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Célula de español científico: una vacuna no es un «antídoto»

No es que importe mucho ni a muchos, pero dado que probablemente nadie más va a decirlo, al menos alguien tiene que intentar velar un poco por la precisión del lenguaje en lo que se refiere a la pandemia de COVID-19. O al menos, que no pueda decirse que nadie lo ha dicho.

Los periodistas son incansables consumidores de sinónimos. Dado que se considera pobre repetir la misma palabra dos veces de forma relativamente seguida en un texto, se buscan términos alternativos. De ahí surgen expresiones como «el ejecutivo», cuando uno vuelve a referirse por segunda vez al gobierno, o las perífrasis para designar a los partidos políticos, como «la formación liderada por fulano», o sobre todo, esos términos tan típicos del periodismo deportivo, como «esférico» por «balón», «guardameta» por «portero» o «tanto» por «gol».

En el caso de la pandemia y con toda la información actual sobre las vacunas, también los periodistas se han visto obligados a elegir un sinónimo. Pero han elegido mal. Porque últimamente no dejo de escuchar la palabra «antídoto» como sinónimo de «vacuna». Y no, un antídoto no es una vacuna. Son dos conceptos totalmente diferentes.

Vacuna contra la gripe. Imagen de CDC.

Vacuna contra la gripe. Imagen de CDC.

No hace falta, creo, explicar qué es una vacuna. Pero un antídoto es una sustancia que se administra a una persona envenenada para neutralizar los efectos del veneno. En muchos casos ese fármaco es un anticuerpo que se une a las moléculas del veneno y anula su efecto. Es decir, que un antídoto actúa contra un veneno, no contra un patógeno (de hecho, incluso cuando ese veneno lo produce un patógeno, como una bacteria, tampoco suele llamarse antídoto, sino antitoxina); no es preventivo, sino que se administra a una persona ya envenenada; y no busca una respuesta activa del organismo como en el caso de la vacuna, sino que se limita a neutralizar el veneno de forma pasiva. O sea, no tiene nada que ver con una vacuna. Y por lo tanto, llamar antídoto a una vacuna es un sinsentido que chirría enormemente.

Como sinónimo de «vacuna» podría utilizarse simplemente un término más genérico como «formulación» o incluso «fármaco» o «medicamento», ya que una vacuna es un fármaco preventivo (también hay vacunas terapéuticas, aunque no es el caso). Si el contexto de la frase lo permite, dos sinónimos adecuados son «inmunización» e «inoculación». Ninguno de los dos es realmente un sinónimo exacto de «vacuna», ya que la inmunización es más amplia, pudiendo referirse a otros casos en los que no interviene una vacuna. Inmunización se aplica también a la pasiva, cuando se administran anticuerpos contra un patógeno.

En cuanto a la inoculación, originalmente era de hecho un método distinto de la vacunación; esta última se refería a la protección contra la viruela mediante la inyección de material del virus vacuno, mientras que la inoculación se refería a la variolación, el uso de material de la propia viruela humana. Actualmente la inoculación abarca también situaciones en las que no se pretende una inmunización, por ejemplo cuando se inocula un cultivo celular con un microbio, o un alimento con un hongo (como la levadura) destinado a la fermentación. Pero salvando estas diferencias, puede considerarse que «inmunización» e «inoculación» son opciones adecuadas cuando interesa no repetir la palabra «vacuna».

Y por cierto, una última aclaración: el nombre comercial (su verdadero nombre es Gam-COVID-Vac) de la vacuna rusa Sputnik V debe leerse como «Sputnik uve», y no como «Sputnik cinco», como a menudo se está diciendo y escuchando en los medios. «V» no es el número romano 5, sino simplemente una letra uve de… vacuna.

Célula de español científico: «pivotal» no existe

Hace unos días les hablaba aquí de una expresión, seminal study, que es común en el inglés científico para designar estudios que han influido poderosamente en el desarrollo de una nueva línea científica; y que no debe traducirse literalmente al español, ya que en nuestro idioma «seminal» tiene exclusivamente un significado más… bueno, más seminal.

