El zika en tres ideas: hay riesgo, puede llegar y hay que actuar

La primera vez que vi la película Contagio, de Steven Soderbergh, lo hice con un díptero revoloteando por el reverso de mi pabellón auricular; con la mosca tras la oreja, más aún con la primera aparición del guaperas de Jude Law en el papel de bloguero conspiranoico. Law no se ha prodigado en papeles de villano; ¿caería Soderbergh en el facilón (y económicamente rentable en taquilla) argumento a lo Le Carré en El jardinero fiel, dar carnaza a las masas favoreciendo el punto de vista conspiranoico y dejando al personaje de Law como héroe triunfante? (No obstante aclaro, for the record, que la novela de Le Carré estaba basada en un caso real de experimentación clínica ilegal en África).

Así que, cuando la película terminó, casi me faltaron manos para apludir. Soderbergh no solo había reflejado con absoluta veracidad un hipotético caso fielmente realista de pandemia vírica, con epidemiólogos que parecían epidemiólogos y virólogos que parecían virólogos, sino que además había dejado a los conspiranoicos en el lugar que les corresponde, el de trileros de toda la demagogia que se sirve a diario como fast food en internet.

Imagen del virus del Zika al microscopio electrónico de transmisión (partículas oscuras), recientemente publicada por el CDD/ Cynthia Goldsmith.

Imagen del virus del Zika al microscopio electrónico de transmisión (partículas oscuras), recientemente publicada por el CDC/ Cynthia Goldsmith.

Viene esto a cuento del increíble cuento, valga la…, que se ha prodigado en la red a partir de la proclama de un descerebrado en la sección de conspiraciones de Reddit. El tipo en cuestión dijo que el origen de la epidemia de virus del Zika y de los casos de bebés con microcefalia en Brasil coincide geográficamente con el lugar donde hace cuatro años se soltó una población de mosquitos genéticamente modificados para producir descendencia no viable. Y a partir de ahí, la teoría más estúpida jamás lanzada en internet ha tenido que comentarse, para desmentirse, incluso en medios serios (como este).

El conspiranoico en cuestión ni siquiera mencionó, obviamente, que dichos mosquitos se liberaron también en otros lugares donde no ha surgido una epidemia de zika ni de microcefalia (como las islas Caimán o Florida), ni que anteriormente se han ligado casos de microcefalia a virus emparentados con el zika como el del Nilo Occidental, ni que el estudio retrospectivo del anterior brote de zika en la Polinesia ha sacado a la luz anomalías neurológicas que en su día no se relacionaron con una infección antes considerada benigna. Ni por supuesto, y esto es lo fundamental, que la afirmación es un completo disparate biológico sin pies ni cabeza; más allá de la (presunta) coincidencia geográfica, no hay ni siquiera un argumento coherente que rebatir.

Lo anterior no implica que en este preocupante episodio del zika no haya, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, elementos perturbadores que obliguen a vigilar muy de cerca todo lo que autoridades y otros actores implicados están haciendo al respecto. En particular, resulta pasmoso que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no haya emitido una recomendación de evitar los viajes a Brasil, al menos para las mujeres embarazadas. No hay que ser conspiranoico para sospechar que aquí ha mediado un probable trabajo de lobby por parte de algún organismo para no arruinar los Juegos Olímpicos de Río.

A estas alturas a Margaret Chan, directora general de la OMS, le quedan ya pocos argumentos para defender su gestión. Fue criticada por exceso de reacción con la pandemia de gripe A H1N1 en 2009 (un diagnóstico que no comparto: no olvidemos que la gripe pudo infectar a 200 millones de personas y dejó unos 19.000 muertos) y por defecto de reacción en la epidemia de ébola de 2014. Pero ya llevaba detrás un legado polémico por su actuación como directora de Salud de Hong Kong, cuando se le criticaron su «ayer cené pollo» a propósito de la gripe aviar H5N1 de 1997 y su pasividad en el brote de SARS de 2003. Chan está pisando un terreno pantanoso que puede acabar con su defenestración si no sale airosa de la emergencia del zika.

