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Jamás camines con un elefante

La semana pasada, un turista español falleció en el parque nacional de Chebera Churchura, en Etiopía, a causa del ataque de un elefante. Escuché la noticia por primera vez en la radio como un teletipo urgente. En ese momento los medios daban la información como un breve sin ningún tipo de detalles, así que esperé a la ampliación de la noticia en los días siguientes.

Entre los árboles, en el Parque Nacional de Aberdare. Imagen de Javier Yanes.

Entre los árboles, en el Parque Nacional de Aberdare. Imagen de Javier Yanes.

Pero la ampliación no llegó, más allá del origen del fallecido y de la referencia a medios locales etíopes como este y este, según los cuales el turista se habría bajado del coche para fotografiar más de cerca a los animales, ignorando las advertencias de sus guías, y un elefante le habría embestido para después atraversarlo con un colmillo. Pero fíjense: ambos medios etíopes citan como fuente de la noticia al IBTimes, que en su artículo a su vez refiere al diario La Vanguardia y la agencia Europa Press. ¿Y adivinan en qué fuentes se basan ambos? Eso es, en «medios locales». Así que hemos cerrado el círculo.

En resumen, y dado que al parecer ningún medio en España ha considerado la noticia lo suficientemente importante o interesante para verificar de forma independiente las circunstancias del fallecimiento (al menos que yo haya podido encontrar), la prudencia aconseja tomar los detalles como provisionales, sin que sea probable que dejen de serlo.

Debido a esto, quiero aclarar que lo escrito aquí no pretende referirse específicamente al caso de este turista español fallecido. Bastante dolor estarán padeciendo sus allegados como para además aguantar reprimendas. Y como sea que siempre tienen que surgir en Twitter los comentarios de algunos descerebrados que se consideran a sí mismos graciosos, debo explicar: no, el turista no estaba cazando elefantes, si la ubicación del suceso es correcta. En Etiopía la caza está permitida, pero en general en África esta actividad se restringe a los ranchos destinados a ello, fuera de los parques nacionales (excepto en países del sur como Suráfrica y Zimbabwe, donde la situación es más complicada).

Pero el suceso me interesa personalmente porque, como sabrán los seguidores habituales de este blog o los lectores de mis novelas, Kenya es mi gran pasión vital, un país al que llevo viajando 25 años, al que dedico también parte del tiempo que no paso allí, y sobre el cual, hasta hace solo unos meses, he mantenido en solitario la mayor guía online en castellano, Kenyalogy.com (que regresará, lo prometo). Durante años han sido muchos los que me han dicho que debería dejar todo esto y dedicarme a organizar safaris. Y quién sabe, puede que algún día les haga caso. ¿A alguien le apetece un safari científico-literario?

Aunque los españoles son poco dados a viajar al extranjero en comparación con otros europeos, y aunque quienes lo hacen no se dirigen mayoritariamente a África, nuestro puñado de locos africanistas es un puñado que ya va rebosando los dedos. Para el caso de Kenya, y aunque España ocupa solo el 19º puesto en el turismo que recibe, entre las naciones europeas hemos ascendido recientemente al sexto lugar, superando a Suecia; en 2016, 10.943 españoles viajaron a Kenya.

Y dado que estamos en verano, la estación de las vacaciones para la mayoría, y que miles de españoles viajarán próximamente a los destinos africanos de safaris («viaje» en swahili), quiero aportar mi grano de arena para que todos ellos puedan volver sanos y salvos después de disfrutar de una experiencia que sin duda les dejará enfermos del mal de África, pero del mal bueno. Así que aquí van algunos consejos y datos.

Elefantes en el Parque Nacional de Amboseli. Imagen de Javier Yanes.

Elefantes en el Parque Nacional de Amboseli. Imagen de Javier Yanes.

En primer lugar, y aunque lo que sigue se refiere a los animales, debe quedar claro que la mayoría de los sucesos que afectan a extranjeros se producen por causa de los humanos, y no de otros animales. Y no es por el terrorismo, una amenaza real pero estadísticamente improbable, sino por la delincuencia común. En África hay que viajar con sensibilidad social, pero también hay que evitar ponerse uno mismo en situaciones de riesgo, entre las cuales se incluyen muchas que serían perfectamente inocuas en nuestro propio país. Por ejemplo, caminar o conducir de noche, o fiarse de desconocidos demasiado amables que pretenden llevarte a lugares solitarios.

