¿Puede la tercera dosis de la vacuna cansar al sistema inmune y hacer que no responda? (II)

Ayer conté aquí el fundamento teórico en el que se basa esa idea que ha circulado últimamente, y según la cual una vacunación repetida contra la COVID-19 podría llegar a cansar al sistema inmune y hacer que deje de responder; insensibilizarlo, debilitarlo. O según el término correcto, inducir tolerancia a la vacuna. Ya adelanté ayer que, aunque esto puede ocurrir en ciertos casos por la exposición repetida y continuada a un antígeno, no está ocurriendo con la tercera dosis de las vacunas de la cóvid. Hoy, la explicación detallada.

Un breve recordatorio. El sistema inmune adquirido o adaptativo, el que responde específicamente contra un patógeno concreto, está formado por dos sistemas, los linfocitos B y T. Ambos son glóbulos blancos de la sangre, células que circulan por nuestras venas y arterias pero cuya función se realiza en los órganos inmunitarios (como el bazo, el timo o los ganglios linfáticos) y, en general, en todos los órganos y tejidos del cuerpo. La misión de las células B es producir anticuerpos que neutralizan los patógenos. Las células T ayudan a las células B a cumplir su función y además se encargan de matar las células infectadas.

Una infección o una vacuna provocan una respuesta de ambos tipos de células. Una vez que la infección ha sido eliminada o la vacuna ha cumplido su función, quedan poblaciones de células B y T de memoria, programadas para despertar, multiplicarse y actuar contra ese mismo patógeno si vuelve a aparecer en el futuro. Los anticuerpos neutralizantes, el indicador del que normalmente se habla en relación con las vacunas, son solo una parte de la respuesta; las células T dirigidas contra el invasor son igualmente importantes. Aunque el nivel de anticuerpos disminuya con el tiempo después de una infección o una vacunación, eso no quiere decir que la protección haya desaparecido, ni mucho menos: queda una memoria de células B y T dispuesta para despertar y actuar en cuanto el cuerpo encuentre de nuevo el patógeno o el antígeno que la originó, ya sea por una nueva infección o por una dosis de refuerzo de la vacuna.

Por lo tanto y para saber cuál es la respuesta del organismo a una nueva dosis de una vacuna, hay que evaluar cuál es el efecto sobre las células B y sobre las T. Lo primero se hace midiendo los niveles de anticuerpos en la sangre, mientras que lo segundo requiere analizar directamente la presencia de esas células T.

En cuanto a los anticuerpos, ocurre que la mutación constante del virus origina nuevas variantes que pueden escapar a los anticuerpos neutralizantes presentes en las personas recuperadas y en las vacunadas. Este es el caso de Omicron: ya hemos contado aquí que esta variante tiene la capacidad de eludir en gran medida los anticuerpos neutralizantes generados por infección previa o por una doble dosis de vacunas.

Se trata entonces de ver qué ocurre con una tercera dosis de vacuna, y sobre todo si, como advertía alguien por ahí, la tercera dosis puede inducir tolerancia a la vacuna y hacer que el sistema inmune deje de responder.

Primeras vacunaciones contra la COVID-19 en España: Gijón, diciembre de 2020. Imagen de Administración del Principado de Asturias / Wikipedia.

Primeras vacunaciones contra la COVID-19 en España: Gijón, diciembre de 2020. Imagen de Administración del Principado de Asturias / Wikipedia.

Y la respuesta es que no: no existe ningún indicio de que la tercera dosis de las vacunas de cóvid esté induciendo tolerancia. Todos los estudios hasta ahora han mostrado que el refuerzo, como debe ser, refuerza, restaurando un nivel de anticuerpos contra Ómicron similar al que dos dosis proporcionaban contra variantes anteriores.

