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Ciencia semanal: el primer Brexit ocurrió hace 160.000 años

Como vengo haciendo recientemente, aquí les dejo mi selección personal de lo más importante o interesante ocurrido en el mundo de la ciencia en los últimos siete días.

El Brexit original que nadie votó

A veces la ciencia también se suma con astucia a la ola de la actualidad, y parece demasiada coincidencia para ser casual que este estudio se haya publicado precisamente cuando Reino Unido acaba de poner en marcha su proceso de abandono de la Unión Europea. De hecho, la noticia se ha divulgado justamente así, como el Brexit original.

Lo que cuenta el estudio, publicado en la revista Nature Communications, es que hace 450.000 años Gran Bretaña era algo parecido a Dinamarca, unida al continente a través del actual estrecho de Dover por una muralla de roca de 100 metros de alto y 32 kilómetros de largo que encerraba un enorme lago helado, el actual Mar del Norte. Aquella pared rocosa estaba formada por el mismo material que hoy vemos en los acantilados blancos de Dover: creta, una roca de calcio de la que originalmente se obtenía la tiza.

Aquel paisaje espectacular, a juzgar por la ilustración, comenzó a cambiar hace 450.000 años, cuando el lago se desbordó formando siete cascadas que horadaron el suelo en su caída durante cientos de miles de años. En una segunda etapa, hace 160.000 años, la presa sufrió finalmente un desmoronamiento catastrófico a consecuencia del cual, como les gusta decir al otro lado, el continente se quedó aislado.

Recreación del aspecto del antiguo puente de tierra entre Gran Bretaña y Europa. Imagen de Imperial College London / Chase Stone.

Recreación del aspecto del antiguo puente de tierra entre Gran Bretaña y Europa. Imagen de Imperial College London / Chase Stone.

Comienza el retrato del agujero negro

Como ya anticipé aquí, esta semana ha comenzado el trabajo de la red global de radiotelescopios reunidos bajo el nombre de Event Horizon Telescope (EHT), y cuyo objetivo es fotografiar por primera vez en la historia un agujero negro con el suficiente detalle para distinguir su estructura. Esta red planetaria equivale a un solo telescopio del tamaño de la Tierra, lo que proporciona a los científicos una resolución equivalente a la necesaria para contar las costuras de una pelota de béisbol desde casi 13.000 kilómetros de distancia, según comentaron los investigadores esta semana. El objeto de la investigación es Sagitario A*, el presunto agujero negro supermasivo que ocupa el centro de nuestra galaxia.

Aún no hay previsiones sobre cuándo sabremos si el proyecto ha tenido éxito, ni en caso afirmativo, de cúando la imagen estará construida; pero los investigadores estiman que los resultados se harán esperar hasta 2018. Para dar una idea de lo que supone este empeño inédito en la historia de la ciencia basta apuntar una curiosidad: las observaciones de los diferentes radiotelescopios que forman el EHT van a generar un volumen tan inmenso de datos que llevaría demasiado tiempo transmitirlos electrónicamente a la sede principal del proyecto, el Observatorio Haystack del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En su lugar, todos estos petabytes de datos llegarán a Haystack por una vía más rápida, el avión.

Amaina la tormenta en Júpiter

No andamos escasos de imágenes de Júpiter, pero el telescopio espacial Hubble ha aprovechado la oposición este mes de abril (la máxima cercanía a la Tierra) para enviarnos nuevos retratos de nuestro vecino más voluminoso. Y aunque el aspecto de Júpiter es de sobra conocido, las nuevas fotos del Hubble confirman algo que los científicos llevan años notando: la Gran Mancha Roja, esa inmensa tormenta de tamaño mayor que la Tierra y que lleva activa al menos más de 150 años, se está reduciendo. La diferencia es muy evidente en la comparación de estas dos vistas, la de la izquierda tomada por la sonda Pioneer 10 en 1973, frente a la nueva del Hubble. Por otra parte, a la derecha y un poco más abajo de la gran peca se va definiendo otra más pequeña que los científicos han bautizado como la Mancha Roja Junior.

