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¿Por qué los flamencos descansan sobre una pata? (extremidad, no la mujer del pato)

Ayer presenté aquí un vídeo de nueva aparición sobre el que es hasta ahora el único flamenco negro conocido, si es que los dos avistamientos registrados corresponden realmente a un mismo ejemplar. El fenómeno sería llamativo para cualquier ojo no iniciado en el culto a las aves, pero se convierte casi en un Expediente X teniendo en cuenta que los flamencos forman un orden propio en el que todas las especies tienen una coloración similar, blanco o crema pálido transformado en rosa por los pigmentos de su dieta. El melanismo no es algo desconocido en las aves, al igual que en otros grupos animales; pero tratándose de un orden cuyos miembros visten de uniforme, resulta tan raro como un cocodrilo albino (que también existió y fue conocido como Michael Jackson; ¿tal vez al flamenco negro podríamos denominarlo Morenito de Chipre?).

Flamencos enanos en el Parque Nacional del Lago Nakuru (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

Flamencos enanos en el Parque Nacional del Lago Nakuru (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

A la espera de saber si tendremos nuevas noticias del elegante y misterioso flamenco, ayer dejé por cubrir una faceta de estas aves que suele causar sorpresa. Se trata de una de esas curiosidades en las que nadie suele pensar a lo largo de su vida diaria, salvo un puñado de biólogos locos y cualquier padre o madre a quienes su hijo les asalte de pronto con la pregunta: Papá/mamá, ¿por qué los flamencos están de pie sobre una sola pata? Y los niños deben llegar a una cierta edad para entender la diferencia entre «no lo sé» y «los científicos no lo saben». Antes de esa edad, ambas frases significan lo mismo: papá/mamá no lo sabe.

La postura no es exclusiva de estas especies, sino que está bastante extendida entre las aves; pero suele notarse más en el caso de los flamencos, quizá por su tendencia a formar grandes bandadas. Quiero adelantarme aquí a la respuesta más habitual: porque si levantaran las dos, se caerían al suelo. Pero lo cierto es que tras los comportamientos de los animales hay explicaciones fisiológicas con referencias a millones de años de evolución.

Descansar sobre una extremidad no parece una elección obvia cuando se tienen dos y el peso puede repartirse entre ambas; menos aún cuando cada una de ellas es tan aparentemente endeble como la de un flamenco. Sin embargo, todo el que se haya visto forzado a permanecer de pie durante largo rato habrá descubierto que a menudo tendemos a cargar alternativamente el peso en una de las piernas mientras dejamos que la otra descanse. Es más, en ciertas regiones del mundo hay cierta costumbre de adoptar la pata coja como posición de descanso. Es clásico el ejemplo de los maasais de Kenya y Tanzania, cuya estampa más típica es sobre una sola pierna, mientras la otra permanece cruzada o con el pie apoyado en la rodilla. Y he tenido que llegar a los flamencos para caer en la cuenta de que nunca se me ha ocurrido preguntarle a un maasai por qué lo hacen, cosa que haré en la primera próxima ocasión.

Las aves tienen, además, sistemas de reposo facilitados por la evolución. Al menos algunas especies poseen un sistema de tendones que automáticamente cierra los dedos cuando las patas se flexionan, lo que les permite dormir en una rama sin caer al suelo. También suele asumirse que ciertas aves como los flamencos poseerían un mecanismo que ancla la articulación del tobillo (la que tienen a la altura de nuestra rodilla; su rodilla está más arriba y suele quedar oculta bajo el cuerpo) de modo que no hay esfuerzo cuando descansan erguidos sobre sus patas estiradas, lo que facilitaría emplear solo una de ellas. Aunque debo decir que, exceptuando algunas referencias antiguas, no he encontrado literatura científica reciente que confirme esta hipótesis.

En cuanto a las razones, tradicionalmente se pensaba en una explicación que encajaría con nuestra propia experiencia de descansar a la pata coja: si de repente se tercia la huida, tener una pata fresca permitirá hacerlo con mayor rapidez. En 2009, dos investigadores de la Universidad de Saint Joseph en Filadelfia (EE. UU.) decidieron poner a prueba esta hipótesis, cronometrando los tiempos de respuesta de los flamencos cuando descansaban sobre una pata o sobre las dos. Y descubrieron que era más bien al revés de lo sugerido: los que se sostenían sobre ambas patas emprendían la huida con mayor rapidez. Hipótesis rebatida.

Por el contrario, los científicos sí encontraron indicios que respaldan la segunda de las principales teorías sobre la pata única: termorregulación. Es un dato contrastado que perdemos el calor corporal más rápidamente en contacto con el agua; algunas estimaciones hablan hasta de 25 veces más deprisa. O, dicho de otra manera y a grandes rasgos, con solo un 4% de nuestra superficie corporal sumergida en agua perderíamos tanto calor por esa parte como por el resto del cuerpo, a igualdad de temperaturas de aire y agua. En el caso de los flamencos, sus pies poseen una gran superficie, por lo que, al menos presumiblemente, tener solo uno de ellos en el agua podría ahorrar una buena parte de la pérdida de calor.

Un flamenco rojo descansando sobre una pata. Imagen de Dick Daniels / Creative Commons.

Un flamenco rojo descansando sobre una pata. Imagen de Dick Daniels / Creative Commons.