Lo cual, en cierto modo, fue una sorpresa incluso para mí: hace unos días, mientras recogía documentación para un reportaje, leí otro que escribí hace varios años sobre el mismo tema, y ahí me encontré con la horma de mi zapato: en el texto mencionaba un «experimento seminal». Y no, no tenía nada que ver con el semen. Utilizar esta palabra en un contexto figurado viste mucho, pero quienes nos dedicamos a escribir debemos hacer un esfuerzo de rigor en el uso del lenguaje. Y salvo cuando se trata de una licencia creativa, deberíamos abstenernos de otorgar a las palabras significados que no tienen en nuestro idioma. Será que con los años uno se vuelve más estricto, pero el diccionario está para consultarlo, y debo reprocharle a aquella versión más joven de mí que en aquella ocasión no lo hiciera.

Existe otro término que también se utiliza frecuentemente en inglés, que muchos científicos traducen literalmente cuando escriben en español, y que debería evitarse para un uso correcto del castellano. En inglés se habla de pivotal en referencia a algo que, según el Oxford Dictionary, es «de crucial importancia en el desarrollo o el éxito de algo». Dentro de los muchos contextos en los que suele utilizarse, se habla también habitualmente de «pivotal study«.

Así, es frecuente leer textos científicos en español en los que se habla también de «estudio pivotal» o «experimento pivotal«. Pero en este caso no hay una confusión de significados, sino algo aún más determinante: la palabra «pivotal» no existe en castellano; no está recogida en el diccionario de la RAE. Es solo un palabro, un anglicismo innecesario, ya que existen muchos términos en nuestro idioma para expresar el mismo concepto: influyente, crucial, trascendental, clave…

Lo cual no implica que no pueda hablarse de «pivotar» como verbo en sentido figurado; el propio diccionario lo admite. Pivotar significa «moverse o apoyarse sobre un pivote», o sea, un «extremo cilíndrico o puntiagudo de una pieza, donde se apoya o inserta otra, bien con carácter fijo o bien de manera que una de ellas pueda girar u oscilar con facilidad respecto de la otra». Y dado que el sentido figurado es admisible, podría decirse que una línea de investigación pivota sobre un estudio concreto. El motivo por el que no debería decirse entonces que este estudio es «pivotal» es sencillamente porque la palabra no existe, del mismo modo que podemos hablar de sustancias estupefacientes o de quedarnos estupefactos, pero el verbo del que parecerían derivarse estas formas, estupefacer, no existe, aunque también se utilice por ahí.

La cuestión se complica por el hecho de que «pivotal» se emplea en inglés también de forma más específica para referirse a un ensayo clínico cuyo resultado es determinante para la aprobación de un nuevo fármaco o procedimiento, lo que ha llevado a importar su traducción literal al castellano también en la jerga farmacéutica y médica como estudio o ensayo pivotal. Este uso tiene la ventaja de que designa exclusivamente algo cuyo significado el lector entiende; el lenguaje científico se distingue por su correspondencia unívoca, un nombre para cada cosa y una cosa para cada nombre. Pero así como transcarbamilasa o neutralino son palabras que se inventan para designar conceptos nuevos y no puede esperarse que el diccionario las recoja todas (¿o sí?), pivotal es solo un engendro resultante de un uso perezoso del lenguaje, como forwardear o escribir «k» en lugar de «que».

Célula de español científico: «Estudio seminal» no es lo mismo que en inglés

Los científicos hablan tan bien o tan mal como el resto de la gente de su mismo nivel cultural, pero en la ciencia existe una inevitable tendencia al Spanglish. Inevitable, no como en el mundo de la empresa, donde quien dice staff en lugar de personal, partner en vez de socio o hacer un break en vez de tomarse un descanso es simplemente un moron.

No, en ciencia es realmente inevitable: continuamente se están nominando conceptos nuevos que antes no existían, y como es lógico los nombres se eligen en inglés, la lengua global de la ciencia. Muchos de ellos se castellanizan para adaptarlos y acaban incorporándose al diccionario; por ejemplo, ribosoma o mitocondria.

En otros casos es más complicado: el complejo encargado de eliminar los trozos sobrantes de los genes se llama spliceosome, ya que esta función se denomina splicing, que significa literalmente empalmar o unir fragmentos separados. El término splicing entró al lenguaje científico español tal cual, sin adaptar ni traducir (pronunciado a la castiza como «esplaisin«); y aunque el spliceosome aparece por ahí referido como espliceosoma, en los laboratorios se oye hablar del «esplaiseosoma«, es decir, puro Spanglish.

