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Una noche preciosa para contemplar Marte (si las nubes dejan)

Animación de las órbitas de la Tierra y Marte. Lookang (Wikipedia).

Animación de las órbitas de la Tierra y Marte. Lookang (Wikipedia).

Pese a mi reconocida ignorancia sobre todo lo relacionado con esas actividades que hacen sudar (creo que lo llaman deporte), espero no equivocarme en lo siguiente: en las carreras de larga distancia en pista de atletismo, la línea de salida de los corredores está escalonada para compensar el hecho de que quienes utilizan calles más exteriores tienen más metros que recorrer en cada vuelta. La Tierra y Marte son corredores por calles diferentes, pero la naturaleza no sabe de fair play ni de justicia olímpica. Por eso Marte, que corre por una calle exterior a la nuestra, tarda aproximadamente el doble que nosotros en dar una vuelta completa a su órbita. O dicho de otro modo, cada par de años doblamos a Marte en nuestra incesante carrera común en torno al Sol, como se puede observar en la –un poco mareante– animación de la derecha.

Esquema de las órbitas de la Tierra y Marte. Arriba, vista cenital. Abajo, vista lateral. NASA.

Esquema de las órbitas de la Tierra y Marte. Arriba, vista cenital. Abajo, vista lateral. NASA.

Como también se comprueba en la imagen anterior, ambos planetas no guardan siempre la misma distancia entre sí. Cuando se encuentran en puntos opuestos del estadio su alejamiento es máximo, y están más próximos al roce cuando la Tierra dobla a Marte en su carrera, lo que ocurre cada 26 meses y está sucediendo precisamente ahora. En realidad la situación es un poco más complicada, ya que las órbitas no son circulares, ni concéntricas, ni están en el mismo plano, como se ve en esta otra figura. La consecuencia es que el momento de la oposición (cuando el Sol, la Tierra y Marte están en línea, con ambos planetas en el mismo lado de la órbita) no coincide exactamente con el de mayor cercanía. La oposición se produjo el pasado 8 de abril, pero la máxima proximidad se alcanzará esta noche, la del 14 al 15, cuando solo nos separarán del planeta vecino unos 92 millones de kilómetros.

Por aquello de las órbitas ahuevadas y excéntricas, no todas las oposiciones son iguales: cuando Marte está más próximo al Sol (lo que se conoce como perihelio) es cuando la oposición lleva al planeta rojo a su distancia mínima absoluta respecto a la Tierra. Esto ocurrió en 2003 y no volveremos a verlo en el resto de nuestras vidas, a menos que alguno de los presentes se las arregle para seguir vagando por este mundo el 28 de agosto de 2287.

Por suerte, no necesitamos una oposición récord para contemplar Marte en todo el anaranjado esplendor de una gran pelota de hierro oxidado bañada por el Sol. Después de unos meses desaparecido o escondido en nuestros cielos, ahora tenemos la oportunidad de observarlo como la luminaria más brillante del firmamento después de la Luna, rivalizando con las estrellas más rutilantes. La pasada noche pudimos verlo un poco más abajo de la Luna y a su izquierda. Esta noche, la de la máxima cercanía, Marte habrá ganado su particular carrera relativa en el cielo respecto a nuestro satélite y lo podremos encontrar más arriba de la Luna, precediéndola en su marcha celeste. La siguiente ilustración muestra lo que veremos a las 12 de esta noche si miramos hacia el sureste y si las nubes lo permiten. Además de la Luna (llena) y Marte, Saturno asomará por el horizonte.

Ilustración de la vista hacia el sureste a las 00:00 horas del 15 de abril. Marte se sitúa más arriba de la Luna. Abajo, cerca del horizonte, aparece Saturno. Captura de pantalla de Stellarium.

Ilustración de la vista hacia el sureste a las 00:00 horas del martes 15 de abril. Marte se sitúa más arriba de la Luna. Abajo, cerca del horizonte, aparece Saturno. Captura de pantalla de Stellarium.