A comienzos de diciembre, los primeros estudios preliminares con la vacuna de Pfizer mostraron que la neutralización por anticuerpos contra Ómicron era escasa con dos dosis, pero que la tercera multiplicaba por 25 los niveles de anticuerpos. Los resultados de Moderna fueron similares.

Un estudio publicado en enero en The Lancet encontró que las personas vacunadas con doble dosis tienen al principio un nivel de anticuerpos contra Ómicron tres veces menor que contra Delta, y que con el paso del tiempo en torno a la mitad de los vacunados pierden los anticuerpos detectables contra Ómicron. Pero después de la tercera dosis, el 96% de los vacunados recuperaban los anticuerpos neutralizantes contra Ómicron.

Otro estudio publicado en Science muestra que las personas con doble vacuna tienen 22 veces menos cantidad de anticuerpos neutralizantes contra Ómicron que contra el virus original de Wuhan, pero que la tercera dosis multiplica por 23 estos anticuerpos contra Ómicron, restaurándolos a un nivel comparable al que se obtiene contra el virus de Wuhan con dos dosis.

Hay otros análisis que confirman estos mismos resultados (como este, este, este o este), y no dejan de aparecer estudios con las mismas conclusiones. Merece la pena destacar uno publicado la semana pasada en Science Immunology, porque confirma la presencia de la memoria inmunológica de células B en las personas vacunadas con doble dosis de Pfizer. Los investigadores —del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Japón— han comprobado, como los estudios anteriores, que las personas con esta pauta completa de vacunación tienen un bajo nivel de anticuerpos contra Ómicron, pero que más de un tercio de las células B de memoria que quedan en el organismo y que reconocen el virus original (el de Wuhan) producen anticuerpos neutralizantes contra Ómicron. Con una tercera dosis de la vacuna o con una infección posterior a la segunda dosis, estas células de memoria comienzan a producir una amplia gama de anticuerpos neutralizantes contra distintas variantes, incluyendo Ómicron.

Lo dicho hasta ahora se refiere a los anticuerpos y las células B. Pero ¿qué hay de las T? Como ya conté aquí, durante toda la pandemia los estudios han mostrado que estas células están asumiendo un papel clave en la inmunidad contra el coronavirus. Y a diferencia de lo que ocurre con los niveles de anticuerpos neutralizantes contra Ómicron tras la doble vacuna, se ha comprobado que la respuesta de las células T inducida por las vacunas o por infección permanece activa también contra Ómicron, y que probablemente es esta protección de las células T la que nos está protegiendo de síntomas graves también en el caso de infección con Ómicron.

Desde la aparición de esta variante en Sudáfrica y Botswana, se constató que la doble dosis de vacuna estaba protegiendo en un 70% contra la hospitalización por Ómicron; menos que el 93% contra Delta, pero aún potente, y este mantenimiento de la protección a pesar del descenso de los anticuerpos se ha atribuido a las células T. La razón de que Ómicron no escape a la respuesta de células T se ha explicado por el hecho de que la gran mayoría de los trocitos de la proteína S (Spike) del virus que las células T están reconociendo no han cambiado desde las variantes anteriores a la Ómicron, y por lo tanto la protección se mantiene.

También la semana pasada, Science Immunology ha publicado un nuevo estudio que confirma esta misma conclusión. Investigadores de la Universidad Erasmus de Rotterdam han analizado la presencia de anticuerpos neutralizantes y células T reactivas contra diversas variantes del virus en un grupo de 60 trabajadores sanitarios que han recibido distintas vacunas. Los resultados muestran, una vez más, que el nivel de anticuerpos contra Ómicron es bajo seis meses después de la doble vacuna, pero que aumenta con la tercera dosis; aunque, como ya han visto otros estudios, siempre a un nivel más bajo que contra variantes anteriores.