Es más, en muchos casos la traducción no hace sino confundir. Durante mis años de estudiante tuve una profesora de genética molecular que había escrito un libro de texto en el que se traducía absolutamente todo, y los resultados eran bastante aberrantes. Por ejemplo, una técnica de marcaje de ADN denominada Nick translation, en la que un hueco en la cadena iba moviéndose a lo largo de esta, aparecía traducida literalmente como «traslado de la mella». Muy correcto, pero tan equívoco como, en el fondo, inútil.

Debido a esta peculiar mezcla de castellano e inglés en los laboratorios hispanoparlantes, y a que los científicos escriben sobre todo en inglés, y a que los estudios (nadie los llama así, sino papers, y de hecho un paper no siempre es un estudio) usan un lenguaje muy estandarizado repleto de fórmulas sobadas y frases hechas, cuando los investigadores hablan o escriben en español tienden a cometer errores procedentes de traducciones demasiado literales que no se corresponden en sus significados en ambos idiomas (algo parecido a lo que suele llamarse false friends), o de la importación directa de estructuras gramaticales que en inglés son correctas, pero no en castellano.

En el último par de años he estado editando libros escritos por científicos españoles para la colección de National Geographic y RBA Desafíos de la Ciencia, y esta experiencia ha reforzado una tesis que sostengo en este blog: la separación tradicional de ciencias y letras como dos sustancias inmiscibles es un error del sistema educativo.

Hoy es más importante que nunca que los científicos hagan un esfuerzo de outreach, y perdón por el anglicismo que tampoco sé muy bien cómo traducir; si acaso, algo así como vinculación con la sociedad. Una parte sustancial de esta tarea consiste en la divulgación, y para ello es necesario adquirir la capacitación adecuada para comunicar y escribir correctamente. Las carreras de ciencias deberían incluir algún módulo o asignatura de redacción y comunicación científica, ya que actualmente debería ser una de las aptitudes de todo investigador.

Así que me he decidido a traer aquí, en forma de células esporádicas, algunos de los errores más comunes en los que suelen incurrir los científicos cuando escriben en castellano, según mi sola experiencia. No pretendo dar lecciones a nadie, porque lo que voy a contar no es mi opinión o mi juicio, sino el de la RAE. Como suelo decir aquí, las leyes que no vienen determinadas por fuerzas de la naturaleza, como es el caso de las normas léxicas o gramaticales, pueden cambiarse si quienes las dictan así lo deciden. Pero si tenemos un organismo regulador del uso del lenguaje, deberíamos hacer lo posible por ceñirnos a su criterio, a menos que tengamos una buena razón para no hacerlo; y el desinterés por conocer las normas o por aplicarlas no cuenta como buena razón.

El caso que les traigo hoy es el de una expresión que me canso de ver y corregir en los manuscritos de los científicos. En inglés se llama seminal study o seminal paper a un estudio que inaugura una nueva línea de investigación, técnica, disciplina… Por ejemplo, en 2012 Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna publicaron su seminal study sobre el sistema de edición genómica CRISPR.

El inglés, a diferencia del español, no cuenta con un único diccionario oficial. Pero uno de los más seguidos y respetados, el de Oxford, recoge como primera acepción de la palabra seminal algo que «influye fuertemente en desarrollos posteriores». El diccionario Merriam-Webster y el Collins, otros dos recursos fundamentales de la lengua inglesa, también recogen este significado. Así que en inglés es correcto hablar de «seminal study» en este sentido.

Pero no ocurre lo mismo en castellano. Según el diccionario de la RAE, «seminal» es «perteneciente o relativo al semen de los animales masculinos», o «perteneciente o relativo a la semilla», o «fecundo». Otra cuestión es si sería conveniente que también se incorporara al diccionario español el significado que esta palabra tiene en inglés. Pero no nos corresponde a nosotros decidirlo. Y mientras no sea así, «estudio seminal» en castellano significa más bien esto:

ESpermatozoides teñidos para un estudio de la calidad del semen. Imagen de Bobjgalindo / Wikipedia.

Espermatozoides teñidos para un estudio de la calidad del semen. Imagen de Bobjgalindo / Wikipedia.

Y claro, es fácil imaginar las consecuencias: en algún caso me he encontrado tantos «estudios seminales» en un texto que aquello parecía otra cosa; el manuscrito llegaba a resultar demasiado espeso. Como alternativa puede emplearse «estudio fundacional», que viene a significar lo mismo, pero que no desvía la atención hacia la equívoca idea de que las nuevas ciencias nacen de los gametos masculinos…