La gripe sigue siendo mucho más preocupante que el nuevo coronavirus

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año mueren entre 290.000 y 650.000 personas por enfermedad respiratoria debida a la gripe, sin incluir otras posibles complicaciones de esta enfermedad, como las cardiovasculares. En España, la pasada temporada dejó oficialmente 6.300 muertes, aunque probablemente la cifra real sea mayor, según reconoció la directora de Salud Pública. En EEUU ya se contabilizan 10.000 muertes en esta temporada. Y a pesar de que existe una vacuna, y de que las recomendaciones de vacunación se hacen bien visibles a través de los cauces oficiales y de los medios de comunicación, solo acude a vacunarse menos de la mitad de la población de riesgo. Esta temporada, además, algunas autoridades han advertido de que la gripe estacional puede ser una de las peores en años.

Y, mientras, aquí estamos, inmersos en una epidemia de pánico e histeria por un virus que hasta ahora ha matado a 425 personas en todo el mundo (dato de hoy), y cuya letalidad, en el peor de los casos, será solo un poco más elevada que la de cualquier gripe; en el mejor, podría ser incluso menor, una vez que se tengan mejores estimaciones de los casos asintomáticos.

¿Cómo se entiende esto?

Es más: ¿quién recuerda la última pandemia de gripe no estacional? Los que entonces ya tenían uso de razón deberían recordar la mal llamada gripe porcina de 2009. Aquella nueva gripe –que, por cierto, ahora se ha convertido en estacional– causó unas 18.500 muertes confirmadas con pruebas de laboratorio, pero las estimaciones de los modelos epidemiológicos ampliaron esta cifra hasta posiblemente más de medio millón de víctimas mortales (entre 151.700 y 575.400). Por lo tanto, todo el que sobrevivió a aquel apocalipsis debería recordar los medios hablando día y noche de la gripe, las mascarillas por doquier, las calles desiertas, las ciudades cerradas, las oleadas de pánico…

¿No? Naturalmente, porque nada de esto ocurrió. Y no fue porque las autoridades no se ocuparan de ello; de hecho, hubo emergencia global de la OMS (la primera jamás declarada), hubo cuarentenas, aislamientos, controles… ¿Alguien lo recuerda? Y la guinda del pastel parecería un chiste si no se tratara de un asunto tan serio: hubo quienes incluso acusaron a la OMS de ¡haber sobreactuado!

Hoy la gripe continúa siendo el problema epidemiológico infeccioso presente y futuro que más preocupa a los expertos y a las autoridades. Cuando el pasado año el director general de la OMS decía que la pregunta sobre una nueva pandemia no es si llegará, sino cuándo, se refería específicamente a la gripe; sacar esta declaración de su contexto y tratar de aplicarla a casos como el actual del 2019-nCoV sería engañoso y desinformativo.

Partículas del virus de la gripe al microscopio electrónico. Imagen de NIAID / Flickr / CC.

Partículas del virus de la gripe al microscopio electrónico. Imagen de NIAID / Flickr / CC.

Dentro de algún tiempo, una vez que el brote del nuevo coronavirus 2019-nCoV haya remitido y el ciudadano medio comience a olvidarse de que este virus alguna vez existió, quienes nos dedicamos a estos asuntos estaremos esperando con enorme interés los estudios de los expertos que nos expliquen cómo hemos llegado a esto, a lo que la OMS ya ha calificado de infodemia, que no es una pandemia vírica, sino una pandemia informativa sobre un brote vírico, con su injustificada sobresaturación de atención en los medios, su psicosis colectiva y sus buenas raciones de bulos circulantes. Sin duda, el inmenso globo del coronavirus chino dará buen material de análisis durante años a los profesionales de varias disciplinas.

Pero arriesgando un poco, me atrevería a proponer uno de los posibles factores que quizá hayan contribuido a inflar ese globo: el nombre. La gripe ya es algo cotidiano y conocido. En cambio, un coronavirus es algo desconocido para la mayoría, lo cual ha llevado incluso a una confusión que parece extendida: este es un nuevo coronavirus, pero ni es el único coronavirus conocido, ni los coronavirus en general son algo nuevo. En el colmo de la astracanada, hay quienes incluso se han lanzado a la conspiranoia por haber encontrado referencias a coronavirus anteriores a este brote. Por supuesto que existen, en concreto desde los años 60, cuando se describieron los primeros coronavirus en animales.

De hecho, en este siglo ya hemos tenido otros dos coronavirus preocupantes. En 2002 surgió en China el que luego se llamó coronavirus SARS, siglas en inglés de Síndrome Respiratorio Agudo Grave, que dejó 774 muertos en 17 países. En el actual frenesí de los medios por conseguir los clics de los usuarios, hoy se están leyendo titulares que afirman que el número de fallecidos por el actual coronavirus 2019-nCoV ya ha superado a los del SARS. Y solo en los textos que siguen a esos titulares se aclara que el nuevo coronavirus ha causado ya más muertos que el SARS… en China continental (sin incluir Hong Kong). No, todavía no hay más muertos por 2019-nCoV que por SARS; y por cierto, este último es bastante más letal que el nuevo coronavirus, con un 11% frente a un 2-3%.

Un decenio más tarde, en 2012, apareció en Arabia Saudí el coronavirus MERS, del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio. Un contagio por este virus sí es un serio motivo de alarma: desde su primer brote, uno de cada tres pacientes diagnosticados ha muerto, si bien afortunadamente se contrae sobre todo por el contacto con animales, sobre todo camellos, siendo su transmisión directa entre humanos más difícil que la de otros coronavirus como el SARS o el 2019-nCoV. Así como el SARS no ha vuelto a detectarse en humanos en los últimos años, en cambio el goteo de casos de MERS ha dejado los dos últimos este mismo enero.

Pero ¿tienen algo de especial los coronavirus para haberse convertido, con permiso de la gripe y el ébola, en los protagonistas de algunas de las recientes epidemias? Mañana lo veremos.

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