En lo que respecta a los animales, la norma es obvia: nunca acercarse a ellos a pie. En general, en los parques nacionales y reservas de Kenya está prohibido bajar del vehículo salvo en ciertas zonas designadas. Pero entre los turistas suele existir una idea equivocada respecto a qué especies son peligrosas y cuáles no. El mensaje es este: todos los animales salvajes son potencialmente peligrosos, pero entre los más realmente peligrosos se cuentan algunos que en la cultura occidental son percibidos como mansos y bonachones. Y no lo son en absoluto.

Todo el mundo teme a un león o un cocodrilo, pero siempre hay quienes intentan acercarse a hipopótamos o elefantes basándose en una imagen errónea de gigantes pacíficos. Suelo decir que las películas de Parque Jurásico han hecho mucho daño presentando a los dinosaurios herbívoros como pacíficos e inofensivos, y a los carnívoros como bestias siempre sedientas de sangre. En realidad muchos animales herbívoros son poderosos y temperamentales, capaces de infligir mucho daño. En un país donde los toros de lidia están a diario en la discusión pública, esto debería conocerse mejor que en cualquier otro lugar.

Elefantes en el Parque Nacional de Amboseli. Imagen de Javier Yanes.

Elefantes en el Parque Nacional de Amboseli. Imagen de Javier Yanes.

Circula en innumerables listas de internet y artículos periodísticos la idea de que el hipopótamo es el gran animal que más muertes humanas causa al año en África. En una ocasión investigué esta proclama sin encontrar ninguna fuente estadística fiable que la respaldara. Mi conclusión fue que seguramente es falso, ya que en los datos parciales publicados en revistas académicas o recogidos por entidades que trabajan en la naturaleza africana, los cocodrilos siempre aparecen en primer lugar. Por ejemplo, este gráfico de la Fundación Bill Gates presenta cifras aproximadas derivadas de varias fuentes: los cocodrilos causan unas 1.000 muertes al año, por 500 de los hipopótamos y 100 de los elefantes, igualados con los leones.

En el caso de los cocodrilos, su récord de víctimas se debe en parte a una circunstancia tan curiosa como trágica. Cuando hay inundaciones en España u otro país europeo, la gente puede perder sus casas o sus negocios. Cuando ocurre en África, la gente puede perder sus casas o sus negocios, y además sus vidas en las fauces de un cocodrilo. Las crecidas o inundaciones llevan los cocodrilos hasta los pueblos y poblados.

Pero sí, los hipopótamos son muy peligrosos. La mayoría de los accidentes graves se producen en tierra, por encontronazos fortuitos por la noche, cuando estos animales salen del agua y merodean por las praderas para alimentarse de los pastos. En los alojamientos de safari cercanos a ríos o lagos, siempre se advierte de que es muy peligroso acercarse a las orillas de noche. Los hipopótamos embisten y tienen colmillos como estacas, con una longitud suficiente como para atravesar la pierna o incluso el cuerpo de una persona.

Dibujo © Ana González 2000.

Dibujo © Ana González 2000.

En cuanto a los elefantes, son los protagonistas de muchos casos de conflictos entre humanos y fauna. El elefante africano necesita grandes espacios; no resiste bien la cautividad. Antiguamente recorrían largas rutas migratorias, que hoy han quedado cortadas por los asentamientos, la agricultura y las infraestructuras. Pero los elefantes son exploradores y necesitan mucho alimento. En lugares como el Parque Nacional de Aberdare, una reserva selvática y montañosa rodeada de tierras altas fértiles de uso agrícola, ha sido necesario vallar el recinto protegido para evitar las continuas incursiones de los elefantes en los cultivos. Otros parques cercanos a ciudades, como Nairobi o Nakuru, evitan la presencia de elefantes para evitar el problema.

Comúnmente se piensa que los elefantes tienen una gran memoria, y esta es una idea avalada por la ciencia. Aprenden dónde pueden conseguir alimento, y regresan. Incluso aprenden dónde pueden conseguir alcohol, y regresan; comparten con nosotros el vicio de emborracharse. En Kenya, los elefantes de Aberdares tienen fama de mal genio. Durante la guerra del Mau Mau que condujo a la independencia del país, en los años 50, los guerrilleros se ocultaban en las selvas profundas de esta sierra, donde los aviones ingleses de la RAF los acosaban lanzando bombas. Por allí se cuenta que los elefantes se volvieron locos a causa de los bombardeos, y que este es el origen de su carácter agresivo.