Exactamente a la misma hora, si giramos la cabeza hacia el oeste encontraremos otra chispa encendida en el centro de nuestro campo de visión. Es el gigante Júpiter:

Ilustración de la vista hacia el oeste a las 00:00 horas del 15 de abril. Júpiter aparece en el centro de la imagen. Captura de pantalla de Stellarium.

Ilustración de la vista hacia el oeste a las 00:00 horas del martes 15 de abril. Júpiter aparece en el centro de la imagen. Captura de pantalla de Stellarium.

Y para quien ya esté en pie a las 7 de la mañana de este martes, en la misma dirección sureste, la Luna y Marte habrán desaparecido para dejar paso al lucero del alba, Venus:

Ilustración de la vista hacia el sureste a las 7:00 de la mañana del martes 15 de abril. Venus amanece sobre el horizonte. Captura de pantalla de Stellarium.

Ilustración de la vista hacia el sureste a las 7:00 de la mañana del martes 15 de abril. Venus amanece sobre el horizonte. Captura de pantalla de Stellarium.

Naturalmente, esta noche no es la única ocasión para encontrar la brasa marciana en el cielo, pero a lo largo de los próximos días irá distanciándose de la Luna y dejándola atrás y a su izquierda. Como ejemplo, esta imagen ilustra lo que veremos hacia el sureste a la 1 de la madrugada en la noche del viernes 18 al sábado 19. Marte, Saturno y la Luna aparecerán casi alineados en una carrera que el satélite está perdiendo mientras se desinfla hacia el cuarto menguante.

Ilustración de la vista hacia el sureste a la 1:00 del sábado 19 de abril. Marte, Saturno y la Luna aparecen casi en línea. Captura de pantalla de Stellarium.

Ilustración de la vista hacia el sureste a la 1:00 del sábado 19 de abril. Marte, Saturno y la Luna aparecen casi en línea. Captura de pantalla de Stellarium.

Se da la circunstancia de que, además, esta noche del 14 al 15 se producirá un eclipse total de Luna, pero los europeos no podremos disfrutar del espectáculo porque sucederá fuera de nuestras horas lunares. La conocida popularmente como «luna de sangre» será visible desde el Pacífico y la mayor parte de América.

Y por cierto, si hay alguien interesado en seguir el movimiento de los astros a través de la bóveda que cubre su propia casa, las capturas de pantalla que figuran en esta página se han obtenido con el programa Stellarium, una aplicación de código abierto y descarga gratuita que permite recrear la visión del firmamento en la fecha y hora elegidas y desde el lugar concreto en el que uno se encuentre (las capturas corresponden a Torrelodones, Madrid, donde vivo).

Para terminar, este vídeo de la NASA explica la oposición de Marte y todo lo que está acaeciendo estos días:

Los museos con menos visitantes de la historia (pista: no están en la Tierra)

pantallazoLa casa Bonhams de Nueva York ha subastado esta semana 295 lotes de objetos históricos de la exploración espacial. El techo de las pujas lo marcaron una lista de comprobaciones de los astronautas Armstrong y Aldrin en la Luna (68.750 dólares), un emblema de la misión Apolo 11 firmado por sus tres integrantes (62.500 dólares) y un viejo y –para la época– futurista traje espacial plateado del programa Mercury (43.750 dólares). No todos los precios fueron adecuadamente astronómicos; cualquier astrofetichista podría haberse hecho, por solo 62 dólares, con una foto autografiada del cosmonauta soviético Valery Kubasov, uno de los protagonistas del primer apretón de manos en el espacio entre EE. UU. y la URSS que en 1975 contribuyó a relajar las tensiones de la Guerra Fría. Y por cierto, no eludo la tentación de mencionar cómo, en la línea de desapego por la ciencia de numerosos medios en España (el Efecto Nosdaigualochoqueochenta), un diario digital ha publicado el teletipo de Efe junto a esta imagen que adjunto. El pie de foto dice: «Vista de la luna». Es una luna, sí, pero no la Luna, sino Encélado, satélite de Saturno.

