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Por qué el psicoanálisis no es ciencia (ni es una teoría)

Hace unos días, mi vecina de blog Madre Reciente tuiteaba un comentario aparecido al pie de un post en el que reflexionaba sobre su manera de encarar la imposibilidad de conocer las causas del autismo de su hijo. El comentario en cuestión, que parecía sospechosamente motivado por una ideología (que su autor es perfectamente libre de sostener, faltaría más), hacía referencia a una presunta frialdad de las madres hacia sus hijos como supuesta causa del autismo; el llamado síndrome de las «madres nevera».

Pero no, esto de hoy no va sobre el autismo ni sus causas. Si, como contaré mañana, no solo no existe tal síndrome, sino que ni siquiera ha existido jamás una teoría sobre la existencia de tal síndrome, es para ilustrar un propósito diferente.

Ayer expliqué que la ciencia ha derrocado la «voz del experto», pero que esta continúa muy presente en los medios públicos, suplantando en buena medida el papel que en tiempos precientíficos desempeñaban las personas mágicas, como los augures o los chamanes. El experto habla, sienta cátedra y sus palabras se toman como verdades absolutas, con independencia de que correspondan a datos científicos reales o a su opinión personal; experimentada, pero personal.

Es decir, y por dejarlo aún más claro: siempre que escuchen a un experto en radio o televisión pontificando rotundamente sobre su campo de especialización, no acepten sus palabras como dogma sin más. Pregúntense: ¿está contando lo que se sabe, o está contando lo que él cree? Y si se toman la molestia de llegar al fondo de ello, más de una vez se sorprenderán.

Quizá haya campos científicos en los que esto ocurra más que en otros. O al menos, en ciertos campos este fenómeno es hoy especialmente visible. Uno de ellos es la nutrición. A diario estamos invadidos por infinidad de proclamas sobre nutrición saludable, muchas de las cuales en realidad no se apoyan en datos científicos suficientemente contrastados. Por este motivo encontramos tan a menudo expertos en nutrición divididos en equipos: grasas sí, grasas no, y así sucesivamente. Ningún biólogo cuestiona la evolución de las especies, y ningún físico pone en duda la existencia del electrón; es la ciencia versus la «voz del experto».

Y otro de estos campos, del que sí vengo a hablar hoy, es la psicología. Para conducir esta explicación, creo que conviene remontarnos hacia atrás algo más de un siglo, a 1896. Aquel año, Sigmund Freud empleaba por primera vez en un artículo el término «psicoanálisis». Con él designaba un método de psicoterapia que llevaba una década desarrollando.

Sigmund Freud. Imagen de Tullio Saba / Flickr / Dominio público.

Sigmund Freud. Imagen de Tullio Saba / Flickr / Dominio público.

Mediante un diálogo libre con sus pacientes en el que estos relataban sus recuerdos y sueños, Freud creía poder acceder a las memorias reprimidas que explicaban la psicopatología del sujeto, normalmente de su infancia y de carácter sexual. Freud creía también que existían ciertos modelos comunes a muchos de sus pacientes, como el complejo de Edipo o la envidia del pene.

Freud creía todo esto. Pero nunca lo demostró. Porque, de hecho, no podía demostrarse.

Unas décadas más tarde, el filósofo de la ciencia Karl Popper investigó cuáles eran las teorías científicas más prometedoras y revolucionarias de su época, y entre ellas incluyó el psicoanálisis, que en un primer momento se le presentó como la llave maestra hacia el misterioso reino de la mente humana.

Pero cuando Popper comenzó a estudiar el psicoanálisis, pronto llegó a una conclusión: aquello no era ciencia. Los psicoanalistas, decía Popper, siempre encontraban explicaciones a posteriori, como los videntes que dicen «yo ya lo sabía» o quienes interpretan las supuestas profecías de Nostradamus a toro pasado. Pero como estos y aquellos, el psicoanálisis era incapaz de elaborar una predicción consistente y general a priori, una que fuera empíricamente testable y demostrable o refutable.

Así, Popper relegó el psicoanálisis al cajón de las pseudociencias junto con la astrología. Pero evidentemente, el psicoanálisis no murió. Hoy sigue muy extendido y vigente, lo cual no lo convierte en ciencia; nunca podrá serlo, a menos que reconozcamos como tal también la astrología.

Entonces, ¿de dónde sacó Freud su teoría? Observaciones, experiencia, intuición… En resumen, la voz del experto.

Pero es necesario hacer una aclaración esencial. Y es que si he escrito la palabra «teoría» en cursiva, es porque el psicoanálisis no lo es. En ciencia, este término significa algo muy diferente que en el lenguaje común. A pie de calle, hablamos de cualquier especulación sin fundamento como «teoría», por absurda que sea: tengo la teoría de que nos envenenan fumigando desde aviones. Pero en ciencia, una teoría es algo muy distinto. Así de bien (al contrario que nuestro diccionario de la RAE) lo explica la Academia Nacional de Ciencias de EEUU (NAS):

La definición científica formal de «teoría» es muy diferente del significado cotidiano de la palabra. Se refiere a una explicación completa de algún aspecto de la naturaleza que está apoyado por un vasto cuerpo de evidencias. Muchas teorías científicas están tan bien establecidas que probablemente ninguna nueva prueba podrá alterarlas sustancialmente. Por ejemplo, ninguna nueva prueba demostrará que la Tierra no gira en torno al Sol (teoría heliocéntrica) […] Una de las propiedades más útiles de las teorías científicas es que pueden utilizarse para hacer predicciones sobre eventos naturales o fenómenos que aún no se han observado.

En resumen, teorías son la relatividad, la evolución o el cambio climático. No son «solo teorías»; como también dice la NAS, «en ciencia, las teorías no se convierten en hechos a través de la acumulación de pruebas. Más bien, las teorías son el punto final de la ciencia. Son conocimientos que se derivan de extensa observación, experimentación y reflexión creativa».

Incluso en ciencia, a veces se olvida esta definición. Por ejemplo, no debería hablarse de la teoría de cuerdas, o de la de los universos paralelos, porque no lo son. Y tampoco lo es el psicoanálisis. Es una especulación, una ocurrencia, incluso un conjunto de hipótesis; pero no de hipótesis científicas, dado que no pueden testarse.

Pero el psicoanálisis no es ni mucho menos la única propuesta en el campo de la psicología que pasa por científica sin serlo. Mañana seguimos, y volveremos a aquello de las «madres nevera».

Y por cierto, si les interesa algo más de información sobre la polémica que rodea al psicoanálisis, precisamente hace unos días he publicado un reportaje que lo cuenta con más detalle. Y que les invito a leer, si les apetece.