No, la ciencia no es de izquierdas (ni de derechas)

Me llega noticia de la publicación de un libro que analiza el fenómeno de la izquierda anticientífica, ese sector que abraza pseudociencias y conspiranoias, y que rechaza el conocimiento científico actual relativo a asuntos como las llamadas terapias alternativas, las vacunas o los alimentos transgénicos; en resumen, eso que algunos ahora llaman movimiento anti-ilustración, pero en su versión zurda.

Perdonen que no les detalle el título ni el autor, pero una razón me lo aconseja: no he leído el libro y por tanto no quisiera que esto se interpretara como una crítica negativa a una obra en la que evidentemente se ha vertido mucho trabajo y esfuerzo. No tengo motivos para pensar que el autor no haya desarrollado sus razonamientos de forma eficaz y rigurosa, así que este comentario no se refiere al libro, sino a la idea que lo inspira. Porque es una idea muy común, pero es una idea opinable, y en mi opinión es una idea equivocada (y no soy el único). No suelo tratar aquí de política, pero la acción del tópico requiere una reacción, especialmente de quien, como el que suscribe, NO tiene bando político.

La idea en cuestión consiste en pensar que la ciencia es patrimonio de la izquierda, o que la ciencia está en el ADN de la izquierda, o que la izquierda nació de la ciencia, o que la ciencia es de izquierdas. Elijan la versión que prefieran; todas ellas circulan por ahí, pero vienen a resumirse en lo mismo: derecha = ocurantismo, ignorancia y superstición; izquierda = luz, ciencia y razón. Circulan por ahí, naturalmente… entre las personas de izquierdas, como el autor del libro, cuya motivación es indagar en algo que al parecer le provoca estupefacción: ¿cómo es posible que la izquierda, ¡mi izquierda!, caiga en la trampa de la pseudociencia?

Desde luego, quien pretenda hacer una tesis de esta idea puede encontrar argumentos. Si quieren, yo se los facilito: teóricos, como que la ciencia es progreso, y la izquierda es progresista; o históricos, como que la razón fue el motor de la Revolución Francesa (el momento en que la izquierda política se diferenció de su bando rival), o que la Segunda República española fue un período de florecimiento científico.

Pero por cada ejemplo, siempre hay un contraejemplo. No es ninguna sorpresa que la ciencia existió durante siglos sin necesitar izquierdas ni derechas, creciendo en cada época en la medida de sus posibilidades técnicas y del conocimiento acumulado. Ni que Marx rechazaba el positivismo de otros filósofos sociales como Comte.

Respecto a la tan idolatrada Revolución Francesa, y descontando incluso el hecho de que se ejecutó a multitud de inocentes para terminar cambiando a un monarca absoluto por un emperador absoluto, lo cierto es que los científicos franceses estaban repartidos en ambos bandos; de hecho, durante siglos la ciencia fue una ocupación de los más acomodados, aquellos que no debían cavar zanjas para ganarse la vida.

En cuanto a la llamada Edad de Plata española, sí, murió con el golpe de estado de 1936, la Guerra Civil y la postguerra, pero no, no comenzó con la República, sino mucho antes. Casi sobra recordar que el único Nobel español de ciencia fue muy anterior.

Respecto al interés de la República en la ciencia, y para no caer en simplificaciones idealistas del pasado, suelo citar este caso: Manuel Azaña, que si no me equivoco era de izquierdas, sí tenía interés en la ciencia. En su primera etapa de gobierno firmó un decreto para que un sector del Monte de El Pardo se destinara a la construcción de un nuevo Museo de Ciencias Naturales, un Jardín Botánico y laboratorios de investigación. Cuando volvió al gobierno en 1936, encontró que no se había movido un dedo. Y escribió:

Si hubiese decretado que en los terrenos se construyesen grupos escolares, piscinas y campos de deporte, todo el mundo lo habría comprendido, y ya estarían hechos. Muy bien está hacerlos. Pero vaya usted a interesar al poder público, es decir, a unos ministros, unos subsecretarios y directores desvanecidos, en la obra impersonal de crear un museo, un jardín botánico, unos laboratorios, que no dicen nada a las clientelas. Es un ejemplo de la falta de espíritu en el Estado y de la falta de continuidad.

A pesar de los cambios de gobierno durante la República, Azaña no culpaba a ningún bando político concreto, sino al poder público español en general, a los políticos, a los burócratas. Y por cierto, me encanta la referencia a cómo las cosas habrían sido diferentes si se hubiera propuesto construir instalaciones deportivas. Algunas cosas en España no han cambiado en 80 años.

