neurobiología vegetal, el área de estudio que en los últimos años ha revelado una forma propia de inteligencia en las plantas. Calvo dirige el Minimal Intelligence Lab de la Universidad de Murcia, que cuenta con el apoyo de la Fundación Séneca, la Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia. El filósofo es también miembro del comité científico asesor del Laboratorio Internacional de Neurobiología de Plantas, un grupo global de expertos con un enfoque multidisciplinar. Calvo acaba de publicar en la revista de filosofía Synthese un artículo titulado The philosophy of plant neurobiology: a manifesto.

Para dejar claro de qué ciencia estamos hablando, ¿cuál es la forma correcta de denominarla?

El filósofo Paco Calvo. Imagen cortesía de Alfonso Durán/AGM.

El filósofo Paco Calvo. Imagen cortesía de Alfonso Durán/AGM.

Hay respuestas para todos los gustos. Unos prefieren hablar de neurobiología vegetal, otros de señalización y conducta vegetal. Yo me quedo con “neurobiología vegetal”. En cualquier caso, sea cual sea la etiqueta que le pongamos, lo importante es entender que no podemos trabajar en un marco reduccionista o monodisciplinario. Las disciplinas integrantes son la biología vegetal celular y molecular, la fisiología vegetal, la bioquímica, la biología evolutiva y del desarrollo, la ecología vegetal, y, tal y como propongo en el artículo, la filosofía de la neurobiología vegetal.

Pero no todo el mundo parece dispuesto a aceptar esta denominación. ¿Por qué algunos se oponen?

Hay una agria disputa por esta cuestión en la comunidad científica. ¿Por qué neurobiología vegetal? Bueno, fíjate hasta qué punto retrata nuestros complejos antropocéntricos que cuando en los años 70 se hablaba de neuroid conduction [conducción neuroide] para hacer referencia a la propagación de eventos eléctricos en las membranas de células no nerviosas y no musculares en especies no animales nadie puso el grito en el cielo. De hecho, las similitudes van mucho más allá: en las plantas encontramos también señalización eléctrica mediada por potenciales de acción, como en la bomba de sodio-potasio animal, pero con otros iones implicados. La similitud es tal que el perfil electrofisiológico que consta de las tres fases de depolarización-repolarización-hiperpolarización de los potenciales animales es virtualmente idéntico. Pero fíjate qué curioso, que ni siquiera en una obra de referencia en fisiología vegetal como es el Plant physiology de Taiz & Zeiger se hace mención alguna a los potenciales de acción vegetales.

Hoy sabemos también que las plantas emplean neurotransmisores, igual que nuestras neuronas.

En plantas encontramos serotonina, dopamina, glutamato, GABA, etc. Coge el caso de la sincronización de los relojes circadianos en animales y plantas (¡las plantas, por supuesto, también tienen jet-lag!). En plantas encontramos el rol equivalente de sincronización llevada a cabo por neuronas en el núcleo supraquiasmático. Las rutas vasculares de señalización en tejidos vegetales permiten a las células del ápice orquestar la sincronización de los relojes de la planta. Podríamos seguir y seguir con las similitudes neuronales planta-animal, pero la cuestión de fondo es otra. Va al corazón del problema kuhneano de la distinción entre Ciencia Normal y períodos de revolución. Desde la ciencia paradigmática nos resistimos a ver lo que para la neurobiología vegetal es elemental.

Entonces, ¿podemos hablar de inteligencia vegetal?

No me cabe la menor duda. Ahora bien, me resisto a dar definiciones encorsetadas. Basta que propongas una definición para que te lluevan cien contraejemplos, siempre, claro, obviando contraejemplos análogos en inteligencia animal que servirían de reductio ad absurdum de la estrategia de ridiculización de la inteligencia vegetal. Para mí es mejor hablar de competencias particulares que caen bajo el paraguas de conductas observables inteligentes: patrones de coordinación sensoriomotora, formas básicas de aprendizaje y memorización, toma de decisiones, resolución de problemas.

¿No estaremos fabricando otro concepto de inteligencia a medida para las plantas?

Podemos pensar en la inteligencia como el seguimiento de reglas explícitas y la manipulación de estados representacionales por parte del sujeto en su cabeza, y claro, esto cuesta encajarlo con la inteligencia vegetal: ¿dónde está la “cabeza”? ¿En qué puede consistir el seguimiento de reglas? Pero hay otra forma de abordar la inteligencia tanto animal como vegetal: el resultado emergente del modo en que un organismo se acopla a un entorno que es significativo sólo en la medida en que el organismo interactúa con elementos en su medio. Aquí sí encajan bien tanto animales como plantas.

¿Qué aporta la filosofía en este campo? ¿Es tan importante poner nombres?

Es fundamental. De hecho yo ahora mismo me encuentro en el proceso de escribir un libro sobre cognición vegetal (Plant Cognition: the next revolution) y me niego a sacrificar la expresión “cognición vegetal”. Creo que nos hacemos un flaco favor barriendo debajo de la alfombra lo que nos incomoda. ¿No es mejor aplicarnos el mismo rasero a nosotros mismos? Pero no es una cuestión de cabezonerías: aquí no estamos haciendo como que queremos negociar para formar gobierno. Se trata más bien de entender que si no cogemos el toro por los cuernos y nos acercamos al estudio de la inteligencia de esta otra manera no seremos ni tan siquiera capaces de hacer conjeturas o de lanzar hipótesis empíricas y testarlas experimentalmente. Los presupuestos teóricos son fundamentales.

¿No será problemático reconocer a los vegetales como seres inteligentes? ¿Tendremos que empezar a pensar en la dignidad de las plantas, como dice la Constitución de Suiza?

Creo que esto es algo que debemos plantearnos sin extremismos y sobre todo sin prisas. Vivimos tiempos acelerados en los que el titular de ayer ya es prehistoria. Debemos recuperar un espíritu darwiniano y trabajar con muuuucha caaaalma. Necesitamos recabar muchos más datos, tomarnos muy en serio la replicabilidad y el control experimental, y no lanzar las campanas al vuelo con titulares efectistas o grandilocuentes, pero de corto recorrido. Es un trabajo de la sociedad en su conjunto, con el asesoramiento de la comunidad científica, por supuesto, pero de todos los agentes implicados en la generación de conocimiento.