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Pasen y vean al sorprendente conejito de mar

Algo que nadie suele detenerse a pensar, salvo los cuatro chiflados que sí nos detenemos, es por qué a los humanos en general nos seduce lo que entra en ese amplio (y un poco cursi) concepto que podríamos llamar «lo mono».

Aunque siempre hay gente para todo, el hecho es que a los humanos en general nos inspiran sentimientos cercanos a la ternura ciertos rasgos, formas y aspectos. Tendemos a fiarnos más de aquellos a quienes atribuimos la irrelevante cualidad de tener «cara de buena persona». En 1960, el Partido Demócrata de Estados Unidos lanzó una exitosa campaña contra Richard Nixon que mostraba la imagen del candidato junto a la pregunta: «¿Le compraría USTED un coche usado a este hombre?», sugiriendo que el después presidente tenía un aspecto poco confiable. El mismo dicho, pero en sentido opuesto, se popularizó en referencia al actor James Stewart. Pero entre esos a quienes se les atribuye una cara de buena persona se encuentra el también actor Bill Cosby, acusado de agresión sexual por más de 40 mujeres.

Entre aquello que nos inspira ternura se encuentran los bebés, los peluches o los animales de compañía. No es que esté comparando a Bill Cosby con un peluche, pero desde el punto de vista conductual hay una raíz común, o al menos eso es lo que afirmaba Konrad Lorenz, el padre de la etología. Según Lorenz, hay una serie de rasgos comunes que disparan en los individuos un comportamiento de cuidado y protección, y esto tendría la motivación evolutiva de asegurar la continuidad de la especie. Así que, para Lorenz, nuestra atracción por “lo mono”, ya sea un bebé, un peluche, un gato o un osezno, es la manifestación de un mecanismo psicobiológico destinado a la conservación de la especie.

Hay toda una interesante teoría científica al respecto, pero a donde quiero llegar, con escala en Japón, es a un cierto animal súbitamente popular en internet. La cultura pop japonesa tiene su propia corriente de lo mono, que al parecer allí se llama Kawaii y en la que triunfan personajes como Hello Kitty, Doraemon o Pikachu. De ningún otro país podría surgir la noticia de la apertura de un café exclusivo para peluches que, si la información es cierta, tiene completas sus reservas hasta mediados de septiembre.

Por todo ello no es raro que este vídeo haya atraído recientemente las preferencias de los internautas japoneses, que lo han dado a conocer al resto del mundo. La insólita criatura que aparece en él ha sido bautizada como “conejito de mar”, aunque a quienes tengan hijos de cierta edad tal vez les dejará perplejos comprobar que, en contra de lo que creían, parece que los Pokémon realmente existen.

Ahora, la biología. La criatura en cuestión es un molusco gasterópodo, una pequeña babosa de mar cuyo nombre oficial es Jorunna parva y que se encuentra distribuida por los fondos marinos del Índico y el Pacífico. Su aspecto de peluche se debe a unas protuberancias dorsales llamadas cariofilidios que probablemente tienen función sensorial. La especie de flor que simula la cola son sus branquias. Y sus orejitas son en realidad rinóforos, que como su nombre indica son más bien narices, o si acaso lenguas, detectores de olores y sabores químicos de su entorno que ayudan al conejito de mar a encontrar su comida o a sus posibles parejas.

Estas dos últimas funciones fisiológicas, alimentación y reproducción, contienen algunas de las sorpresas que esconde su inocente aspecto, tan Kawaii. En primer lugar, y al contrario que las babosas terrestres, son feroces predadores, alimentándose de otros invertebrados o de sus huevos. Sus costumbres sexuales son algo friquis: son hermafroditas y practican la cópula traumática, consistente en inseminarse mutuamente clavando su órgano sexual en cualquier parte del cuerpo de la pareja que les caiga al alcance. Por último, el achuchable cuerpo del conejito de mar es tóxico; los nudibranquios tienen la habilidad de incorporar las toxinas de sus presas para utilizarlas como defensa propia contra sus depredadores.