Por último, y respecto a la relación entre ciencia y progresismo, lo reservo para el final. Pero sobre cómo la derecha y la izquierda han tratado a la ciencia, pueden buscarse ejemplos horribles en ambos bandos. Por elegir uno de cada casa:

Derecha: el darwinismo social

Herbert Spencer. Imagen de Wikipedia.

Herbert Spencer. Imagen de Wikipedia.

Sepan que la llegada a Norteamérica de la teoría de Darwin, el mayor avance científico de la historia de la biología, se encontró con la feroz oposición de lo que hoy consideraríamos izquierda, sectores afroamericanos que luchaban por la justicia social. Pero en realidad, no tenía nada de raro. Aunque Darwin postulaba un origen común para las diferentes razas humanas (un concepto, el de raza, hoy científicamente desacreditado), sí hablaba de unas más evolucionadas que otras, a lo cual los curas negros reaccionaron defendiendo el humanismo cristiano frente a la, creían ellos, deshumanización darwiniana.

Pero es que, naturalmente, había una razón, y era el darwinismo social. Tras la publicación de la obra fundamental de Darwin, algunos pensadores políticos que hoy calificaríamos de derechas, como Herbert Spencer, trataron de convertir lo que era únicamente una descripción de un fenómeno natural en un principio rector de la sociedad. El darwinismo social (término que no empleaban sus defensores) contemplaba la sociedad humana como una lucha por la vida donde primaba la «supervivencia del más apto», una expresión acuñada por Spencer y no por Darwin, y donde los menos adaptados eran eliminados por selección natural.

De este modo, la apelación al orden natural se empleaba para fundamentar la injusticia social, la competencia económica despiadada, el colonialismo o incluso la guerra por los recursos. El darwinismo social fue (y es) una perversión de la ciencia para hacerla servir como excusa de un sistema ideológico, político y económico.

Izquierda: el lysenkoísmo

En el siglo XIX, un monje checo llamado Gregor Mendel formuló las leyes de la herencia, que explican cómo los rasgos se transmiten a la descendencia; en su caso, en las plantas de guisante. Las leyes de Mendel implicaban que todo ser vivo nace ya condicionado por el bagaje genético que ha recibido de sus progenitores; incluso desde antes de venir al mundo, no somos iguales.

Trofim Lysenko. Imagen de Wikipedia.

Trofim Lysenko. Imagen de Wikipedia.

Todo lo cual resultaba inaceptable en un lugar del mundo donde la igualdad era, al menos en teoría, el principio absoluto del orden natural, moral y social: la Unión Soviética. En 1928, un ingeniero agrónomo llamado Trofim Lysenko creyó haber descubierto un método al que llamó vernalización, y por el cual podía modificar las características de los cultivos por factores ambientales, de modo que los nuevos rasgos adquiridos se transmitían a la descendencia. Frente a la selección natural de Darwin, Lysenko defendía la cooperación natural entre las plantas para ayudar a su supervivencia.

Las ideas de Lysenko no solo resultaban más adecuadas al código ideológico soviético, basado en la crianza frente a la herencia, sino que además prometían inmensas mejoras en los cultivos para alimentar a las grandes masas de población. Como consecuencia, el lysenkoísmo se convirtió en la teoría biológica oficial en la URSS, fuertemente apoyada por el régimen de Stalin. Miles de biólogos fueron ejecutados o encarcelados en los gulags por empeñarse en defender la ciencia que sustentaba las leyes de Mendel y la selección natural de Darwin.

Naturalmente, el lysenkoísmo fracasó, sencillamente porque era pseudociencia; otra perversión de la ciencia para hacerla servir como excusa de un sistema ideológico, político y económico.

Y hoy seguimos igual…

Estos son tal vez los dos ejemplos históricos más clásicos y conocidos, pero hoy podemos seguir encontrando cómo ambos bandos del espectro político, derechas e izquierdas, continúan negando la realidad científica en apoyo de sus pre-juicios, ideologías o intereses. Tanto a un lado como al otro del arco hay quienes tratan la ciencia como si fuera un bufé libre, tomando aquello que les interesa y apartando lo que no les gusta.

La derecha tiende a rechazar la ciencia que contradice sus ideas religiosas o político-económicas; ejemplos, la homosexualidad, la evolución biológica (en los fundamentalismos cristianos) o el cambio climático.

Por su parte, la izquierda vitupera lo que para ella representa el imperio económico capitalista, y nada mejor para ello que la llamada big pharma: medicamentos, vacunas y transgénicos. De esta repugnancia visceral hacia el gran poder nacen también las abundantes y muy diversas conspiranoias.