Pero aunque Chan se haya convertido en el blanco propicio de este tiro al pato, no olvidemos que uno de los factores destacados por los expertos a la hora de mitigar el impacto de una epidemia como el zika es la respuesta de los sistemas de salud de los países. Y como ya he señalado en ocasiones anteriores, en España tenemos ahora como ministro de Sanidad (en funciones) a un filólogo a quien el cargo le cayó como prebenda por los servicios prestados al partido; una situación que pasa inadvertida cuando se trata de ejercer como burócrata gestor de la maquinaria de salud pública, pero que se convierte en un peligro igualmente público cuando toca gestionar una crisis sanitaria. Los brasileños al menos tienen en ese cargo a un médico.

Es evidente que por debajo del burócrata hay una gruesa capa de expertos y técnicos de alto nivel. Pero en el mundo real difícilmente se admitiría poner al frente de lo que sea a alguien sin el conocimiento profesional necesario para saber de lo que habla, y que ha aprendido lo que debe decir al público cinco minutos antes de decirlo. O dicho de otro modo: el ciudadano que paga tiene derecho a que su ministro de Sanidad sea el ventrílocuo, y no el muñeco.

Pero ¿crisis sanitaria, aquí, en España? Lo cierto es que aún es tanto lo que se desconoce sobre el zika que nadie apuesta un céntimo sobre cómo puede evolucionar esto. Pero casi todos los virólogos y epidemiólogos con los que he hablado últimamente reconocen off the record que el riesgo aquí, sin ser comparable al de las latitudes cálidas, es mayor de lo que se está transmitiendo, ya que muy probablemente el mosquito tigre es o acabará siendo un vector competente para el zika. Ya se han dado recientemente brotes de transmisión autóctona de dengue en el sur de Europa, virus muy próximo al zika y que comparte los mismos vectores; con lo que hoy se conoce del zika, no hay (todavía) ninguna razón científica para sostener que el riesgo de transmisión autóctona estacional del virus en España es mínimo, como se está diciendo.

Aún nos quedan unos meses de reacción hasta que comience la eclosión masiva de mosquitos en nuestras latitudes. Y no podemos esperar a llevarnos las manos a la cabeza cuando nazca en España el primer bebé con microcefalia, una enfermedad horriblemente atroz que deja empequeñecido el antiguo fantasma de la polio. Aunque hayan oído que todavía no se ha confirmado científicamente el vínculo con el zika, no piensen por ello que se trata de un síntoma surgido de la nada y nunca antes visto: las complicaciones en el desarrollo neurológico, incluyendo la microcefalia, son frecuentes en los casos de transmisión infecciosa de la madre al feto. La microcefalia se ha descrito sobradamente para viejos conocidos como el citomegalovirus o el VIH, e incluso para virus emparentados con el zika como el del Nilo Occidental. A efectos de salud pública hay que dar este síntoma por descontado, y que la ciencia concluya lo que tenga que concluir, pero a su propio ritmo.

En resumen, es preciso exigir a las autoridades involucradas una toma de postura drástica encaminada hacia la contención del zika. Ninguna medida es excesiva, y el papel de la OMS no es servir de garante del comercio internacional o de la industria turística, sino de la salud de los ciudadanos de los países a los que representa; una caída de los ingresos por turismo puede embocar a algunos países hacia un difícil trance económico, pero una epidemia de microcefalia sería infinitamente peor, algo que quedaría marcado como la funesta huella de un trágico error. Y si el Comité Olímpico Internacional pierde su multimillonario negocio, que digan dónde hay que firmar.

2 comentarios

  1. Dice ser Rompecercas

    La ciencia trabaja para alertarnos y protegernos de las millones y millones de amenazas que cercan la vida humana. Conviene no dar un paso, antes de que la autoridad científica lo diga…no comer, no reproducirse, no viajar, no respirar, no salir sin esperar al parte meteorológico (que siempre se equivoca)…

    Parece que ya no hay espacio para la libertad humana, cuando todo es una amenaza, ámbito de la autoridad científica.

    05 febrero 2016 | 20:22

  2. Dice ser Diego

    Al final es como el ébola, le damos mucho bombo y después tampoco es tanto el peligro, al menos aquí

    06 febrero 2016 | 13:56

Los comentarios están cerrados.