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Selena Giménez-Ibáñez, científica distinguida porque ella lo vale

Selena está a punto de publicar en Nature. Para un científico, publicar en Nature es como jugar en la Champions para un futbolista. El problema consiste precisamente en que haya que establecer este símil y no el recíproco: si llegara el imposible día en que pudiéramos explicar lo que significa la Champions para un futbolista asemejándolo a publicar en Nature, habríamos logrado que la ciencia ocupara el lugar que le corresponde en este país. Y quizá ese día los investigadores españoles emigrarían al extranjero simplemente para dar una vuelta.

Pero mientras, en el planeta Tierra, a Selena Giménez-Ibáñez se le cerraron las puertas para doctorarse en España. Tenía claro que lo suyo eran las enfermedades de las plantas, y que el suyo debía ser el laboratorio de fitopatología molecular que dirige Roberto Solano en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). Los investigadores españoles suelen doctorarse aquí para después debutar como postdoctorales en el extranjero. Pero para Selena, un título calentito de ingeniera agrónoma y un proyecto de fin de carrera en la Universidad holandesa de Wageningen no bastaron para conseguir una beca que sufragara su tesis. «Eran tiempos complicados, no había becas», se lamenta. Así pues, se lanzó a la piscina antes de saber nadar. Y no a cualquier piscina de barrio, sino a una olímpica: envió su currículum al Sainsbury Laboratory en Norwich (Reino Unido), «el tercer centro del mundo en plantas y sus infecciones. Me acogieron y me dieron la beca directamente», explica Selena.

La investigadora Selena Giménez-Ibáñez, en el Centro Nacional de Biotecnología. Foto: Julio Hernández.

La investigadora Selena Giménez-Ibáñez, en el Centro Nacional de Biotecnología. Foto: Julio Hernández.

Por suerte para nosotros, Selena quería regresar, a pesar de que le ofrecieron hasta un postdoctorado en la Universidad de Cambridge. «Tenía ganas de volver y aportar aquí», recuerda. Con su doctorado y unas diez publicaciones en el bolsillo, regresó a España para retomarlo donde lo había dejado: en el laboratorio de Roberto Solano, donde lleva ya tres años dirigiendo la línea de investigación que se trajo de Inglaterra, destinada a desentrañar los mecanismos moleculares de las infecciones en plantas. «Las bacterias inyectan unas 30 moléculas dentro de las células de la planta y eso causa una enfermedad. Si conseguimos identificar qué mecanismos de la planta están bloqueando esas moléculas, podremos crear plantas resistentes al patógeno», resume.

Lamentablemente, en ciencia nunca llega ese remate final sobre comer perdices. La beca Juan de la Cierva que consiguió Selena tiene, como todas las becas, fecha de caducidad. Después del primer postdoctorado, para todo científico en España se abre la perspectiva de un ancho barranco cuyo fondo no se ve. «Decidí buscar financiación europea», explica. Ahora esta valenciana de 34 años es noticia porque ha sido merecedora de la beca internacional Unesco-L’Oréal para mujeres investigadoras. Es una de las 15 científicas becadas este año en todo el mundo, solo tres en Europa, y la tercera española que lo ha conseguido en las 16 ediciones de este programa. Para entendernos (hasta que llegue ese día del que hablábamos), algo así como ganar el Balón de Oro.

Con su flamante presente y su barranco bien salvado, Selena habla ahora con satisfacción de su próximo futuro. El período cubierto por la beca, un año ampliable a dos, le permitirá investigar en un equipo de la Universidad de Warwick (Reino Unido) con el que ya ha colaborado. «Pero volveré», advierte. «El proyecto me permitirá posicionarme para conseguir independizarme».

Y a su regreso, investigadores como Selena importan más allá de lo puramente científico; también traen de vuelta modelos de buenas prácticas que contribuyen al progreso del sistema de ciencia. «Por supuesto que los recursos son importantísimos», comenta. «Pero no es la única diferencia. En Inglaterra los centros son más autosostenibles porque cuentan con departamentos de patentes que sacan rendimiento económico de sus resultados, lo que les permite depender menos del estado. En España centros como el CNB ya cuentan con esto, pero en las universidades no es tan común; es una cultura que debe empezar a moverse. En el Sainsbury tenían un lema: tú dedícate a pensar, que de lo demás ya nos ocupamos nosotros», ríe. La ilusión le rebosa, y no es para menos: el próximo 19 de marzo viajará a París para recibir la beca de manos del Nobel Günter Blobel en La Sorbona. Pero es que, además, está a punto de publicar en Nature: «Casi lo tenemos, yo creo que es inminente».