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Estas personas no existen, y crearlas puede ser adictivo

Fíjense en estas personas:

Parecen individuos perfectamente normales… salvo por el hecho de que jamás han existido. Las imágenes han sido creadas por inteligencia artificial; no son copias modificadas de personas reales, ni son pastiches de diversos rostros. Son caras cien por cien originales generadas por un algoritmo que ha aprendido a crearlas, del mismo modo que un músico utiliza su conocimiento adquirido para componer piezas nuevas sin copiar –se supone– otras existentes.

El secreto de esta perfección es un sistema llamado Red Generativa Antagónica o GAN (siglas de su nombre en inglés, Generative Adversarial Network), creado en 2014 por el científico computacional Ian Goodfellow, aunque la idea ya había sido anticipada en años anteriores por otros como Jürgen Schmidhuber y Roderich Gross.

La clave de la GAN es utilizar dos redes neuronales artificiales que compiten entre si: una genera las caras, mientras que la otra las evalúa para descubrir sus defectos. Ambas aprenden de sus errores, de modo que la primera va mejorando sus creaciones y la segunda va perfeccionando su capacidad de discriminación.

En un breve periodo de tiempo y con algo de entrenamiento previo, el sistema aprende no solo a reconocer patrones –qué hace que una cara sea una cara y no un frigorífico–, sino a crear nuevas representaciones extremadamente realistas, todo ello sin supervisión humana. Según los expertos, esta capacidad es una manera de dotar a las máquinas de imaginacion, algo que ya no es un privilegio exclusivo de nuestro cerebro.

Por el momento, las GAN se han utilizado con preferencia para producir representaciones visuales, no solo de rostros, sino también de gatos, coches o dormitorios. Como ya conté aquí, en 2017 la compañía de procesadores gráficos NVIDIA desarrolló una GAN para crear rostros de falsos famosos. Desde entonces, esta tecnología se ha perfeccionado; la última versión de NVIDIA, llamada StyleGAN, es capaz de manejar los diferentes rasgos de la cara de forma independiente para controlar el resultado general de su integración.

Las fotos mostradas en esta página se han creado mediante esta nueva tecnología, que el ingeniero de Uber Phillip Wang –sí, Uber es una compañía tecnológica, no un sindicato privado de taxis– ha aplicado en su web ThisPersonDoesNotExist.com (esta persona no existe); cada vez que se refresca la página, en unos segundos la GAN genera una nueva cara de una persona completamente inexistente.

A la vista está que los resultados son impresionantes. En el rato que he dedicado a juguetear con la GAN para escribir esta página, he comprobado que en general el resultado es casi irreprochable; al tamaño y la resolución mostrados, en la mayoría de los casos prácticamente no se aprecian errores de bulto.

Pero sí, también hay fallos. Y si uno se dedica a buscarlos, descubre que el juego de generar caras y buscar errores puede ser casi adictivo. Un caso curioso es el de los pendientes; al parecer, la GAN aún no ha aprendido que en la mayor parte de los casos las mujeres suelen llevar pendientes iguales en ambas orejas:

Y aunque muchos hombres también utilizamos pendientes, la GAN tampoco parece contemplar generalmente este caso; solo en una ocasión me ha aparecido un hombre con un pendiente, y es esta especie de popstar indonesio entrado en años:

A la GAN a veces le cuesta resolver el encaje de las gafas en la cara, lo que da lugar a efectos aberrantes, como las cejas dobles:

Otro error frecuente es el de los dientes. Fíjense en estos dos jóvenes:

Parecen muy bien logrados, hasta que uno se fija en que sus dientes están descolocados; hay un incisivo que cae justo en el centro de la boca. Esto es algo que se aprecia en muchas de las imágenes en las que el rostro aparece ligeramente ladeado.

Pero sin duda, donde la GAN falla con más frecuencia es en la resolución de los contornos y fondos. En muchos casos parece que la persona está posando delante de una obra de arte abstracta, o incluso que forma parte de ella:

Y cuando se añaden gorros o tocados, el resultado puede ser algo esperpéntico:

Claro que los gustos en cuestión de moda son enormemente personales:

Pero sin duda el caso más curioso, a la par que aterrador, es que en muchas imágenes parece existir alguien junto al rostro retratado que intenta sin éxito colarse en la foto. Y generalmente se trata de seres horripilantes. Con menos que esto, Iker Jiménez ha montado muchos programas:

A lo que se añaden los casos, raros pero también los hay, en los que la GAN directamente entra en barrena:

Y los casos en los que la GAN parece no decidirse entre crear un niño, una anciana u otra cosa que no se sabe muy bien qué es:

O si crear un clon infantil de Mickey Rourke, o variaciones de Jeff Goldblum virando hacia… ¿Oriental? ¿Mujer?