Dos imágenes de Júpiter: izquierda, diciembre de 1973 (Pioneer 10); derecha, abril de 2017 (Hubble). Imágenes de NASA.

Dos imágenes de Júpiter: izquierda, diciembre de 1973 (Pioneer 10); derecha, abril de 2017 (Hubble). Imágenes de NASA.

Un paso más hacia la marginación de los gordos

Termino con una noticia preocupante. Recientemente han proliferado en los medios los casos de mujeres que dan un paso al frente para defender su guerra personal contra las tallas minúsculas y reivindicar su propia comodidad dentro de sus cuerpos, más amplios de lo que dictan los cánones de belleza aún vigentes. Prueba indirecta de que estas tomas de postura reciben el aplauso general (al que sumo el mío) es el hecho de que las campañas publicitarias de algunas marcas comerciales se han sumado a la defensa de las «mujeres normales». La publicidad siempre es oportunista; no crea la ola, sino que se sube a ella.

Por ello resulta aún más curioso que al mismo tiempo, y en sentido contrario, prosiga la campaña de marginación de los gordos. En el nuevo paso que traigo aquí, se trata de un estudio llevado a cabo por un hospital malagueño y financiado por una compañía de seguros. Las aseguradoras llevan años tratando de establecer discriminaciones entre sus clientes por factores relacionados con la obesidad, o tratando de justificar las discriminaciones que ya aplican hacia sus clientes por este motivo. No afirmo que sea el caso del nuevo estudio y la aseguradora que lo apoya; simplemente sitúo la información en el contexto de un debate actual.

Lo que cuenta el estudio es que los trabajadores obesos españoles son más propensos a acogerse a bajas laborales por enfermedades no relacionadas con el trabajo que sus compañeros delgados. La conclusión de los investigadores es «la necesidad de desarrollar intervenciones efectivas dirigidas a reducir el impacto negativo de la epidemia de obesidad entre la población trabajadora».

Quiero dejar clara mi postura al respecto. Con los datos disponibles hoy, y a pesar de los muchos matices que he comentado aquí en ocasiones anteriores, debemos continuar dando validez a la hipótesis de que la obesidad es un factor de riesgo en un amplio espectro de dolencias (aunque debe distinguirse, como bien hace el estudio, entre las personas obesas metabólicamente sanas o enfermas); esto no es un secreto para nadie. Y que, por tanto, las recomendaciones sobre estilos de vida destinados a reducir la prevalencia de esta condición son consejos útiles de salud pública.

En cambio, otra cosa muy diferente es llevar a cabo un estudio que revela un dato de por sí nada sorprendente, pero cuya puesta de manifiesto ofrece un motivo de estigmatización de las personas obesas en sus puestos de trabajo. Piensen ustedes en un ejemplo similar; hay muchos posibles. A mí se me ocurre este: es muy probable que las madres sin pareja con hijos pequeños falten más a sus puestos de trabajo que las madres con pareja o las mujeres sin hijos. No creo necesario explicar el porqué. Y sin embargo, a nadie en su sano juicio se le ocurriría mostrar en un estudio cuánto más se ausentan estas mujeres de su trabajo, o qué coste económico tiene su menor productividad.

E incluso en este caso, las madres eligen serlo; las personas obesas, no. Muchas de ellas desearían no estar gordas, y llevan a cuestas su obesidad con suficiente vergüenza, incomodidad y baja autoestima, como para además colocarles una etiqueta de malos trabajadores. El estudio no aporta ningún bien, salvo tal vez para la aseguradora que lo financia; no revela ningún nuevo dato científicamente relevante, ni porporciona ninguna conclusión valiosa de utilidad en salud pública. Simplemente, sienta en España un precedente peligroso en ese camino hacia la estigmatización de las personas obesas que algunos se están empeñando en recorrer.