Es una leyenda indemostrable, pero lo cierto es que los elefantes de Aberdares, un parque montañoso con  bosques densos y con tráfico escaso, están menos acostumbrados que sus primos de las sabanas a cruzarse con moles de metal sobre cuatro ruedas, y tal vez por ello tienden más a reaccionar a esos encuentros con exhibiciones intimidatorias, agitando la cabeza, barritando, levantando la trompa y desplegando las orejas.

Una mente inteligente y con una gran memoria. Imagen de Javier Yanes.

Una mente inteligente y con una gran memoria. Imagen de Javier Yanes.

De hecho, no es raro que todo elefante con suficiente experiencia de la vida y con su gran memoria pueda recordar algún encontronazo con esos monstruos brillantes que avanzan sobre patas redondas. Científicos como Joyce Poole, una de las mayores expertas del mundo en elefantes, sugieren que estos animales pueden sufrir trastorno de estrés postraumático. Se dice que los elefantes identifican a los humanos como su peor enemigo, pero no hay motivos para pensar que puedan relacionar a las personas con los coches: dentro del vehículo somos parte de un gran y temible animal, mientras que fuera de él somos seres frágiles y escuálidos que no tenemos medio trompazo.

Personalmente he vivido algunos de esos encuentros. En casos así, lo adecuado es esperar pacientemente. Somos intrusos en su casa. La mayor parte de las veces es una fanfarronada; solo quieren asustar y dejar claro quién manda. Si se obstinan en ocupar la pista por donde tenemos que pasar, hay un truco que suele funcionar: pisar el acelerador en punto muerto. Deben de interpretar el sonido del motor como el rugido de una bestia con la que es mejor no enfrentarse, y en general se apartan. Pero si amenazan con cargar, es preferible meter la marcha atrás y retirarse.

Y desde luego, jamás se me ocurriría bajar del coche. En una ocasión, pinchamos una rueda justo cuando acabábamos de dejar atrás a un viejo macho solitario con malas pulgas. No fue en Aberdares, sino en Samburu, una reserva de sabana, pero aquello ocurrió junto al río, donde la cobertura vegetal es más densa, la visibilidad es menor y no hay rutas de escape. Bajamos con cautela para empezar a preparar el cambio de neumático, pero entonces vimos que el elefante aparecía entre los árboles para acercarse a curiosear, y no nos quedó otro remedio que correr a buscar refugio dentro del coche. El animal pegaba la cara a las ventanillas para inspeccionar y entender qué estaba pasando allí. Tuvimos que esperar durante horas a que se cansara de nosotros para poder cambiar la rueda y regresar al camp, ya de noche cerrada.

Elefante joven dándose un baño en el río Ewaso Ngiro, Reserva de Samburu. Imagen de Javier Yanes.

Elefante joven dándose un baño en el río Ewaso Ngiro, Reserva de Samburu. Imagen de Javier Yanes.

Por último, un comentario sobre los guías. Aunque yo prefiero viajar por libre, la mayoría de los visitantes utilizan tours organizados. Hay un detalle sobre la información del suceso de Etiopía que no me cuadra. La noticia dice que el fallecido bajó del coche para acercarse a los elefantes, y que los guías trataron de ahuyentarlos con disparos al aire. Ignoro si en Etiopía las cosas funcionarán de otra manera. Pero al menos en Kenya, quienes van armados son los rangers, los guardas de los parques. Los rangers escoltan los safaris a pie, pero no van a bordo de los vehículos turísticos.

En cualquier caso, mi último consejo es este: no pongan su vida en manos de los guías. Son profesionales, mejores o peores, que velarán por su seguridad dentro de lo que les compete y resulta razonable. Pero son guías turísticos; no son héroes, ni tienen por qué serlo. Aunque solo con las propinas reúnen un sueldo que ya quisieran la mayoría de los kenianos, no les pagan para jugarse la vida por los turistas, sobre todo los que no respetan las advertencias. Incluso teniendo cerca a un ranger armado, las mejores garantías de seguridad contra los ataques de los animales no son las balas, sino la prudencia, la sensatez y el sentido común.

No se jueguen la vida por un selfie; si algo sobra en la foto de un animal africano, somos usted y yo. Y los selfies causan más muertes que los ataques de tiburón. Que pasen unas felices vacaciones.