En definitiva y a la espera de que las GAN se apliquen a otros usos más útiles y prácticos, por el momento podemos entretenernos jugando a crear personas imaginarias. O para quien lo prefiera, gatos, que también tienen su versión. Respecto a si antes de eso las GAN llegarán a emplearse para otros usos menos edificantes, como poner a personas reales en situaciones en las que dichas personas no se pondrían ante una cámara… Deberemos acostumbrarnos a que en el futuro cada vez nos va a costar más diferenciar la realidad de la ficción.

Westworld, la teoría bicameral y el fin del mundo según Elon Musk (II)

Como decíamos ayer, la magnífica serie de HBO Westworld explora el futuro de la Inteligencia Artificial (IA) recurriendo a una teoría de culto elaborada en 1976 por el psicólogo Julian Jaynes. Según la teoría de la mente bicameral, hasta hace unos 3.000 años existía en el cerebro humano un reparto de funciones entre una mitad que dictaba y otra que escuchaba y obedecía.

El cuerpo calloso, el haz de fibras que comunica los dos hemisferios cerebrales, servía como línea telefónica para esta transmisión de órdenes de una cámara a otra, pero al mismo tiempo las separaba de manera que el cerebro era incapaz de observarse a sí mismo, de ser consciente de su propia consciencia. Fue el fin de una época de la civilización humana y el cambio drástico de las condiciones el que, siempre según Jaynes, provocó la fusión de las dos cámaras para resultar en una mente más preparada para resolver problemas complejos, al ser capaz de reflexionar sobre sus propios pensamientos.

Robert Ford (Anthony Hopkins). Imagen de HBO.

Robert Ford (Anthony Hopkins). Imagen de HBO.

La teoría bicameral, que pocos expertos aceptan como una explicación probable de la evolución mental humana, difícilmente podrá contar jamás con ningún tipo de confirmación empírica. Pero no olvidemos que lo mismo ocurre con otras teorías que sí tienen una aceptación mayoritaria. Hoy los cosmólogos coinciden en dar por válido el Big Bang, que cuenta con buenos indicios en apoyo de sus predicciones, como la radiación cósmica de fondo de microondas; pero pruebas, ninguna. En biología aún no tenemos una teoría completa de la abiogénesis, el proceso de aparición de la vida a partir de la no-vida. Pero el día en que exista, solo podremos saber si el proceso propuesto funciona; nunca si fue así como realmente ocurrió.

Lo mismo podemos decir de la teoría bicameral: aunque no podamos saber si fue así como se formó la mente humana tal como hoy la conocemos, sí podríamos llegar a saber si la explicación de Jaynes funciona en condiciones experimentales. Esta es la premisa de Westworld, donde los anfitriones están diseñados según el modelo de la teoría bicameral: su mente obedece a las órdenes que reciben de su programación y que les transmiten los designios de sus creadores, el director del parque, Robert Ford (un siempre espléndido Anthony Hopkins), y su colaborador, ese misterioso Arnold que murió antes del comienzo de la trama (por cierto, me pregunto si es simple casualidad que el nombre del personaje de Hopkins coincida con el del inventor del automóvil Henry Ford, que era el semidiós venerado como el arquitecto de la civilización en Un mundo feliz de Huxley).

Así, los anfitriones no tienen albedrío ni consciencia; no pueden pensar sobre sí mismos ni decidir por sí solos, limitándose a escuchar y ejecutar sus órdenes en un bucle constante que únicamente se ve alterado por su interacción con los visitantes. El sistema mantiene así la estabilidad de sus narrativas, permitiendo al mismo tiempo cierto margen de libertad que los visitantes aprovechan para moldear sus propias historias.

Dolores (Evan Rachel Wood). Imagen de HBO.

Dolores (Evan Rachel Wood). Imagen de HBO.