En resumen, no se trata de izquierda y derecha. Y a los asombrados con la izquierda anticientífica, no les vendría mal un repaso a los orígenes de la relación entre política progresista y pseudociencia New Age: se llamaba movimiento hippie, y no es un fenómeno precisamente novedoso.

En realidad es algo mucho más sencillo: tanto en diestros como en zurdos, se trata simplemente de quienes aceptan la ciencia, y quienes no. Así de simple. Quienes nunca la aceptarán son aquellos que no tienen sus ideologías solo para consumo propio, sino que viven con la aspiración de imponerlas a quienes piensan de otro modo. Estos, los de mentalidad autoritaria, siempre pervertirán la ciencia para sus propios intereses, sean de izquierdas o de derechas.

Termino con la idea que dejé colgada más arriba, porque es lo esencial de todo este discurso. En el siglo pasado hice un máster sobre sociología de la ciencia, y como trabajo final analicé dos casos de ficción literaria sobre la ciencia y la tecnología pervertidas al servicio de sistemas ideológicos: Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell. Ambos autores imaginaban sociedades futuras donde la ciencia y la tecnología evidentemente habían progresado, pero cuyos mandatarios las aplicaban a su propia concepción del progreso social. Que obviamente, no lo era en realidad.

Esta, creo, es la raíz del tópico que erróneamente asocia ciencia e izquierda política: confundir progreso con progresismo. O ciencia con ideología.

12 comentarios

  1. Dice ser Ignotis parentibus

    no he leído el libro – NI LE LEAS.la ciencia es ciencia

    15 junio 2017 | 18:51

  2. Dice ser Loli

    En la izquierda encontrarás miembras asegurando que un embrión humano carece de vida, y lo puedes matar si quieres y apetece, todo muy científico.
    Según ellas está científicamente demostrado que un embrión humano perfecta y cómodamente implantado en el útero de una de ellas no es vida, y que si quieren lo matan. Ellas no dicen matar, dicen interrumpir.

    15 junio 2017 | 20:29

  3. Dice ser somos un disaaaaster y hacemos agua por todos los lados

    Yo no soy de derechas, ni de izqueirdas, ni de centro, ni de arriba, ni de abajo, ni tengo Dios conocido, ni falta que me hace. De hecho pienso que el ser humano no es un ente racional e inteligente y en la especie me incluyo. No es por creerme superior a nadie, que muchos defectos tengo, sino por el simple ejercicio de espíritu crítico sobre lo shecho sqeu cada día contemplo en el universo caótico emotivo-cognitivo del humano bípedo.

    15 junio 2017 | 22:54

  4. Dice ser Carmen

    La ideologización de la ciencia tiene adeptos desde que su madre, la filosofía, apareció en escena. Pero a diferencia de hoy día donde izquierda derecha norte sur este y oeste se tiran los trastos a la cabeza, en Grecia solían debatir abiertamente sobre un asunto u otro sin llevarse las manos a la cabeza. De hecho, combinaban, como señala Erwin Schrodinger en La Naturaleza y los griegos, lo científico con lo puramente metafísico (ahi tenemos a los pitagóricos). Por entonces, era bastante común. Ni idea en qué momento el ser humano separó ciencia de espiritualidad o naturaleza (entendiendo por espiritualidad la conexión intrínseca con la naturaleza, nada de bobadas new age o majaderías coelhistas que han embobado a medio mundo).

    Hubo un momento en la historia reciente (quizás desde el positivismo que mencionas) en que se creía que todo era científicamente comprobable, sujeto a la razón, a un orden, todo era matematizable. A día de hoy se está produciendo el fenómeno casi opuesto, el de espiritualizar todo de manera infantil, torpe. No como lo hacían aquellos griegos de forma sensata sino espiritualizando hasta la comida (léase los mal informados veganos, por ejemplo). Hasta tal grado que como comentas en el post se entablan batallas de ideologías mezclando ciencia con pseudociencias y espiritualidad de mercadillo. A ver quién grita más alto o quién consigue más votos.


    PD. Un embrión no es un feto, Loli. Como un cigoto no es un blastocito. Críticas a las miembras de izquierda pero caes en el error de confundir términos por defender tu tesis.

