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Pasen y vean cómo un mamífero sale de un huevo

La vida urbana hace que, para la mayoría, ya sea insólito ver salir de un huevo algo que no sea… un huevo crudo. Pero si del huevo nace un mamífero, se trata de un espectáculo natural que difícilmente llegaremos a ver en vivo alguna vez. Por suerte, podemos recurrir al vídeo. Contemplen esta hermosa rareza:

Esta monada es un equidna. Después de unos 10 días de incubación, la criatura rompe la cáscara gracias a un diente similar al que tienen muchos otros animales ovíparos para abrirse paso fuera de su claustro. Cuando el huevo eclosiona, la cría aún está a medio hacer, como ocurre con los marsupiales. Pero al contrario que en estos y que en los mamíferos placentarios, como nosotros, la hembra carece de pezones, algo que encaja maravillosamente –evolución en acción– con el hecho de que el diente del lactante podría herir a la madre al mamar. Los equidnas son mamíferos en toda regla, pero no maman, sino que más bien sorben. Las glándulas mamarias de la madre se abren directamente a la piel en dos campos mamarios, de los cuales el pequeño chupa la leche como un diminuto aspirador vivo, llenando su estómago que se transparenta a través de la piel. Cuarenta días más tarde, nuestro campeón tendrá este aspecto:

Los equidnas, de los que hoy existen cuatro especies, comparten con los ornitorrincos un orden exclusivo: los monotremas, los únicos mamíferos que ponen huevos. La historia de este grupo se remonta a hace unos 220 millones de años, cuando abandonaron la rama de los mamíferos que daría lugar a los marsupiales y a los placentarios como nosotros. Actualmente los monotremas solo se encuentran en Australia y Nueva Guinea, donde se las han arreglado para sobrevivir hasta nuestros días conservando rasgos primitivos del ancestro común del que descienden mamíferos, reptiles y aves. Con estos dos últimos grupos no solo comparten la reproducción ovípara, sino también la cloaca, un único orificio corporal (de donde procede su nombre de monotremas) para todo aquello que nosotros tenemos repartido en dos (hombres) o tres (mujeres).

Pero las excentricidades de los monotremas no acaban ahí. Hasta donde se sabe, son los únicos mamíferos terrestres con receptores de electricidad en el hocico. Los machos poseen un sistema de veneno formado por espolones en las patas traseras conectados a glándulas de toxinas que se activan en la época de cría. En los equidnas este mecanismo se ha atrofiado, pero los ornitorrincos pueden picar y, según dicen, duele. ¿Y qué decir del pene de cuatro cabezas del equidna? Digno de verse.

Los monotremas son un tesoro evolutivo en el que los científicos descubren el rastro de la historia natural y averiguan qué adaptaciones han permitido a estos animales pervivir a lo largo de millones de años en un mundo dominado por mamíferos aparentemente mejor preparados, al menos cuando nacen. Tal vez parte de su éxito consista en que sus posibles competidores están igualados con ellos: el resto de mamíferos nativos de Australia son en su mayoría marsupiales, de aparición más tardía que los monotremas pero que, como estos, traen al mundo crías aún sin formar.

Pero además, los monotremas han inventado sus propias estrategias de supervivencia; por ejemplo, el hecho de carecer de pezones supone un inconveniente, ya que estos permiten dispensar la leche directamente desde el cuerpo materno hasta el tubo digestivo de las crías, evitando que los microbios del exterior puedan contaminar el alimento y el organismo del bebé, cuyo sistema inmunológico aún es demasiado tierno. Investigaciones recientes han demostrado que la leche de las madres equidnas contiene una proteína exclusiva llamada EchAMP que actúa como antibiótico natural. Y sorprendentemente, esta proteína es inofensiva para los microorganismos beneficiosos de la flora intestinal del equidna. Este mismo mes, un nuevo estudio publicado en la revista Glycobiology revela que además la leche es rica en unos azúcares que son resistentes a la degradación por las bacterias, evitando así que el alimento se estropee.