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En Semana Santa, quédate en casa

Hace unos días el director de la revista médica británica The Lancet, Richard Horton, publicaba un editorial en el que echaba la vista atrás al año de pandemia, concluyendo que «los gobiernos occidentales, como el de Johnson, fueron demasiado lentos e indecisos. No siguieron la ciencia«, dice. «Mostraron un liderazgo errático. Consistentemente se resistieron a hacer lo que era necesario para expulsar el virus de la comunidad. Y perdieron la confianza del público«.

La opinión de Horton sigue la misma línea que la de otro alto directivo de otra de las mayores revistas médicas del mundo, Kamran Abbasi, director de la también británica BMJ; quien, como ya comenté aquí, hace unas semanas escribía un editorial en el que cargaba del mismo modo contra la gestión de la pandemia por parte de los gobiernos, haciendo notar cómo en muchos países la gente está descontenta con la actuación de sus dirigentes políticos.

Tratándose de dos revistas británicas, Horton y Abbasi han cargado sobre todo contra su primer ministro Boris Johnson, uno de los líderes mundiales que inicialmente sostuvieron una postura contraria a las restricciones, buscando de forma más o menos explícita la inmunidad grupal. Johnson recitificó rápidamente. De hecho, Reino Unido ha sido posteriormente uno de los países más estrictos en la aplicación de medidas no farmacológicas contra la propagación de la COVID-19. En todas sus conferencias de prensa, Johnson habla ante un atril que muestra una señal de advertencia en la que pueden leerse los tres mensajes clave del gobierno británico. El primero de ellos: «Stay Home«. Quédate en casa.

«Quédate en casa» fue un mensaje también muy repetido aquí durante el confinamiento general del primer pico de la pandemia en España. Es decir, cuando era una obligación bajo pena de sanción. No había otra opción. Por lo tanto, en aquel entonces la aparición del lema por todas partes, incluso en la esquina de la TV durante las emisiones, tenía un carácter puramente informativo, por si alguien improbablemente aún no se había enterado de que no se podía salir a la calle.

Imagen de Malopez 21 / Wikipedia.

Imagen de Malopez 21 / Wikipedia.

Pero ¿qué hay de este mensaje cuando quedarse en casa no es obligatorio por ley? Un estudio publicado en Nature Human Behaviour que analizaba la efectividad de distintas intervenciones no farmacológicas en 79 territorios contaba las campañas de información entre las medidas más importantes, incluyendo las que recomendaban quedarse en casa. De hecho, los autores descubrían que las recomendaciones eran solo ligeramente menos eficaces que la imposición obligatoria de las mismas medidas. Otro estudio publicado en la revista Journal of Medical Internet Research destacó el papel de las campañas de recomendación y sensibilización en el éxito de Nueva Zelanda en su estrategia de eliminación del virus.

Sin embargo, desde que en España quedarse en casa dejó de ser una imposición, y salvando alguna intervención reciente de alguna autoridad, este mensaje parece haber desaparecido casi por completo. Y no solo en la comunicación de las autoridades, sino también en los medios: se condenan las fiestas y los quebrantamientos de los cierres perimetrales, dado que esto es ilegal; pero se celebra –o como mínimo no se cuestiona– que los restaurantes y alojamientos estén completos de reservas para Semana Santa, dado que esto es legal. Como si el virus respetara la legalidad vigente.

Hay algo que debería quedar claro, especialmente ante el reciente repunte de los contagios. Y es que la contención o expansión del virus no depende de decretar la apertura o el cierre de los centros de trabajo, de los bares, las comunidades autónomas o los municipios, ni de la autorización o prohibición de ciertos actos o actividades. La contención del virus depende de cómo actuemos cada uno de nosotros: que restrinjamos lo máximo posible nuestras interacciones sociales, con independencia de lo que se determine como legal o ilegal. Creo que todo el mundo entiende que el hecho de que algo esté permitido, como ir a trabajar, no implica necesariamente que esa actividad esté libre del riesgo de contagio.

Los cierres perimetrales decretados para esta Semana Santa podrían ser del todo inútiles si Madrid se desplaza en masa a la sierra o Barcelona se desplaza en masa a las playas, rompiendo las burbujas habituales y multiplicando de forma desmedida el número de interacciones. Y aunque esto sea legal, y aunque la fatiga de la pandemia empuje a muchos a moverse en los límites de la ley, o incluso un poco más allá, al menos las autoridades y los medios harían bien asumiendo su responsabilidad: no parece lo más correcto que se informe de las reservas masivas de ocupación sin que se transmita también aunque sea una cierta preocupación por lo que ello puede suponer de aquí a dos o tres semanas.

En definitiva, el mensaje debería desplazarse del criterio de legal/ilegal al criterio de riesgo bajo/alto, porque no siempre existe una relación directa entre una cosa y otra. Lo que es legal o ilegal lo deciden los gobiernos. Lo que es de alto o bajo riesgo lo descubren los científicos, que no necesariamente son escuchados por los gobiernos, como subrayan Horton y Abbasi. Pero como dice el estudio citado más arriba, una recomendación puede llegar a ser casi tan eficaz como una imposición. Claro que esto no ocurrirá si ni siquiera existe tal recomendación.

Hoy más que nunca, por favor, quédate en casa. Ya habrá tiempo de hacer todo eso que llevamos un año esperando.