    15 junio 2017 | 23:12

  5. Dice ser el cerebro es así y cuesta cambiar cosas

    Carmen, no intentes educar a un ser fanático. El orgullo nos puede cuando nos fanatizamos y creemos que llevamos la razón. Dentro del cerebro est´ala zona del miedo, del rechazo, atada a un premio, que es hecho muy longevo. Aunque nos den mil pruebas,más aún cuando hay una promesa por ahí de qeu si hacemos tal o cual cosa, auqne sea el mayor disparate, al morir estaremos felicícimos eternamente en las nubes o por las estrellas. Eternamente felices…. . Eternamente, qué grandes somos para merecer tanto, qué altivos y orgullosos que incluso en el premio nos pasamos qeuriendo tanto, sin humildad alguna, siempre felices en el universo, pero no lo digas, que lo merecen, que lo merecemos, sí, seguramente, por perfectos, sanos, tolerantes y demás añadidura… porqeu sí y punto, efectivamente. Eternamente felices… Yo me conformaría con ver a ese dios, o diosa, un instante, y darle las gracia spor haberme hecho sentir el milagro de la vida con todo lo bueno y malo que disfruté y padecí. Un instante de agradecimiento lo cambiaría por una eternidad de regalo.

    15 junio 2017 | 23:39

  6. Dice ser Vidente

    «los de mentalidad autoritaria, siempre pervertirán la ciencia para sus propios intereses …

    Exacto. Y esos son los hijos de puta de gobierno mundial´ Y en manos de estos cerdos está la ciencia. .

    Amén!

    16 junio 2017 | 00:10

  7. Dice ser Loli

    @ Carmen

    Carmen, no sabes lo que dices, pero eres muy divertida. Sigue así, por favor. 😉

    16 junio 2017 | 01:57

  8. Dice ser Trocotronic

    La ciencia es una dictadura. La ciencia no es una democracia. La ciencia no vota ni decide nada en las. La ciencia es contundente, te guste o no. La ciencia no cree ni hace nada para el bien común. La ciencia es una dictadura.

    16 junio 2017 | 11:15

  9. Dice ser Rompecercas

    Me temo que tu postura es cientifista…crees que la ciencia puede explicar toda la realidad, y para colmo cuando una teoría vigente temporalmente se descarta, la llamas pseudociencia…entonces la ciencia entera funciona a golpe de pseudoteorías…

    16 junio 2017 | 23:46

  10. Dice ser Carmen

    @5
    No pretendo enseñar pero te entiendo perfectamente. ¿Quién no se ha fanatizado alguna vez creyendo que sus ideas eran suyas, cuando en realidad no somos más que herederos del legado pasado, de prejuicios de etapas anteriores? Yo te entiendo en cuanto a que a veces se prefiere una felicidad rápida a una verdad incómoda. Pero pertenezco a ese tipo de persona que lo que me hace feliz precisamente es descubrir la ignorancia propia. No necesitas buscar la felicidad más allá del proceso de conocer porque cada vez que descubrimos algo, nos acerca más a eso que somos como especie.

    Loli, si te resulto divertida es que debo haber contado un chiste y no supe cuál. Espero que mi faceta de payasa haya alegrado tu día. Ya que hay que tener amargura suficiente para leer algo sobre ciencia y opinar sin causa de conocimiento.
    Y es por personas como tú que a veces el mundo se vuelve un lugar cerrado en su jaula de ignorancia, satisfecho con respuestas pero que van golpeando a los demás y burlándose como si encima creyeran tener razón. Quizás sea como dice el usuario 5: prefieres la felicidad rápida de respuesta corta que encaje en tu concepción del mundo, a una pregunta incómoda que ponga en forma las neuronas.
    Recuerda, Loli: Si por el camino ves a Buda, mátalo. Espero que lo entiendas.

    17 junio 2017 | 00:39

  11. Dice ser Loli

    @Dice ser Carmen

    Te escuece, Carmen, como te pica, es hasta conmovedor.
    ¡Qué tontita!

    18 junio 2017 | 00:26

  12. Dice ser Biologoaficionado

    La «izquierda» y la «derecha» son ideologias, y como el propio nombre dice, son ideas. El objetivo de la ciencia no es contentar tus ideas progesistas,conservadores,pro-ricos,anti-ricos…Es el de explicar el Universo(con todo lo de su interior claro) tal y como es, no hay ideas, formas correctas ni erroneas de comprenderlo. Es así, funciona así y así son las cosas que alberga. Y si nos vamos a meter en el terreno del aborto; lo puedes llamar interrupcion, muerte o como quieras. Estas parando el proceso de creciemiento de la vida, pero tu estas en tu derecho de poder hacerlo y nadie puede llamarte asesina como tengo oido ni nada parecido. Si que el nacimiento de ese bebe va a traer mas desgracia que alegria( no solo por los padres, sino mas por el propio futuro de ese ser)quien eres tu para impedirmelo, no estas matando un ser perfectamente fomado ni siquiera consciente, es ese momento solo es un monton de celulas que crecen y crecen, no siente nada. Porque en realidad solo se esta formando su cuerpo la consciencia que es lo q identifica a una persona en ese momento no existe. Este tema siempre dara mucho de que hablar.

    22 junio 2017 | 01:59

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