Pero volvamos al asunto que nos ocupa. Tradicionalmente, la poco caritativa NASA se ha considerado única propietaria de cualquier calcetín o pedazo de hilo dental utilizado por un astronauta durante su servicio, y no ha permitido la enajenación comercial de tales artículos ni por una buena causa: en 2011 demandó al astronauta Edgar Mitchell, que voló a la Luna en el Apolo 14, cuando este trató de subastar una cámara empleada en la misión para costear las facturas médicas de su hijo enfermo de cáncer, según publicaron algunas fuentes. El error fue enmendado por el Congreso de EE. UU. con una nueva ley en 2012, demasiado tarde ya para el hijo de Mitchell.

Con las perspectivas de nuevas misiones tripuladas a la Luna en las próximas décadas, pero ninguna de ellas promovida por la NASA y algunas organizadas por operadores privados, cabe preguntarse qué ocurrirá cuando alguien trate de poner sus polvorientas y enguantadas zarpas sobre alguno de los objetos abandonados en tierra de nadie por los únicos humanos que hasta ahora han paseado por allí, todos ellos empleados de la agencia espacial estadounidense. Los futuros selenautas no solo encontrarán allí una dispersa dotación de Puntos Limpios con chatarra tecnológica obsoleta, sino también ciertas piezas que valen bastante más de su peso en oro. En concreto, obras de arte.

Arriba, rama de olivo en oro depositada por Neil Armstrong en la Luna en 1969. Abajo, memorial del Astronauta Caído. NASA.

Arriba, rama de olivo en oro depositada por Neil Armstrong en la Luna en 1969. Abajo, memorial del Astronauta Caído. NASA.

Entre los objetos conmemorativos que hasta ahora han disfrutado de descanso eterno en la Luna, se encuentra una pequeña rama de olivo fabricada en oro que Armstrong posó en el polvo lunar simbolizando su deseo de paz para el planeta. Dos años más tarde, la tripulación del Apolo 15 depositó una figurita de aluminio, creada por el artista belga Paul Van Hoeydonck, que representaba un astronauta y rendía homenaje a los 14 hombres estadounidenses y soviéticos fallecidos durante el progreso de la exploración espacial. La escultura, bautizada como Astronauta Caído, se emplazó en la llamada Rima Hadley junto a una placa con los nombres de los homenajeados. Sendas réplicas de la estatuilla y la placa se encuentran hoy en el Museo Nacional Smithsonian del Aire y el Espacio, en Washington.

En su día el Astronauta Caído se publicitó como la primera instalación de arte en la Luna. Sin embargo, probablemente no lo fuera. Cuatro meses después del histórico saltito de Armstrong, el 22 de noviembre de 1969, la segunda misión lunar volaba de regreso a la Tierra cuando el diario The New York Times publicó una extraña historia: «Escultor de Nueva York dice que el Intrepid puso arte en la Luna». La autora del artículo, Grace Glueck, relataba que el módulo de alunizaje Intrepid del Apolo 12 llevaba adosado a una de sus patas un minúsculo polizón: una tesela cerámica de 1,9 por 1,3 centímetros que nunca figuró en el inventario de la misión.

Museo Lunar. Arriba, la fotografía que apareció en el diario 'The New York Times', con el dibujo de Andy Warhol oculto por un pulgar. Abajo, la obra completa. Desde el diseño de Warhol, en sentido de las agujas del reloj, obras de Robert Rauschenberg, David Novros, John Chamberlain, Claes Oldenburg y Forrest Myers.

Museo Lunar. Arriba, la fotografía que apareció en el diario ‘The New York Times’, con el dibujo de Andy Warhol oculto por un pulgar. Abajo, la obra completa. Desde el diseño de Warhol, en sentido de las agujas del reloj, obras de Robert Rauschenberg, David Novros, John Chamberlain, Claes Oldenburg y Forrest Myers.