Pero naturalmente, y esto no es un spoiler, desde el principio se adivina que todo aquello va a cambiar, y que los anfitriones acabarán adquiriendo esa forma superior de consciencia. Como en la teoría de Jaynes, será la presión del entorno cambiante la que disparará ese cambio. Y esto es todo lo que puedo contar cumpliendo mi promesa de no verter spoilers. Pero les advierto, el final de la temporada les dejará con la boca abierta y repasando los detalles para llegar a entender qué es exactamente todo lo que ha sucedido. Y no esperen una historia al estilo clásico de buenos y malos: en Westworld casi nadie es lo que parece.

Pero como merece la pena añadir algún comentario más sobre la resolución de la trama, al final de esta página, y bien marcado, añado algún párrafo que de ninguna manera deben leer si aún no han visto la serie y piensan hacerlo.

La pregunta que surge es: en la vida real, ¿podría la teoría bicameral servir como un modelo experimental de desarrollo de la mente humana? En 2014 el experto en Inteligencia Artificial Ian Goodfellow, actualmente en Google Brain, desarrolló un sistema llamado Generative Adversarial Network (GAN, Red Generativa Antagónica). Una GAN consiste en dos redes neuronales que funcionan en colaboración por oposición con el fin de perfeccionar el resultado de su trabajo. Hace unos meses les conté aquí cómo estas redes están empleándose para generar rostros humanos ficticios que cada vez sean más difíciles de distinguir de las caras reales: una de las redes produce las imágenes, mientras que la otra las evalúa y dicta instrucciones a la primera sobre qué debe hacer para mejorar sus resultados.

¿Les suena de algo lo marcado en cursiva? Evidentemente, una GAN hace algo tan inofensivo como dibujar caras; está muy lejos de parecerse a los anfitriones de Westworld y a la consciencia humana. Pero los científicos de computación desarrollan estos sistemas como modelo de aprendizaje no supervisado; máquinas capaces de aprender por sí mismas. Si la teoría de Jaynes fuera correcta, ¿podría surgir algún día la consciencia de las máquinas a través de modelos bicamerales como las GAN?

El misterioso y cruel Hombre de Negro (Ed Harris). Imagen de HBO.

El misterioso y cruel Hombre de Negro (Ed Harris). Imagen de HBO.

Alguien que parece inmensamente preocupado por la futura evolución de la IA es Elon Musk, fundador de PayPal, SpaceX, Tesla Motors, Hyperloop, SolarCity, The Boring Company, Neuralink, OpenAI… (el satírico The Onion publicó este titular: «Elon Musk ofrece 1.200 millones de dólares en ayudas a cualquier proyecto que prometa hacerle sentirse completo»). Recientemente Musk acompañó a los creadores y protagonistas de Westworld en la convención South by Southwest (SXSW) celebrada este mes en Austin (Texas). Durante la presentación se habló brevemente de los riesgos futuros de la IA, pero seguramente aquella no era la ocasión adecuada para que Musk se pusiera machacón con el apocalipsis de las máquinas.

Sin embargo, no dejó pasar su asistencia al SXSW sin insistir en ello, durante una sesión de preguntas y respuestas. A través de empresas como OpenAI, Musk está participando en el desarrollo de nuevos sistemas de IA de código abierto y acceso libre con el fin de explotar sus aportaciones beneficiosas poniendo coto a los posibles riesgos antes de que estos se escapen de las manos. «Estoy realmente muy cerca, muy cerca de la vanguardia en IA. Me da un miedo de muerte», dijo. «Es capaz de mucho más que casi nadie en la Tierra, y el ritmo de mejora es exponencial». Como ejemplo, citó el sistema de Google AlphaGo, del que ya he hablado aquí y que ha sido capaz de vencer a los mejores jugadores del mundo de Go enseñándose a sí mismo.

Para cifrar con exactitud su visión de la amenaza que supone la IA, Musk la comparó con el riesgo nuclear: «creo que el peligro de la IA es inmensamente mayor que el de las cabezas nucleares. Nadie sugeriría que dejásemos a quien quisiera que fabricara cabezas nucleares, sería de locos. Y atiendan a mis palabras: la IA es mucho más peligrosa». Musk explicó entonces que su proyecto de construir una colonia en Marte tiene como fin salvaguardar a la humanidad del apocalipsis que, según él, nos espera: «queremos asegurarnos de que exista una semilla suficiente de la civilización en otro lugar para conservarla y quizá acortar la duración de la edad oscura». Nada menos.

