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Pasen y vean una alucinante reacción en cadena que descubre el orden del caos

Imagino que habrán visto infinidad de vídeos de efecto dominó, esos en los que la caída de una primera ficha pone en marcha una reacción en cadena que tumba otros miles de piezas formando figuras, hinchando globos y disparando pirotecnia. Supongo que continuarán celebrándose aquellos concursos en los que un japonés muy concentrado acababa dando saltos de alegría cuando su montaje funcionaba a la perfección hasta la traca final, pero ya no aparecen en los telediarios con tanta asiduidad como antes. Será que lo hemos visto tantas veces que ya no nos sorprende.

Pero este vídeo que les traigo hoy les va a sorprender. Del creador de esta loca genialidad solo sé lo que figura en su canal de YouTube, que se hace llamar Kaplamino y que le llevó tres meses de trabajo y más de 500 rondas de ensayo y error llegar a crear esta maravilla de la ingeniería física de mesa, que convierte un aparente caos de objetos sobre un plano inclinado en una increíble coreografía ajustada al milímetro y sincronizada a la centésima de segundo.

Imagen de Kaplamino / YouTube.

Imagen de Kaplamino / YouTube.

Los montajes de efecto dominó juegan con el concepto físico clásico de la cantidad de movimiento, una magnitud que es constante en un sistema cerrado ideal, y que un objeto puede transferir a otro dentro de ese sistema. Cuando el taco de billar golpea una bola, le transfiere su cantidad de movimiento, que a su vez la bola golpeada puede transmitir a otras al hacer carambolas. Un ejemplo de escritorio muy kitsch y nerdie es el péndulo de Newton, ese conjunto de bolitas suspendidas donde el movimiento de la primera se transmite a la última pasando por las intermedias, pero sin que estas se muevan. No lo inventó Newton, sino el francés Edme Mariotte, aunque el inglés lo mencionó en sus Principia.

Esta transferencia de la cantidad de movimiento es la que funciona cuando las fichas de dominó se empujan unas a otras o se emplean para mover bolitas u otros mecanismos. Otra manera de expresarlo es mediante la energía, que tienen los cuerpos en movimiento (cinética) o en altura (potencial), y que se va transmitiendo de unos elementos a otros, ya que (también idealmente) la energía total del sistema no varía.

Los sistemas de efecto dominó tienen que jugar con estas magnitudes para conseguir que la cantidad de movimiento y la energía no se disipen, sino que vayan transmitiéndose en cadena de unos elementos a otros. Las fichas no se mueven a lo largo del circuito, sino que es la energía la que se mueve. Los montajes que además utilizan otros tipos de objetos, como pelotas o varillas, suelen utilizar la tercera dimensión para añadir algo de energía potencial al sistema; es decir, aprovechan los desniveles para que algo al caer mueva otra cosa.

Lo que tiene de especial el montaje de Kaplamino es que la canica azul encargada de iniciar la reacción es la que va moviéndose a lo largo de todo el circuito, como en un pinball; no se limita a ceder su energía y pararse para que otros objetos tomen el relevo, sino que va recuperando energía para continuar moviéndose hasta el final. Y todo ello sobre un plano, en solo dos dimensiones. La mesa está inclinada para aprovechar algo de energía potencial en la caída de la canica, y el resto es cosa de imanes y palancas, que van devolviéndole a la canica altura y velocidad para conseguir que nunca deje de moverse. Otra genialidad del autor es aprovechar los dobles recorridos de algunos elementos para conseguir efectos diferentes en cada uno de ellos.

Es cierto, esto no sirve absolutamente para nada. ¿Y por qué debería servir? Aprovechando que se celebra ahora en Madrid la feria ARCO, ¿podríamos decir que este es el arte de la física?