Pero en cambio, el nivel de células T reactivas permanece alto seis meses después de la segunda dosis, también contra Ómicron, «lo que indica un escape mínimo [de Ómicron] al nivel de las células T«, escriben los autores. «Este estudio muestra que las personas vacunadas retienen inmunidad de células T a la variante Ómicron del SARS-CoV-2, potencialmente compensando la falta de anticuerpos neutralizantes en la prevención o la limitación de la COVID-19 grave. Se necesitan dosis de refuerzo para restaurar la neutralización de Ómicron por anticuerpos«.

Por último, los estudios epidemiológicos han reforzado las mismas conclusiones, tanto los de modelización (como los del Imperial College London o este de la Universidad de Nueva Gales del Sur) como los observacionales: entre estos últimos, según los informes de la Agencia de Seguridad en Salud de Reino Unido, dos dosis de vacuna ofrecen una efectividad del 25 al 35% contra la hospitalización por Ómicron. Tras una tercera dosis, la efectividad asciende al 90%, bajando al 75% a los tres meses.

Conviene repetir e insistir en algo: todo esto no significa que las personas con triple dosis estén del todo protegidas contra la infección por Ómicron, como muchos sabrán por propia experiencia. Recordemos que las vacunas que tenemos tienen la función de protegernos de los síntomas graves y de la muerte. Y lo están haciendo también con Ómicron; según otro estudio publicado en enero en The Lancet, que ha analizado varios casos de infección con Ómicron en personas triple-vacunadas, «el curso leve a moderado de la enfermedad sugiere que la vacunación completa seguida por una dosis de refuerzo todavía ofrece buena protección contra la enfermedad grave causada por Ómicron«. Aunque también añade: «Sin embargo, no podemos excluir secuelas a largo plazo de la COVID-19«.

En resumen, conclusiones de todo lo anterior:

  1. La doble dosis de vacuna no mantiene con el tiempo un buen nivel de anticuerpos neutralizantes contra Ómicron, pero sí un buen nivel de células T contra Ómicron.
  2. Aunque todavía se sigue diciendo que Ómicron es más leve, y quizá lo sea, probablemente es esta inmunidad mediada sobre todo por las células T la que en mayor medida esté protegiendo a las personas vacunadas de los síntomas graves.
  3. La tercera dosis aumenta el nivel de anticuerpos neutralizantes contra Ómicron, reforzando la respuesta contra esta variante.
  4. Por lo tanto, la tercera dosis de refuerzo está haciendo lo que tiene que hacer: reforzar. No está induciendo tolerancia a la vacuna. No está cansando ni debilitando el sistema inmune.

Todo lo cual no implica que la tolerancia no pudiera llegar a aparecer con futuras nuevas dosis de refuerzo si se planteara esta posibilidad; ya conté aquí que se está empezando a cuestionar la vacunación anual contra la gripe, porque en este caso sí están acumulando pruebas de que las personas vacunadas todos los años contra esta enfermedad pueden llegar a desarrollar tolerancia. Pero en el caso de la cóvid, la respuesta a una posible cuarta dosis solo se conocerá cuando se pruebe.

Pese a todo, también hay modos de prevenir esta posible tolerancia, por ejemplo mediante vacunación heteróloga, distintas vacunas en dosis sucesivas (como hace, por ejemplo, la Sputnik rusa), o ajustando la formulación.

Pero ante las voces que en las últimas semanas han aparecido en los medios sugiriendo la posibilidad de que en el momento actual pueda aparecer esta tolerancia a las vacunas, es importantísimo y muy necesario aclarar que no, esto no está ocurriendo. Sobre las motivaciones que pueden estar detrás de esas declaraciones (que no han salido del movimiento antivacunas, sino de presuntos expertos), no vamos a entrar aquí. A quien tenga curiosidad, probablemente no le resultará muy difícil hacer un par de búsquedas en Google y sumar dos y dos. Limitémonos aquí a decir que ideas como estas lanzadas por quienes tienen la responsabilidad de transmitir las conclusiones de la ciencia actual solo están consiguiendo desinformar y confundir al público.

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