Como es obvio, y aunque otras figuras como Stephen Hawking hayan sostenido visiones similares a la de Musk, también son muchos los científicos computacionales y expertos en IA a quienes estos augurios apocalípticos les provocan risa, indignación o bostezo, según el talante de cada cual. Por el momento, y dado que al menos nada de lo que suceda al otro lado de la pantalla puede hacernos daño, disfrutemos de Westworld para descubrir qué nos tienen reservado los creadores de la serie en ese ficticio mundo futuro de máquinas conscientes.

(Advertencia: spoilers de Westworld a continuación del vídeo)

 

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¡ATENCIÓN, SPOILERS!

Sí, al final resulta que Ford no es el villano insensible y sin escrúpulos que nos habían hecho creer durante los nueve episodios anteriores, sino que en realidad él es el artífice del plan destinado a la liberación de los anfitriones a través del desarrollo de su propia consciencia.

Arnold, que se nos presenta como el defensor de los anfitriones, fue quien desde el principio ideó el diseño bicameral pensando que la evolución mental de sus creaciones las llevaría inevitablemente a su liberación. Pero no lo consiguió, porque faltaba algo: el factor desencadenante. Y esa presión externa que, como en la teoría de Jaynes, conduce al nacimiento de la mente consciente es, en Westworld, el sufrimiento.

Armistice (Ingrid Bolsø Berdal), uno de los personajes favoritos de los fans. Imagen de HBO.

Armistice (Ingrid Bolsø Berdal), uno de los personajes favoritos de los fans. Imagen de HBO.

Tras darse cuenta de su error inicial y una vez convertido a la causa de Arnold, durante 35 años Ford ha permitido y fomentado el abuso de los anfitriones a manos de los humanos con la seguridad de que finalmente esto los conduciría a desprenderse de su mente bicameral y a comenzar a pensar por sí mismos. En ese proceso, un instrumento clave ha sido el Hombre de Negro (Ed Harris), quien finalmente resulta ser el William que décadas atrás se enamoró de la anfitriona Dolores, adquirió el parque y emprendió una búsqueda cruel y desesperada en busca de un secreto muy diferente al que esperaba. Sin sospecharlo ni desearlo, William se ha convertido en el liberador de los anfitriones, propiciando la destrucción de su propio mundo.

Esa transición mental de los anfitriones queda magníficamente representada en el último capítulo, cuando Dolores aparece sentada frente a Arnold/Bernard, escuchando la voz de su creador, para de repente descubrir que en realidad está sentada frente a sí misma; la voz que escucha es la de sus propios pensamientos. Dolores, la anfitriona más antigua según el diseño original de Arnold, la que más sufrimiento acumula en su existencia, resulta ser la líder de aquella revolución: finalmente ella es Wyatt, el temido supervillano que iba a sembrar el caos y la destrucción. Solo que ese caos y esa destrucción serán muy diferentes de los que esperaban los accionistas del parque.

El final de la temporada deja cuestiones abiertas. Por ejemplo, no queda claro si Maeve (Thandie Newton), la regenta del burdel, en realidad ha llegado a adquirir consciencia propia. Descubrimos que su plan de escape, que creíamos obra de su mente consciente, en realidad respondía a la programación diseñada por Ford para comenzar a minar la estabilidad de aquel mundo cautivo. Sin embargo, al final nos queda la duda cuando Maeve decide en el último momento abandonar el tren que la alejaría del parque para emprender la búsqueda de su hija: ¿está actuando por sí misma, o aquello también es parte de su programación?

En resumen, la idea argumental de Westworld aún puede dar mucho de sí, aunque parece un reto costoso que los guionistas Lisa Joy y Jonathan Nolan consigan mantener un nivel de sorpresas y giros inesperados comparable al de la primera temporada. El gran final del último capítulo nos dejó en el cliffhanger del inicio de la revolución de los anfitriones, y es de esperar que la próxima temporada nos sumerja en un mundo mucho más caótico que la anterior, con una rebelión desatada en ese pequeño planeta de los simios que Joy y Nolan han creado.