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Los controles de seguridad antiterrorista fallan más de lo que creemos

Durante un viaje hacia el norte, con rebote en la punta boreal de Escocia, nos llegaba la noticia del terrible atentado de Barcelona. Pero a lo largo de nuestro camino observábamos cómo esta nueva forma de terrorismo religioso ya ha dejado su huella física en otros lugares que lo han padecido.

En París, Londres y otras ciudades los principales espacios peatonales están protegidos por pesadas barreras o bloques, y la entrada a todo enclave de importancia turística pasa ahora por un control de seguridad con arcos, rayos X y revisión de mochilas. Todo el espacio entre las cuatro patas de la Torre Eiffel, por donde antes se podía pasear libremente, está ahora vallado y es accesible por un único paso. En los parques al pie de la torre, solo los patos tienen ya acceso ilimitado. El pasadizo bajo la cascada, donde imagino que sería fácil esconder una bomba, está vedado al público por una verja cerrada con una gruesa cadena. En unos pocos años, los candados de París han cambiado de significado.

Escaneo de equipaje por rayos X. Imagen de Wikipedia.

Escaneo de equipaje por rayos X. Imagen de Wikipedia.

Todo lo anterior, aunque deje un regusto amargo, es inevitable y necesario, y es de esperar que cumpla su función; al menos como disuasión. Y probablemente así lo espera la mayoría: nos llamó la atención el contraste entre el abarrotado parque de Disneyland, todo él protegido por controles de seguridad, y la semivacía ciudad de París, donde siempre hay oportunidades para cualquiera de esos fanáticos religiosos descerebrados.

Y pese a todo, es fácil descubrir que los controles no son tan eficaces como esperamos. En uno de ellos, una de nosotros recordó de repente que llevaba en el bolso unas tijeras, las típicas de costura de toda la vida, con puntas afiladas; exactamente iguales que las dibujadas y tachadas en el cartel que aparecía pegado en la pared. Ella ya esperaba perder sus tijeras. Pero para nuestra sorpresa, el bolso pasó el escáner y la revisión manual sin que los agentes descubrieran una peligrosa arma blanca.

¿Falla la tecnología de detección de amenazas? ¿Falla el entrenamiento de los agentes? No lo sé. Pero casualmente, ya de vuelta, me topo con un estudio recién publicado que llega a una inquietante conclusión: en un control de seguridad, no hay diferencias significativas entre la detección de un arma o una bomba escondida por parte de un agente entrenado y de una persona de la calle sin ninguna formación específica. «La probabilidad de que un agente de policía identifique a alguien que lleve escondida un arma o una bomba es solo ligeramente superior a la probabilidad por azar», dicen los autores, psicólogos de la Universidad Estatal de Iowa (EEUU).

La conclusión se basa en tres experimentos que los autores han llevado a cabo para analizar la capacidad de los agentes de detectar que una persona oculta un arma o una bomba a través de su comportamiento, lo que se conoce como comunicación no verbal. Los agentes están normalmente entrenados para identificar las conductas reveladoras, pero el estudio demuestra que algo falla estrepitosamente en el sistema.

En el primer experimento, los agentes y un grupo de control de estudiantes universitarios debían ver un vídeo de un hombre entrando a un palacio de justicia y decidir si ocultaba un arma o no, enumerando los indicadores que les llevaban a esa conclusión. En general los participantes acertaban cuando el hombre no llevaba un arma, no tanto cuando sí la llevaba, pero sin diferencias apreciables entre la tasa de acierto de los policías y los estudiantes.

En el segundo caso, los participantes presenciaban un vídeo de tres personas caminando a través de una multitud, y debían determinar si uno de ellos escondía una bomba en su mochila. Una vez más, no hubo diferencias entre agentes y controles. Ambos grupos tendían a detectar correctamente una amenaza, pero fallaban a la hora de precisar cuál de los tres hombres era el responsable.

Para el último experimento, se informaba a los participantes de que uno de los dos hombres de un vídeo ocultaba un explosivo o arma en su mochila, y ellos debían decidir cuál de ellos era. Una vez más, los policías no lo hicieron mejor que los estudiantes, pero se obtuvo un resultado aún más pasmoso: los agentes novatos acertaban más que los veteranos.

Control de seguridad en los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres. Imagen de Wikipedia.

Control de seguridad en los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres. Imagen de Wikipedia.

Los autores del estudio, publicado en la revista Law and Human Behavior, no cuestionan la habilidad de los agentes, como tampoco pretenden echar por tierra la validez de la comunicación no verbal para detectar posibles amenazas en los controles de seguridad. Pero sí creen que se está confiando en una serie de parámetros equivocados, escogidos sin una base científica real, y que por tanto se está entrenando a los policías sobre unos criterios que no funcionan.

«Esperamos que los agentes de policía hagan algo muy difícil y complejo sin darles las herramientas que necesitan para hacerlo», dice Dawn Sweet, la primera autora del trabajo. «La formación que los agentes reciben no está basada en la investigación, sino en anécdotas y criterios cuya fiabilidad no conocemos. Hacen falta pruebas de que estos criterios funcionan, y carecemos de esas pruebas».

Los autores sugieren que no existen criterios universalmente válidos de comportamiento, y que por tanto no se puede confiar únicamente en estas pistas de conducta que pueden variar según las situaciones. Sweet reconoce que nuestro cuerpo es incapaz de ocultar la verdad por completo durante largos períodos de tiempo y que por tanto es «un canal de comunicación extraordinariamente revelador», pero la psicóloga y sus colaboradores sugieren que los controles incluyan también una interacción verbal estratégica con los sospechosos que ayude a entender la causa de sus comportamientos. Según los autores, una simple y breve entrevista que rompa la rutina prevista por el sospechoso puede descolocarle y obligarle a revelar más de lo que pretendía, ya sea verbalmente o no.

Para empeorar las cosas, este estudio no es el único que ha cuestionado la eficacia de los controles de seguridad. Los autores citan también un reciente informe de la Government Accountability Office de EEUU, la agencia de auditoría y evaluación del gobierno federal, según el cual 28 de los 36 indicadores de conducta empleados para la detección de amenazas en los controles de los aeropuertos son inservibles, o al menos no existe ninguna prueba científica válida de su efectividad.

Todavía hay quienes discuten si les gusta vivir en un mundo cada vez más intervenido por controles de seguridad. Pero hay algo en lo que probablemente todos estaremos de acuerdo: si es lo que hay, lo menos que podríamos esperar es poder sentirnos más seguros.