Según Glueck, el azulejo llevaba grabadas seis obras ejecutadas por otros tantos artistas. El más perezoso, Robert Rauschenberg, se limitó a dibujar una simple línea. David Novros y John Chamberlain pintaron sendos diseños que asemejaban circuitos. El sueco Claes Oldenburg aportó una de sus reinterpretaciones de la figura del ratón Mickey, mientras que Forrest Myers generó por ordenador un símbolo que parece representar eslabones encadenados. Por último, el niño terrible del arte pop, Andy Warhol, creó algo que se describe como un anagrama caligráfico con sus iniciales, pero que para cualquier observador humano no es sino el grafiti más popular en el planeta Tierra: un miembro masculino con su guarnición. La fotografía publicada en el New York Times evitó astutamente mostrar el dibujo de Warhol. «El pulgar de la persona que sostiene el azulejo cubre la firma de Andy Warhol», rezaba el pie de foto sin más explicación.

La fuente de Glueck era Myers, promotor confeso de la idea, quien al parecer había deseado llevar arte a la Luna desde el lanzamiento del primer Sputnik. Cuando la conquista del satélite se hizo realidad, reunió a cinco amigos artistas y contó con dos ingenieros de los Laboratorios Bell llamados Fred Waldhauer y Robert Merkle para miniaturizar los diseños e imprimir la colección en una serie de 18 piezas idénticas. Con las obras en la mano Myers contó su idea a la NASA, que en principio mostró interés por el proyecto. Pero el visto bueno nunca llegó, por lo que el escultor decidió actuar por su cuenta. Siempre según su relato, contactó con un ingeniero anónimo de la compañía Grumman Aircraft que trabajaba en Cabo Kennedy y este pegó uno de los azulejos en una escotilla de acceso de una de las patas del Intrepid, confirmándolo después a Myers mediante un telegrama.

En el artículo de Glueck, el gobierno negaba todo conocimiento (¿les suena?). «No sé nada de ello. Suena a algo que nos habría interesado mucho si se nos hubiera preguntado. Si es cierto que lo han conseguido por medios clandestinos, espero que la obra represente lo mejor del arte estadounidense contemporáneo», declaró el entonces portavoz de la NASA Julian Scheer, de quien no consta si estaba al tanto del dibujo de Warhol. Por su parte, Myers hablaba de su logro con satisfacción: «Ahora sé que ahí arriba hay una pieza de arte con sentimiento, un trozo de software entre tanto hardware y chatarra».

Como es obvio, hasta ahora nadie ha podido comprobar in situ si el conocido como Museo Lunar realmente existe. Las posteriores misiones Apolo visitaron regiones diferentes del satélite. Hace unos años, cuando trabajaba en el difunto diario Público, yo mismo intenté que alguna voz autorizada de la NASA me confirmara si la agencia disponía de algún documento o, al menos, de una postura oficial al respecto. Al igual que otros antes que yo, no tuve éxito.

En 2010, el programa History Detectives de la televisión pública estadounidense PBS desveló el telegrama recibido por Myers, que aparecía firmado por un tal John F. En su episodio titulado ¿Quién es John F.? se pedía la colaboración del público para tratar de identificar a este presunto ingeniero de Grumman. El empleado de esta compañía que supervisó la plataforma de lanzamiento de la misión Apolo 12, Richard Kupczyk, reveló en el programa que varios trabajadores de la empresa deslizaron objetos personales en el interior del módulo Intrepid sin el conocimiento de la NASA, pero no pudo confirmar la historia del Museo Lunar. El primer selenauta que en el futuro consiga dejarse caer por la región de Mare Cognitum, donde reposa el Intrepid, tendrá una buena historia que contar. Y quién sabe, tal vez entonces la NASA se pronuncie.