En su estudio, publicado en la revista Zoo Biology, los investigadores demostraron «una relación negativa entre la temperatura y el porcentaje de aves observadas descansando sobre una pata, de modo que el descanso sobre una pata se reduce al aumentar la temperatura». También comprobaron que «aunque los flamencos prefieren descansar sobre una pata que sobre dos sin importar la ubicación, el porcentaje de aves descansando sobre una pata es significativamente mayor entre las aves que están en el agua que en las que están en tierra».

Es decir, que sí parece haber una mayor tendencia al uso de una sola pata en el agua, sobre todo si está fría. Esto es algo que al menos permite contestar a las preguntas de los niños de manera que lo entiendan: cuando vamos a probar cómo está el agua, metemos solo un pie, no los dos. Y si está fresquita, no metemos el otro. En el caso de los flamencos, otras teorías aún no han sido probadas; por ejemplo, hay quien dice que el tener una pata plegada reduce el esfuerzo del corazón para traer la sangre de vuelta desde allí abajo. También se ha propuesto que la pata única ayudaría al camuflaje, sobre todo cuando las aves descansan con el cuello encogido y la cabeza oculta entre el plumaje, lo que les da el aspecto de un curioso arbusto rosa. Y no falta quien piensa que tal vez la razón está en que los flamencos duermen con medio cerebro y por tanto con una pata sí y otra no; esta habilidad de mantener la mitad del cerebro activa durante el sueño se ha demostrado en otros animales, como algunos cetáceos, leones marinos y ciertas aves.

En resumen, casos como el del flamenco, con toda su evidente intrascendencia, ilustran uno de los aspectos más bonitos de la ciencia: entender por qué la naturaleza hace las cosas que hace. Y poder explicárselo a nuestros hijos sin tener que buscarlo nerviosamente en el móvil a escondidas.

Pasen y vean al único flamenco negro del mundo (ave, no cantaor)

El perro verde, el mirlo blanco, el elefante rosa. A menudo describimos la rareza asignando a los animales colores que no son naturales en ellos, y los ejemplares de tonos inusuales se convierten en objeto de temor y admiración, como el cachalote blanco que obsesionaba al capitán Akhab. Durante 37 años el zoo de Barcelona fue una atracción mundial gracias a Copito de Nieve, el único gorila albino conocido, capturado por unos cazadores en Guinea Ecuatorial y que tuvo la enorme suerte de que pasara por allí Jordi Sabater Pi, uno de los más grandes primatólogos de la historia. Una vez que Copito se vio privado de su hábitat natural, no cabe duda de que todas las demás posibles opciones que le esperaban habrían sido mucho peores.

Esta semana ha surgido en internet una nueva rareza casi inédita hasta ahora. Y casi, porque se trata en realidad del segundo avistamiento que sigue a otro anterior en Israel, aunque los científicos piensan que probablemente se trate del mismo ejemplar: el único flamenco negro jamás registrado. Miembros del Departamento Ambiental de Akrotiri, una zona de soberanía británica en la costa sur de la isla de Chipre, estaban censando flamencos en un lago salado cuando se toparon con esta, nunca mejor dicho, rara avis.

Se trata de un ejemplar de flamenco común (Phoenicopterus roseus), una de las seis especies de esta familia y la más extendida de las dos del Viejo Mundo. Como sus parientes, es una especie migratoria, que a lo largo del año recorre grandes distancias entre sus moradas de verano e invierno, desde el sur de Europa hasta la India pasando por África. Los flamencos se reúnen en grandes bandadas en los lagos salinos donde encuentran su dieta compuesta de pequeños organismos, sobre todo artemias y cianobacterias Arthrospira. Para separar el alimento del fango cuentan con su pico filtrante, tapizado con unas estructuras en forma de laminillas y cuya curiosa forma se debe a que está adaptado para usarse cabeza abajo.

Si hay algo universalmente conocido sobre los flamencos es su color rosado. Pero no todo el mundo sabe que en realidad su plumaje es naturalmente blanco, y que sus tonos típicos desde el salmón hasta el carmesí se deben a los carotenoides, pigmentos que dan los colores rojizos en las plantas y que los flamencos obtienen de su dieta de plancton. Por esta razón los flamencos en cautividad suelen ser de tono más apagado, y también por este motivo los animales con polluelos palidecen, ya que regurgitan el alimento para nutrir a sus crías. Por el contrario, cuando los flamencos buscan pareja, un color más vivo en los machos asegura el éxito entre las damas.

El melanismo o coloración negra es un fenómeno que se da con cierta frecuencia en algunas especies, pero que nunca se había documentado en un flamenco. Al contrario que el albinismo, se produce por un exceso del pigmento melanina, y en las poblaciones de ciertas especies aparece como una adaptación a unas condiciones ambientales concretas. El ejemplo más conocido es la pantera negra, la variedad melánica del leopardo. Pero más allá de las hipótesis obvias sobre un mejor camuflaje en zonas peor iluminadas, como las selvas tupidas, las razones del melanismo aún son también algo oscuras. Al hallarse ejemplares negros de leopardos y servales en zonas de alta montaña, como los Aberdares de Kenya, se pensó que esta coloración servía como adaptación al frío, pero no parece que esta sea una razón de peso.

En el flamenco que aparece en las imágenes, los científicos aún no saben a qué se debe su peculiaridad, ni si alguno de sus progenitores ya lo tenía. Pero dado que en general el melanismo es hereditario y dominante –es decir, que aparece en todos los individuos que poseen el genotipo–, sería de esperar que, si consigue criar, en torno a la mitad de sus polluelos heredarán el elegante color de su padre; para los flamencos, el negro es el nuevo rosa.