Entradas etiquetadas como ‘errores’

¿Qué es un radio de un kilómetro cuadrado?

En un informativo de la televisión regional, la periodista informa sobre la gran abundancia de inmuebles okupados en el distrito madrileño de Tetuán. Según la redactora, se trata de «ocho edificios en un radio de un kilómetro cuadrado». ¿Cómo? ¿Un radio de un kilómetro cuadrado? ¿Qué demonios es eso? Será «en un kilómetro cuadrado» o «en un radio de un kilómetro». Pero no hay radios que se midan en kilómetros cuadrados, como no existen los meses cuadrados ni los litros cuadrados.

El radio es la línea que une el centro del círculo con un punto cualquiera de la circunferencia, por lo que se puede medir en centímetros, kilómetros, millas, leguas o incluso dedos, pero siempre lineales, no cuadrados. Por otra parte, quizá la periodista quería referirse a un área de un kilómetro cuadrado. Pero la superficie de un círculo de radio un kilómetro (no cuadrado) es pi por el radio al cuadrado, o sea, 3,1416 kilómetros cuadrados. Así que no sabemos si el área en la que se concentran los edificios ocupa un kilómetro cuadrado o más del triple de esa superficie. Total, qué más da.

A uno se le parte su corazoncito científico (y también el del rigor periodístico) cada vez que un periodista demuestra que, tratándose de matemáticas, da igual ocho que ochenta. Y por desgracia, esto sucede con bastante frecuencia. Si un profesional de la información publicara que la prima de riesgo es de 127.000 en lugar de 127, o que la economía crece un 3.000 por ciento en lugar de un 3, o que el tipo de interés es del cien por cien en lugar del 0,1%, de inmediato su carótida quedaría sajada por una dentellada de su redactor jefe, y el medio en cuestión se vería obligado a publicar una fe de erratas. Parece que los números solo son sagrados cuando se traducen en dinero; en cualquier otro caso, importan un ardite.

No exagero con estos ejemplos: un error de tres órdenes de magnitud, o un factor de mil veces, fue el error cometido en febrero de 2013 por uno de los más conocidos y reputados presentadores de telediarios de este país. En su informativo, contaba que el asteroide 2012 DA14 pasaría a poco más de 27.000 metros de la Tierra. El periodista añadía, como inquietante comparación, que los aviones comerciales vuelan a 11.000 metros de altura. Por supuesto, la cifra real del acercamiento era de 27.000 kilómetros, no metros. Pero supongo que la sonrisa del presentador al dar la noticia y su aparente tranquilidad fueron lo que detrajo a los televidentes de arrojar de inmediato la cucharada de paella al suelo y correr en busca del búnker nuclear más cercano.

Ninguno estamos a salvo de las erratas, pero otra cosa son los errores de concepto. Imagen de una página del diario Público, 20 de diciembre de 2009.

Ninguno estamos a salvo de las erratas, pero otra cosa son los errores de concepto. Imagen de una página del diario Público, 20 de diciembre de 2009.

No hablo de errores tipográficos o gazapos, una entrañable tradición de la prensa a la que ninguno escapamos, sino de graves errores de concepto que se cuelan a través de la edición, la subida al teleprompter y la lectura del presentador, sin que nadie a lo largo de todo el proceso tenga el conocimiento mínimo para notar que un asteroide no puede saludar a la Tierra desde 27 kilómetros de distancia y seguir su camino por el espacio. A esa altura, el objeto estaría en una trayectoria de colisión por el rozamiento con la estratosfera. Y si fuera tan fácil escapar de la gravedad terrestre a una altura de solo 27 kilómetros, para lanzar una nave al espacio no habría más que subirla a un avión y luego darle una patada. En un reportaje sobre el acercamiento del asteroide en la misma cadena de televisión, una redactora afirmaba: «Dicen los expertos que existen hasta 500.000 objetos de este tipo [se entiende, asteroides cercanos a la Tierra] sobrevolando el universo». ¿Cómo se sobrevuela el universo? ¿Cómo pueden «sobrevolar el universo» los objetos cercanos a la Tierra? ¿Quiénes son los expertos que han dicho tal cosa?

Tampoco hablamos del famoso «giro de 360 grados», sino de redactores que tienen dificultades con los porcentajes, a quienes les cuesta distinguir la diferencia entre que una cifra se reduzca en un veinte por ciento o a un veinte por ciento, o entre que una cifra sea el doscientos por cien respecto a otra o que esta aumente un doscientos por cien, o que desconocen la diferencia entre un billón americano y un billón de los nuestros. Por no hablar de cuando se dice que un terremoto de magnitud 8 es ligeramente más fuerte que otro de magnitud 7, cuando en realidad es diez veces más violento, ya que la escala es logarítmica. Y en cuanto a la escala, otro día hablaremos de cómo a menudo un redactor recibe una información sobre un «seísmo de magnitud 6», y el paso por sus manos lo convierte en un «terremoto con una magnitud de seis grados en la escala de Richter», ignorando que se trata de diferentes medidas, que la escala de Richter no tiene grados, que mezclar magnitud y grados es como sumar peras y manzanas, y que tanto el señor Richter como su escala hace ya tiempo que descansan en paz.

No puedo evitarlo; se me abren las carnes, no solo con estos errores de bulto, sino con el hecho de que no importen. Tal vez mi postura a alguien le parezca arrogante. Pero tengo un motivo para ello. Si esos redactores con una absoluta ignorancia de las nociones elementales de matemáticas y ciencia pueden cometer tales barbaridades, es porque tienen trabajo. Otros ni siquiera tienen la oportunidad de cometerlas.