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Un nuevo estudio confirma que el coronavirus entra sobre todo por la nariz

A finales de julio, uno de los estudios más importantes que se han publicado sobre el coronavirus SARS-CoV-2 de la COVID-19 pasó prácticamente inadvertido en los medios, algo inexplicable cuando llegaba a una conclusión de enorme relevancia para la salud pública: el virus invade el organismo preferentemente a través de la nariz.

Esto no solo explicaría por qué, pese a los temores en los primeros tiempos de la pandemia, el virus ha mostrado consistentemente una ausencia de transmisión por el contacto con superficies (pese a que las autoridades continúen empeñadas en lo que algunos han bautizado como el “teatro de la higiene”, aunque en realidad un tanto más de limpieza y desinfección, sobre todo de manos, es algo que no le viene nada mal a la sociedad en general); sino que, además, supone una contundente advertencia contra esa extendida costumbre de colocarse la mascarilla por debajo de la nariz para respirar mejor.

Mascarilla bajo la nariz. Imagen de pixnio.

Mascarilla bajo la nariz. Imagen de pixnio.

Como ya conté aquí entonces, la fortaleza de aquella conclusión residía en que el estudio no era uno de esos preprints de seis páginas colgados en internet y hechos en un par de tardes con unos cuantos datos o una máquina de PCR, sino un riguroso, concienzudo y extenso trabajo de biología experimental abordado desde varios enfoques complementarios, con la construcción de virus reportadores, análisis de expresión de ARN in situ y de infectividad en cultivos celulares de distintas secciones del tracto respiratorio, y un rastreo de la infección en tejidos pulmonares de autopsias; todo ello, además, publicado en la revista Cell, la primera del mundo en biología.

Todos los experimentos llevaban a la misma conclusión: el punto de entrada a través del cual el virus consigue anidar en el organismo es la cavidad nasal, y no los pulmones, donde su capacidad infectiva es mucho menor. Por lo tanto, la neumonía devastadora que se observa en los pacientes más graves, y que a menudo se relaciona con la muerte, no se produce por una infección primaria del coronavirus en los pulmones, sino solo una vez que el patógeno se ha multiplicado en el epitelio de la nariz y los fluidos comienzan a arrastrarlo en grandes cantidades hacia las profundidades del tracto respiratorio. El mensaje esencial se resume fácilmente: es mucho más improbable contraer el virus a través de la boca, o al menos haría falta una dosis infectiva mucho mayor para que invadiera los pulmones sin pasar antes por una incubación en el interior de la nariz.

Pero a pesar de la robustez de aquel estudio, la ciencia siempre debe andar con pies de plomo, construyéndose y consolidándose con la confirmación de los resultados por otros enfoques, por otros investigadores y en diferentes laboratorios. Y esta semana ha llegado un nuevo estudio que apunta a la misma conclusión: la vía preferente de entrada del virus es la nariz.

En este caso se trata de un pequeño y breve estudio de la Universidad Johns Hopkins, también publicado previa revisión por pares, en la revista European Respiratory Journal. Los investigadores se han apoyado en evidencias previas que desentrañaban el misterio de la súbita pérdida de la capacidad olfativa en muchos enfermos de COVID-19, un síntoma que en muchos casos se cuenta entre los más tempranos.

Estudios anteriores habían identificado que el coronavirus no infecta directamente las células olfatorias de la nariz (neuronas especializadas), sino otras adyacentes a ellas que se encargan de prestar a las primeras un soporte estructural y que se conocen como células sustentaculares del epitelio olfativo. En julio, un estudio de la Universidad de Harvard en colaboración con otras instituciones y publicado en Science Advances mostró que dos receptores clave para la entrada del coronavirus en las células, llamados ACE2 y TMPRSS2, están presentes en mucha mayor medida en las células sustentaculares que en las propias neuronas olfativas encargadas de detectar los olores, y que probablemente era la infección de estas células la que producía la anosmia (pérdida de olfato) en los pacientes. Este estudio, a su vez, ratificaba en humanos lo que previamente ya se había observado en ratones. Otro estudio descubría que también en hámsters (un modelo animal adecuado para estudiar el SARS-CoV-2) el coronavirus infecta las células sustentaculares, provocando un daño transitorio masivo en la mucosa olfativa.

En el nuevo estudio, los científicos de la Johns Hopkins han ahondado más en esta dirección. Analizando distintas muestras de células humanas, descubren que el receptor ACE2 del coronavirus es 700 veces más abundante en las células sustentaculares de la parte alta de la cavidad nasal que en el resto de la mucosa que tapiza el interior de la nariz y que en las células de la tráquea. “Este patrón de expresión de ACE2 proporciona evidencia de que el tracto respiratorio superior, más que el inferior, es la sede inicial de la infección por el SARS-CoV-2”, concluyen los autores, quienes insisten en la necesidad de utilizar las mascarillas de forma correcta.

De esta pista cada vez más firme sobre el proceso de infección del coronavirus pueden extraerse además otras dos conclusiones interesantes. La primera, escriben los autores, “la menor expresión del gen de ACE2 en el epitelio nasal de los niños en comparación con los adultos puede ayudar a explicar la menor prevalencia de COVID-19 en ellos”.

La segunda es que este mecanismo de infección a través de la nariz podría sugerir nuevos tratamientos eficaces para las etapas preliminares de la enfermedad, cuando el virus aún no se ha adueñado de los pulmones. “Aún no se ha determinado si la irrigación salina nasal, un tratamiento común para las enfermedades sinonasales, es beneficiosa o contraproducente en la infección por el SARS-CoV-2”, apuntan los investigadores. “Sin embargo, debería considerarse la administración de agentes tópicos antivirales, como detergente o povidona yodada [tipo Betadine], dirigidos a los reservorios nasales y nasofaríngeos del virus”.

Por último, una advertencia: a la pregunta de si inhalar preferentemente a través de la boca podría ser o no una manera de reducir el riesgo de contagio, la única respuesta posible es que aún no hay estudios concretos sobre esto. Pero, en general, inhalar por la boca es algo no recomendado por los expertos; hace unos meses, en The Conversation, el farmacólogo de la Universidad de California Louis J. Ignarro insistía en la forma correcta de respirar: inhalar por la nariz, exhalar por la boca. Ignarro obtuvo un Nobel en 1998 por descubrir los efectos del óxido nítrico (NO) producido por el cuerpo en la circulación sanguínea y la oxigenación del cuerpo, y la producción de NO aumenta al inhalar por la nariz.

Las conclusiones de Ignarro continúan siendo hoy tan válidas como lo eran entonces, y el experto citaba un estudio según el cual el NO inhibía la replicación in vitro del coronavirus del SARS (pariente del actual), por lo que, sugería, el bombeo de NO hacia los pulmones al respirar por la nariz podría ayudar a combatir la infección del nuevo coronavirus. Claro que esto era antes de saberse que una misma dosis de virus tiene muchas más posibilidades de infectar si pasa por la nariz que si entra directamente en los pulmones a través de la boca.